Esta semana tocan salchichas, salchichas de Carnicerías Sanchez con patatas del huerto de la granja Schottenheimer. Resultado: un plato insípido, poco salado y con cierto olor a podrido.
Por Axel Andrés
Dicen que tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor. Y podríamos decir que en la NFL pasa algo parecido, un equipo necesita que sus jugadores clave estén fuera de la enfermería, necesita dinero para pagarles y necesita de una buena sintonía entre dichos jugadores y su cuerpo técnico. Este último tema resulta bastante delicado puesto que las relaciones entre plantilla y staff son bastante frágiles y, de entre todas las que existen, especialmente crítica resulta la relación entre quarterback y entrenador. O, en el caso de que el entrenador esté centrado exclusivamente en la parcela defensiva, lo más importante para un equipo es la que el quarterback y su coordinador ofensivo se lleven bien. Este es precisamente el caso de los New York Jets, Mark Sanchez y Brian Schottenheimer parece que se llevan de fábula. A uno no le importa ejecutar las barbaridades que dice el otro, y a este otro tampoco parece importarle que el primero perpetre sus jugadas. Y precisamente el hecho de que ninguno de los dos se cuestione la validez del otro se antoja como un problema altamente grave que los Jets deberían solucionar en breve. Pero empecemos por el principio.
Los New York Jets seleccionaron a Mark Sanchez con el pick #5 del draft de 2009 después de dar a media plantilla a los Browns para subir a esa posición. Parecía un muy buen pick; Sanchez estaba considerado por muchos como el mejor prospecto de quarterback (incluso por encima de Matthew Stafford) y los Jets en ese momento contaban con Kellen Clemens como quarterback titular. Contrato del copón bendito para el señorito y puesto de titular garantizado desde training camp. Es lo último realmente destacado que ha hecho. Su primera temporada será recordada por lanzar 12 touchdowns y 20 intercepciones y por comerse perritos calientes en el banquillo. También fue el inicio de su hazaña más memorable, fue cuando Rex Ryan tuvo que hacer de profesor de guardería y engancharle pegatinas de colores en el playbook para que el niño supiera que la ruta verde molaba y la ruta roja era caca. Este método educativo se consolidó durante la segunda temporada, en la que, pese a seguir jugando muy por debajo del nivel esperado en un quarterback franquícia, mejoró un poco sus números. Y contento con su rendimiento, en esta última pretemporada Sanchez ha estado más pendiente de protagonizar sesiones fotográficas de gusto discutible antes de intentar mejorar como jugador. Desde Joe Namath que en los Jets no veían algo parecido, con la diferencia de que almenos Namath era bueno. Sanchez es más limitado como jugador y, como no podría ser de otra manera, las cosas le van como el culo. No hay más que mirar la mala racha de resultados que atraviesan los Jets, con tres derrotas consecutivas y con Sanchez realizando actuaciones tan memorables como 119 yardas contra los Ravens o 166 contra los Patriots (un equipo que pese a este último partido sigue último en la NFL en yardas de pase encajadas por partido con 326.6). Y además dejando como víctima a Colin Baxter, un center rookie que reemplazó a Nick Mangold durante su lesión y que puede que no tenga más oportunidades en su carrera gracias a la habilidad de Sanchez para no coger los snaps. Esto, que para muchos podría parecer suficiente como para almenos darle un toque de atención, parece no importar a Brian Schottenheimer, quien sigue alabando sus cualidades sin darse cuenta del problema de fondo. Pero es que Schottenheimer tampoco es cualquiera…
Brian Schottenheimer es hijo del célebre Marty Schottenheimer, uno de los mejores entrenadores de la historia de este deporte, con lo que se demuestra que el apellido no hace el talento. De hecho, desde que Julio José Iglesias sacó su último disco que no ha habido un desprestigio tan grande a un apellido. Obviando su etapa como jugador universitario (en la que cambió Kansas por Florida para ser suplente de Danny Wuerffel) y su etapa de aprendizaje como entrenador (en la que mayormente hacía de asistente de algo en los equipos de su padre), Brian Schottenheimer entró al cargo como coordinador de ataque sustituyendo al recientemente fallecido Mike Heimerdinger en 2006 y para ser objetivos hay que decir que el equipo experimentó una mejora durante los primeros años, el ataque funcionó más o menos bien a pesar de tener quarterbacks justitos y a un head coach como Eric Mangini. Pero el draft de 2009 cambió su vida para siempre; los Jets adquirieron a un nuevo quarterback franquícia y Schottenheimer asumió la formación del joven Mark Sanchez como si fuera el objetivo clave para llegar al nirvana en una vida próxima. Y tanta es su devoción en convertir a Sanchez en el mejor quarterback de la historia que está dilapidando todo el crédito adquirido hasta ahora, en especial a nivel de playcalling. Porque lo que lleva haciendo Schottenheimer durante estos últimos años es cantar jugadas para mejorar el rendimiento personal de Sanchez, para que se vea en las estadísticas lo bueno que es y lo cerca de la élite que se encuentra. Que en el fondo no sería del todo malo si no fuera porque el football es un deporte de equipo, y si beneficias claramente a uno puede haber muchos otros que se sientan perjudicados. Otros que en este caso son Santonio Holmes, Derrick Mason o Plaxico Burress, que la semana pasada «supuestamente» se amotinaron contra Schottenheimer y su playcalling. Curiosamente Derrick Mason ha sido traspasado hoy mismo a los Texans, un movimiento que demuestra quien manda, pero también un movimiento que indica quien está perdiendo la confianza del vestuario. Y todo por hacerle de padre a un quarterback que no parece dar más de sí.
Es precisamente aquí donde debería entrar en escena Rex Ryan. El entrenador de los Jets, un tipo un poco bocazas pero un entrenador de los pies a la cabeza, debería dar un paso al frente y poner a cada uno en su sitio. Tiene que pararles los pies a su dúo dinámico, ponerles los pies en el suelo haciéndoles ver que el equipo está 2-3, a dos partidos de Patriots y Bills y ya con medio pie fuera de los playoffs aunque sólo llevemos cinco jornadas de liga. Porque aunque este equipo tradicionalmente va de menos a más, no hay ninguna garantía de que esta temporada también remonten al final, y los Jets tienen demasiado talento como para despedirse tan pronto de la carrera por la Superbowl. De producirse esto, Mark Sanchez y Brian Schottenheimer serían los principales y prácticamente únicos responsables de la situación, y resultaría muy lamentable que por la incompetencia de un par de tíos tengan que joderse gente como LaDainian Tomlinson o Darrelle Revis, gente que merece mucho más de lo que le están dando.
Seamos realistas, todos los equipos tienen una figura a la que todos los fans señalan en los fracasos del equipo. En los Jets, por desgracia, hay dos figuras que ponen travas al éxito del equipo, uno porque el talento le llega donde le llega y el otro porque es como esos profesores que premia en exceso la gente justita que lo intenta pero se olvida de los que saben más aunque se esfuercen menos. Y lo peor es que ambos van en pack, como los Petit Suisse. Pobres fans de los Jets, a ellos les han dado dos…
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