No sé si es que me estoy haciendo mayor o si es que me estoy volviendo rancio con el tiempo, pero cada vez me convencen menos las reuniones familiares. Sí, estás con los tuyos y hay comida como para alimentar a tres batallones del ejército, pero hay ciertas personas que empiezan a cargar un poquito y que hacen que el ambiente no sea tan agradable como cabría esperar. El otro día por ejemplo tuve una reunión familiar, una de esas con tanta familia y tantos grados de separación que a la mitad de la gente apenas la conocía y, aunque la reunión estuvo bastante bien, la verdad es que hubo alguna que otra persona que me acabó desquiciando un poquito. Concretamente una. La señora, que diría que era una tía segunda mía pero tampoco lo tengo excesivamente claro, insistió hasta la saciedad en que me tomara una manzanilla porque me veía mala cara. No importaba en absoluto que yo le dijera que si parecía encontrarme mal era porque había comido demasiado (efectivamente, había comida para alimentar a tres batallones del ejército) y que ya se me pasaría solo, la señora decía que esa cara no era sólo de haber comido demasiado sino de estar destemplado o incluso incubando alguna enfermedad. Se pasó toda la tarde diciendo que, tal y como me veía ella, era mejor prevenir que curar. Después de un buen rato de tira y afloja, finalmente me logré librar de ella y ahorrarme el mal trago (nunca mejor dicho) y el asunto pareció morir ahí. Pero cual fue mi sorpresa cuando este domingo, a media jornada de la NFL, ésas mismas palabras de la señora me vinieron a la cabeza. Os cuento la situación.
A falta de 1:32 para terminar el Giants-Redskins, Robert Griffin III lanzó un pase de touchdown a Santana Moss que ponía a Washington tres puntos por delante. El pase culminaba un drive espectacular que daba la vuelta al partido, un partido que además era en casa de su rival divisional más peligroso y que podía suponer una victoria no sólo de mérito deportivo sino vital para unas hipotéticas aspiraciones de playoffs de los Redskins con las que nadie contaba a principio de temporada. ¿Sabéis cuánto les duró la alegría? 19 segundos de partido. ¡¡Diecinueve!! Ese fue el tiempo exacto que los Giants necesitaron para devolverles el touchdown gracias a un pase de Eli Manning a Victor Cruz para 77 yardas. Hay que ver qué manera tan tonta de tirar por la borda un partido que estaba prácticamente ganado y cuyo resultado hubiera dado un vuelco acojonante a la clasificación de la NFC Este. Y muchos os preguntaréis, ¿y dónde cojones entra la señora con la manzanilla en la mano en toda esta situación? Pues muy fácil. Al igual que yo hace unos días, los Redskins no hicieron caso de ese dicho popular que dice que es mejor prevenir que curar y no quisieron prevenirse cuando parecía la opción más lógica. Y acabaron por no poderse curar cuando Santana Moss perdió el fumble definitivo que dio el partido a los Giants.
Y es que la defensa prevent, pese a ser un tipo de defensa odiada por muchos, sirve exactamente para eso: sirve para que el rival no te pille en un pase profundo y entierre todas tus esperanzas en tan sólo una jugada. Sí, ya sé que es una defensa que permite mucho el pase corto y provoca mucha ganancia de yardas por parte del rival en poco tiempo, y también sé que hasta una eminencia de este deporte como John Madden dijo en una ocasión que «lo único que hace una prevent es privarte de ganar el partido», pero dada la situación de partido y la importancia del mismo la decisión de no asegurarse de impedir el pase largo parece incomprensible a todas luces. Simplemente es que no puede ser tan fácil, no puede ser que con una simple bomba el partido pase de un extremo al extremo totalmente opuesto, ni tan siquiera teniendo en cuenta que a Mike Shanahan, actual entrenador de los Redskins, ya le saliera bien la decisión en otros momentos en los que se le había planteado la disyuntiva (como en la Superbowl XXXII por ejemplo). En este tipo de situaciones desesperadas el equipo rival atacará de forma totalmente distinta a como lo hace durante el partido, atacará de forma mucho más vertical porque necesita puntos y los necesita rápido, por lo tanto parece más lógico pensar en contenerles con una defensa más específica en vez de pensar en pararles usando la misma defensa que se ha usado durante el resto de encuentro. Porque si se emplea la defensa normal, uno se expone a los peligros propios de ese tipo de defensa, como por ejemplo el de ser quemado en un pase largo (que precisamente fue el caso), y eso lo único que hace es dejar la sensación de que el rival no ha ganado el partido sino que lo has perdido tú por no haber impedido la jugada más obvia. Y eso de que el esfuerzo de todo un partido quede reducido a cenizas por culpa de ese último mal planteamiento defensivo puede que sea algo muy difícil de digerir ya no sólo para los fans sino para los propios jugadores, a los que ya veremos como les afecta la situación a nivel psicológico.
Algunos dirán que se me está yendo la pinza con esta disquisición, que simplemente fue una jugada bien ejecutada por parte de los Giants y que no hay que darle más vueltas. No estoy de acuerdo. Puedo llegar a reconocer que igual el touchdown de Cruz fue más debido a un fallo achacable al mal posicionamiento o a la poca velocidad de reacción del safety (algo que existió de forma evidente) que no a un error en el planteamiento defensivo, pero con una estrategia más conservadora el efecto de esas carencias puntuales de Madieu Williams se habría visto minimizado puesto que los safeties habrían empezado la jugada unas yardas más atrás. Y una vez cerrado el pase largo retrasando la posición de los safeties, lo único que había que hacer era cubrir los lados en la medida de lo posible para que el rival no parara el reloj tras el pase completo y hacer que los Giants se tuvieran que currar un drive entero para poder volverse a meter en el partido. Y bien podría haber sucedido esto último, porque aunque considero que en la banda de Washington tomaron la decisión equivocada, lo que tampoco estoy diciendo en absoluto es que los Giants hubieran perdido seguro si los Redskins hubieran puesto la prevent sobre el campo. De hecho Eli Manning ha sido en los últimos años uno de los quarterbacks más fiables a la hora de hacer drives ganadores durante los dos últimos minutos de los partidos y, con un minuto y medio y los tres tiempos muertos disponibles, es muy posible que se hubieran metido almenos en field goal range pese a las 77 yardas que les separaban de la end zone. Pero con el field goal el partido simplemente quedaba empatado, y quien sabe lo que habría podido pasar en la prórroga con un ataque de Washington mucho menos presionado por el reloj y con una posesión prácticamente asegurada gracias a las nuevas reglas que se han puesto en marcha esta temporada. Y todo eso contando con que los Giants consiguieran las 40-50 yardas que necesitaban y acabaran convirtiendo el field goal, que garantía de ello pese a los precedentes tampoco había ninguna.
Pero al fin y al cabo lo que cuenta es que los Redskins no pusieron la prevent con lo que, sin querer entrar en situaciones de otros momentos del encuentro (que las hubo y muchas), la sensación final que dejó el partido es que otra vez los Giants volvieron a ganar porque supieron aprovechar el error garrafal del rival más que por méritos propios. Que el pase tiene su mérito, eso es totalmente incuestionable, pero en condiciones normales es un pase que nunca ni tan siquiera se debería haber lanzado, y mucho menos completado. Y ese es precisamente el motivo por el que en la NFL, y con esto no quiero sonar a señora dando consejos de abuela, a veces sí es mejor prevenir que curar.