Estamos en 1947, en el inicio de lo que se suele conocer como The Golden Age. El debut de Jackie Robinson con los Dodgers puso fin a a ese «pacto entre caballeros» que mantenía a los negros fuera de la MLB y abrió la puertas a muchos afroamericanos y latinos. En la búsqueda constante por encontrar al próximo Babe Ruth, muchas franquicias ficharon a grandes bateadores de las Negro Leagues y de distintas ligas latinoamericanas.
Una breve historia del bullpen (I): 1876-1945
A la llegada de gente como Mays, Campanella, Banks, Aaron o Clemente, hay que añadir la irrupción de toda una generación de pegadores blancos que crecieron obsesionados con la leyenda del Bambino. Las cosas se pusieron muy difíciles para los pitchers y las sustituciones empezaron a ser algo cada vez más habitual.
En 1947 los abridores terminaban el 42% de los partidos, en 1960 la cifra había caído hasta el 27%.
Los ‘fireman’ se convierten en tendencia
Es por tanto en estos años, y debido a la exigencia de las ofensivas, cuando la totalidad de los equipos comienzan a tomar conciencia de lo importante que es tener buenos lanzadores en el bullpen. La gran mayoría de los relevistas siguieron siendo gente joven que esperaba una oportunidad en la rotación o veteranos en declive, pero casi la totalidad de las franquicias adoptó la figura del fireman, un lanzador establecido que saltaba a la lomita cuando el partido estaba apretado (no sé si esto les resulta familiar… ¿Francona? ¿Miller?…).
Los Yankees, siempre conscientes de la importancia de los relevistas, encontraron en Joe Page a un sustituto perfecto para Johnny Murphy. El gran arma de Page era una bola rápida localizada en la parte alta de la zona que lanzada desde su perfil de zurdo, lo que era una auténtico quebradero de cabeza. Su papel en las Series Mundiales de 1947 y 1949 fue vital. Entre las dos lanzó un total de 22 entradas en la que promedió un 3.27 de ERA. Yogi Berra dijo que fue el primer relevista en ser tratado como una estrella y el primero que salía desde el bullpen no por falta de calidad sino porque el equipo así lo necesitaba.
En 1950, Jim Konstanty se convirtió en el primer relevista en ganar el MVP de la temporada regular (y no ganó el Cy Young porque aún no existía). Los Phillies lo utilizaron como fireman y relevista de largo recorrido, de hecho hubo partidos en los que llegó a lanzar diez innings. Sus números de 1950 lo dicen todo: 152 entradas lanzadas, todas ellas saliendo desde el bullpen, 22 saves y un ERA de 2.66. Su labor fue fundamental para llevar a los ‘Whiz Kids’ Phillies al Clásico de Octubre, donde fueron barridos por los Yankees. Solo otros tres relevistas han sido capaces de ganar el MVP posteriormente.
Los chicos del bullpen empezaron a coger fama de ser unos raritos. Los abridores ya eran vistos como una gente bastante peculiar, con rutinas y manías que los bateadores nunca han entendido muy bien. Roger Khan los define en The Boys of Summer como «individualistas, valientes, cabezones, cerebrales, hipocondriacos y solitarios». Los relief pitcher llevaron esto a un segundo nivel.
Pitchear en el béisbol es ingrato. Nunca vas a recibir los aplausos que el público le dedica a un bateador y siempre te recordarán por tus errores. Pero lo de los relevistas parece masoquismo. ¿Cómo puede alguien disfrutar cuando siempre que sale a lanzar todo está en el filo de navaja? ¿Cómo es posible que alguien diga que se siente más cómodo si hay corredores en bases? Está claro que los brazos del bullpen tienen cabezas un tanto peculiares.
Este aura de raritos llevó a muchos relevistas a abandonar la bola rápida, carta de presentación de los grandes aces, y desarrollar lanzamientos un tanto particulares. En la entrega anterior comentamos que Johnny Murphy triunfó durante su carrera con una letal bola curva, y muchos tomaron su ejemplo. Jim Konstanty lanzaba una cosa llamada palmball, Hoyt Wilheim se hizo famoso gracias a su impredecible knuckleball (y fue el primer relevista en ser admitido en el Salón de la Fama) y en Elroy Face y Lindy McDaniel encontramos a dos virtuosos de la forkball. Hasta los lanzadores que seguían usando la recta le daban su toque personal, como Ted Wilks, que lanzaba con el brazo por debajo de la cintura en algo que fue bautizado como submarine pitch.
Los pitchers y sus lanzamientos
Otros nombres importantes de estos años fueron Hugh Casey, Ryne Duren, Clem Labine, Al Brazle, Ellis ‘Old Folks’ Kinder, Don McMahon o Joe Black.
La importancia cada vez mayor que los relevistas fueron teniendo en el juego hizo que desde ciertos sectores de la prensa se empezara a pedir reconocimiento para ellos. Se debía buscar alguna estadística que midiera su incidencia en el juego de la misma manera que los ‘partidos ganados’ lo hacían para los abridores. En 1960, el periodista Jerome Holtzman, de The Sporting News, comienza a introducir en dicha publicación una lista con los ‘saves’. En 1969 la MLB incorpora los ‘saves’ a su lista de estadísticas, pero aún no se puede hablar de closers. La figura que seguía dominando los bullpens era la del fireman.
Bienvenidos al béisbol moderno
Una década de tranquilidad institucional (a pesar de la agitación social que supuso la integración) y de pocos cambios en la manera de concebir el juego del béisbol llega a su fin en 1960. En los veinte años siguientes se producen una serie de cambios que transforman totalmente la estructura de la MLB y la manera de jugar.
Estamos hablando de los movimientos de franquicias a la Costa Oeste (Dodgers, Giants y A’s), de la aparición de nuevos equipos (Mets, Angels, Astros y Senators en los primeros ’60, y Royals, Brewers, Padres, Expos, Mariners y Blue Jays en la década siguiente), de la creación del draft en 1965 y de la agencia libre en 1976.
En lo deportivo, lo más relevante es la introducción del bateador designado en 1973 y la aparición de los grandes aces. A principios de los ’60 se vio a dos abridores dominar la liga como nunca antes se había visto. Estamos hablando de Sandy Koufax y Bob Gibson. Tras ellos aparecieron toda una serie de abridores que marcaron época: Nolan Ryan, Tom Seaver, Steve Carlton…
Curiosamente la aparición de estos grandes aces coincide con la ampliación de las rotaciones de cuatro a cinco brazos y con el control sobre la carga de trabajo a la que se les sometía. Se comenzó a limitar el número de lanzamientos que un pitcher podía hacer por apertura (unos 100) y se estableció que lanzar más de 200 entradas en una temporada podía acortar sus carreras. Estas medidas obligaron a que todos los equipos reforzaran su cuerpo de relevistas y a que el papel de estos fuera bastante más protagonista.
Algunas de la estrellas relevistas de la época fueron Dave Giusti de los Pirates, ‘Sparky’ Lyle de los Yankees, Mike Marshall, Dan Quisenberry de los Royals, Jesse Orosco (el pitcher con más partidos jugados en la historia de Las Mayores) o Willie Hernández (sorprendente ganador del MVP en 1984).
Estos lanzadores solían finalizar los partidos, pero no eran closers tal y como los conocemos ahora. No lanzaban exclusivamente en la novena entrada, sino que salían cuando el manager lo veía necesario y en la mayoría de los casos estaban en el montículo durante más de un inning. De hecho, si repasamos las estadísticas, nos encontramos con que era habitual que pese a salir desde el bullpen se acercaran a las 100 entradas lanzadas por temporada, algo impensable a día de hoy. El uso de los relevistas era tan excesivo que en 1974 Mike Marshall, entonces en los Dodgers, lanzó durante 13 partidos consecutivos logrando cinco victorias seguidas en el plazo de seis días.
‘Goose’ Gossage y ‘Rollie’ Fingers: carácter y dominio en la lomita
Las dos figuras indispensables de estos años son Rich ‘Goose’ Gossage y Roland ‘Rollie’ Fingers. Dos Hall of Famers que quedarán para la historia tanto por sus actuaciones en el campo como por sus peculiares bigotes. Gossage fue un power pitcher que aterrorizó a la liga entre 1972 y 1994. Su 1,90m, su corpulencia, su mostacho estilo camionero, su forma de mirar y comportarse en la lomita y su bola rápida de 96 mph con «tendencia» a golpear a los bateadores lo convierten en uno de los lanzadores más intimidantes jamas vistos.
Empezó su carrera con los White Sox, pero su falta de control y su limitado repertorio de lanzamientos impidieron que triunfara como abridor y fue traspasado a los Pirates. Solo estuvo un año en Pittsburgh. En la temporada de 1977 demostró que como relevista era absolutamente dominante y los Yankees se hicieron con sus servicios. En el Bronx tuvo sus mejores años. Fue All-Star hasta en cuatro ocasiones y un fijo entre lo candidatos al Cy Young e incluso al MVP. En siete temporadas con los Bombarderos consiguió 151 saves y un 2.14 de ERA.
Su fuerte personalidad le llevó a discutir públicamente con Steinbrenner, al que llegó a llamar «el gordo que está en los despachos». Esto motivó que en 1984 ‘The Goose’ se fuera de los Yankees y firmara por los Padres. Después de cuatro años en San Diego fue de equipo en equipo hasta su retirada definitiva en 1994. En sus 22 años en Las Mayores acumuló 310 saves y promedió un ERA de 3.01.
Fingers, al igual que Gossage, fue otro proyecto de abridor que fracasó al llegar al Gran Show. Entonces Dick Williams, manager de los A’s, decidió probarlo como relevista. Fue un auténtico acierto. Su slider y su fastball fueron fundamentales para dar forma a la dinastía de la ‘Moustache Gang’, esos A’s que arrasaron con todo en los primeros ’70 y de los que se dice que fueron un equipo tan maravilloso en el diamante como inestable en el clubhouse.
El propio Fingers fue protagonista de alguna de las broncas más sonadas de aquel equipo. Antes de un partido de las Series Mundiales de 1974, Blue Moon Odom y Fingers se enzarzaron en una pelea que terminó con seis puntos en la cabeza del segundo. Este es solo un ejemplo de una franquicia en la que las bufonadas del propietario Charlie Finley y las salidas de tono de Reggie Jackson eran el pan nuestro de cada día. Aún con esto fueron capaces de ganar tres World Series consecutivas entre 1972 y 1974.
Fingers estuvo nueve años en Oakland con un rendimiento francamente bueno. Su ERA fue de 2.91 y se convirtió en un fijo del Partido de las Estrellas. La legalización de la agencia libre en 1976 permitió a Fingers fichar por los Padres, donde cosechó otras cuatro buenas temporadas antes de salir traspasado a los Cardinals. Apenas estuvo unos días en St.Louis antes de ser incluido en un trade que lo llevó a los Brewers.
Cuando llegó a Milwaukee tenía 34 años y parecía estar en el crepúsculo de su carrera, pero aún tenía gasolina en el deposito. En 1981 completó la mejor temporada de su carrera. Solo concedió nueve carreras en los 78 innings que lanzó y su ERA fue un ridículo 1.04. Además redondeó su actuación con 28 saves. Estos números le valieron para ser el MVP y el Cy Young de la competición.
En 1985, después de una mala temporada, fue cortado por los Brewers. Los Reds de Pete Rose le ofrecieron un contrato, pero la política del conservador equipo de Cincinnati le obligaba a afeitarse el bigote. La respuesta de Fingers demuestra su carácter: «Si Marge Schott (la controvertida dueña de los Reds y famosa por ir a todos lados con un perro San Bernardo) afeita a su San Bernardo yo me afeitaré el bigote». No hace falta decir que el que quizás haya sido el mejor fireman en la historia de la MLB nunca fichó por los Reds y puso fin a su carrera después de 17 años en Las Mayores.