El New York Post reveló a finales del pasado mes de agosto la existencia de una reunión entre el comisionado de la NBA, David Stern, el multimillonario propietario ruso de los Brooklyn Nets, Mikhail Prokhorov y el dueño de los New York Knicks, James Dolan a principios de la pasada campaña para rebajar tensiones entre ambas franquicias. Durante 35 años, ambos conjuntos estuvieron separados por un río y la delimitación de un estado, pero ahora ese “monopolio” de los Knicks ocupando todo el mapa del baloncesto de Nueva York se ha visto interrumpido por la presencia de los Nets desde al año pasado, que también quieren hacerse con su hueco en la ciudad.
Pese a esa reunión, en los últimos meses ha vuelto a haber cierta tensión en ambos lados de la ciudad. J.R. Simth dijo sobre Paul Pierce y su fichaje por los Nets que era sólo “una persona amargada tratando salir de Boston”. Éste le respondió diciendo que “su odio hacía los Knicks había incrementado un poco más” y que “era el momento de que los Nets empezasen a mandar en la ciudad”, mientras que Raymond Felton se jactó diciendo que no estaban “preocupados por los Nets, sino por los Knicks”.
Yo sólo espero que todas las disputas que surjan se queden en la cancha y que el juego sea lo que más se enriquezca, impulsado por el contexto histórico y social de cada barrio neoyorquino. Es lo mejor que le podría pasar al baloncesto.
La NBA ha tenido que resignarse durante décadas a ver que la competencia de baloncesto entre dos equipos de esta ciudad no era del todo así, ya que los Nets pertenecían al estado de New Jersey, mientras el resto de ligas sí contaban con dos equipos en la ciudad de Nueva York fomentando grandes rivalidades.
Si bien durante algunos años fueron los Knicks los que llegaban a finales de Conferencia y una final de la NBA y otros años fueron los Nets los que estuvieron a punto de alcanzar la gloria, hasta hace un par de años ambas franquicias no eran de las más competitivas de la NBA y, mientras en otras ligas sí existía esa competencia entre dos equipos de Nueva York, Knicks y Nets se tenían que ver resignados a temporadas con récord negativo para decepción de los aficionados. Hasta hace un par de años.
Y es que desde la progresiva mejoría de los Knicks en las últimas campañas y con el salto de los Nets a Brooklyn el año pasado, por fin podemos disfrutar en el baloncesto de una competencia por la supremacía de NYC como puede suceder entre Giants y Jets, Islanders y Rangers o Yankees y Mets, en algunos casos más que en otros.
En el caso de Knicks y Nets, es un choque de estilos y de historia, lo cual hace más apasionante esta rivalidad. Los Knicks se apoyan en su historia, en su tradición. Juegan en el pabellón más famoso del mundo, situado en una de las avenidas más famosas del mundo en el barrio que, para muchas cosas, también es el centro del mundo. En Manhattan no sólo se exige a los Knicks que ganen por el propio hecho de cosechar buenos resultados, sino porque tienen una larga historia de baloncesto que defender.
En el parquet del Madison han jugado algunos de los mejores jugadores de la historia de la liga y, tras una mala racha de juego y resultados esta pasada década, los Knicks vuelven a estar de nuevo en los puestos de cabeza de la Conferencia Este, siendo una de las franquicias referentes y a batir, con permiso de LeBron y sus Heat, claro está.
En cambio, la historia de los Nets es bien distinta. La franquicia recuerda muy gratamente aquellos años donde llegaron a dos finales de la NBA y donde eran el equipo a batir dentro de la Conferencia Este. Cayeron derrotados con Lakers y Spurs en 2002 y 2003, cierto, al igual que los Knicks en 1999 ante los Spurs, con lo que ambos equipos perdieron sendas oportunidades de poderse poner un escalón por encima de su vecino de estado y recordarle durante años dicha gesta.
Si bien después de la época de los Kidd, Martin, Jefferson y compañía, New Jersey pasó por unos malos años de eterna reconstrucción, la llegada de Mikhail Prokhorov a la dirección de la franquicia ha dado un golpe de efecto al rumbo de los Nets.
Ahora el nuevo equipo de Brooklyn, que volvió a recuperar una franquicia de NBA tras muchos años huérfano de baloncesto, reluce allá por donde va. Todo huele a nuevo: el pabellón, el ambiente del equipo y de los aficionados, los dólares de Prokhorov que han convencido a Deron Williams para que comande la nave de Brooklyn los próximos años y un largo etcétera hacen que en el mítico barrio neoyorquino haya surgido una potencia baloncestística que haga frente a los Knicks y que se empiece a forjar una larga, bonita y duradera rivalidad.
Boston y el triple traspaso
Nueva York no es sólo una ciudad con disputas internas con los equipos de su ciudad, sino que alberga una histórica rivalidad con todo aquello que proceda de Boston. Y si es en el plano deportivo, aún más.
En esta offseason pudimos presenciar uno de los movimientos más sonados de todo el verano, cuando el ya mencionado Paul Pierce, junto con Kevin Garnett y Jason Terry aterrizaron en el Barclays Center de Brooklyn procedentes nada menos que de los Boston Celtics. Y para más inri, Jason Kidd, ex Net y jugador hasta hace unos meses de los Knicks, será el que dirija el equipo desde la banda.
Con esto no hace falta decir mucho más, porque parecen motivos suficientes para prever que nos lo vamos a pasar muy bien esta temporada con los Knicks y los Nets.
En el punto en que nos encontramos ahora, ambos conjuntos presentan dos estilos y filosofías de juego distintas dispuestas a dar lo mejor de sí mismas a partir de noviembre. En el horizonte tienen el objetivo de cuajar una buena temporada, sí, pero mirando de reojo al vecino para que no se ponga por delante. Aún así, hay que saber priorizar las cosas y lo más importante debe ser el propio baloncesto, cuidar esta rivalidad dentro de los límites de la cancha, ya que no hay ciudad en la que en sus calles se respire y se respete tanto este deporte como en Nueva York.