Cuando un país entra en guerra, ya sea de manera voluntaria u obligada, su sociedad queda convulsionada. Si bien en los tiempos actuales, con la alta profesionalización de los ejércitos y organismos militares quizás sus estragos pueden no ser tan traumáticos entre los civiles, hace algunas décadas, entrar en guerra suponía que tu modo de vida, tal y como lo conocías, se había detenido. Tu trabajo, tu forma de compartir el tiempo con tus familiares y amigos y tus aficiones, debían quedar apartados por tiempo indeterminado hasta que el conflicto se resolviera, que nadie sabía cuándo podía ser. Dentro de este contexto, el deporte vivía una extraña paradoja.
Los cimientos de las distintas competiciones quedaban trastocados por completo. Ese es un factor que aún se da hoy en día, pues sin ir más lejos, el reciente conflicto de Crimea ha afectado directamente a la ligas ucranianas, pero años atrás el problema era mucho más grave, pues los propios jugadores de las distintas ligas deportivas eran llamados a filas. Pero la paradoja venía al no querer detener la competición durante estos momentos, pues siempre se ha otorgado al deporte la cualidad de subir la moral de la sociedad, de hacer conectar a los conciudadanos, de mantener la esencia de un país. Por lo tanto, a finales de 1941, cuando después de los ataques de Pearl Harbor EE.UU decidió declarar la guerra al imperio de Japón y unirse al bando de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, las principales competiciones deportivas del país se quedaron sin muchos de sus jugadores, llamados a filas y convertidos de repente en militares, pero con la obligación de seguir adelante para ser esa rutina que recordara a los americanos que seguían siendo una sociedad unida. Si bien es cierto que la calidad descendió notablemente en muchos aspectos, la NFL vivió algunos de sus momentos más disparatados llegando incluso a la unión momentánea de dos franquicias históricas de la liga que aún perviven hoy en día. En la temporada de 1943, los Pittsburgh Steelers y los Philadelpia Eagles juntaron sus fuerzas formando el «PHIL-PITT Combine», más conocido popularmente como los «Steagles».
Se calcula que durante 1942 dos millones de hombres habían sido llamados a filas y 200.000 se habían presentado voluntarios. El rango de edad en EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial para sumarse al ejército se amplió de 18 a 64 años y el tiempo de servicio debía ser el tiempo que durase la guerra, más seis meses después. Las distintas ligas profesionales quedaron mermadas, viendo como sus jugadores iban siendo incorporados al ejército y debían abandonar las distintas franquicias. No había licencia para ellos, por muy famosos que fueran, pues el gobierno entendía que debían ayudar a su país como cualquier hombre de la sociedad. A principios de 1942, viendo como este hecho podía afectar al deporte profesional, Kenesaw Landis, comisionado de las Ligas Mayores de béisbol, escribió al presidente Franklin D. Roosevelt consultándole cual debía ser la posición de la competición delante del delicado momento del país. El presidente entendió que el deporte debía seguir como vía de escape para esos duros momentos:
«Honestamente, siento que sería lo mejor para el país seguir adelante con el béisbol. Habrá menos personas en paro y todo el mundo trabajará más horas y más duro que nunca»
Aunque el Presidente Roosevelt no mencionó la liga de football, el comisionado de aquel año, Elmer Layden, decidió compartir esas palabras con los propietarios de las distintas franquicias de la liga y entendieron que el ejemplo del béisbol era también aplicable para el football.
Por lo tanto, en septiembre de 1942, EE.UU. asistía al kickoff de la NFL con el país sumido en una gran guerra mundial.
Durante esa temporada, ya muchos jugadores tuvieron que dejar sus equipos a mitad de campeonato y unirse a filas. Especialmente impactante fue la llamada de la marina a George Halas, por entonces entrenador de unos dominantes Chicago Bears recordados por haber desarrollado de manera profesional y efectiva la Formación T que hasta ese momento solo se había puesto en práctica en las ligas universitarias y que eran conocidos como los “Monstruos de Midway” por su supremacía en el campo. Los asistentes de Halas, Hearley “Hunt” Anderson y Luke Johnsos, tomaron el cargo y consiguieron conducir a los Bears hasta la final del campeonato que perderían 14-6 frente a los Washington Redskins.
Para mediados de 1943, Estados Unidos se encontraba en plena guerra del Pacífico y los estragos en la sociedad eran cada vez más palpables. Cada semana más hombres se iban uniendo al ejército estadounidense y para esa temporada de la NFL que se iniciaría pasado el verano, 600 jugadores (más de la mitad de toda la liga) ya habían dejado sus equipos y unido a la lucha. Varias franquicias estaban muy mermadas y con la llamada a filas de su principal propietario, Dan Reeves, los Cleveland Rams obtuvieron permiso de la liga para suspender las operaciones y no participar en la próxima temporada.
La unión de los Steelers y los Eagles
Los dos equipos del estado de Pensilvania, Philadelphia Eagles y Pittsburgh Steelers, también se encontraban con muchas dificultades. Los Eagles solo contaban con dieciséis jugadores mientras que a Pittsburgh sólo le quedaban seis. Incluso la mayoría de jugadores que pudieron obtener del draft ese año también tuvieron que partir hacia el ejército así que las posibilidades de ambos equipo de iniciar la temporada, especialmente para los Steelers, eran escasas. Art Rooney, propietario de la franquicia de Pittsburgh, tomó la iniciativa y contactó con Alexis Thompson dueño de los Eagles que estaba sirviendo en ese momento como cabo en el ejército para proponerle formar un combinando con ambos equipos. La propuesta fue recibida en un primer momento con incredulidad por parte de Thompson, pero tras algunas exigencias sobre la forma de llevar a cabo la unión, aceptó la proposición de Rooney. Las exigencias de Thompson se basaban en el nombre, los colores y el estadio del combinado. El equipo debía ser conocido como Eagles, vestir los colores verde y blanco y jugar en Shibe Park, estadio de Philadelphia, los partidos como locales. Rooney negoció con Thompson poder llevar algún partido a Pittsburgh y acordando que de los seis juegos como locales, cuatro se jugarían en Philadelphia y dos en el Forbes Field de Pittsburgh. Cerraron el trato.
Rooney fue con otro de los copropietarios de los Steelers, Bert Bell, a la reunión de propietarios de la liga y presentó el proyecto. Rooney y Bell obtuvieron su propósito y la NFL aprobó el combinado entre Philadelphia y Pittsburgh pero sólo de manera provisional durante la temporada de 1943. La liga recogió oficialmente al equipo como «Phil-Pitt Combine», pero la prensa, desatendiendo a las indicaciones de Alexis Thompson que cerró con Rooney que el equipo se llamaría Eagles, optó por el más pegadizo sobrenombre de «Steagles».
Ese año la NFL, delante de la escasez de jugadores disponibles, tuvo que bajar notablemente su nivel, pues debía contar con aquellos hombres que por algún motivo concreto no hubiesen sido llamados a filas. Había varias categorías en Estados Unidos para librarse de la guerra. Las más comunes entre jugadores de la NFL fueron:
- 3 – A: Aquellos padres cuya familia dependía totalmente de ellos y hubiesen tenido hijos anteriormente a los ataques de Pearl Harbor.
- 4 – F: Hombres física, mental o moralmente no aptos para servir.
- 2 – B: Hombres que se dedicaran a la industria armamentística.
Del roster de 30 jugadores que lograron unir los Steagles, dieciséis jugadores fueron calificados como 4-F y seis como 3-A. Los jugadores que aún no habían sido llamados a filas pero se encontraban en condiciones de serlo, intentaban a toda costa conseguirlo, pues librarse de servir al país era visto por la sociedad como un acto de cobardía, mientras que los categorizados como 4-F eran puestos bajo lupa constantemente. Se ponía en duda su incapacidad para servir a su país mientras en cambio si podían jugar un partido de football. El historiador del Hall of Fame de la NFL, Joe Horrigan, lo definió así a ESPN:
“Esos chicos tenían mala visión, lesiones en la espalda o las rodillas, tímpanos perforados. Eran cosas que te apartaban del servicio militar pero te permitían jugar un partido de la NFL. La escasez de jugadores obligaba a los equipos a contratar a hombres demasiado mayores, con sobrepeso, hombres que en condiciones normales jamás habrían sido calificados como atletas profesionales.”
El mejor exponente de la bajada de nivel que sufrió la liga durante esa temporada fue Tony Bova. El que fue una de las estrellas de los Steagles promediando 24,6 yardas (record de esa temporada) en 17 recepciones era totalmente ciego de un ojo y tenía poca visibilidad en el otro, pero eso no le impidió llegar 5 veces a la zona de anotación durante los diez partidos de ese año. En ese equipo también estaba Jack Hinkle, quien sí luchó durante 1942 en la guerra pero tuvo que retornar a EE.UU por dos úlceras estomacales graves que le apartaron del ejército. Hinkle sería segundo en el ranking de corredores esa temporada con 571 yardas. El líder de yardas de pase del equipo fue el quarterback, kicker y punter del equipo Roy Zimmerman, quien no fue a la guerra por ser calificado como 3-A (padre de familia dependiente) y que terminó el año con 896 yardas.
La gestión en general del Phil-Pitt Combine fue bastante convulsa desde el inicio. Ya en los training camps se gestó una guerra abierta entre los head coach de Pittsburgh, Walt Kiesling, y Philadelphia, Greasy Neale. Ninguno de los dos aceptó ser sublevado de sus funciones y ambos actuaron como coentrenadores del combinado. Podría haber sido una situación manejable si no fuese por el hecho que ambos hombre se odiaban. Incluso Neale aprovechó unos días en los que Kiesling se ausentó para tomar los mandos del ataque y promover la Formación T en los entrenos, tan de moda en ese momento. A su vuelta, Kiesling decidió que ya no podía desandar los pasos de Neale y tomo las riendas de la defensa.

Y con ese equipo tan disparatado, con dos entrenadores que casi ni se hablaban, con un roster lleno de jugadores que parecían de todo menos atletas profesionales, con un hombre medio ciego como gran receptor, los Steagles salieron a disputar su primer partido oficial un 2 de octubre de 1943 en el Shibe Park de Philadelphia frente a los Brooklyn Dodgers. Y ganaron. Con dos touchdowns a cargo de John Butler y Ernie Steele, más un field goal de Roy Zimmerman, lograron la victoria por un claro 17-0 ante la franquicia neoyorquina.

El segundo partido de los Steagles también se saldó con una sorprendente victoria ante otro equipo neoyorquino. Esta vez fueron los Giants quienes se llevaron un 28-14 de Shibe Park, pese a que los Steagles consiguieron un infame récord que aún perdura: 10 fumbles en un mismo partido. Pero lo más importante esa noche fue ver como de los 11.000 asistentes del pasado encuentro se pasaba a 15.500. La gente empezaba a creer en los Steagles y esa cifra iría aumentando hasta llegar a los 34.000 personas que abarrotaron el estadio de Philadelphia en el último partido de la temporada ante Green Bay.
Los Steagles no pudieron seguir con su marcha triunfal toda la temporada y acabaron terceros en la conferencia este y quintos en la clasificación general, a solo una victoria de Giants y Redskins que acabaron jugándose la plaza por ir a la final del campeonato frente a los Chicago Bears. Pero por el camino los Steagles dejaron momentos memorables como la victoria a domicilio ante Washington, vigentes campeones de la liga, en el Griffith Stadium por 14-27.
Pese al bajo nivel de la liga ese año, las disputas internas y lo insólito de toda la historia en general, los Steagles, aquel equipo que en su momento fue visto como una deshonra e incluso como motivo de burla, fueron abanderados con el paso de los años como uno de los símbolos del deporte americano durante la Segunda Guerra Mundial. Los sacrificios, el esfuerzo y el arrojo por continuar con el football quedará unido a la historia de este combinado que solo subsistió durante un año. Aquellos americanos que no fueron declarados aptos para la lucha, los calificados como 4-F, son el ejemplo más claro, tal y como cuenta el historiador Mathew Algeo en su libro sobre los Steagles Last Team Standing:
“Había un vínculo especial entre los jugadores 4-F de los Steagles. Ellos creían que, de algún modo, habían contribuido al esfuerzo de la guerra. Si ellos no podían luchar, al menos podían hacer que la gente se distrajera de ello”
Para la temporada de 1944, el ejército declaró que cesaría la incorporación masiva de hombres a la guerra y aquellos que tuvieran más de 26 años no entrarían en la lotería para unirse a las filas. El país alcanzaba algo más de estabilidad y pese a que aún se palpaba el estado de guerra en las calles, algunos estratos de la sociedad empezaban a funcionar de nuevo de manera regular.
Los Steagles, tal y como acordaron Rooney y Bell en la reunión de propietarios del pasado año, disolvieron su combinado y volvieron a funcionar como equipos independientes. Philadelphia no tuvo demasiados problemas en poder conjuntar un equipo de garantías para esa temporada y por lo tanto ya podían volver a ser los Eagles en solitario, otra vez.
El problema esta vez vino por parte de la propia liga. Con la vuelta a la competición de los Cleveland Rams y la nueva franquicia que ya había acordado sumarse a la NFL ese próximo año, los Boston Yanks, sumaban 11 equipos y eso significaba enormes problemas de calendario y conferencias. El comisionado Elmer Layden se sentía cómodo con una liga de diez equipos e instó a Philadelphia y Pittsburgh a alargar el experimento un año más. Pese a que Art Rooney no se sintió contento con el protagonismo excesivo que había tenido los Eagles en el combinado, aceptó a regañadientes, pues los Steelers, a diferencia de Philadelphia, pese a que no se encontraban en una situación tan dramática como el año anterior, aún no habían recuperado los suficientes jugadores como para componer un roster de garantías. Sin embargo, Philadelphia rechazó la oferta y decidió seguir individualmente en la liga.
Por lo tanto, el panorama pintaba mal para los Pittsburgh Steelers y sólo les quedaba la posibilidad de volver a fusionarse con otra franquicia distinta para poder competir ese año. Tras barajar las posibilidades de los reaparecidos Cleveland Rams y de los nuevos Boston Yanks, la elección final fue un equipo que también había sufrido los estragos de la guerra el año anterior quedando con un infame record de 0 -10, los Chicago Cardinals. De este modo, ambas franquicias afrontaron la temporada de 1944 unidas bajo el nombre de «Card-Pitt Combine«. Su suerte sería distinta que la de los Steagles.
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