Seattle Seahawks y Denver Broncos son los equipos que el próximo 2 de febrero se citarán en el MetLife Stadium para disputar la Superbowl XLVIII. Son los dos mejores equipos de la NFL, no sólo por llegar hasta aquí sino por lo demostrado durante todo el año, así que son merecedores de representar a sus respectivas conferencias en el partido más importante de la temporada. Y de hecho no han sido pocos los que han pronosticado esta Superbowl desde prácticamente la jornada uno, así que hasta cierto punto esta Superbowl tiene bastante lógica en este sentido. Pero para estos dos equipos esta próxima Superbowl es más que una simple oportunidad de ganar el anillo que les acredite como los campeones de la NFL. Es la oportunidad en mayúsculas. Y es que da la sensación de que tanto Denver como Seattle tienen ante sí una de las últimas oportunidades de ganar una Superbowl con la plantilla que tienen actualmente, vamos a decir que la penúltima porque probablemente sean capaces de mantener la ventana de la oportunidad abierta un año más, pero será complicado que veamos a estos dos equipos liderando sus conferencias en 2015 y más allá. Teniendo en cuenta la superioridad aplastante que han mostrado durante lo que llevamos de temporada, es muy posible que muchos de los que estéis leyendo esto penséis que se me ha ido completamente la pinza al defender una teoría tan aparentemente absurda. Pues ni se me ha ido la cabeza ni creo que la teoría sea absurda, más bien lo contrario, creo que es una teoría que tiene una explicación bastante clara.
Empezamos por la explicación sencilla. Hemos comentado un montón de veces que la NFL está evolucionando hacia una liga de quarterbacks, es decir, se está convirtiendo en una liga en la que el juego de pase tiene mucha más importancia que el juego de carrera. Y cuando digo el juego de pase quiero decir el quarterback. Y no hay ejemplo más claro que el de los Broncos, hasta el punto de que el ataque de Denver ya hace tiempo que no es «el ataque de Denver» sino que es «el ataque de Manning». Bien, pues a Manning le quedan pocas temporadas en activo. No es que quiera retirarle por la cara, si él quiere que juegue todas las temporadas que le apetezca (de hecho tiene contrato con los Broncos hasta 2016), pero es un quarterback que durante esta offseason cumplirá 38 años y que tiene unos problemas físicos bastante delicados, lo lógico es pensar que no va a durar demasiado en los terrenos de juego. Y aunque tanto a Manning como a John Elway la apuesta les ha salido maravillosamente bien a nivel de salud (gracias tanto a un estilo de juego que minimiza los golpes al propio quarterback como a un cuerpo de receptores envidiable que facilita ese estilo de juego, o sea que mérito totalmente compartido), desde el momento del fichaje también se sabía que era una apuesta que tenía una fecha de caducidad más cercana que lejana. Con lo cual la pregunta a hacerse es: ¿y después de Manning, qué? Pues a no ser que Osweiler o Dysert sean la reencarnación del propio Peyton Manning el equipo muy probablemente se vendrá abajo. No importa que el resto de plantilla sea la misma, no importa que el cuerpo de receptores siga siendo la hostia en barco ni que tengan una línea que dé 3 minutos al quarterback para pasar, esta es una liga de quarterbacks y si el equipo que no tenga un buen quarterback no puede optar a nada.
Un poco triste si queréis pero es lo que hay, y a los antecedentes me remito. ¿Qué pasó cuando Favre se fue de los Vikings? No perdieron a Adrian Peterson, ni a Jared Allen, ni a Chad Greenway e incluso ganaron a Harrison Smith. Pero Minnesota pasó de ser un equipo que fue capaz de llegar a la final de conferencia a ser un equipo que desde entonces apenas ha asomado la cabeza por los playoffs. Y que sigue buscando quarterback pese a gastar una primera ronda en Christian Ponder, dicho sea de paso. O si esto no os convence, puedo poner otro ejemplo con un protagonista que os sonará ligeramente. ¿Qué pasó cuando el mismo Peyton Manning no pudo jugar durante una temporada entera con los Colts y dejó las riendas del equipo a Kerry Collins y Curtis Painter? La plantilla era esencialmente la misma que el año anterior con la única diferencia de que el quarterback no era Peyton Manning, el bajón de rendimiento no debería haber sido demasiado grande ¿verdad? Pues los Colts jugaron horrorosamente mal durante toda la temporada y su fascinante rendimiento les valió para elegir en el número #1 del draft. Sí, la plantilla actual de los Broncos es mejor que la de aquellos Colts, especialmente si se consolida esta mejoría en la defensa contra la carrera que Denver ha mostrado en estos últimos partidos, pero reemplazar un quarterback de este calibre nunca ha permitido al equipo en cuestión seguir manteniéndose en la cumbre. Y esta vez no creo que vaya a ser diferente.
Pero si en Denver el tiempo para conseguir el ansiado anillo se está agotando, en Seattle no pueden estar mucho más tranquilos en este sentido. No, aquí no se tiene que retirar nadie, globalmente tienen un equipo muy joven y con mucho football por delante así que no sufren por este motivo. O quizá sí. Precisamente porque tienen un montón de jugadores jóvenes muy buenos, en Seattle sufren porque es muy probable que pronto todos quieran cobrar como merecen, y si eso sucede será totalmente imposible mantenerlos a todos en plantilla. El salary cap, que en principio parece un límite destinado a controlar gastos desmedidos en la agencia libre, va a ser el enemigo principal de un equipo cuyo único pecado es acertar demasiado en el draft. Manda cojones. Pero el juego está montado así y no les quedará más remedio que afrontar la situación. Este año tendrán un pequeño adelanto con las renovaciones de Golden Tate y de Doug Baldwin, pero es que eso no es nada comparado con lo que se les vendrá encima. Mucho se ha hablado en los últimos días sobre Richard Sherman, de su calidad como cornerback y de su habilidad para hablar más de la cuenta, pero muy poco se ha hablado de su sueldo. Vendría siendo hora. Sherman ha cobrado un sobrecogedor montante de 600.000 dólares por esta temporada, para el año que viene su sueldo está previsto que se eleve hasta hasta casi los 700.000 dólares y para la siguiente ya es agente libre. Sí sí, no me he equivocado, Richard Sherman cobra esta miseria. En fin, que sabiendo de quien se trata me parecería increíblemente raro que Sherman no quisiera ser el cornerback mejor pagado de la NFL cuando acabe su actual contrato y para eso, quien quiera contratarle, se tendría que subir hasta los 16 millones por temporada que cobra Darrelle Revis. 15 millones de dólares de diferencia, casi nada.
Pero el problema es que Sherman no sería el único pendiente de renovar, no son casos de subidas de sueldo tan bestias pero jugadores básicos como KJ Wright o Earl Thomas también quedarían libres a final de esa misma temporada y digo yo que querrán cobrar algo más de lo que están ganando hora mismo. Eh, y ya no miréis un año más adelante que vendrán Bobby Wagner y Russell Wilson a pedir un poco de lo suyo, que esta temporada han cobrado menos de 1 millón de dólares cada uno y también igual merecen un ligero aumento de sueldo. En fin, que algo se puede hacer, los Seahawks tienen algo de sueldo poco útil que pueden ir recuperando para blindar a sus estrellas (creo que podrían hacer algún arreglo con los contratos de Zach Miller y Sidney Rice, por ejemplo), pero el panorama que se le presenta a Seattle será sin duda todo un quebradero de cabeza para el GM John Schneider, que ahora deberá pagar los platos rotos de haber hecho su trabajo demasiado bien en años anteriores. Veremos qué pueden hacer entre él y Pete Carroll pero me da que este bloque tal y como lo conocemos ahora se acabará dentro de muy poco tiempo. Y con él, probablemente, las aspiraciones de Superbowl a corto plazo para este equipo.
Y a todo esto yo contando cosas sobre el futuro sin decir nada de la próxima Superbowl, que es lo que realmente importa al personal. Pues sinceramente creo que va a ser un partido no tan bueno como muchos esperan. Además de la presión añadida de saber de que están ante una de las últimas oportunidades de ganar la Superbowl antes de que haya ajustes importantes en la plantilla, también existe la para nada menospreciable presión propia de un partido tan importante como la Superbowl, así que es muy posible que veamos un partido con muchos más errores de los que vemos habitualmente en estos dos equipos. A nivel físico Seattle parte con ventaja, su estilo de juego machacón de carrera se adapta mucho mejor a las condiciones climatológicas del partido que los pases de un Peyton Manning que no suele tener su rendimiento extraordinario habitual por debajo de según qué temperaturas. Pero a nivel psicológico es Denver quien tiene las de ganar, Seattle es un equipo sin ningún tipo de experiencia en una Superbowl, cosa que tanto John Fox como Peyton Manning sí tienen, y que además no contará con el factor del ruido ambiental, algo que es de mucha ayuda cada vez que juegan en su casa y que ha jugado un papel importante en el camino que les ha llevado hasta aquí.
En definitiva, que ninguno de los dos equipos estará plenamente cómodo sobre el campo. Pero es que además, para qué nos vamos a engañar, a todo esto hay que añadirle que ambos equipos seguro que se han estudiado hasta la saciedad durante estas dos últimas semanas. Los Broncos sabrán perfectamente que Lynch contra sus linebackers más rápidos que físicos es el emparejamiento desfavorable que Seattle querrá explotar, mientras que los Seahawks seguro que son conscientes de que el amplio abanico de opciones de pase de Peyton Manning será por donde Denver intente hacer daño, siendo Wes Welker el jugador que parece destinado a ser la referencia de dicho juego aéreo. En fin, que esta combinación de nervios y dos semanas de estudio intenso pueden provocar que a ambos ataques les cueste mover las cadenas más que de costumbre, con lo que existe una posibilidad relativamente alta de que veamos un partido no muy rápido, con muchos punts, con penalizaciones constantes e incluso errores que nunca esperaríamos de equipos tan buenos como estos. De hecho, contra más lo pienso más me da la sensación de que hablando exclusivamente de calidad es posible que ni tan siquiera veamos un buen partido.
Pero una Superbowl es una Superbowl, es un partido que casi siempre se gana más por esfuerzo que por calidad, y por muchos errores que pueda haber de buen seguro que el partido será espectacular y emocionante hasta el final. Y lo más importante para el aficionado, que cuando termine no podremos reprochar nada a los jugadores a nivel de entrega. Primero porque ganar el anillo es lo que más quieren todos y cada uno de los jugadores que se reúnan en el MetLife Stadium. Y segundo, porque si no ganan esta próxima Superbowl deberán empezar otra vez de cero el año que viene, sabiendo que puede ser la última vez que puedan optar al anillo de campeón en varios años. Así que casi mejor ganar esta y quitarse la presión de encima.