5477 yardas de pase, récord absoluto de yardas de pase en una temporada en la historia de la NFL. 55 touchdowns de pase, récord absoluto de touchdowns de pase en una temporada en la historia de la NFL. Había sido sin lugar a dudas la mejor temporada de la historia para el que ya inevitablemente era el mejor quarterback de la historia. Peyton Manning llegaba a la Superbowl avalado por un estado de forma excelso, una temporada regular impresionante y por unos playoffs en los que su equipo no había sufrido un ápice. Sólo le faltaba el anillo de campeón para poner la guinda a una temporada perfecta. Y la ocasión era inmejorable, ni el mejor guionista habría concebido una situación mejor para que Manning se coronara en este partido como el mejor jugador en pisar un campo de football, el mejor deportista de todos los tiempos, planetas y universos paralelos y la personificación de la belleza ideal que tanto se buscaba en la antigua Grecia todo a la vez. Pero el plan contaba con un pequeño contratiempo: Peyton Manning se tenía que enfrentar a la defensa de los Seattle Seahawks, la mejor defensa de la temporada regular. Y lo que es más grave, resulta que los Seahawks habían tenido la desfachatez de preparar el partido para frenar a Manning. Resulta que ellos, por alguna razón que escapa a nuestra comprensión, también querían ganar la Superbowl. Y ahí se acabó la fiesta.
Probablemente a estas alturas ya lo sabréis, los Seahawks pasaron por encima de los Broncos. No, mentira. La defensa de los Seahawks pasó por encima de Peyton Manning. Que nadie ponga como excusa que los Seahawks anotaron muchos puntos y que la defensa fue incapaz de pararles porque no es verdad. A excepción de las jugadas de carrera de Percy Harvin y la jugada en que Jermaine Kearse rebota 25 veces contra varios defensores y hace dos spins antes de conseguir el touchdown, la defensa de los Broncos estuvo bastante bien conteniendo a Marshawn Lynch (solamente consiguió 39 yardas de carrera) y limitando el juego de pase. Pero es que además, de los 43 puntos que anotaron los Seahawks sólo 27 fueron de ataque (13 hasta finales del tercer cuarto), y de esos 27 hubo 24 que fueron consecuencia de una posición de campo muy favorable debida a turnovers, onside kicks no recuperados o safety punts. Así que no, la defensa estuvo relativamente bien. El problema de este partido para Denver fue que el ataque estuvo totalmente anulado por la defensa de Seattle. Y cuando digo el ataque, que a nadie se le ocurra poner como excusa al resto del ataque, simple y llanamente la Legion of Boom aplastó a Peyton Manning. Y punto. Porque si en toda la temporada este ataque ha sido el de Peyton Manning, ahora no podemos echar las culpas al entrenador John Fox o al coordinador ofensivo Adam Gase. Porque si en toda la temporada no hemos querido valorar el esfuerzo de yardas después de la recepción de un cuerpo de receptores extraordinario, ahora no podemos decir que la culpa la tiene Demaryius Thomas por perder un fumble (en el tercer cuarto y con el marcador 29-0) o Eric Decker por no saberse desmarcar. Y especialmente porque si en toda la temporada hemos obviado que la línea ofensiva no estaba a la altura de este ataque porque Peyton Manning era tan bueno que con el poquito de protección que le daban ya tenía suficiente como para destrozar a sus rivales, ahora no vale poner como excusa que a Manning le llegó el pass-rush y por eso no pudo rendir. Porque sí, esta fue sin duda una de las claves del partido, pero no vale cambiar el criterio de repartir responsabilidades y culpas según el resultado final de los partidos. Si esta ha sido la temporada de Peyton Manning, este partido consecuentemente debe ser el desastre de Peyton Manning.
Un desastre que empieza en la primera jugada de partido. Supongo que ya lo habréis visto pero sino ya os lo cuento yo: Manning se coloca en shotgun para recibir el snap pero luego se acerca a la línea para ajustar lo que sea, al center le parece escuchar la señal de snap, lo da y el balón se va a tomar viento. Y cuando digo a tomar viento quiero decir a su propia end zone, lo que provoca un safety. Un simple problema de comunicación entre quarterback y center, no es un error flagrante ni mucho menos pero es que algún día tenía que pasar. Muy mala suerte de que pase en ese preciso momento pero si juegas tanto con fuego al final te acabas quemando. O quizá ni tan siquiera tanta mala suerte. Es muy divertido ver a Manning hacer sus gestitos, tocarle el culo a sus líneas, jugar con la cadencia de snap y cantar esos Omahas que tanto gustan al personal, pero todos estos ajustes tan vistosos y que quedan tan bien cuando la defensa salta en offside requieren de una concentración terrible de la línea ofensiva. Y aunque Manning tenga ya un montón de años y experiencia como para llenar un buque de carga, Manny Ramirez es un center que en realidad no es un center (es guardia pero ha jugado toda la temporada de center debido a la lesión de Dan Koppen), que tiene una experiencia mucho más reducida y que, lógicamente, nunca ha jugado una Superbowl. En el primer snap el tío tiene que estar hecho un flan. Además, que dicen que la afición de los Seahawks es de las que grita poquito durante los partidos para intentar descentrar al rival, igual lo lógico habría sido esperar un poquito a que se calmaran para favorecer el buen entendimiento entre línea y quarterback. Pues no, primera jugada y ya tenemos aquí los gestitos y ajustes varios. Y si se suman los ajustes, los nervios y el ruido tenemos un cóctel perfecto para que se pasara lo que al final pasó. No es culpa directa de Manning, fue un simple error de comunicación no achacable a nadie en concreto, pero Peyton Manning desde luego no hizo nada para ayudar a su compañero y minimizar la probabilidad de que el error no se produjera.
Pero es que esto es una simple anécdota comparado con el resto de partido. Un mal snap es una jugada aislada, una jugada que ni tan siquiera afecta demasiado en el devenir del partido. Sí, soy consciente de que le dió dos puntos a Seattle y que además consiguieron tres puntos más en el siguiente drive después del safety punt. ¿Y qué? Iban 5-0, con algo tan sencillo como anotar un touchdown, algo que este año Peyton Manning había hecho más que ningún otro quarterback en la historia de la NFL en una temporada, se daba la vuelta al marcador y los Broncos se ponían por delante. Pero aquí es donde se empieza a ver el atropello, y aquí es donde viene la que para muchos (y para mí) fue la gran diferencia entre ambos equipos en esta Superbowl: Seattle se preparó el partido a conciencia y Manning no. Y es que ganar la Superbowl no es una cuestión de quién es más bueno, los dos equipos tienen que ser buenos por nariecs porque sino no estarían en las Superbowl, es más una cuestión de quien es capaz de jugar mejor este partido en concreto. Todos sabemos lo bueno que es Manning pero todos también sabemos lo buena que es la defensa de los Seahawks, la diferencia aquí estuvo en que en Seattle habían estudiado perfectamente como plantear el partido y como poner en dificultades a Manning mientras que el quarterback de los Broncos pareció afrontar la Superbowl con el lema de «salir y disfrutar», como si la charla de justo antes del partido la hubiera dado Johan Cruyff. Y contra los Seahawks no se puede disfrutar, hay que sudar y sufrir si se quieren obtener resultados porque no lo van a poner nada fácil, y hay que saber localizar sus puntos débiles y explotarlos porque cualquier cosa que no sea eso te la van a hacer pagar. Dio la sensación de que Manning no se había estudiado prácticamente nada, salió confiando en que su estilo de juego iba a estar por encima del bien y del mal y pasó lo que pasó.
Una línea ofensiva netamente inferior a la línea defensiva de los Seahawks no dejó demasiado tiempo a Manning para pensar, lo cual tampoco es excesivamente crítico porque Manning se caracteriza por soltar rápido el balón, pero a eso hay que añadirle una zona intermedia muy poblada de defensores de Seattle que impidió en todo momento esas yardas después de la recepción de las que ha vivido Manning durante toda la temporada. Un planteamiento extraordinario por parte de un Pete Carroll que demostró una vez más que, aunque pueda ser un tipo algo irreverente e incluso pueda llegar a caer mal, es capaz de crear planes defensivos para secar a cualquiera que se le ponga por delante (que se lo pregunten a los Saints). Porque sí, Pete Carroll secó totalmente a Peyton Manning. Y es que con el pase corto cerrado gracias a la disciplina y enorme técnica de placaje de los linebackers y de Kam Chancellor (excepcional partido el suyo jugando integrado en la caja) y el pase largo cerrado porque no había tiempo para que las rutas se desarrollaran, el ataque de los 400 millones de puntos en temporada regular comandado por el mejor quarterback de la historia de la NFL estuvo el primer cuarto entero sin conseguir un mísero primer down y la primera parte entera sin anotar un mísero punto. Datos escalofriantes pero totalmente ciertos. Pero es que eso no es lo más grave. Lo peor es que, entre los nervios de ver que su ataque estaba siendo claramente inferior y la presión real del pass-rush a la que estaba siendo sometido, el Manning cirujano que habíamos visto durante todo el año se bloqueó, se quedó sin ideas y dio paso a un Manning miedoso, desbordado, superado, incapaz de manejar el pass-rush e incapaz de conectar con sus receptores. De hecho hasta conectó con los defensores rivales un par de veces o, lo que es lo mismo, lanzó un par de intercepciones la mar de majas. La primera fue por lanzar antes de tiempo, Julius Thomas ni tan siquiera había hecho el corte de su ruta en el momento de lanzar, pero tenía el pass-rush encima y quiso soltar el balón; flotó mucho el lanzamiento (no sabemos si para que le diera tiempo a Thomas a desmarcarse o simplemente porque su fuerza de brazo cuando está desequilibrado no es la que debería ser), calculó fatal y la bola le cayó a Chancellor. La segunda fue por lanzar con un defensor golpeándole el brazo, una acción que por cierto recordó muchísimo a la intercepción de Nick Collins en la Superbowl XLV, el lanzamiento se quedó cortísimo y Malcolm Smith sólo tuvo que anticiparse a su receptor, coger el balón y retornar la intercepción para touchdown. Mención especial al esfuerzo de Manning para evitar el touchdown en esta intercepción, por si no os habíais fijado ya os digo yo que no aparece en las imágenes del retorno de la retransmisión, al contrario que los cinco líneas de ataque que sí se ve como corren detrás de Smith aunque sepan que no van a cogerle. En fin, 22-0 a la media parte, una paliza en mayúsculas pero un resultado que aún podía dar esperanzas a Denver si Manning conseguía centrarse en el descanso.
Pero esas esperanzas se quedaron en nada cuando Percy Harvin retornó el kickoff inicial de la segunda para touchdown. Ahí se confirmó definitivamente que se había acabado la fiesta para Peyton Manning y que lo del anillo iba a tener que ser otro año. Y con esa actitud afrontó lo que le quedó de partido. Sí, es verdad que tuvo alguna jugada interesante, como un imaginativo fake de pick play a Welker o el propio touchdown de Demaryius Thomas, una de las pocas veces que atacó verticalmente a la defensa de los Seahawks. Pero cuando hablo de su actitud no me estoy refiriendo precisamente a esas jugadas sino a otras de muy distintas. Y es que, aunque ya venía haciéndolo un poco durante todo el encuentro, la segunda parte de Manning pareció más encarada a terminar el encuentro sin lesionarse y resguardarse para la temporada que viene que no a intentar remontar el marcador. O lo que comúnmente se conoce como «se la doy al receptor para que le peguen a él y no a mí». Es una práctica que consiste en que el quarterback, al ver la presión a lo lejos, suelte el balón de tal manera que deje al receptor a merced de un defensor para que le pegue un piño descomunal. Lo hizo una vez con Knowshon Moreno, quien por cierto tuvo que abandonar el campo lesionado durante un rato por culpa de esa acción, y también lo hizo en una ruta cruzada de Wes Welker. Es increíble que por no querer aguantar el sacrificio de jugar a este deporte de contacto se lo hagas pagar a tus receptores, si tantas pocas ganas tienes de que te peguen, salte del campo y que entre otro. Así de claro. Es Peyton Manning, es el mejor quarterback de la historia de la NFL, así que no creo que dentro del vestuario haya ni repercusiones ni reproches, pero si yo fuera Welker tendría mucho cuidado cada vez que se cantara una jugada con una ruta cruzada, porque sé que a mi quarterback puede que no le apetezca protegerme. Un poco lo que hablábamos antes a la hora de ayudar al center pero con otros jugadores y otras situaciones, Manning estuvo más preocupado de ayudarse a él mismo que de ayudar a sus compañeros. Lógico, esto es el ataque de Manning y no el de los Broncos ¿verdad?
En fin, que no hay mucho más a comentar de aquí al final del partido. Seattle contemporizó, controló el reloj, no arriesgó absolutamente nada y hasta tuvo la ocurrencia de poner a Tarvaris Jackson como quarterback en los instantes finales. El partido estaba ganado desde hacía un buen rato y se dedicaron a saborear la victoria ya desde el último cuarto. Bueno, quizá sí que quiero hacer algún otro apunte. En lo que llevamos de artículo aún no ha salido el nombre de Richard Sherman, pero esto tiene una explicación muy sencilla: Manning no aceptó el reto. Lanzó un par de piedras a su zona asegurándose de que eran pases incompletos (uno de ellos por cierto fue una intereferencia ofensiva escandalosa) como avisándole de que podía lanzar allí, pero a la hora de la verdad lo que hizo fue aislarle a cubrir a Eric Decker e ignorar a ambos. Eh, que en condiciones normales no sería una mala estrategia para nada, si puedes permitirte no correr riesgos y evitar a un tío que puede cambiar el partido como Sherman pues mucho mejor para ti. Ahora bien, supongo que ignorar buena parte del campo porque hay un muy buen jugador por allí convierte al ataque en algo un poco más previsible y además, con las enormes dificultades que tenían para mover el balón, tampoco creo que hubieran perdido mucho si hubieran intentado completar en su zona. Y eso por no decir que el hecho de que el mejor quarterback de la historia de la NFL ignorara al mejor cornerback de la liga es otra derrota moral que apuntar en el casillero de Peyton Manning. Vamos, que peor imposible. Bueno no, no podemos decir que peor imposible porque el Manning de los récords no se fue totalmente de vacío del MetLife Stadium. No ganó el anillo y fue esencialmente por su culpa porque jugó rematadamente mal, pero fue capaz de romper el récord de pases completados en una Superbowl con 34. No sirvieron de mucho, pero digo yo que habrá que felicitarle por ello ¿no?
Resumiendo, que los Seahawks son un extraordinario equipo, con un extraordinario entrenador y un front office extraordinario que también es parte importante de este éxito al haber sido responsable de draftear a todos estos enormes jugadores. Felicidades a los campeones que bien merecido lo tienen. Ahora bien, para ser el objetivo que prácticamente de forma obsesiva ha parecido buscar durante toda la temporada, Peyton Manning sale muy mal parado de esta Superbowl. Estuvo demasiado confiado en sus posibilidades al inicio, incluso parece lícito pensar que iba un poco sobrado, no tuvo recursos para cambiar el rumbo del partido durante el mismo y se quedó totalmente abatido al final porque lo que tenía que ser el colofón a una temporada grandiosa al final fue una pesadilla de las que hacen época. Un rendimiento nada digno de Peyton Manning que alimenta un poco más esa teoría de que se le atragantan las citas importantes. Pero que no esté triste, hay muchos que estamos exactamente como él. Y es que a Manning no es al único al que se le ha acabado la fiesta, de hecho comparte pena con todos nosotros, los aficionados al football, que vemos como hasta el mes de septiembre también se nos ha acabado la fiesta. Queda muy lejos aún, pero podéis dar por sentado que Manning volverá a intentar que sea su fiesta. Y podéis dar por sentado que todos nosotros estaremos ahí para verlo.