El otro día iba en el autobús y, como se me había acabado la batería del móvil, en mi trayecto me entretuve escuchando como un par de chavales discutían sobre temas de naturaleza muy variopinta. El más destacado, sin duda, fue un problema de cañerías. Sin entrar en detalles escatológicos que no vienen a nada, se ve que uno de ellos atascó la cañería del lavabo de su casa y no sabía como desatascarla, algo que le preocupaba mucho porque su madre volvía de viaje en dos días y no quería que se enterara. El otro, que parecía más puesto en el tema, le recomendó que probara de echar dos litros de una bebida refrescante por el retrete, porque había leído en Internet que eso funcionaba. Ahí se acabaron las referencias al tema dentro de la conversación y probablemente nunca sabremos si le funcionó o no, pero lo que sí sabemos es que el mito de que dicho refresco tiene una corrosividad relativamente elevada, o almenos lo suficientemente elevada como para desatascar cañerías, sigue existiendo. Y es que, pese a lo infundados que puedan parecer, nuestra sociedad está plagada de mitos como éste que a día de hoy siguen vigentes aunque ya se haya demostrado lo contrario en varias ocasiones; y lo más sorprendente es que esto se extiende a prácticamente la totalidad de ámbitos de nuestra sociedad, y eso no sólo incluye los deportes como concepto genérico sino que también incluye el apartado de la NFL. Porque, pese a que a estas alturas parezca algo inconcebible, aún hay quien se cree el mito de que Bill Belichick es un genio de este deporte. Lo ocurrido esta semana es otra muestra de que este mito no podría estar más alejado de la realidad.
Corte de Chad Ochocinco
Era inevitable, tenía que pasar, y en el fondo ahora mismo era probablemente lo mejor que podría haber hecho el equipo; los Patriots ahora mismo son un equipo plagado de receptores y los menos productivos tenían que ir a la calle. Pero eso de que Ochocinco en los Patriots pintaba menos que un pulpo en un garaje ya se sabía hace un año, el día tradearon una quinta y una sexta ronda por él. Un día pésimo para New England, que aprovechó que se ponía a hacer trades para también adquirir a Albert Haynesworth, pero eso es otra historia que, aunque sea relativamente parecida y también vaya en la dirección de desmentir eso de que Belichick es un mito, no viene a cuento con los hechos de la semana. Antes de empezar hay que dejar claro que Ochocinco no era un jugador acabado en absoluto, simplemente venía de una temporada con los Bengals en la que Carson Palmer jugó muy por debajo de su nivel habitual y, además, había perdido protagonismo respecto al recién fichado Terrell Owens. Así que Ochocinco podría haber sido un jugador muy útil para la gran mayoría de equipos. Pero no para los Patriots.
La gran diferencia entre los receptores en New England y los receptores en algunos otros equipos es que su playbook no consiste en «haz lo que quieras que el quarterback ya te la colgará», es un playbook complicado, con movimientos muy definidos y muy poco permisivo con la improvisación. Y probablemente es por eso que los receptores más destacados de los Patriots en los últimos años han sido Troy Brown, David Patten, Deion Branch o Wes Welker, o sea jugadores desconocidos que se hicieron un nombre a base de trabajar y aprender. Sí, en esa serie de receptores también debería salir el nombre de Randy Moss, alguien que entraría en la categoría de receptor estrella al que los Patriots ficharon por poco tras una temporada desastrosa, pero es que Randy Moss era un jugador con un football IQ mucho mayor de lo que se podría pensar (reconocido incluso por Belichick, que declaró en 2009 que era el receptor más listo con el que había trabajado), y desde luego nada comparable en este aspecto a un Chad Ochocinco que en Cincinnati siempre había basado su juego en el físico y en la atención que generaba TJ Houshmandzadeh. Por lo tanto, a poco que en New England hubieran hecho un poco de trabajo de scouting en vez de jugar a ser salvadores de las causas perdidas, habrían sabido que lo que estaban fichando estaba en las antípodas del prototipo de receptor con el que históricamente habían tenido éxito y se habrían ahorrado un año de decepciones y aproximadamente 6 millones de dólares. Y por cierto, por si alguno se pregunta el motivo de su corte, dice la rumorología que ha sido porque en los OTAs de la semana pasada Ochocinco aún tenía problemas con el playbook. Qué sorpresa.
Renovación de Rob Gronkowski
La gran mayoría de vosotros ya estaréis al caso, pero por si hay algún despistado resulta que Rob Gronkowski ha firmado una extensión de contrato de seis años y $53 millones con los Patriots, con algo más de $16.5 millones en dinero garantizado, lo que supone el contrato más cuantioso para un tight end en toda la NFL. En principio parece algo bastante correcto, Gronkowski viene de hacer la mejor temporada de la historia de la NFL para un tight end y se le quiere pagar como tal. Pues no lo es, en absoluto, y por varios motivos. Para empezar, resulta que el nuevo contrato viene detrás del contrato de rookie que aún tiene vigente, con lo cual Gronkowski tardará dos años en recoger lo que ha sembrado, y durante estos dos años va a cobrar poco más de un millón de dólares. En total, sumando las dos temporadas. Se supone que es un profesional y que jugará todos los partidos al máximo nivel, pero sabiendo que en un par de años tiene garantizado cobrar diez veces más de lo que cobra ahora, la posibilidad de que se esté rascando las bolas a mano cambiada hasta que su sueldo sea el que se merece está ahí. Porque con ese contrato firmado en el horizonte puede ser muy fácil relajarse y escudarse en que ya currará cuando su sueldo se lo exija. Pero es que hay más factores en contra. Algunos dicen que el contrato está bien porque quizá dentro de un par de años cuando tenga que renovar su valor será más alto, algo bastante complicado teniendo en cuenta que es él quien está poniendo el listón, pero ¿y si su valor es más bajo? Ya no por este posible bajo rendimiento escudado en un sueldo aún bajo, porque la posibilidad es mínima, sino porque hasta dentro de dos años pueden pasar muchas cosas.
Es que, no nos engañemos, dos años es exactamente lo que Gronkowski lleva en la liga, y aunque es verdad que ha hecho la mejor temporada de la historia de la NFL en su posición, también es verdad que ha sido una sola temporada y precedida de un lockout que ha impedido el trabajo defensivo de toda la offseason, lo que de hecho es una de las claves para entender esta temporada tan extremadamente ofensiva que hemos vivido. Eso por no mencionar sus problemas de lesiones, que no sólo consisten en esta última lesión de tobillo que le tuvo renqueante en la Superbowl sino que también incluye su lesión en la espalda que le hizo perderse todo su último año de college , recordemos, hace sólo tres años. Pero es que las implicaciones negativas de este contrato no acaban aquí, de hecho aún queda por discutir el punto más importante, y es que esta extensión de contrato para Gronkowski representa una patada en los huevos de Wes Welker. Resulta que Welker iba a ser agente libre esta offseason, buscó sin éxito un contrato de renovación largo durante esta offseason pero acabó firmando el franchise tag ante el poco interés que el front office mostró por su petición. Pero ahora se ve que lo de no ofrecer contratos largos no era una política de la franquícia, era simplemente que no se lo querían ofrecer a él. Y así no se hacen las cosas. No se puede ir extendiendo el contrato de un jugador que no lo necesita porque aún tiene uno en vigor mientras se le está negando la renovación a otro jugador de igual o incluso mayor importancia en el equipo. Welker merece la renovación más que Gronkowski, al menos ahora mismo, y por ello Welker debería estar cabreado, porque ese dinero y esa confianza a largo plazo por la que ha estado trabajando los últimos cinco años se lo ha acabado llevando un jugador que acaba de llegar al equipo y que, aunque sigo repitiendo que ha hecho una temporada de ensueño, también ha salido en fotos con una actriz porno y ha creado la frase «yo soy fiesta» en ese mismo intervalo de tiempo. La decisión está tomada y ahora sólo queda esperar acontecimientos (si los hay), pero con este fallo garrafal en la gestión de la plantilla los Patriots podrían haberse creado un problema donde no lo había. Y eso no dice mucho a su favor precisamente.
Pero pese a todo, tampoco hay que darle a esto más importancia de la que merece, son sólo dos ejemplos concentrados en una semana que demuestran que Belichick y los suyos (porque lo de Gronkowski no se le puede achacar sólo a Belichick) hace tiempo que no están haciendo las cosas nada bien. Pero si miramos un poco más para atrás encontraríamos el pick de Tavon Wilson en segunda ronda en el último draft, o el invento de poner a Julian Edelman a cubrir a Anquan Boldin en la final de conferencia que casi le cuesta el partido, por poner algunos ejemplos. En fin, pequeños detalles que indican que decir que Bill Belichick es un mito de este deporte es, paradójicamente, un mito de esta sociedad. Porque siempre habrá gente que tenga una fe ciega y que piense que el mito es verdad sin importarles las veces que se haya demostrado lo contrario, pero atendiendo a razones objetivas el mito se está desmontando solo. Y eso al fin y al cabo es lo que realmente cuenta.