Es miércoles y abrimos la carnicería. -”Señora, ¿cómo lo quiere?” – Póngame el cerdo entero, que voy a hacer cabezal de Manning asado en salsa de Caldwell con patatas Polian, todo aderezado de especias Painter y vinito de barrica Collins.
Por Axel Andrés
En cualquier deporte que se precie hay equipos que se identifican con un solo jugador. Por ejemplo, si hablo de Larry Bird todo el mundo sabrá de qué equipo voy a hablar, igual que si hablo de Ryan Giggs, de Martin Brodeur o de Derek Jeter. Pero como en la NFL también se da este fenómeno no voy a hablar de ninguno de estos mitos vivientes del deporte y me voy a centrar en el deporte que nos ocupa. Voy a hablar de alguien cuya leyenda empezó el 18 de abril de 1998, el día en el que fue elegido como número uno del draft, subió al escenario, se puso una gorra que el sastre oficial de la NFL le hizo a medida (que por cierto las imágenes demuestran que tampoco le cabía entera) y fue presentado como el próximo quarterback franquícia de los Indianapolis Colts. A partir de entonces, Peyton Manning nos ha ofrecido trece años de actuaciones acojonantes, actuaciones no tan acojonantes, gestitos grotescos que sólo entendían él y Jeff Saturday, anuncios con más o menos gracia y una racha de 208 partidos jugados de forma consecutiva. Pero, a lo largo de tantos partidos en los que no veían otra cosa, en la mente de todos los aficionados de los Colts se empezaba a formar la pregunta: “y cuando no tengamos a Manning, ¿qué?”. Bienvenidos seáis entonces a la temporada 2011.
No hace falta que os explique la historia porque seguro que la sabéis de sobras. Manning está lesionado del cuello y, después de una operación en offseason de la cual no se recupera del todo bien, decide operarse otra vez perdiéndose así probablemente la temporada entera. No pasa nada, los Colts tienen en Bill Polian a un tío que lo tiene absolutamente todo previsto, hace drafts a tres años vista (si algún año empieza a jugar un Kavell Conner cualquiera, se sale y no sabéis de donde coño ha salido, mérito suyo), planifica la plantilla de maravilla y, por si fuera poco, ha enchufado a su hijo Chris en el puesto de General Manager para asegurarse de que la franquícia tenga un buen relevo generacional en las oficinas. Mentira. Quizá los Colts estaban preparados para cualquier otra cosa, pero no para esto.
Nunca en la historia de la NFL se ha vivido una situación de tanto pánico como cuando saltó la noticia de que Peyton Manning iba a perderse partidos de temporada regular. Los Colts, que siempre se habían caracterizado por unos movimientos calculados y razonados, fueron corriendo a contratar un quarterback de forma desesperada porque no confiaban en Curtis Painter. Y el elegido fue Kerry Collins, un jugador ya retirado cuyo aspecto físico rozaba la decadencia pero por el otro lado, y cuyas actuaciones en las tres primeras jornadas fueron unas mierdacas de proporciones bíblicas. Y precisamente en esa tercera jornada Collins fue reemplazado por Painter, porque por malo que fuera este último siempre lo iba a hacer mejor que un tío al que han sacado del asilo y han puesto detrás del center como si de un personaje de Los Sims se tratara. Pero con el cambio de quarterback, si bien es cierto que el ataque aéreo ha dejado de ser un chiste, los resultados siguen siendo igual de malos. Todos los partidos perdidos y muy pocos atisbos de esperanza para lo que queda de temporada. Ha sido faltar Manning y pasar de ser de los equipos de referencia en la NFL a ser un firme candidato al número 1 del draft del próximo año. ¿Y de quién es la culpa? Algunos señalarán a Bill Polian por no tener previsto algo que tampoco era tan descartable (no en vano Manning ya se había perdido alguna pretemporada por someterse a operaciones en offseason), otros señalarán al entrenador Jim Caldwell como el máximo culpable, otros dirán que es culpa tanto de Kerry Collins como de Curtis Painter por ser más malos que la gripe aviar,… Sí y no. Está claro que todos los mencionados anteriormente tienen un porcentaje de culpa en esta situación, algunos más y algunos menos, pero no son los máximos responsables de la situación. El máximo responsable de la pésima temporada de los Colts se llama Peyton Manning.
Obviamente no porque se haya lesionado, este es un deporte de contacto y todo el mundo tiene derecho a lesionarse y recuperarse en la enfermería. Esta situación es culpa de Peyton Manning porque deliberadamente se ha querido convertir en mucho más que un quarterback para los Colts, y de ahí derivan todos los problemas actuales del equipo. Gracias a sus gestitos grotescos y a sus cambios de jugadas, Manning no sólo se había convertido en el líder de los Colts dentro del campo sinó que también estaba ejerciendo como coordinador de ataque. Y como no le hacía ningún tipo de caso al staff, la gerencia apostó por facilitarle las cosas a Manning cuando hubo que reemplazar a Tony Dungy y se decidió por un tal Jim Caldwell, curiosamente el que era el coordinador defensivo del equipo. En esos momentos Tom Moore era el único que podía salvar un poco al equipo puesto que fue el creador de este ataque y coordinador ofensivo de los Colts durante muchos años pero, después de un sospechoso nombramiento como “asistente senior” en 2008, acabó por abandonar el equipo en 2010, no sabemos si harto del equipo o simplemente porque ya era demasiado viejo como para seguir en el puesto. En resumen, una cagada detrás de otra que lo único que ha hecho es delegar tres puestos importantísimos en la jerarquía de un equipo en una misma persona. Y si dicha persona no está, el equipo obviamente se va a la mierda.
O sea, resumiendo la lista de culpables. Polian tiene parte de culpa por no haber encontrado un quarterback suplente de garantías por si pasaba esto y por permitir que Manning sea la única persona con un poco de criterio ofensivo en toda la franquícia. Caldwell tiene parte de culpa por parecer un muñeco del Museo de Cera que un par de operarios ponen en los partidos como atrezzo, y más en concreto por no mostrar ningún tipo de carácter, porque si fuera un entrenador un poco serio habría convencido a la plantilla de que sólo falta un jugador, que el resto son los mismos y que esto es un deporte de equipo. Kerry Collins tiene parte de culpa por aceptar una oferta para ser quarterback titular en la NFL cuando no está preparado ni para jugar al Madden. Curtis Painter… hace lo que puede. Pero la mayor parte de culpa la tiene Peyton Manning, por permitir que la franquícia a la que representa y a la que se supone que quiere se hunda como un barquito de papel porque él ha querido ser el puto amo único e indiscutible del equipo.
Así pues, esta temporada a Manning le toca mantener la cabeza gacha y aguantar la vergüenza y el chaparrón. Y el año que viene aprender de lo ocurrido y enfrentarse al futuro con un poco más de cabeza. Que de eso todos sabemos que tiene de sobra.