No sé si lo he contado en algún otro momento pero, además del deporte en general y de la NFL en particular, soy un gran aficionado a montarme en montañas rusas. No, en serio, me encantan. No sólo voy a Port Aventura mínimo una vez al año sino que si hago algún viaje en vacaciones siempre miro qué parques de atracciones hay en mi destino y estoy encantadísimo de renunciar a un día de turismo y de pagar un dinero (que no suele ser poco) para poder disfrutar de ellas. Así pues, como comprenderéis, las he visto de muchísimos tipos y colores. Y si tuviera que elegir una, de entre todas quee me he subido en mi vida, esa sería el Shambhala. Sí, es la de Port Aventura, hasta cierto punto se podría decir que es la «mía» y que es la opción más fácil, pero es que es una pasada. La combinación que tiene de subidas y bajadas te deja unas sensaciones únicas, primero unas vistas fantásticas desde arriba del todo, después una bajada brutal que te lleva al punto más bajo, luego subes otra vez y parece que vuelas, luego bajas te hundes en el asiento, después vuelves a volar y así todo el rato. En fin, una descarga de adrenalina sin igual que recomiendo a todo el mundo. Lamentablemente, esta sensación de subidas y bajadas sin demasiado control no es igual de placentera en todos los ámbitos de la vida y, por poner un ejemplo así al azar, si eres fan de un equipo deportivo y te identificas plenamente con la frase anterior (sí, esa parte de primero parece que vuelas y luego te hundes en el asiento) seguro que no estás precisamente eufórico con tu equipo. Pues esa sensación es exactamente la que deben tener en estos momentos los aficionados de los San Diego Chargers, un equipo que esta temporada ha tenido un rendimiento igual que el Shambhala, lleno de subidas y de bajadas.
Y no hay mejor resumen de esta situación que sus últimos dos partidos. En Green Bay, los Chargers hicieron un pedazo de partido como la copa de un pino en prácticamente todas las facetas del juego. Sin ir más lejos, el partido de Philip Rivers en el Lambeau Field es una exhibición en mayúsculas. Rivers estuvo a un nivel acojonante a nivel de lectura de la defensa, seleccionando casi siempre la mejor opción para pasarle el balón (creo que la única vez que falló fue en una jugada en la red zone faltando muy poquito para el final), mostrando una precisión excepcional en prácticamente todos sus lanzamientos y, muy especialmente, mostrando una conexión excelente con todos sus receptores. Destacó por encima del resto Keenan Allen, con quien Rivers tuvo una química extraordinaria durante los dos cuartos y medio que Allen pudo estar sano; el receptor sólo tenía que girarse que el balón estaba ahí listo para ser cogido. Tan efectivo fue el juego de pase que ni tan siquiera hizo falta la presencia del juego de carrera, los pases cortos y precisos estaban sustituyendo perfectamente a lo que pudiera hacer cualquier corredor.
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Pero esa perfección en el juego de pase que se vió ante los Packers no sé donde cojones se la metieron en su partido ante Oakland porque no apareció por ningún lado. La precisión cirujana que sabemos que tienen, porque justo lo habíamos visto la semana pasada, brilló por sus completa ausencia. Da la sensación que Oakland, tras la exhibición de la jornada anterior, preparó el partido a conciencia, buscando durante ese juego de pase corto que receptor y defensor convergieran en el balón en el momento de la recepción para forzar el incompleto. Así de hecho llegó la primera intercepción. Y no sé si por nerviosismo o por mala preparación o vete a saber por qué razón, pero Rivers no estuvo cómodo el resto de primera parte, hasta el punto de que su conexión mágica con Keenan Allen acabó en otra intercepción (su segunda) que se puede achacar perfectamente a una falta de precisión en el lanzamiento y a la falta de sintonía entre quarterback y receptor. Justo por lo que habían brillado la semana pasada. Acojonante. ¿Era tan sencillo forzar dos intercepciones y limitar el ataque de San Diego a unos míseros 6 puntos en media parte? Pues me da que no. Por supuesto que no hay que menospreciar ni el esfuerzo de los Raiders ni el trabajo tirando a dudoso de Capers en el partido anterior, ni tampoco hay que menospreciar la baja de Antonio Gates (que estoy seguro de que también influyó en esa diferencia de rendimiento), pero la capacidad de Rivers y compañía para brillar como nunca en un partido y rozar el ridículo en el partido siguiente es algo que es que está muy cerca de lo inconcebible. Pero lamentablemente hemos visto que pasa, y demasiado a menudo.
Pero si fuera sólo Rivers y el juego de pase en general, pues vale, pero es que lo mismo podríamos decir de la defensa. En Green Bay quizá tuvieron alguna carencia a nivel de disciplina en un par de carreras largas de James Starks pero en general rayaron a un gran nivel. Muy especialmente brilló la línea defensiva, que hizo un trabajo excelente conteniendo y comprimiendo el pocket, limitando la movilidad de Rodgers y en muchas ocasiones logrando o el sack o, por lo menos, apresurar sus lanzamientos. Pues una sola semana duró ese rendimiento porque ante los Raiders no se vió a la misma línea defensiva. O sea, sí que eran los mismos jugadores pero esta vez, además de tener alguna que otra carencia contra la carrera (que eso ya es inherente en la unidad), tampoco consiguieron incomodar demasiado a Derek Carr y a un juego de pase que hizo prácticamente lo que quiso durante los primeros 35 minutos de partido. Puede que la línea de Oakland sea mejor que la de Green Bay, de hecho no creo que tengáis que esforzaros mucho para convencerme de ello, pero pasar de ver una línea que incomoda severamente a uno de los mejores QBs de la NFL a ver como no es un factor determinante con tan sólo una semana de diferencia, es algo increíble. O siendo algo más concretos, pasar de ver a un Liuget imperial que dominaba las trincheras a un Liuget que no sólo no tiene demasiada influencia en el juego sino que responde a las pequeñas provocaciones con patadas que están totalmente fuera de lugar en un campo de NFL es algo que por lo pronto podríamos definir como chocante.
El bajón del resto de la defensa contra el pase sí que es quizá más comprensible de un partido a otro puesto que la baja por lesión de Eric Weddle desajusta la defensa entera, pero no sé yo si lo suficiente como para encajar 30 puntos en media parte. Otra vez, parece que Oakland preparó muy bien el partido, buscando los enfrentamientos favorables con Brandon Flowers o Jimmy Wilson (el sustituto de Weddle), huyendo de Jason Verrett en jugadas abiertas y sólo atacándole mediante screens (que parece la única manera de hacerle daño ahora mismo) y usando a los tight ends para hacerle daño a los linebackers. Como en el caso del ataque, la falta de respuestas para lo que proponía Oakland fue alarmantemente significativa con lo que los Raiders, también en el enfrentamiento de su ataque contra la defensa de San Diego, no tuvieron demasiados problemas para pasar por encima de los Chargers. Porque en este equipo el día que es que sí muy bien, pero el día que es que no es que no. Y lo peor es que en estos últimos casos, como en este partido contra Oakland, no parece que haya mucha intención de revertir la situación.
¿Y cómo nos deja esto? Pues esto nos deja en casi la peor situación que puede tener un equipo en la NFL, y es que la media aritmética de tanta subida y bajada suele estar en la normalidad o, mejor dicho, en la mediocridad. Si ganas un partido deslumbrando y pierdes el siguiente rozando el ridículo a efectos prácticos estarás a media tabla con un récord de .500, y si esto lo alargas durante toda una temporada llegarás al ansiado récord de 8-8 al que estos Chargers abonados al chochismo parece que aspiran mientras Mike McCoy esté en el banquillo. Pero, como habréis notado durante todo el artículo, no he mencionado ni una sola vez los marcadores obtenidos por los Chargers. Y es que, pese a dar dos caras totalmente opuestas en un partido y en otro, los resultados cosechados por San Diego fueron dos derrotas, perdieron por 7 puntos el día que jugaron de maravilla y perdieron por 8 el día que jugaron de pena. No debe ser muy gratificante perder a pesar de jugar bien (mejor que su rival) pero si se es positivo eso es algo que les aleja del chochismo, y es que a pesar de ser un equipo cuya gráfica de rendimiento debe ser lo más parecido al Shambhala que existe en el mundo del deporte, si los resultados siempre son malos almenos tendrán un buen pick de draft. Y como lo de llegar a la Super Bowl parece muy lejos, porque ya están un pelín lejos y además carecen de la regularidad necesaria para hacerlo, pues todo eso que ganan.