Con el frío que estamos pasando en estas fechas, he puesto la barbacoa más alta de lo habitual para dar calorcito, pero el caso es que se me han carbonizado los filetes hasta el punto de negrez de la cara de Mike Shanahan.
Tengo la ligera sospecha de que ya os habéis enterado pero ha llegado la Navidad. Esa fantástica época del año en la que hace frío, hay luces de colores por la calle y hay gente vestida de rojo en la puerta de todas las tiendas, tiendas que por cierto siempre están a petar de gente. También es época de ponerse los mejores trajes que uno tiene, ir de visita a ver a la familia y comer como un cerdo hasta que el botón del pantalón salga disparado de los pantalones. Y eso multiplicado mínimo por tres, porque la mayoría de las familias están dispersadas en un mínimo de tres viviendas. Eso sería la parte no tan buena para algunos y mala para otros. Pero la parte realmente buena de la Navidad es que por la televisión sólo hacen que echar programas de resumen del año, de esos que se conocen vulgarmente como refritos, donde en media hora escasa se pueden ver los mejores momentos de cualquier tema que uno se pueda imaginar para el disfrute general del espectador, que se puede tirar en plan vago al sofá sin ni tan siquiera preocuparse de procesar y seleccionar las imágenes que quiere ver. Viendo uno de esos programas, concretamente uno de cortes de concursos, volvieron a pasar por enésima vez el tío ese del 50×15 que se caga en todo lo que se mueve, el tío comúnmente conocido como tudelano cabreado. Él dice que lo ve negro, probablemente con toda la razón del mundo, y poniéndose nervioso da pie a uno de los momentos más chistosos de la historia del concurso. Pero precisamente esa frase de que lo ve todo negro, a mí inequívocamente me recuerda a un personaje de la NFL que, pese a ser de raza blanca, lleva tantas sesiones de rayos UVA en su cuerpo que hace que yo lo vea cada vez más negro. Estoy hablando, como no podía ser de otra manera, de Mike Shanahan.
Y es que el actual entrenador de los Washington Redskins es un tipo poco convencional por ponerlo de una forma suave, y ya no sólo por su poco habitual color de piel comentado anteriormente sino también (y principalmente) por su gestión de los equipos como entrenador. Pese a que empezó siendo un entrenador relativamente normal, ese comportamiento poco convencional empezó a gestarse en su etapa al frente de los Denver Broncos. Sus constantes rotaciones de corredores volvieron locas a las defensas rivales, hasta el punto que corredores totalmente desconocidos eran capaces de hacer temporadas de más de 1000 yardas de carrera. Ejemplos los tenemos a patadas, Olandis Gary, Tatum Bell, Mike Anderson o Reuben Droughns pasaron todos de esa marca, pero eso también provocó que corredores con mucho más renombre como Terrell Davis, Clinton Portis o Travis Henry tuvieran que salir del equipo por la puerta de atrás. Pero la hazaña más notable de Shanahan como entrenador de Denver fue cargarse al general manager Ted Sundquist al final de la temporada 2007, creyendo que así los problemas de los Broncos se solucionarían como por arte de magia. Primero, ningún entrenador debería tener el poder suficiente como para cargarse al general manager de su equipo por muy personaje mítico que seas dentro de la franquícia, y segundo, que a no ser que sea un inepto toal o un cafre el director general rara vez tiene la culpa del rendimiento del equipo. Pero el daño ya estaba hecho, si Shanahan había llegado a la conclusión de que él era tan bueno que la solución para solucionar problemas exclusivamente deportivos pasaba por echar a cualquiera que no fuera él fue porque le había crecido un complejo de superioridad demasiado grande como para poder ser un buen entrenador. Y aunque acabaron por echarle a la temporada siguiente el carácter ya se había acabado de formar, y ha sido ese nuevo Shanahan el que empezó una nueva etapa en los Redskins en 2010.
Y la etapa en los Redskins no podá empezar peor, porque Shanahan fue contratado como entrenador y como vicepresidente ejecutivo de operaciones. Mira que se había contratado a Bruce Allen como general manager un poco antes para evitar un nuevo caso Joe Gibbs, pero dar cargos de más a los entrenadores por encima de los otros gestores los inutiliza para dar equilibrio a una franquícia, y exactamente eso es lo que pasó en los Redskins. El nulo equilibrio en la gestión de la franquícia provocó que los Redskins fueran los nuevos Broncos. Y si tenemos en cuenta además que el coordinador ofensivo del equipo es un tal Kyle Shanahan, alguien que por azares de la vida resulta ser el hijo de Mike, tenemos que el clan de los Shanahan dominan por completo la franquícia. Por ejemplo, una de las primeras decisiones fue contratar a 150 millones de corredores para repartirse el juego terrestre, típico de Shanahan. A Clinton Portis, que ya había estado antes bajo las órdenes de Shanahan en Denver, no se le dieron demasiadas oportunidades aún no se sabe si por problemas de conmociones cerebrales o porque a su entrenador no le salió de ahí, a Larry Johnson se le dieron un total de 5 carreras para 2 yardas antes de ser cortado y a Willie Parker directamente se lo petaron antes de que empezara la temporada, con lo cual el corredor titular de los Redskins para la temporada pasada fue Ryan Torain, o sea el malo de todos los que había por ahí, también típico de Shanahan. Y esta temporada 2011, Shanahan decidió draftear a Roy Helu y a Evan Royster y luego fichar a Tim Hightower para complementar a Torain, que era el único que sobrevivía de la temporada anterior y era el favorito para ganar el puesto de titular. ¿Y qué ha pasado? Hightower fue puesto en injury reserve relativamente temprano en la temporada, mientras que Helu y Royster han ido adquiriendo protagonismo ofensivo a medida que ha ido pasando la temporada. Torain, el favorito para ganarse el puesto de titular, ha sido puesto de patitas en la calle esta misma semana. Dantesco, kafkiano, surrealista, cualquier adjetivo se queda corto ante la locura que Shanahan lleva a cabo cada año en el backfield de su equipo.
Pero si la situación del ataque terrestre es mala, peor es la del ataque aéreo. Porque al fin y al cabo correr no tiene demasiado secreto, la línea genera un hueco y el corredor se mete por ahí, cualquiera con un mínimo de talento y experiencia puede hacerlo con una relativa solvencia sin que se note mucho la diferencia. Pero el caso de los quarterbacks es más delicado. Cuando un nuevo entrenador llega a un equipo lo primero que quiere es un quarterback de su agrado y, por algún motivo que escapa a nuestra comprensión, a Shanahan no le gustaba Jason Campbell. ¿Qué hizo? Pues comprar a Donovan McNabb a los Eagles por una segunda ronda. Luego vender a Jason Campbell a los Raiders por una cuarta. Y como con ese movimiento los Redskins se quedaron sin pasador suplente, se decidió fichar a Rex Grossman. Sí, el mismo Grossman que hizo las delicias del respetable en Chicago con sus mágicas intercepciones. Con dos cojones. Lo cierto es que McNabb nunca llegó a jugar bien con los Redskins por una suma de razones aparentemente aisladas, su declive físico empezaba a ser más que evidente y su adaptación al playbook no fue demasiado buena, pero teniendo el cuerpo de receptores que tenía tampoco debía resultar fácil jugar bien. Con lo cual, como McNabb no daba rendimiento, Shanahan decidió empezar a poner a Grossman. Pero no lo decidió de una semana para otra, eso habría sido demasiado fácil, se le ocurrió como por inspiración divina y decidió meter a ‘Sexy Rexy’ para que jugara un two-minute drill que debía servir para ganar o perder un partido. Obviamente perdieron, y fue contra los Lions (los de 2010, que eran malos del cagarse). A partir de ahí la relación entre Shanahan y McNabb fue insostenible, lo de quitarle a la mitad de un partido para meter a Grossman heriría el orgullo de cualquier persona con un mínimo de dignidad, imaginad la de alguien con la trayectoria en la NFL que tiene McNabb, así que acabó por abandonar el equipo en un trade con los Vikings en los que Washington obtuvo a cambio unas bambas rotas y una bolsa ya empezada de pipas sin pelar. Este movimiento en principio dejaba al equipo con Rex Grossman a los mandos para la temporada 2011, y Shanahan confirmó que así sería, que confiaba en Rex Grossman y John Beck para el puesto de quarterback durante la temporada 2011. Esto no con dos, esto ya es con veintinueve cojones. Y sí, esencialmente con el mismo cuerpo de receptores: Santana Moss como receptor estrella, con Jabar Gaffney, Terrence Austin o Anthony Armstrong como actores secundarios y con la única adición de Donte Stallworth como receptor veterano que tampoco se sabe muy bien lo que aporta. Grossman empezó la temporada pero tuvo un rendimiento tan penoso que Shanahan tuvo que sentarle y poner a John Beck a la semana 7. Pero John Beck tuvo un rendimiento tan penoso que Shanahan tuvo que sentarle y volver a poner a Grossman en la semana 11. Inaceptable que en una franquícia de la NFL tengan lugar estas chapuzas, pero Shanahan tiene con esta situación exactamente lo que se merece, porque un entrenador con algo más de cabeza habría visto que con estos dos quarterbacks era imposible tener un mínimo de competitividad.
Con Grossman acabarán la temporada, otra más en la que los Redskins tendrán unos resultados mediocres. Ya son dos temporadas con este equipo técnico y en ninguna de las dos se ha podido evitar ser último en la NFC Este. Pero eso sí, la temporada que viene todo será distinto porque Mike Shanahan ya ha declarado recientemente que el proyecto de reconstruir los Redskins está siendo más complicado de lo que pensó en un principio. Los fans probablemente pensarán que habrá aprendido de sus errores y se esforzará para hacer de los Redskins un buen equipo, incluso los habrá que estén ilusionados para el año que viene. Pero mientras Shanahan esté al frente de este equipo yo no puedo ser optimista con el futuro de los Redskins. Más bien lo veo negro, jodidamente negro…