Planificar el futuro de uno mismo está bien, uno lleva una vida más tranquila sabiendo lo que tiene que hacer en cada momento y teniéndolo todo controlado hasta el más mínimo detalle. Pero todos sabemos que la vida no consiste en eso, en el fondo todos sabemos que planificar está sobrevalorado porque en algún momento siempre saldrá algún imprevisto que nos obligará a dar un giro radical a nuestras ideas iniciales. Por poner un ejemplo, este fin de semana quería ir a comer con mi familia en un restaurante, pues después de cuadrar las agendas de todos y concretar día y hora resultó que en dicho restaurante no había mesa para nosotros, con lo cual me tuve que conformar con otra cosa bastante alejada de lo que quería. Pero por si fuera poco tengo aún otro ejemplo bastante reciente, y es que la semana pasada planifiqué los temas de todos los artículos que iba a escribir durante este mes porque como estamos en offseason y la actualidad no mandaba pues podía escribir de temas más atemporales. De hecho ya tenía medio escrito el de esta semana cuando… ¡paren las rotativas! Aparece el notición «del quince» del cual todo el mundo habla, y la verdad es que yo ni quiero ni puedo ser menos. Una vez más, la realidad me ha obligado a modificar todos estos planes utópicos creados en mi cabeza, porque por mucho que quiera evitarlo esta semana toca hablar del tema de moda en la NFL, toca hablar del sistema de recompensas de los Saints.
Supongo que a estas alturas ya estaréis hartos de oir hablar sobre el tema pero por si acaso vivís en otro universo paralelo os lo cuento así por encima. Resulta que la NFL ha destapado recientemente que Gregg Williams, coordinador defensivo de los Saints entre 2009 y 2011, tenía instalado en el vestuario un sistema de incentivos económicos por rendimiento sobre el campo, rendimiento que incluía eventos del calibre de hacer salir a un rival en camilla del campo, ya sea por un rato o para todo el partido. Si queréis una versión más detallada y más completa de los hechos, la podéis encontrar en esta misma web. Vayan por delante un par de cosas. La primera es que los bonus económicos por rendimiento deportivo no reflejados en el contrato de un jugador están totalmente prohibidos por la NFL, así que el sistema de recompensas desarrollado por los Saints es totalmente ilegal. Esto para empezar. Pero la segunda es incluso más importante, y es que pagar por hacer daño a quien sea, ya sea un compañero de profesión o a quien se te ponga por delante, es repugnante como concepto y completamente indigno de una competición que se hace llamar deporte.
Ahora bien, se está llevando el tema a unos extremos tan desproporcionados que me estoy empezando a cansar con tanto ‘bounty’ por todos los lados. En Twitter, en la radio, en las webs, hasta en la sopa me estoy encontrando el tema, estamos haciendo una bola enorme sobre este asunto y, la verdad, después de leer las millones de opiniones vertidas, escuchar todos los hechos y declaraciones y pensar un poquito en el tema para contextualizarlo todo, no hay para tanto. Esto de pagar por lesionar a un jugador estaba enmarcado en un sistema de recompensas más extenso, que también contemplava incentivos por sack, intercepción o cualquier otro evento que pudiera cambiar la dinámica de un partido. Unos incentivos que como norma general podían rondar entre 1.000 y 1.500 dólares. ¿En serio alguien cree que 1.500 dólares pueden motivar a un jugador de NFL? En absoluto. Estamos hablando de jugadores que son capaces de pagar 10.000 dólares por jugar con calcetines de un color distinto del que marca la equipación oficial, así que estos incentivos económicos que representan una miseria en relación a su sueldo a los jugadores les dan como un poco igual. La interpretación más plausible a este tema es que era algo interno para hacer ambiente de vestuario, para tener una mejor química de equipo. Es como si tú y los colegas os reunís para jugar una pachanga de fútbol y véis que en el equipo contrario hay un patoso muy patoso, seguro que alguno no tardará en salir diciendo que invita a una cerveza al primero que le tire un caño. Pues cuando el grupo de colegas es de jugadores y entrenadores de la NFL las apuestas pueden subir hasta niveles de lesiones, porque son ricos, porque por lo general están más zumbados y porque el football es un deporte de contacto en el que se pueden buscar este tipo de situaciones sin levantar demasiadas sospechas.
Porque en el football las hostias como panes son, valga la redundancia, el pan de cada día, y si alguien ve un piñazo descomunal en medio de un partido nunca va a pensar que es porque va a por la pasta que supuestamente le van a pagar. Por eso resulta tan gracioso que ahora salga gente de debajo de las piedras diciendo que ellos ya lo sabían, porque los Saints habían tenido partidos que se les veía demasiado agresivos y que esa motivación no podía ser sólo deportiva. Menuda chorrada. Es muy fácil ser ventajista aprovechando los acontecimientos y salir diciendo, por ejemplo, que los Saints estaban buscando lesionar a Favre en esa ya archifamosa final de conferencia porque no sé quién les prometió no sé cuanto dinero, pero a poco que se piense uno se da cuenta de que eso tiene pinta de ser mentira. ¿Los Saints pegaron a Favre? Obviamente. ¿Más de la cuenta? Pues quizá también. ¿Fue por dinero? Ni de chiste. Si los Saints le dieron a Favre hasta en el carné de identidad fue porque estaban a tan sólo dos partidos de ganar un anillo, el primero para la gran mayoría de jugadores de ese equipo, y porque el gameplan defensivo tenía que ser exactamente ese que pusieron en práctica. Ganar ese partido pasaba por intimidar físicamente a Favre para que sacara su versión mala, la versión en la que nota un poco de presión y cuelga el balón en una triple cobertura, la versión en la que sale corriendo hacia un lado y luego intenta lanzar al lado opuesto, la versión que regala el partido a sus oponentes. Pero ahora es mucho más fácil decir que fue para ganarse un sobresueldo, y eso no es nada justo.
Igual que no es nada justo que por haberse levantado todo este revuelo ahora los triunfos de los Saints queden en entredicho. Hay quien habla hasta de quitarles el título de la Superbowl que consiguieron en 2010. ¿Nos hemos vuelto locos o qué está pasando? Los Saints ganaron la Superbowl porque tenían un ataque estelar y porque la defensa estuvo a un nivel bastante bueno durante los playoffs. El sistema de recompensas era vigente en esa época, eso es innegable, pero también lo estaba este año y la defensa no ha hecho un pimiento (#24 en yardas totales encajadas, #30 en yardas de pase encajadas, empatados como #19 en sacks y empatados en #28 en intercepciones), así que esto de los incentivos nunca puede ser utilizado como el factor diferencial que provocó la victoria de los Saints en la Superbowl. Ese factor diferencial podría haber sido la adrenalina de conseguir el primer anillo, la responsabilidad de no fallarle a unos fans entregados, la inercia ganadora de ese año, las ganas de cambiar una franquícia que históricamente había sido considerada como una de las peores de la NFL. En cualquier caso, las motivaciones de los Saints en la consecución de la Superbowl de 2010 fueron muy distintas a cuatro chavos. En el fondo, y salvando un poco las distancias, lo que se quiere hacer con los Saints y la Superbowl, recuerda a lo que se hizo con Reggie Bush cuando la NCAA destapó que cobró dinero y aceptó regalos mientras jugaba en USC. En su época de college Bush era de largo el mejor jugador y llevó a su universidad a disputar dos BCS Championship Games (temporadas 2004 y 2005), pero a la que se descubrieron las irregularidades no sólo Bush se vió obligado a devolver el Heisman Trophy en 2005 sino que además USC fue desposeída del título que consiguió en 2004. Sí, lo que hizo fue ilegal, pero el dinero no convierte a los jugadores en superestrellas, el trabajo y el talento lo hacen, así que humillarle de esa manera probablemente fue totalmente innecesario. Irónico que es el destino, parece que todos los éxitos que consigue Reggie Bush luego acaben con un interrogante encima.
Pero volviendo al tema de las recompensas, hay algunos detalles más que son potencialmente interesantes. El primero es que no deja de ser curioso que todos los que veían (y siguen viendo) a Roger Goodell como el archienemigo de la NFL, especialmente tras el lockout de la offseason pasada, ahora confían ciegamente en él para que reparta sanciones como quien tira caramelos en las cabalgatas, y así se convierta en el salvador universal que devuelva la dignidad a un deporte que ahora mismo está bastante tocado. Lo tendrá que hacer, ya no sólo por las actividades que se desarrollaron en el seno de la franquícia sino porque los Saints han sido tan ingenuos de dejar un montón de pruebas que evidencian las irregularidades, pero es sorprendente como alguien puede pasar de villano a héroe potencial en un periodo de tiempo tan breve. Después existe el tema de los St. Louis Rams, el equipo que contrató a Gregg Williams durante esta offseason y que, teniendo en cuenta los rumores y especulaciones de sanciones que se barajan, se puede quedar sin coordinador defensivo para un largo periodo de tiempo sin haber tenido nada que ver en el asunto. Desde luego, si se hiciera un ranking de los equipos con más mala leche de la NFL los Rams tienen que estar muy arriba. Y para terminar, pero mucho más preocupante que los otros dos según mi punto de vista, es qué pasará ahora con Drew Brees. Brees no es sólo una estrella de este deporte, es también una de las mejores personas dentro de toda la NFL, y a partir de ahora tendrá dianas marcadas en su cabeza, en sus rodillas, en sus tobillos y en el agujero que deja el número 9 que lleva en la espalda. No por ser Drew Brees, porque parece impensable que alguien tenga algo personal contra él, sino por ser el quarterback del equipo que pagaba por lesionar a sus oponentes. Y lo peor no es eso, lo peor es que pese a todo Brees estaba dispuesto a seguir jugando en los Saints, pero la misma gerencia que con su permisividad a la hora de consentir estos actos le ha puesto en el punto de mira del 90% de los defensores de la liga le ha negado el contrato que se merece y le ha enchufado el franchise tag por la cara, algo que por cierto el quarterback se ha tomado muy mal. Bonita manera de tratar al jugador que le ha dado la vuelta a la franquícia como si fuera un calcetín.
Y dicho esto, hasta aquí hemos llegado. Sí, es verdad, es una mala noticia para este deporte, pero no hace falta ser ni tan pesado ni tan exagerado con el tema. De hecho, lo habitual una vez han pasado varios días desde que se produce una noticia es que los medios de comunicación dejen de referirse a ella y que, por lo tanto, ésta se vaya difuminando en nuestras memorias de forma progresiva. Eso sería lo deseable en este caso pero como parece que esto de tirarse piedras contra nuestro propio tejado mola, de esta noticia no se puede dejar de hablar. Que si multas, que si inhabilitaciones, elecciones de draft que se pueden ir al garete, ¡qué más da! Las sanciones ya llegarán cuando tengan que llegar, hasta entonces no hace falta que nos fustiguemos cada tres segundos y medio y nos recordemos a nosotros mismos lo despreciable que puede llegar a ser este deporte. Porque da la sensación de que da igual que Arian Foster haya renovado, que Robert Mathis haya hecho lo propio, que ayer se acabara el plazo para poner el franchise tag, ahora parece que de lo único que se puede hablar es de si los Saints son o no son merecidos campeones de los Superbowl 2010, de si a Sean Payton le van a castigar pegándole en los dedos con una regla o de si se ha interceptado un correo electrónico del toro que mató a Manolete a Gregg Williams reclamando su bonus económico. La psicosis colectiva acerca de todo el daño que ha generado el sistema de ‘bounties’ está alcanzando proporciones de plaga bíblica, y eso también es una mala noticia para este deporte.
Señores, vamos a ser un poco sensatos y parar un poco porque si se analizan las cosas con un poco de perspectiva el «escándalo», aunque existe y es evidente, también es menos de lo que parece. Así pues, dejemos de ser tan sensacionalistas y démosle al tema la importancia que se merece. Que no es tanta.