Los cerebros también se comen, lo hacía Hannibal Lecter. Todo es carne que se puede comer, afortunadamente el ser humano somos una especie ingerible. Y esos cerebros son los que mueven todo el sistema, cuidado que no estén infectados de virus.
Por Axel Andrés
Joder, qué susto me acaba de pegar el antivirus. Estaba en el ordenador empanado y medio dormido pensando sobre qué iba a escribir esta semana, cuando ha soltado un ruido espantoso tras el cual me avisaba de que se había actualizado. Y aunque casi me coge un soponcio, menos mal que se actualiza solo y me protege la maquinita. Todos sabemos que el ordenador es una pieza básica en la vida cotidiana de todos nosotros y que mantenerlo sano es una de nuestras prioridades principales, y precisamente para eso existen los antivirus, para tener nuestro ordenador limpio y protegido de cualquier cosa dañina para su salud. De hecho probablemente más cosas en la vida deberían llevar un antivirus; algo en el trabajo para que bloquee las cabronadas del jefe, algo que impida que las viejas se nos intenten colar en cualquier tienda en la que estemos haciendo cola o algo que nos avise si el plato que vamos a pedir en un restaurante es fresco o congelado antes de que cometamos un crimen contra nuestro propio sistema digestivo. Y como no podía ser de otra manera, también la NFL debería tener un antivirus para que no se cuelen personajes que la destruyan desde el interior, debería tener una especie de filtro que controlara qué puede acceder a la liga y qué no. Aunque lamentablemente, si bien es cierto que nunca es tarde para este tipo de medidas preventivas, en la NFL ya existe un problema de este tipo; una especie de virus corre libre por el sistema. Y no cualquier tipo de virus sino uno de esos conocidos como troyanos. Por suerte, dicho troyano está perfectamente identificado, se encuentra en la ciudad de Seattle y se le conoce comúnmente con el nombre de Pete Carroll.
Pero no sufráis, de momento la liga está a salvo porque el ex-entrenador de la universidad de Southern California, pese a ser uno de los troyanos más conocidos de los últimos tiempos, de momento sólo tiene acceso para afectar a los Seattle Seahawks; un equipo que ya estaba en mal estado cuando aceptó el cargo la temporada pasada pero que él se está encargando de destrozar a conciencia desde que le han dado los poderes para hacerlo. Porque si no es para destrozar al equipo, resulta tremendamente complicado explicar que el primer movimiento que Carroll hiciera sólo llegar fuera el de comprarle a Charlie Whitehurst a los Chargers por una tercera ronda del draft y cambiando las segundas de ambos equipos (supongo que podéis imaginar quien tenía el mejor pick entre San Diego y Seattle). Como para quemarse a lo bonzo. Obviamente que cada entrenador tiene que tener a su quarterback de confianza para que lidere a su equipo, pero ¿en qué momento de lucidez se le ocurrió pagar ese precio por Whitehurst? ¿Es que no vió sus estadísticas en San Diego? Pues claro que no las vió, Whitehurst llevaba un espeluznante 0/0 en cuatro temporadas sirviendo en la fantástica posición de tercer quarterback del equipo. Lo que convierte la pregunta en ¿cómo tuvo los santos cojones de dar un trozo importante de draft por un tío que en cuatro años no había lanzado un solo pase en la NFL? Algunos dicen que este movimiento se explica porque Carroll tiene tal conocimiento del football universitario que sabe exactamente donde buscar el talento oculto y rendibilizarlo al máximo. Debía ver algo bueno en Whitehurst cuando jugaba en Clemson hace ya seis temporadas y se tiró de cabeza a por él, hasta el punto de dar mucho más de lo que los Chargers esperaban recibir. Pero si bien es verdad que casos como los de Doug Baldwin o Brandon Browner pueden confirmar su buen ojo para los jugadores poco conocidos, la posición de quarterback es demasiado importante como para ir fichando pálpitos. Y más si son pálpitos tan sumamente malos. Porque hay que recordar que, pese a estar aprendiendo un año entero el sistema ofensivo de los Seahawks y tutorizado por un buen mentor como Matt Hasselbeck, Whitehurst perdió la batalla de quarterback titular durante esta preseason ante el recién fichado Tarvaris Jackson. Sí, el mismo que hacía las delicias del respetable con sus lanzamientos de menhir en Minnesota. Y cuando finalmente se le da la oportunidad por la lesión de Jackson, Whitehurst hace esto: 12/30 para 97 yardas y 1 INT. El primer quarterback en la historia de la NFL en lanzar en 30 ocasiones y no llegar a las 100 yardas de pase. «Fantabuloso».
Pero volviendo al tema de antes, es realmente una buena cualidad que sepa sacar buenos jugadores de picks de tercer día en el draft. El problema es que en la NFL más que sacar rendimiento de los sitios menos esperados hay que sacarlo de los sitios donde lo tienes. Y a Carroll esto se le ha dado fatal. El caso más sangrante de esto es el de Aaron Curry, un jugador que salió el #4 del draft de 2009, firmó un contratazo de la hostia y un jugador del que se decía que era el mejor prospecto de linebacker en llegar a la NFL en varios años. Dos años y pico después Carroll decidía que este tío no valía para esto del football y, algunas semanas después de sentarle para poner a uno de esos talentos ocultos que él se va encontrando de forma espontánea, decidió mandarlo a los Oakland Raiders por una séptima ronda. Repito, Pete Carroll ha convertido un pick #4 en una séptima ronda. Pero tampoco se queda corto el tema de Lofa Tatupu, un jugador que había liderado la defensa de los Seahawks durante los últimos años de forma más o menos decente y al que directamente no quiso renovar. Su lugar, como no podía ser de otra manera, lo ocupa un joven poco conocido con altas dosis de talento, probablemente. Pero es que en la parcela ofensiva las cosas tampoco van mucho mejor. Si bien es verdad que las cosas le van bien a Doug Baldwin, como antes se ha comentado, no podemos decir lo mismo de Golden Tate, un jugador que era una auténtica superestrella en college pero al que Carroll nunca ha considerado como algo más que un cuarto receptor. O de Sidney Rice, que tras explotar por fin en Minnesota durante las dos últimas temporada ha dado un paso hacia atrás enorme en su carrera y ha aceptado volver a recibir pases del quarterback que casi se la hunde hará unos tres años. O de Zach Miller, un tight end fichado esta offseason como un jugador importante (porque un buen tight end es el mejor amigo de un quarterback tirando a malillo) pero que ahora lleva la friolera de 8 recepciones en toda la temporada. O incluso de Mike Williams, que tras una muy sorprendente temporada 2010 en la que fue el referente del juego aéreo, esta temporada ha sido defenestrado al puesto de último mono y sólo ha podido conseguir 9 recepciones para 89 yardas en los cinco partidos que ha jugado. Y es que, habiendo los problemas que hay en Seattle, es incomprensible como no se simplifica el playbook y se deja la responsabilidad ofensiva en manos de todo este talento desaprovechado en vez de intentar hacer brillar a quien no lo tiene, o al menos a quien no tiene tanto.
En fin, que el proceso no está aún completado, pero ya hemos visto lo que puede pasar en un futuro no muy lejano. Para empezar, Carroll ya tiene el dudoso honor de ser el entrenador del único equipo que se ha metido en Playoffs con un récord negativo en temporada regular (demérito del resto de equipos de la división, por supuesto, pero será él quien pasará a la historia por este dato lamentable). Y como precedente más reciente tenemos el espantoso partido que nos brindaron Seahawks y Browns esta última semana, del que Carroll salió como perdedor y del que se dice que podría ser el peor partido de football que se ha jugado en el siglo XXI. Antes de que estas actuaciones no pasen de ser puntuales a ser habituales, ya puede el señor Paul Allen pensar en hacerle una visitilla al señor Panda, al señor McAfee o a quien le parezca. Los Seahawks tienen un troyano en el sistema y por su bien deberían eliminarle cuanto antes.