Igual ahora mismo corro el riesgo de sonar a pijo, a cocinero que no se puede comer ni sus propios platos o a ambas cosas, pero cenar en un restaurante es algo que está bien, que me gusta y que recomiendo hacer de vez en cuando. De hecho, yo mismo ayer me fui a cenar fuera, y la verdad es que me gustó mucho. Pedí un entrecot de un tamaño bastante considerable, de muy buena calidad, muy tierno y hecho al punto que a mí me gusta, o sea muy poco. Hasta ahí todo correcto. El problema es que me lo trajeron acompañado de una ensaladita con tomatitos cherry aliñada con vinagre de Módena, de unos trocitos de patata al horno con cebolla caramelizada por encima y de una salsa de pimienta con un toque de ni me acuerdo qué. Tres cosas que tuve que apartar de forma insistente para poder disfrutar plenamente de mi cacho de carne. Porque en el fondo lo que uno quiere cuando pide un entrecot es comer un entrecot, no comer paridas varias que vayan echando por los alrededores para acompañarle. Curiosamente, estas situaciones no sólo se dan en los restaurantes, se dan en muchos otros sitios, como por el ejemplo en la NFL. Cuando alguien se sienta a ver un partido de football lo que quiere ver es un partido de football, no cositas sin demasiado interés que se van colando de vez en cuando. Y cuando el partido es de la magnitud de la Superbowl, pues que lo disfracen entre espectáculos y mandangas puede resultar bastante cabreante.
No es que me importe tener información deportiva desde una semana antes de que se juegue el partido, obviamente que me interesa si Gronkowski se recuperará del tobillo o de si Bradshaw entrena o no entrena porque son cosas que afectan directamente a lo que es el partido, lo que me molesta es toda la farándula que se monta alrededor del evento que no lleva a ningún lado. Algo que se resume en tres puntos básicos:
Media Day
Es probablemente la tontería más grande ya no sólo de este deporte sino del mundo del deporte en general. Este precioso día consiste esencialmente en que un grupo extremadamente numeroso de jugadores de ambos equipos tienen que encasquetarse en un cubículo preguntas. Pero no cualquier tipo de preguntas porque, aunque sí que salen algunos temas interesantes sobre el partido, los interrogatorios a los jugadores constan de memeces de proporciones bíblicas. Por poner algún ejemplo, a Welker le pidieron si podía deletrear Belichick o a Umenyiora le preguntaron si conocía alguien más llamado Eli a parte del quarterback de su equipo. Tonterías como la copa de un pino. Pero la palma se la lleva el pobre Rob Gronkowski, que en un mismo día tuvo que soportar que le preguntaran por su canción favorita de Madonna o si sabía como se llamaban las tres hermanas Kardashian. ¿Y a mí qué cojones me importa todo esto? Y lo que es peor, ¿por qué tienen que aguantar los jugadores cosas como ésta a pocos días del que quizá sea el partido más importante de sus carreras? Obviamente es para hacer negocio, porque no contentos con el propio espectáculo la NFL vendió entradas para el evento por el módico precio de 25 dólares, entradas que permitían a los asistentes sentarse en las gradas del Lucas Oil Stadium con unos cascos para poder escuchar en directo todas esas declaraciones de vital importancia para su paz espiritual. Acojonante. Y si realmente la gente valora este tipo de actos quizá lo suyo sería moverlo a la Pro Bowl, con presencia de muchos más jugadores interesantes, aunque para eso habría que decirles a los dichos jugadores que dejaran de hurgarse la nariz en sentido antihorario durante un par de horas y no sé si habría demasiada predisposición.
Cantar el himno
Vaya por delante que los americanos son muy patriotas, y que la tradición de cantar el himno antes de cada evento deportivo es muy respetable. Incluso encuentro respetable que, aprovechando que la Superbowl es el evento deportivo con más audiencia del año, hagan el despliegue de medios que suelen hacer; banderas que dejarían en ridículo a la de la Plaza Colón, muchísimos soldados de vete a saber qué batallones e incluso los aviones que pasan por encima del estadio cuando termina el himno. Lo que es sorprendente para nosotros y probablemente indignante para ellos es que el himno, lo que debería ser la parte más importante de la exaltación patriótica del personal, sea perpetrado por estrellas del mundo de la canción, y digo perpetrado porque dichas estrellas parece que hagan de este aparente honor un concurso a ver quien canta peor. Y si se trata de derrotar el precedente del año pasado las cosas no van a estar nada fáciles, y es que la actuación desastrosa de Christina Aguilera del año pasado aún retumba en las cabezas de cualquiera que aprecie la música. Un reconcentrado de notas excruciantemente largas, gorgoritos innecesarios que intentaron exhibir sus capacidades pulmonares pero que lo único que consiguieron es hacer acupuntura en nuestros tímpanos y lapsus de letras que muchos aún no perdonan. Quizá mejor que lo veáis vosotros mismos.
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En fin, no soy el tío que entiende más de música del mundo pero cantar una canción que has mamado desde que tenías 2 años no creo que sea tan complicado. Y si las superestrellas aprovechan la ocasión para potenciar sus habilidades musicales a la vez que destrozan el himno, quizá sería mejor que se escogiera a alguien más normalito.
Halftime show
El Media Day tiene un pase porque en el fondo es una chorrada, distrae lo justo y si no quieres verlo lo ignoras y punto. Lo del himno no deja de ser algo que hiere más a los americanos que a nosotros, y si duele muchísimo siempre se puede bajar el volumen de la tele al mínimo de forma temporal. Pero el Halftime Show te lo tienes que comer por cojones, aunque sea silenciado no se puede pasar rápido. Y como el resto de espectadores, quienes también se lo tienen que comer enterito son los dos equipos, que ven como las reglas del football son adulteradas porque hay unos señores/señoras cantando en un escenario, porque la media parte tiene que alargarse para que dé tiempo a montar y desmontar el escenario y que los cuatro artistas de turno hagan su actuación. Este año se alarga hasta un total de 31 minutos, exactamente el tiempo que descansaron el jueves los Patriots entre sus dos partes del entreno. Un momento, ¿están entrenando el descanso? Con la de cosas de las que se tienen que preocupar referentes al partido, ¿en serio es necesario que también tengan que entrenar cosas ajenas al deporte les puedan joder la preparación? El partido es lo que es y punto, si se quiere rellenar los huecos con entretenimiento que así sea, pero lo que no se puede hacer es manipular el deporte para poder ganar un poco más de pasta. Y menos con gente que en el fondo nos importa un pepino y medio, porque si quisiéramos ver un concierto estaríamos mirando la MTV y no un partido de football. De hecho si miráramos la MTV el concierto sería mucho mejor, disfrutaríamos de la música (si nos gusta) sin temor a un nuevo Nipplegate o a un desfase criminal como el que vivimos hace un par de años con la actuación de The Who. Pero el caso es que lo que queremos ver es football, así que váyanse con la música a otra parte.
En fin, que la Superbowl se divide en dos partes muy diferenciadas: el football y todo lo que le rodea. No hay ningún otro evento deportivo en el que se hagan tantas cosas ajenas al deporte, lo cual es bastante triste cosas porque lo que le suele gustar al espectador es el propio partido y no tanta floritura a su alrededor, y que tenga que ser precisamente en el deporte que más me gusta pues me toca las narices. Pero qué le vamos a hacer, yo no soy quien lo montó así que con mucho cuidado apartaré las ensaladitas y me centraré en el entrecot, que es con lo que realmente disfruto. Dicho esto, sólo queda rezar para que la carne sea de buena calidad, ya no por mí sino también por todos vosotros. ¡¡Buen provecho!!