Art Rooney es uno de los personajes más importantes y conocidos de la historia del fútbol americano. Fundador de los Pittsburgh Steelers, no sólo llevó a este equipo a conseguir cuatro campeonatos en apenas cinco años durante de la década de los setenta, sino que su figura como propietario dentro de la misma NFL tuvo mucho peso en decisiones cruciales que han marcado lo que hoy en día es la composición de la liga. Con fama de hombre terco, de fuerte convicciones y muy dialogador, Rooney influyó directamente en movimientos de ciudades para algunas franquicias, aprobación de nuevas reglas e incluso asuntos de categoría legal dentro de la competición. En el 1965, ingresó al Pro Football Hall of Fame e incluso hoy en día, cuando sus hijos Dan y Art II siguen el legado de su padre manteniendo a los Steelers como un equipo favorito año tras año, mucha gente sigue recordando a Art Rooney como uno de los padres de la NFL. Durante la friolera de 50 años gestionó los Pittsburgh Steelers y si bien la época gloriosa de los Señores del Acero llegó en los setenta, seguro que Rooney recordaba con una sonrisa los viajes a Philadelphia y Chicago que tuvo que hacer entre los años 1943 y 1944. En Philadelphia se formó a un equipo que, pese a las diferencias entre sus integrantes, acabó erigiéndose como un emblema deportivo que simboliza el paso de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial: el Phil-Pitt Combine, conocidos popularmente como los Steagles.
En 1944, la historia cambiaba de protagonistas, ahora eran los Chicago Cardinals quienes se unían a los Steelers para formar el Card-Pitt Combine, que no correría la misma suerte que sus predecesores.

Coincidiendo con la reunión de propietarios de 1944, Japón y EE.UU libraban agrias batallas por cada palmo del continente asiático. Desde el norte de la India, pasando por Birmania, China y las propias islas japonesas, ambas potencias sabían que ese punto estratégico sería un factor clave para el desenlace de la guerra. Mientras, en Norteamérica, intentado seguir dentro de lo posible con las rutinas que hacían funcionar la sociedad estadounidense, Elmer Layden, comisionado de la NFL, intentaba cuadrar la próxima temporada de la liga nacional de football buscando una solución para el número impar de equipos (11) con que se encontraba la competición en ese momento. Durante esos últimos meses habían surgido varios cambios que modificaron los planes del comisionado.
El antiguo vicepresidente de Columbia Records y manager de Kati Smith, Ted Collins, se había comprometido un año atrás por $50,000 dólares con Leyden para la integración en la liga de los nuevos Boston Yanks. Delante de la inestabilidad de algunas franquicias durante aquella época y a la inyección de dinero que suponía para la competición esa cantidad durante esos duros momentos, Layden aceptó la propuesta de Collins. Por otro lado, los Cleveland Rams, que debido a la guerra tuvieron que suspender sus operaciones en 1943, se encontraban capacitados para retomar su actividad y volver a la liga. Por último, Pittsburgh Steelers y Philadelphia Eagles, que la temporada pasada habían jugado bajo un mismo equipo formando los anteriormente nombrados Steagles, volvían a componer dos franquicias separadas e individuales. Unidos a los Giants, Redskins, Tigers, Bears, Lions, Packers y Cardinals que ya formaban la liga, Leyden se encontraba con un problema de calendario. Le resultaba muy complicado hacer conferencias igualadas sin que ningún equipo saliese perjudicado con un número mayor de partidos como visitante o grandes desplazamientos que realizar.
Para encontrar una solución, el comisionado llamó a los dos equipos que habían jugado juntos la temporada anterior, Eagles y Steelers, y les propuso repetir el experimento un año más. Los Steagles habían terminado con un nada despreciable récord de 5-4-1 y su fama había crecido exponencialmente en poco meses. Pero Alex Thompson, dueño de Philadelphia, se negó. Quizás por miedo a que la figura de Rooney le engullese como propietario del equipo, quizás porque ya podía arreglárselas por sí sólo y formar un conjunto de garantías sin la ayuda de Pittsburgh, pero el caso es que Philadelphia declinó la oferta y reclamó jugar la próxima temporada individualmente.
La unión de los Steelers y los Cardinals
Era un hecho que lo Steelers eran los más necesitados en ese momento, ellos apenas podían componer un roster de garantías y pese a que con los meses habían recuperado jugadores que iban volviendo de la guerra, el equipo aún distaba de tener nivel suficiente incluso para la también maltrecha NFL de ese año. Las posibilidades de unión pasaban por tres equipos. Primero se pensó en los nuevos Boston Yanks, pero Ted Collins no vio con buenos ojos que su recién estrenada franquicia empezará a compartir méritos ya desde el principio con otro equipo. Los Cleveland Rams eran otra de las opciones, pero Elmer Layden y el propio Art Rooney pensaron que podía ser una penalización muy grande para los Steelers unirse con un equipo que no había participado en la competición el año pasado y que por lo tanto podía mostrar un nivel demasiado bajo. Pese a ello, la última y definitiva opción que quedaba, los Chicago Cardinals, no proyectaba tampoco muy buenos augurios.

Los Cardinals de Charles Bildwill, al igual que los Steelers y otros tantos equipos durante esa época, habían notado los estragos de la guerra viendo como muchos de sus jugadores tenían que dejar el equipo para unirse al ejército durante los años del conflicto armado. Fruto de ello, en la temporada de 1943, la franquicia conseguía el infausto récord de 0-10. Rooney debió pensar que al menos, estratégicamente, la unión con los Cardinals podía aportarle notoriedad, pues Chicago era una de las cunas del football y del deporte americano en general durante aquellos años. Además, los Cardinals eran un equipo con historia que ya llevaban casi 25 años con presencia en la competición. Por lo tanto, Rooney y Bildwill llegaron a una acuerdo. Esta vez, a diferencia de la temporada anterior, fue Pittsburgh quien se llevó más juegos de temporada regular, tres serían en el Forbes Field y dos en el Comiskey Park, pero a cambio tanto en el logo como en el uniforme principal del equipo predominaría el rojo asociado a los de Chicago. El trato estaba cerrado y Steelers y Cardinals se preparaban para afrontar la temporada de 1944 juntos.
La zona elegida para los training camps fue Wakesha, una pequeña ciudad de Wisconsin cortada por el Fox River. El 15 de agosto de 1944 los dos equipos se encontraban con los que serían sus compañeros durante los próximos meses. El método de selección de los entrenadores fue el mismo que el año anterior con los Eagles. Ambos entrenadores, Walt Kiesling de Pittsburgh y Phil Handler, actuarían con el mismo nivel de jerarquía codirigiendo al equipo durante esa temporada. La relación entre ambos era mucho más cordial y colaborativa que la que hubo entre Kiesling y Greasy Neale el año anterior en los Steagles.
Chet Bulger, uno de los más reputados jugadores del Card-Pitt Combine, definió para un reportaje de la propia NFL el momento de encontrarse con sus nuevos colegas:
Estábamos todos sentados en el porche el primer día mirándonos los unos a los otros. Estos tipos eran los que habías golpeado sólo unos meses atrás. Finalmente Bert Bell (co-propietario de Pittsburgh) se acercó y nos dijo: ‘Vais a tener que conseguirlo juntos’.
Walt Kiesling intentó implementar la formación T que cada día ganaba más adeptos en la liga. El problema era que los jugadores de los Cardinals jamás habían trabajado con este esquema y los de Pittsburgh sólo habían podido practicarlo parcialmente el año anterior en su unión con los Eagles. Kiesling buscaba con esta formación dar mayor protagonismo al halfback y fullback John Grigas, un prometedor corredor que había sido seleccionado el año anterior en el draft por los Chicago Cardinals y que había dejado prometedoras sensaciones en 1943 durante su primera temporada en la liga. Pese a que Kiesling sí consiguió darle a Grigas el protagonismo que buscaba, el experimento de la formación T acabó siendo un desastre por la inexperiencia de los jugadores con este sistema.
El enigma que resultaba la unión entre Chicago y Pittsburgh empezó a naufragar ya en los partidos de exhibición con tres derrotas ante Eagles, Redskins y Giants. Pese a ello, el debut oficial en temporada regular el 24 de septiembre en el Forbes Field levantó gran expectación con más de 20.000 personas llenando las gradas. Ese partido frente a los Rams fue el mejor que jugaría el Card-Pitt Combine, pero el seguido de infortunios que sucederían durante él sería la pincelada más representativa de la desastrosa temporada que afrontaría el equipo.
Un desastre tras otro
Llegando al final del partido, Card-Pitt iba mandando en el marcador después de ejecutar una sorprendente remontada de 28 puntos ante el equipo propiedad de Dan Reeves. Con cuatro minutos por jugar y 28-24 para el combinado, Cleveland tenía la posesión del balón buscando a la desesperada un último golpe de efecto para llevarse el encuentro, que sería el primero oficial tras su reaparición en la liga después de la guerra. Bernard Semes, defensa de Card-Pitt, finalmente consiguió interceptar a Tommy Colella en la yarda uno de los locales y aunque la posición sobre el campo era complicada, si el equipo jugaba bien sus cartas podía agotar el reloj y llevarse el encuentro. De todas las posibilidades que barajaron, finalmente Kiesling y Handler decidieron realizar un punt y mandar el balón lo más lejos posible, y así evitar el riesgo de un posible fumble o intercepción en una zona tan comprometida. Puede tratarse de una decisión más o menos acertada, pero tácticamente seguía una lógica concreta, hasta que Johnny Martin tomó el balón y ejecutó algo que pasaría a ser un decepcionante sello registrado del Card-Pitt Combine: un punt totalmente fallido. Martin devolvió el balón a Cleveland en la yarda 10 de Card-Pitt, sólo 9 yardas más atrás de donde había arrancado el snap y en sólo tres jugadas Albie Reisz encontraba a Jim Benton para anotar el touchdown de la victoria para los Rams.
Hay dos récords que siempre estarán asociados al Card-Pitt Combine. El primero, las 41 intercepciones lanzadas en 10 partidos, es decir, más de una intercepción por cuarto. El segundo, que aún se mantiene hoy en día, 32,7 yardas de promedio por punt. La falta de calidad en el combinado Card-Pitt era notable, pero el ambiente en el vestuario y algunos infortunios fuera de él hicieron caer al equipo codirigido por Kiesling y Handler.
Sólo dos días antes del segundo partido ante Green Bay, el quarterback Coley McDonough era llamado por el gobierno para incorporarse al frente. A esas alturas de 1944, el número de sorteos para seguir incorporando hombres al ejército había disminuido notablemente, pero la mala suerte se cebó con McDonough y los Card-Pitt haciendo que el quarterback tuviese que abandonar el equipo.
Tras la abultada derrota en Green Bay durante la semana dos por 34-7, los Card-Pitt viajaban a Chicago para medirse a unos Bears en horas bajas que aún no se había repuesto de las pérdidas de su quarterback Sick Luckman y su entrenador George Halas. Si bien cabía la posibilidad que los Card-Pitt diesen la sorpresa, otra vez el combinado se llevó una abultada derrota por 42-7. Tal fue el pobre juego mostrado por el equipo que los entrenadores decidieron multar a tres jugadores (Johnny Butler, John Grigas y Eberle Schultz) con $200 por haber mostrado “indiferencia en el campo”. Hubo un conato de huelga en el vestuario y el clima de tensión era masticable en cada entreno y partido del equipo.
También esa misma semana, el equipo quedaría marcado para la historia por un periodista. Al Abrams, editor de deportes del Pittsburgh Post-Gazzete utilizó en su columna el chascarrillo que había recibido en una carta de un iracundo aficionado.
¿Por qué no se autodenominan Car-Pits (alfombra en inglés)? Creo que sería lo más apropiado, todo el mundo les pasa por encima.
Con ese ridículo mote corriendo como la pólvora y una gran tensión en el vestuario, los Card-Pitt, tras volver a perder a domicilio frente a los Giants, afrontaban un duro partido en Griffith Stadium de Washington ante los Redskins. El conjunto de la capital tenía grandes rencillas contra los equipos que formaban el combinado, tanto Cardinals como Steelers, así que no fue de extrañar que con todos esos factores en el aire, el partido desembocase en una enorme batalla campal donde se cuenta que Art Rooney, quien en su juventud se había desempeñado como boxeador, bajó a presentar batalla. La liga condenó totalmente esos actos y acabo multando al Card-Pitt Combine con $200.
Tras ese encuentro los Card-Pitt se vieron con un casi irremontable récord 0-5 y se fueron arrastrando durante los siguientes partidos hasta llegar al 0-9 que les colocaba en las puertas del más absoluto fracaso. La posibilidad de impedirlo pasaba por derrotar a los Bears en el Forbes Field, esta vez con un mucho menor entusiasmo y sólo 9.000 personas en las gradas. Si la situación no era suficientemente dolorosa, los aficionados de los Card-Pitt tuvieron que ver como John Grigas, su corredor estrella, el mejor jugador del equipo, aquel por quien Kiesling y Handler habían intentado sin éxito implementar la formación T, huía dejándolos en la estacada.
Grigas había completado unos número más que buenos individualmente, pero insuficientes para hacer funcionar al equipo. Sus 610 yardas de carrera, la segunda mejor marca tras el running back de los Giants Bill Paschal, no habían podido convertirse en ninguna victoria. La noche antes del encuentro frente a los Bears, Grigas desapareció y para la hora del partido ya estaba subido en un tren habiendo dejado sólo una nota como explicación:
Cuando tu mentalidad cambia debido a las palizas físicas semana tras semana, tu alma ya no está en el juego. Traté de ganar y he trabajado duro, pero el Caballo de Batalla, tal y como me llaman los periódicos, está casi listo para la granja. Finalmente sólo puedo decir que lo lamento profundamente, pero hay ciertas cosas que no pueden ser explicadas. Buena suerte, quizás el equipo pueda ganar esta vez.
Card-Pitt perdió 7-49.
Al final de la temporada el combinado se disolvió. Para ese año los Brooklyn Tigers estaban casi desaparecidos y decidieron unirse a los recién llegados Boston Yanks dejando de nuevo la liga en el número redondo de 10 equipos que tanto le gustaba a Elmer Layden. El 2 de septiembre, 21 días antes que justamente los renovados Chicago Cardinals y los Detroit Lions abriesen la temporada regular, Japón firmaba su rendición en la Segunda Guerra Mundial.
Pasaron exactamente 65 años y los hijos de Art Rooney y Charles Bidwill, que mantuvieron el legado de sus padres fallecidos, vieron como en 2009 los Cardinals y los Steleers se enfrentaron en Tampa en la Superbowl XLIII. En el recuerdo, aquellos dos hombres que durante 1944 probaron un experimento fallido para poder salvar lo que a día de hoy son dos franquicias legendarias.