El hombre es un animal de costumbres, en el sentido de que si uno se acostumbra a hacer algo de una forma determinada es complicado cambiar esa manera de hacerlo. Podéis mirarlo en vuestras vidas mismo, estoy convencido de que todos vosotros tenéis rutinas que seguís a rajatabla aunque sea de forma inconsciente, rutinas que pueden ir desde lo que hacéis a la hora de levantaros o de iros a dormir hasta hacer siempre el mismo recorrido por los pasillos del supermercado con el carro de la compra, pasando por qué sobaco os laváis primero cuando os ducháis. Y de hecho esto no pasa sólo en la vida individual de cada uno, también entidades más grandes como podrían ser sociedades, regiones o países enteros también tienen sus rutinas, lo que pasa es que en vez de costumbres lo llamamos tradiciones. Pero, contrariamente a lo que suele pasar con las rutinas individuales de cada uno, las tradiciones pueden ser lo suficientemente malas como para plantearse romper con ellas de forma radical a pesar de ser lo que siempre se ha hecho. Lo vemos en muchas partes del mundo, hay países cuyos ritos ancestrales pueden parecer horribles a ojos de la sociedad moderna pero se siguen haciendo porque allí son tradición, pero también lo vemos en nuestro propio país, donde por ejemplo hay tradiciones altamente cuestionables (por decirlo de una manera lo más fina posible) que implican la muerte de toros que mucha gente querría que fueran eliminadas, gente entre la cual me incluyo por cierto. En fin, que en todos lados hay tradiciones que, de malas que son, deberían ser rotas. Y eso, como no podía ser de otra manera, también incluye el mundo de la NFL. Y es que salvando las distancias con los casos anteriores, hay equipos que a lo largo de la historia han ido forjando tradiciones y, aunque los resultados no sean los esperados ni por asomo, parece que las quieren mantener a toda costa para así seguir teniendo esa seña de identidad. Pero lo cierto es que en algunos casos deberían romper con ellas cuanto antes mejor, y no hay mayor ejemplo de esto que los Pittsburgh Steelers.
Si hay algo que ha caracterizado desde hace mucho tiempo a los Steelers es su estabilidad como franquícia. Siempre han sido un equipo aparentemente competitivo, con aspiraciones de ganar la división y muchas veces también de ganar el anillo, y eso es en gran medida gracias a la paciencia que ha tenido el front office con sus entrenadores. ¿Sabéis cuantos head coach diferentes han tenido en Pittsburgh desde 1970? Tres. Sí, lo pongo en letras para que no penséis que me he dejado un número sin querer. Tres entrenadores en más de 40 años: Chuck Noll (1969-1991), Bill Cowher (1992-2006) y Mike Tomlin (2007-). Eso, para una franquícia que basa su equipo en el desarrollo de los jugadores elegidos en el draft, es especialmente importante porque da a los prospectos la estabilidad de crecer en un entorno que cambia relativamente poco, lo cual hace que su proceso de aprendizaje sea mucho más sencillo que si por ejemplo cada año tuvieran que aprender un sistema nuevo. Ahora bien, ¿qué pasa cuando un mismo staff está demasiado tiempo en un mismo equipo? Pues pasa que se vuelve previsible y, en ocasiones, se podría decir que llega a caducar. Y eso es exactamente lo que está pasando en Pittsburgh, porque a pesar de que a nivel de plantilla parece que el equipo está bastante bien, el cuerpo de entrenadores está muy por debajo de lo que una franquícia como la de Pittsburgh requiere. Por lo tanto, aunque la tradición diga que los Steelers son buena gente y esperan a que los entrenadores se retiren (como hicieron Noll y Cowher en su día) o se vayan a puestos de más categoría (como en los últimos años han hecho Ken Whisenhunt o Bruce Arians), es el momento de hacer limpieza en ese sector.
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Pero paradójicamente, la primera víctima de esa limpieza es precisamente el coordinador que lleva menos tiempo en la franquícia. Básicamente porque Todd Haley, el coordinador ofensivo, no es que se haya vuelto previsible o que sus métodos hayan caducado sino que más bien lo que pasa es que directamente está haciendo un pésimo trabajo. Y lo peor es que ni tan siquiera es consciente del daño que le está haciendo a su equipo. Me explicaré. Si la estabilidad de los Steelers a nivel de entrenadores es lo primero que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en esa franquícia, la segunda cosa en la que pensamos (a muy poquita distancia de la primera) es en un equipo de carrera y defensa. Bien, pues Todd Haley, gracias a su excepcional labor al frente del ataque (y no sin algo de ayuda previa por parte de Bruce Arians) se ha encargado de destrozar ese mito. ¿Y por qué digo eso? Pues porque Ben Roethlisberger es ahora mismo el sexto jugador en la liga con más intentos de pase con un total de 219. Este dato presentado así en solitario tampoco nos dice mucho, pero se convierte en un dato sangrante si lo comparamos con datos de otros quarterbacks de equipos aparentemente mucho más pasadores que Pittsburgh. ¿Qué equipo diríais que ha pasado más el balón este año, Green Bay o Pittsburgh? Aaron Rodgers lleva 189 intentos de pase, 30 intentos menos que Big Ben, o sea que la respuesta es Pittsburgh. ¿Y si comparamos a Pittsburgh con Dallas? Tony Romo lleva 191 intentos de pase, así que aquí también gana Roethlisberger. Pues nada, comparemos a Big Ben con uno de los ataques de pase más bestias de toda la NFL, el de los Detroit Lions. Pues efectivamente, a pesar de que Reggie Bush se ha perdido el último partido y medio por lesión y por lo tanto el juego de carrera se ha visto afectado (aunque siendo justos también el de pase por las molestias de Calvin Johnson), Matthew Stafford lleva acumulados 212 intentos de pase durante esta temporada, 7 por debajo de los que lleva Roethlisberger. Y a esos 219 intentos hay que sumarles los 17 sacks que ha encajado Big Ben en la temporada, jugadas que evidentemente también iban a ser de pase. Sencillamente vergonzoso. Y sí, se puede argumentar que si la cantidad de snaps de Pittsburgh es muy elevada porque tienen bastante tiempo de posesión, que si Antonio Brown es muy bueno, que si Roethlisberger tiene más responsabilidad en el playcall y antepone su protagonismo individual al beneficio común del equipo o que un duende maligno se apareció en los sueños de Haley y le dijo que pasara el balón como un campeón, pero lo cierto es que nada de eso importa. Estas estadísticas son totalmente inexcusables y el principal responsable de ello es el coordinador ofensivo.
Y son estadísticas totalmente inexcusables entre otras cosas porque el juego de carrera de los Steelers es de los mejores de toda la NFL. Porque si el juego de carrera fuera un desastre se entendería ese protagonismo del juego de pase en el ataque, pero es que va a ser que es todo lo contrario. Mucho se está hablando de la fantástica temporada de DeMarco Murray y la verdad es que no es para menos, pero no hay que olvidarse de que Le’Veon Bell también está haciendo una temporada extraordinaria que le lleva a ser precisamente segundo en toda la NFL en yardas de carrera justo por detrás de Murray. Y no sólo eso, sino que si Bell tuviera el volumen de carreras que le dan a Murray igual estaría por encima suyo en yardas conseguidas puesto que el promedio de yardas por carrera de Bell (5,2) es superior al del corredor de los Cowboys (4,9). Pero claro, no podemos esperar que le den muchas carreras a Bell porque el juego de pase pesa mucho más en este ataque, y otra vez a los números me remito. Estaremos de acuerdo en que el mejor partido de los Steelers esta temporada es el que jugaron y ganaron ante los Carolina Panthers, pues este partido fija el máximo en carreras de Le’Veon Bell (21 carreras) y el mínimo de pases de Ben Roethlisberger (30 pases) en esta temporada. Que por cierto tampoco es que sea un ratio tan claramente favorable a la carrera, pero se puede aceptar como mal menor. Obviamente que cada partido es un mundo y no se puede resumir todo sólo con estadísticas de distribución de jugadas, pero no deja de ser curioso que en cualquier otro partido el número de pases haya superior y el número de carreras de Bell haya sido inferior al de ese encuentro ante Carolina. Y también es bastante curioso que tres de esos partidos se hayan perdido y que los otros dos sean una victoria sobre la bocina ante Cleveland y una victoria demasiado apurada contra los Jaguars en la que el ataque consiguió un total de 10 puntos. Eh, pero a seguir pasando que el ataque está funcionando de maravilla.
En este punto es justamente donde viene el argumento de algunos, que dirán que no se le puede dar un determinado número de carreras a Bell porque el jugador se cansa, disminuye su rendimiento por la acumulación de golpes o se limita su vida útil a largo plazo. Y estoy un poco de acuerdo en la parte de la vida útil del corredor, puesto que ya hemos visto en numerosas ocasiones el declive de los corredores físicos a partir de cierta edad, pero los otros dos puntos son chorradas como pianos. Pregunta así al azar, ¿sabéis quien fue el líder en intentos de carrera en la NCAA en 2012, año en el que Le’Veon Bell se presenta el draft? Efectivamente, los que hayáis contestado Le’Veon Bell podéis colgaros la medalla. Y es que Bell, en su último año en Michigan State, fue un workhorse de manual y abosrbió una cantidad indecente de carreras, tantas como 382 en 13 partidos, lo que nos da una media de casi 30 por partido. O sea, que si los Steelers aumentaran el volumen de trabajo de Bell no sería algo que le viniera completamente de nuevo, con lo cual el cansancio y un posible bajón de rendimiento por la acumulación de golpes seguramente estarían más que controlados. Ahora bien, como sí que comparto el argumento de la carga física a largo plazo, entiendo perfectamente esto de moderar la cantidad de balones que hay que dar a Bell. ¿Entonces eso significa que haya que pasar como si no hubiera mañana? No, en absoluto. Existe una figura llamada segundo corredor que sirve para poder seguir jugando por tierra mientras el corredor principal descansa. En este caso el honor de ser ese segundo corredor recae en LeGarrette Blount, un jugador que hasta la fecha acumula 213 yardas en 37 carreras, lo cual nos da un promedio de 5,8 por carrera. Sí, cierto que tiene una carrera de 50 yardas que le dispara las cifras, pero es que si la restamos del total tenemos que el promedio se queda en unas más que aceptables 4,5 yardas por carrera. O sea, que está jugando de maravilla también. ¿Y qué nos indica esto? Pues que ya no es sólo que los corredores de los Steelers estén en plena forma, que probablemente también, sino que además la línea de ataque está haciendo un fenomenal trabajo en el juego de carrera porque se ponga quien se ponga en el backfield el resultado es muy satisfactorio.
Esa misma línea de ataque que recordemos que ha permitido 17 sacks, segunda peor marca en toda la liga. O sea, el resumen es que Roethlisberger no está jugando explícitamente mal pero tampoco está siendo extraordinario que digamos, que los corredores están a un nivel altísimo y que la línea de ataque rinde mucho mejor en el juego de carrera que en la protección de pase. ¿Y cuál es el resultado de todo este cóctel? Un equipo que sigue pasando mucho más de lo que debería por orden del incompetente de su coordinador ofensivo, un tipo que se ha cargado la tradición de juego de carrera de la franquícia que le emplea. Manda huevos, la única tradición de Pittsburgh que convenía mantener es la que se han cargado. ¿Y todo para qué? Pues para imponer su estilo, un estilo muy vertical y muy majo más complaciente con las peticiones del quarterback y más acorde a esta nueva liga de pase en la que al parecer ya no se puede ganar simplemente corriendo. Porque al parecer Todd Haley y su estilo ignoran que, tal y como demostraron los Browns en el partido de este pasado domingo precisamente ante los Steelers, en la NFL se puede seguir ganando perfectamente con un balance de jugadas extremadamente polarizado hacia la carrera si uno es bueno en esa faceta del juego (17 pases de Hoyer por 36 carreras entre Tate y Crowell).
Y precisamente esto me lleva otra vez al tema de romper con la tradición de mantener a los entrenadores, y en este caso el señalado es el coordinador defensivo Dick LeBeau. A finales del año pasado pensaba que la regeneración de la defensa de los Steelers era prácticamente un hecho y que este año Pittsburgh volvería a ser una de las mejores unidades de toda la NFL. Después del draft, con los refuerzos de Ryan Shazier y Stephon Tuitt, pensaba exactamente lo mismo pero elevado a la máxima potencia. Hoy, la realidad es que la defensa de los Steelers, sin ser una unidad especialmente mala, la verdad es que deja un poco que desear. Sé que quizá es algo ventajista decir esto justo cuando Ryan Shazier y Jarvis Jones están lesionados, pero tampoco lo es tanto porque mis dudas respecto a esta defensa no están precisamente en la unidad de linebackers. Al menos no están en los linebackers titulares, lo de los suplentes ya es otro tema porque lo de repescar a James Harrison aún no lo he terminado de pillar. Pero bueno, que mi primer problema está en la falta de peso y calidad en la línea defensiva y especialmente en el puesto de nose tackle donde McLendon no parece ser la solución a largo plazo, una deficiencia que afecta directamente la capacidad de parar el juego de carrera especialmente cuando los linebackers no son especialmente buenos (en este caso es un problema de que el titular está lesionado pero no hay más que ver la «línea defensiva ligera» de equipos como los Packers y como están rankeados dichos equipos en yardas de carrera encajadas por partido). Pero este es un problema menor en comparación al otro gran problema que tengo con esta defensa: la secundaria. Y ahí es donde Pittsburgh debería romper otra de esas tradiciones que llevan alargándose desde hace muchísimos años. Por favor, señor Kevin Colbert, señor Mike Tomlin o quien sea que dé las tarjetas a Goodell el día del draft: pille usted un puñetero cornerback en una ronda relativamente alta de una puñetera vez. Haga el favor.
Sí, ya sé que la defensa de los Steelers (el sistema de LeBeau) se basa en un front seven muy potente que presiona al quarterback lo suficiente como para que cornerbacks de nivel medio puedan apañárselas para defender el pase, pero el problema es que en este argumento hay dos premisas que no se cumplen. La primera es que los cornerbacks de este equipo no son de nivel medio. Ni por asomo. Ya no lo eran cuando Ike Taylor ocupaba una de las plazas de titular puesto que hace tiempo que Taylor es una sombra del jugador que fue, pero es que al lesionarse el mundo pudo ver que el resto de cornerbacks eran bastante peores. Y si a esto le sumamos la segunda, que es que el front seven no es siempre lo suficientemente potente, tenemos la fórmula perfecta para el desastre. Pero no es que el front seven de los Steelers no sea suficientemente potente de forma específica, que quizá un poco también por esas deficiencias en la línea defensiva, es que en la NFL de hoy en día ningún front seven puede ser lo suficientemente potente como para que un equipo se centre en trabajar desde ahí mientras se olvida por completo de la secundaria. Y es ahí donde falla gravemente LeBeau. No puede ser que este hombre piense exactamente lo mismo que pensaba hace 20 años y que siga convencido de que presionar al quarterback es suficiente para defender el pase, porque cuando los ataques evolucionan y las defensas no, cabe la posibilidad de que la defensa esté siempre un punto por debajo. Por supuesto que siempre es positivo ejercer presión y conseguir sacks con paquetes de blitz imaginativos pero a la larga cualquier quarterback detectará el enfrentamiento uno contra uno y colgará una bomba al bulto para que el receptor haga el resto. Y lo hará, porque aunque sea en balones divididos la calidad de los receptores de hoy en día destrozará este esquema si los cornerbacks son tan flojos. Por lo tanto, por favor, lo suyo sería que Pittsburgh empezara a incorporar cornerbacks con un mínimo de talento. Pero aún así, aunque los cornerbacks fueran capaces de neutralizar a los receptores, fiarlo todo a un front seven al que le falta algo de calidad y dejar la secundaria a coberturas al hombre y al caos que pueda generar Polamalu sigue siendo una temeridad enorme.
Porque esta es la otra. Aunque muchos dicen que está viejo, y lo cierto es que parece que la edad está empezando a pasarle algo de factura, Polamalu está totalmente solo en la secundaria. Y ese, y no la edad, es el principal problema con él. Polamalu ha sido siempre un jugador anárquico, que se ha movido por instinto más que por lo que decía el playbook que tenía que hacer y las cosas siempre le han ido bien, pero eso implicaba que en la defensa tenía que haber otro jugador que entendiera a Polamalu, corrigiera sus deficiencias tácticas y compensara su anarquía con rigor y posicionamiento. Ese jugador era el free safety Ryan Clark. Pero claro, a alguna mente brillante se le ocurrió que podía ser buena idea no renovar a Clark y fichar a Mike Mitchell para que ocupara su lugar durante esta pasada offseason. ¿Y qué ha pasado? Pues que Polamalu no tiene el impacto que tenía en temporadas anteriores, por no decir que no ha tenido ningún tipo de impacto (0 sacks, 0 fumbles forzados, 0 intercepciones y 1 pase deflectado en 6 partidos) y Mike Mitchell es uno de los jugadores más criticados de esta defensa. Queriendo o sin querer, parece que se han cargado a uno de los playmakers defensivos más espectaculares de este siglo. Y no sé qué pensar respecto a LeBeau en este tema, si no sabía lo que iba a pasar o si por el contrario sí que lo sabía y no hizo nada para evitarlo. Y francamente no sabría decir cual de las dos es peor opción.
People can argue to can Todd Haley, fine. But the Steelers may need a whole new staff, including a new GM. They are poorly coached.
— Alen Dumonjić (@Dumonjic_Alen) octubre 13, 2014
Y a todo esto muy poco hemos hablado de Mike Tomlin, pero es que ese es precisamente mi principal problema con él. Si el ataque es el ataque de Haley y Big Ben y la defensa es la defensa de LeBeau, ¿qué pinta Tomlin en este equipo? ¿Qué es lo que hace exactamente? Cuando un entrenador ve que las cosas van mal tanto en ataque como en defensa, ¿no sería el momento de dar un puñetazo encima de la mesa e intentar poner un poco de orden? ¿O es que él es el culpable y esto de que ataque y/o defensa pertenecen a los coordinadores es realmente mentira? La verdad es que no acabo de tenerlo muy claro, pero lo que sí está claro es que esto nos deja un panorama con dos posibles opciones: o es el responsable de todo esto o se ha echado hacia un lado y no está haciendo nada para arreglar la situación. Lo bueno de esto es que en cualquiera de los dos casos el resultado final debería ser el mismo: si el equipo no mejora en las próximas semanas los Steelers deberían romper con la tradición cuando termine la temporada y echar tanto a Tomlin como a quien crean conveniente del staff técnico (empezando por Haley, que es el más necesario). Soy consciente de que es una tradición muy arraigada y que, por lo tanto, es algo que costará mucho hacer, pero es que de consumarse el mal año que están teniendo (actualmente ocupan el último puesto en la división), si en Pittsburgh no rompen con esta tradición quizá acabarán rompiendo involuntariamente otra gran tradición de la franquícia mucho más importante, que es la de ser un equipo con aspiraciones casi permanentes a Playoffs. ¿Sabéis esa seguridad con la que en cada offseason podíamos decir que los Steelers iban a estar ahí, en la pelea por la AFC Norte? Pues después de este inicio de temporada, con este staff yo ya no la tengo. Y de hecho, como Tomlin y compañía sigan en el equipo, la sensación que probablemente empezaré a tener es la de que quizá los Steelers verdaderamente sean el peor equipo de esta división, algo que les alejaría mucho los equipos punteros y con aspiraciones a Playoffs de la liga. Y para un equipo con tanta tradición sería una verdadera lástima.