Una habitación pequeña para él y sus tres hermanos. Otra, justo al lado y del mismo tamaño, para su padre y su madre. Seis inmigrantes nigerianos sin papeles viviendo, o mejor dicho, sobreviviendo en Grecia para tener un futuro mejor que el que habían dejado atrás en Nigeria. El día a día en Atenas, una auténtica lucha de resistencia. Las probabilidades de tener unas condiciones de vida mejor, mínimas. Y el riesgo de ser deportados por ser inmigrantes ilegales, exageradamente altas.
Giannis Antetokoumpo, por entonces apellidado Adetokunbo, vivió en unas malísimas condiciones en su infancia en el país heleno junto con sus hermanos Thanasis, Kostas y Alex y sus padres Charles y Veronica. Nunca tuvieron un lugar fijo de residencia, sufrieron varios desahucios y hacían de todo para poder vivir y mantener las mejores condiciones de vida posibles. Desde cuidar niños, hasta vender sombreros, mochilas y gafas en la calle. Cualquier cosa valía para poder llevarse un trozo de pan a la boca y tener un techo bajo el que dormir.
Así, 20 años. Dos décadas de largo sufrimiento que tuvieron que afrontar después de abandonar su país natal, donde los padres de Antetokoumpo también vivían una situación complicada al no encontrar un trabajo estable ni una oportunidad de futuro. Por ello, decidieron emigrar a Europa en busca de una vida mejor que no terminaron de encontrar, principalmente por su condición de inmigrantes ilegales. “Si Giannis hubiera sido científico, no hubiera conseguido lograr la nacionalidad griega porque hay al menos 100.000 niños con el mismo problema”, cuenta Spiros Vellianitis, el entrenador de baloncesto que descubrió el gran talento de Giannis.
Dentro de las malas condiciones en las que vivían, lo que le sacaba a Antetokoumpo física y mentalmente durante unas horas era el deporte del balón de cuero y la canasta. Y fue el gran talento que atesoraba jugando en el parquet lo que le acabó sacando tanto a él como a su familia del fango y la inestabilidad en la que vivían.
La clave no solo estuvo en que Giannis mostraba muy buenas cualidades, sino el país en el que se encontraban. Grecia, un país que respira baloncesto por los cuatro costados, no podía dejar pasar la oportunidad de hacer de este jugador uno de los suyos. Para poder formar parte del combinado nacional griego tenía que viajar, para ello tenía que tener un pasaporte y, para tenerlo, necesitaba una nacionalidad. “Se puede decir que él fue la excepción”, comenta Vellianitis, en referencia a que pudiera conseguir ser griego oficialmente pese a sus orígenes y el modo en el que llegó al viejo continente.
Esta fue la gran clave para que el actual jugador de los Milwaukee Bucks pudiera llegar a donde está ahora. El poder conseguir un pasaporte para poder jugar con el combinado nacional del país y no ser un ciudadano ilegal permitió en gran parte que pudiera comenzar a tener una carrera prometedora en el mundo del baloncesto.
Antetokoumpo se nacionalizó griego en mayo de 2013 y en julio de ese año ya pudo disputar en Europeo sub-20. “Estaba muy contento. Fue una cosa pequeña pero que significaba mucho para mí y para mi familia”, asegura Giannis. A nivel local, jugaba en el equipo Filathlitikos B.C. El general manager de los Bucks, John Hammond, estuvo viéndole jugar en el gimnasio en el que entrenaba, de no más de 500 espectadores, con algunas ventanas rotas y donde uno de los tableros no tenía aro. Su reflexión, más allá de dar por hecho que iba a ser un ‘pick’ claro de primera ronda, fue sencilla y contundente. “La vida de este chico va a cambiar”.
«De entre 100.000 niños en la misma situación, Antetokoumpo fue la excepción», Spiros Vellianitis, su entrenador en Grecia.
Y tanto. Pocos meses después fue elegido en el número 15 del Draft de 2013 por la franquicia de Winsconsin. Más tarde, estaba firmando su primer contrato en la NBA. “Ser drafteado ha sido algo muy bueno para nosotros y para la familia. Trabajamos muy, muy duro y fue demasiado complicado vivir”, subraya Veronica, la madre del actual jugador de los Bucks.
“Para mí, mis padres son héroes”, asegura Antetokoumpo, quien no sabe qué hubiera sido de él de no haber jugado al baloncesto. “Ellos querían un mejor futuro y una mejor vida, pero en Grecia no la tuvieron mejor y seguía siendo difícil. Durante 50 años ambos no han tenido la vida nada fácil”. Por suerte, eso ahora ha cambiado y todos los problemas se han quedado atrás. Tal y como deseaba cuando fue elegido por los Bucks para jugar en sus filas, esperaba que fueran a Milwaukee, que les gustara pero sobre todo que tuvieran la tranquilidad que no habían tenido hasta entonces. “Espero que nos divirtamos como una familia”, remarcaba hace tres años. Y a la vista del nivel que está demostrando en las canchas de la mejor liga del mundo, están teniendo muy complicado aburrirse con su hijo.
Una evolución monstruosa
La calidad y capacidades de Giannis Antetokoumpo no pillan de sorpresa a nadie, pero la incidencia que está teniendo en el juego de los Bucks en su cuarta temporada está siendo francamente fuera de lo normal. Más que nada, la evolución que ha experimentado de la temporada 15/16 a la posterior se puede calificar como monstruosa.
Nunca había promediado más de 20 puntos, 8 rebotes y 5 asistencias por partido. Ahora lo está haciendo, y con creces. Pero más allá de los números, el liderazgo que está asumiendo en los Bucks y su papel como referente del equipo cada día se está haciendo más evidente. Buena prueba de ello fue la canasta que anotó sobre la bocina ante los New York Knicks en el Madison Square Garden para ganar el partido en el último segundo.
Su constitución física, sumado a su estilo de juego, hacen de Antetokoumpo un jugador aún más valioso y sobre todo muy difícil de defender. En los partidos usa sus 211cm y sus interminables brazos para intimidar rivales, coger rebotes y poner tapones. Pero es que, además, saca un enorme partido de sus piernas y velocidad para salir a la línea de triple, fintar ante los contrarios y acometer entradas a canasta enormemente complicadas de frenar. Si encima se trata de un contraataque, las opciones de pararle disminuyen desmedidamente, pues la rapidez con la que los ejecuta hace que una carrera de una canasta a otra sea un auténtico paseo para él.
El techo de este jugador aún no se sabe dónde está. A priori de lo visto hasta el momento, queda mucho para alcanzarlo aún. Si las circunstancias para que siga creciendo y progresando se dan, podemos estar hablando con tranquilidad de uno de las principales estrellas de los próximos años. Ni él ni nadie sabe aún dónde llegará, pero él si sabe de dónde viene. Si mantiene los pies en la tierra y aprovecha cada momento, lo que tendrá en adelante no será un pasaporte a la gloria, sino un billete en primera clase hacia cualquier cima que se proponga alcanzar.