Primer lomo embuchado que nos deja Axel Andrés. Estará cada semana cortando finas lonchas de cualquier embutido y carne, ya sea tanto la más fresca como la que tenga más nervios, que se le ponga por delante con su cuchillo santoku.
Por Axel Andrés
Antonio Ramiro es un gran tipo, de eso no hay duda. Es un tipo con espíritu joven, con ganas de comerse el mundo, que se gana bien la vida e incluso trabaja los fines de semana. Y en su tiempo libre le gusta viajar, pasar tiempo con su pareja y probablemente divertirse con sus amigos. Ah, y un último detalle. Antonio Ramiro está tan avergonzado de tener un nombre que puede no parecer lo suficientemente americano que se lo ha modificado ligeramente; es por eso que todos nosotros lo conocemos como Tony Romo. Pero obviamente no escribo este artículo para relatar las bonanzas de Romo como persona, que no hay nada que haga indicar que no las tenga, sino que lo hago para rajar de él como quarterback. Principalmente porque se lo merece y porque rajar de él parece que está de moda, pero también porque hace un tiempo que ya tenía ganas de hacerlo.
No os voy a engañar, desde que debutó nunca me he fiado de él como quarterback. Al principio era algo sólo intuitivo, quizá me guiaba porque le veo un cierto parecido con Juliano Belletti pero con más orejas y por eso le daba menos credibilidad que al resto, pero a lo largo de su carrera su trayectoria ha ido sustituyendo estas intuiciones por certezas. Y ahora ya no sólo no me fío de él sino que me parece malo. Explícitamente. No porque tenga un mal juego de pies, o porque su técnica de lanzamiento está poco depurada, o porque la espiral del balón cuando sale de su brazo no es completamente perfecto y simétrico; todo esto en el fondo me da un poco igual porque ni me he fijado ni tengo ganas de ser tan purista. Digo que es malo porque en los momentos calientes, en los que su equipo se juega la vida, es el jugador que toma peores decisiones de toda la NFL. No sé, el chico como que se pone nervioso y parece que tenga la obligación moral de cagarla para sentirse bien consigo mismo, aunque en el proceso tire el partido y el esfuerzo de sus compañeros a la basura. Eso, aparte de ser un poco egoísta por su parte, suele ser perjudicial para su equipo. Y sino no hay más que mirar el partido del pasado fin de semana contra los New York Jets.
Dicen las leyendas, o las estadísticas, que hasta el partido de este fin de semana los Cowboys iban con un récord de 246-0-1 ganando de 14 puntos en el último cuarto. ¿Un récord histórico de una de las franquícias con más tradición en la NFL? Nada que Romo no pueda echar por los suelos con un poco de imaginación. Bueno, en este caso tampoco hay que darle todo el mérito puesto que sus compañeros decidieron mostrar solidaridad con su pobre quarterback, pero es innegable que Romo fue la cabeza pensante y principal perpetrador del desastre de Dallas. Porque cuando vas ganando en el último cuarto, ganas de 7 y tienes posibilidad de anotar, señor mío, lo que hay que hacer es anotar. Si puede ser un touchdown perfecto pero sino un field goal también va bien. Pero no, es mucho más divertido jugar a ser Michael Vick, intentar correr con el balón y regalarlo porque no tenemos ni idea de cómo se protege. Ahora que empaten ya no depende de ti, si hubieras conservado la bola lo habrías evitado. Y mira por donde resulta que los Jets metieron un touchdown y empataron, cierto que en unas circunstancias más que penosas, pero nada de lo que Romo se pueda quejar porque fue él el que les dió la oportunidad. El problema es que, lejos de aprender de los errores y aceptar que en los momentos críticos su rendimiento da pena, decidió cargarse el equipo a las espaldas. Pero no de cualquier manera, o se hace a lo grande o no se hace así que decidió que iba a ganar el partido pasándosela únicamente a un receptor cojo (porque Dez Bryant estaba lesionado) cubierto por el mejor cornerback de toda la NFL. Y como no podía ser de otra manera, entre que buscaba activamente ese enfrentamiento y que se le encoge el brazo, volvió a regalar la pelota a unos Jets que posteriormente anotarían para ganar el partido.
Qué coño, los Jets no ganaron el partido, Romo lo perdió y reconocido por él mismo en la posterior rueda de prensa. Pero esto ya no sirve, no es la primera vez que pasa algo así y luego tiene que salir a poner la mejilla para que le vayan dando de hostias (la mayoría de veces merecidamente por cierto). La gente en Dallas ya no quiere perdonar, quiere ganar. Y ya le hizo el gran favor de perdonarle el famoso hold de field goal en playoffs contra los Seahawks que luego quiso arreglar corriendo de forma grotesca hacia la end zone. O el favor de perdonarle haberse ido de vacaciones con la parienta días antes de un partido crítico para luego no dar el callo en el campo. Porque en el fondo todo eso son minucias y por el futuro del equipo se acaban perdonando. Pero a lo largo que pasa el tiempo ya no son sólo minucias sino que se está viendo algo mucho mayor, se está viendo que Romo nunca será el quarterback que lleve a los Cowboys a ganar la SuperBowl. Primero porque nadie en la NFL ha tenido tantas armas ofensivas y tan buenas como las que ha tenido Romo desde que es quarterback titular de los Cowboys (hay que recordar que hace un par de años también contaba con un Terrell Owens en plena forma) y pese a eso nunca han parecido un equipo con opciones reales de ganar el anillo. Pero segundo, y mucho más importante, porque tiene ese gen de irse por la pata abajo que, por muy bien que parezca que van las cosas, siempre hace que encuentre la manera de hacer el tonto en el momento más inoportuno para evitar que su equipo tenga cualquier tipo de éxito. Y una franquícia clásica como los Cowboys merece algo más que eso.
Con lo cual, Antonio Ramiro, mucho gusto de haberte conocido. Supongo que te seguiré viendo por aquí pero sinceramente preferiría no hacerlo. Eso significará que los Cowboys habrán pasado página. Y bien que habrán hecho.
Romo, dedicate a dar vueltas como un avioncito
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