Tiempo de playoffs en la NFL. Tiempo de alegrías y de decepciones para muchos fans que ven como sus equipos están más cerca de conseguir la Superbowl o, por el contrario, que ven como sus equipos ya no tienen ninguna opción a jugarla. Las alegrías son todas más o menos iguales, los ocho equipos que quedan en competición afrontan esta próxima jornada con aproximadamente el mismo nivel de motivación y de ilusión; lo de las decepciones es otro mundo. Porque sí, todos los fans de los equipos que quedaron eliminados este fin de semana seguro que están decepcionados con el resultado de los partidos de sus equipos, pero son decepciones muy distintas. Los fans de los Packers están jodidos pero orgullosos de lo que ha luchado este equipo a pesar de la plaga de lesiones que ha azotado al equipo durante toda la temporada, o los fans de Eagles y Chiefs están aún en estado de shock por haber perdido un partido que en la vida tendrían que haber perdido pero están esperanzados con el cambio de rumbo tan radical que han dado sus respectivos equipos del año pasado a este. Pero en el otro lado están los fans de los Bengals, fans que no pueden sacar prácticamente nada positivo de su derrota en playoffs y que, además de decepcionados, están hartos de que cada año pase exactamente lo mismo: tienen un muy buen equipo que parece poder aspirar a todo pero que en playoffs se estrella a las primeras de cambio. Y en esa fase parece que se han quedado estancados con lo que, si tuviéramos que darle una nota como se hace en los colegios, creo que podríamos perfectamente decir que Cincinnati no progresa adecuadamente.
Mirándolo sobre el papel, los Cincinnati Bengals tienen una de las mejores plantillas de toda la NFL. Quizá no tienen muchas superestrellas pero son un equipo sin ninguna posición en la que podamos decir que hay un rendimiento deficiente y con muy pocas en las que el rendimiento sea claramente mejorable. El problema es que una de esas posiciones es la de quarterback, la posición más importante del equipo, algo que lastra de forma notable las aspiraciones de los Bengals de ser un equipo realmente grande. Sólo hay que fijarse en los quarterbacks que han llegado a esta próxima ronda de playoffs. Hay algunos clásicos (Brady, Manning, Brees) y también hay de nuevos (Luck, Newton, Wilson) pero todos ellos están sin duda entre los 15 mejores quarterbacks de liga, de lo que se desprende que si un equipo quiere aspirar a hacer algo grande necesita un quarterback que sea bueno y que, además, esté en un buen momento de juego en estos partidos finales. Y en los Bengals esto simplemente no sucede, porque ni Andy Dalton es uno de los 15 mejores quarterbacks de la liga ni está en un buen momento de juego. Y es que precisamente si hemos dicho que Cincinnati no progresa adecuadamente es porque Andy Dalton no ha progresado adecuadamente.
Cuando los Bengals eligieron a Andy Dalton todo el mundo alabó el pick. No era para menos. Los Bengals por fin se deshacían de un Carson Palmer que ya hacía tiempo que no quería jugar allí y empezaban de cero con uno de los prospectos de quarterback más sólidos del draft de 2011. De hecho para describir a Dalton se dijo que era uno de los quarterbacks más preparados para la NFL, pero esa descripción suele venir acompañada de una doble lectura y es que, cuando un quarterback sale de college y aparentemente ya está preparado para la NFL es porque no le queda mucho por mejorar. Éste fue uno de esos casos. Dalton venía de TCU, una universidad bastante importante cuando él jugaba allí y que se basaba en un juego de carrera bastante decente y, sobre todo, en una defensa muy sólida. Dalton hacía buenos partidos, eso es indudable, pero era más desde un punto de vista de control del reloj y de lectura de partidos que desde un punto de vista de lanzamientos espectaculares y estadísticas alucinantes. En los Bengals los tiros nunca han ido por ahí. Por razones que escapan a la comprensión de buena parte de la gente los Bengals, desde el primer día, han intentado que Dalton fuera un pistolero de esos capaces de lanzar 70 veces por partido y conseguir 500 yardas y 5 TDs. No contentos con tener sólo a Jermaine Gresham (que ya estaba) y a AJ Green (que fue drafteado en el mismo draft que Dalton), los Bengals han ido rodeando a su quarterback de un montonazo de armas ofensivas en los siguientes drafts; Mohamed Sanu, Marvin Jones, Tyler Eifert e incluso Giovani Bernard (que pese a ser un corredor contribuye muchísimo en el juego de pase) fueron drafteados por Cincinnati para que ayudaran al ataque aéreo. En cambio, para el juego de carrera, se han conformado con un corredor tirando a normalito como BenJarvus Green-Ellis y con el ya mencionado Bernard. O no sabían lo que estaban eligiendo o simplemente les dió igual. ¿Se ha potenciado el juego de pase con ello? Pues sí, claro que se ha potenciado, pero a costa de centralizar el ataque en un Andy Dalton que hay momentos en los que simplemente no está capacitado para cargar con esa presión. O dicho de otra manera, el gran error de los Bengals fue que no draftearon jugadores para ayudar a Andy Dalton sino que los draftearon para convertirle en algo que no es. Y esta situación tiene un responsable claro que se llama Jay y se apellida Gruden.
Sí, ya sé que Jay Gruden parece que es uno de los coordinadores de moda en la NFL y que está recibiendo entrevistas para ser head coach la próxima temporada, pero no ha hecho un buen trabajo en los Bengals. Es más, es muy posible que su sistema de ataque sea excelente y que funcione en otras circunstancias, con lo cual hasta puedo encontrar lógico que le quieran contratar en otros equipos, pero es un sistema que en Cincinnati no sirve porque necesita otro tipo de quarterback si quiere funcionar a un nivel óptimo, necesita un quarterback con más brazo, más capacidad de hacer la progresión de lecturas y menos miedo a lanzar. Por eso estoy conforme con las entrevistas para ser head coach, según qué equipos necesitan de un quarterback nuevo y, suponiendo que ha aprendido de sus errores, Gruden elegirá en el draft a un quarterback más adecuado para desarrollar su sistema de juego de pase. Incluso podría hacerlo en los propios Bengals puesto que el resto del ataque ya está montado para ello, pero necesitará que detrás del center esté un quarterback de otras características. Pero nunca podrá hacerlo con alguien como Dalton a los mandos. Porque no sirve de nada tener un arsenal inacabable de armas en el juego de pase si no hay un quarterback que sepa distribuir el balón y decidir en cada momento cuál es la mejor opción. Y no sirve de nada tener a un receptor como la copa de un pino como AJ Green si no hay un quarterback que le pueda hacer llegar el balón y darle oportunidades para brillar. Porque esta es la otra.
Después del partido de este fin de semana resulta que tenemos que leer que la culpa es de Green porque no se hizo notar. ¿Hola? ¿Tengo que recordar que un receptor sólo puede destacar cuando coge los pases que le lanza el quarterback? Sí, Green tuvo un drop en medio de una doble cobertura, pero es la única acción en la que visiblemente falló en todo el partido. Dalton perdió un fumble que fue forzado por el césped. Algunos van incluso más allá y dicen que Green se dejo ir al final del partido y no jugaba con intensidad, pero ¿podemos culpar a Green de jugar un poco desmotivado, si es que lo hizo, si tenemos en cuenta que sus oportunidades de destacar dependen forzosamente de un quarterback con este nivel de juego? Y lo que es peor, ¿podemos culparle de estar harto teniendo en cuenta que en el partido de playoffs del año pasado (ante Houston) pasó exactamente lo mismo? Otra vez aparece el nombre de Jay Gruden para explicar esta hipotética situación. Todos sabemos que los receptores son los jugadores más especiales de la NFL a nivel de querer ser siempre protagonistas y enfadarse cuando eso no es así. Por lo tanto, si se diera el caso de que un quarterback como Dalton no está encontrando a un receptor estrella como Green hasta el punto de perder la confianza en él, un playcaller tiene que intervenir y buscar la manera de involucrar a dicho receptor en el juego, ya sea cantando jugadas concretas (screens, slants, pick plays, fades o incluso algún end around, opciones hay un montón) o simplemente buscar formaciones, shifts o motions para buscar emparejamientos favorables. En el partido no vimos mucho ni de una cosa ni la otra. Y si Green tenía que haber sido protagonista porque era el mejor jugador en el campo, que lo era, tanto Dalton como Gruden debían haber hecho mucho más para que destacara. ¿Y un entrenador debe modificar su gameplan para tener contento a uno de sus jugadores? Pues teniendo en cuenta que el resultado era desfavorable, dudo que durante buena parte de la segunda mitad hubiera un gameplan mejor que el de poner el balón en las manos de tu mejor jugador.
Nada de eso se hizo. Green no participó, Dalton estuvo muy espeso, los Bengals anotaron un total de cero puntos en la segunda mitad (sí, renunciando a field goals para intentar meter touchdowns en cuarto down, pero cero puntos al fin y al cabo) y los Bengals vieron como, gracias en buena medida a un ataque inoperante, los Chargers no sólo lograron darle la vuelta al marcador sino vencer con relativa comodidad. Teniendo en cuenta que no es la primera vez que sucede algo así, éste tendría que ser el toque de atención definitivo. Hay que hacer cambios. Si se confía en Andy Dalton, hay que dejar que Gruden se marche y limitar el protagonismo de Dalton en el juego de ataque, potenciar un poco más el juego de carrera y rezar para que la vuelta de Geno Atkins la temporada que viene vuelva a enseñarnos la mejor versión de la defensa de Cincinnati. Si se retiene a Jay Gruden, hay que cambiar al quarterback. Es así de simple y de cualquiera de las dos maneras puede funcionar, puesto que los Bengals tienen plantilla para que funcione. Pero si no se hace ninguna de las dos, es muy probable que los Bengals sigan sin progresar adecuadamente y sigan repitiendo wildcard durante muchos años.