Cuántas veces habremos oído historias procedentes del deporte de alto nivel estadounidense donde la carrera de un jugador se ve truncada por sus excesos, por su poca cabeza o por su escasa formación previa a llegar a la élite. Cuántas veces nos hemos echado las manos a la cabeza al conocer el pasado difícil de ese jugador, al explorar lo mal que lo ha pasado en su infancia y adolescencia hasta que ha llegado al escalafón más alto del deporte. Pero, ¿qué pasa cuando nos encontramos con una historia que es totalmente distinta?
Muchos jugadores novatos reciben unas sesiones de orientación antes de comenzar su andadura como rookies en las grandes ligas norteamericanas para guiarles en lo más importante de su relación con la prensa, redes sociales o que se conciencien de la posición que acaban de adquirir como jugadores profesionales. Pero pocas veces se hace tanto hincapié en un niño de 15 años para que se concience, madure desde esa edad y se vea si realmente le importa la carrera que está comenzando.
Una cabeza trabajada, disciplinada y amueblada es lo que adquirieron Los Angeles Lakers en el número 2 del pasado Draft con D’Angelo Russell. Desde bien pequeño supo esperar su oportunidad y sacar su talento a relucir poco a poco para que brillase en el momento preciso. Su carrera deportiva tuvo un punto de inflexión fundamental en su segundo año de jugador en el instituto. Un momento determinante que muchos jugadores hubieran deseado tener en su adolescencia, no por acabar mal en el futuro, sino por dirigir y gestionar de una forma adecuada el enorme talento de un jugador. Principalmente para no perder ni desaprovechar las cualidades de un talento en bruto.
El momento clave en la carrera de Russell tuvo lugar cuando dejó Kentucky para seguir formándose en la Montverde Academy (Florida), una institución con un buen programa formativo de baloncesto donde Russell iba a encontrar lo que él necesitaba para seguir creciendo, aunque él no lo viese en un primer momento. Pero fue valiente, y aunque no todo fue un camino de rosas en su paso por esa academia le echó narices. Y acabó trabajando y mejorando el descaro y calidad que tiene como jugador.
“Fue lo mejor para él. Se comportó como un hombre, se consiguió desenvolver y sacó lo mejor de esa situación para ser lo que es ahora”, piensa su padre, quien se alegra de haber tomado esta decisión hace unos años. El comienzo de esa etapa de D’Angelo no fue fácil, pero tampoco es de extrañar en un chico tan joven que se tiene que marchar lejos de casa tan pronto. Todo parecía normal. Un adolescente de 15 años que se marcha a un lugar nuevo y desconocido, donde tiene que dormir con compañeros que no conoce y donde está ahí únicamente para estudiar y jugar al baloncesto.
Aún así La primera noche hizo lo que nadie pensaba. Su entrenador en Ohio State, Thad Matta, le pidió algo que no pensaba que iba a cumplir porque ningún chaval lo hacía. Simplemente le dijo que cuando llegase a Montverde y estuviera en su habitación le llamara para decirle que había llegado bien. Matta no daba un duro por recibir esa llamada. Pero Russell, aunque fueran las 00.30 de la noche, llamó.
La vida en Montverde no iba a ser sólo entrenar y entrenar. Russell tuvo que aprender a administrar y gestionar su tiempo. Tenía que vivir, estudiar y llevar todas las tareas de clase hechas a tiempo, porque sino luego no había tiempo para poder entrenar. “Ahí no había nadie que te echara un cable. Nunca se me dieron bien las matemáticas y se me atascaban, pero tenías que aprobarlas como fuese. Me costó mucho, pero ahora no estaría aquí si no hubiera sido por esa escuela”, señala Russell agradecido.
«Mi entrenador en Montverde me dijo que hiciera las maletas, que esto no era para mí» – D’Angelo Russell
Pero lo más difícil era que Russell, con 15 años, tenía que entender que el tiempo que iba a pasar en Montverde era para sembrar y recoger los frutos más adelante. Y eso no es sencillo para que un chaval de esa edad lo entienda. “Centrarte en ti mismo para quitarte de cualquier distracción y mantener una actitud positiva fue una prueba que Dios puso en mi camino”, reconoce el jugador.
Jugar para el equipo de baloncesto de Montverde no era ni la diversión ni juego que era en Kentucky sino que ahí la cosa iba en serio. Y al principio no lo disfrutó porque se pasaba más tiempo en el banquillo que en la pista. “Tuve un golpe de realidad. Llegó un momento que me quería ir, lo hablé con mi padre e incluso discutí con él. Hasta mi entrenador en Florida me dijo que hiciera las maletas porque eso no era para mí”, cuenta D’Angelo. Pero Russell tuvo que madurar. No tenía otra opción y trabajó muy duro para poder llevar esa situación y destacar en la cancha, además de llevar sus estudios al día. Esa determinación y organización que aprendió en Montverde le ayudó a construir la mentalidad que tiene ahora.
En lo que se refiere a su juego, tuvo que corregir ciertas cosas desde el principio, algo que sabe bien su entrenador en aquel momento. “Le dije que no me importaba si hacía diez tiros y lo único que le pedí era que no tirara la primera vez que le llegara un balón. ¿Y qué hizo? Tirar la primera vez que le llegó un balón”. Tuvo que aprender a ser más inteligente en su juego y a concebir y asimilar todo lo que le iban enseñando su entrenador.
La competencia era grande y muchas veces D’Angelo hacía todo lo posible por poder jugar, aunque no lo hiciese. Le preguntó a su entrenador qué podía hacer para poder ayudar al equipo y, mientras seguía estando en el banquillo en los partidos él seguía entrenando y practicando. Esperando su oportunidad. Y acabó recogiendo los frutos.
“Mueve la bola rapídisimo, se desprende de ella a tal velocidad que parece una bala” – Thad Matta
En Montverde pudo acabar demostrando su calidad y llevó al equipo en su primera temporada a un récord de 22-5 para acabar en el puesto 14 nacional. En el año de junior el balance subió a 27-2 y en la temporada de senior el récord fue de 28-0, donde el propio Russell promedió 19,3 puntos, 4,7 asistencias y 3,6 rebotes. Todo ello le llevó a ser nombrado como un prospecto cinco estrellas y en el top 100 del ranking de ESPN fue situado en el puesto número 13.
La temporada pasada terminó de explotar en la liga universitaria. Ohio State fue el equipo que tuvo la oportunidad de tenerle en sus filas, donde su calidad no pasó desapercibida. Al término de la campaña fue elegido en el mejor equipo de la NCAA de la temporada, en el de la Big Ten, Freshman of the Year de la Big Ten y ganó el Jerry West Award, entre otros. Los Angeles Lakers han puesto sus ojos en él y en sus 19,3 puntos, 5,0 asistencias y 5,7 rebotes que ha promediado por partido en esta última temporada.
Su visión de juego y su desparpajo seguro que ayudará a los angelinos, pero sobre todo su movimiento de balón. Los Lakers fueron uno de los diez equipos que menos asistencias totales repartieron en la temporada regular en el curso 2014/15, algo que necesitan mejorar urgentemente para poder generara más juego y hacerse competitivos en una siempre difícil conferencia Oeste. Y más aún con el reto, u obligación para muchos, de meterse en los Playoffs tras dos temporadas de ausencia.
Con todo esto, D’Angelo Russell se prepara para una temporada donde todo lo invertido en el pasado puede dar sus resultados ahora, porque pocas veces se cuida y se trabaja el talento de un jugador de esta calidad con tanto mimo. Porque una decisión a tiempo puede cambiar, o dirigir de la manera correcta, la historia y éxito de un diamante en bruto.
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