Boston y Nueva York, Nueva York y Boston, 361 kilómetros y 4 horas en coche es lo que les separa, pero una rivalidad deportiva acérrima, una de las mejores en toda la historia de los deportes. Siempre que le cuento a alguien que no sabe de deportes americanos de esta rivalidad les pongo un ejemplo fácil: «es como un Madrid-Barca de la costa este de Estados Unidos». Tal rivalidad deportiva se puede remontar a hechos históricos, a la guerra de la independencia de las colonias americanas. Boston fue la primera ciudad que se levantó contra la metrópoli británica mientras que el estado de Nueva York se mantuvo como uno de los principales feudos fieles a los europeos. Hoy, doscientos cuarenta años después, tenemos otro episodio de «odio» entre ambas ciudades atlánticas, la Super Bowl XLVI entre New England Patriots y New York Giants.
Para empezar hay que aclarar a muchos que los Patriots son el equipo de Boston por una sola razón, hasta 1971 se llamaban los Boston Patriots, entonces se recolocaron a Foxborough, una localidad en los suburbios de Boston (a 35 kilómetros). Nueva Inglaterra no es un estado, es la zona noreste de Estados Unidos que abarca los estados de Maine, Vermont, New Hampshire, Rhode Island, Connecticut y Massachusetts (donde está Boston), por eso el equipo se llama New England y por eso a la franquicia se la identifica con toda ese área, plagada de aficionados de los Pats. Esta situación ya levanta ampollas en Nueva York, de hecho estos días el gobernador de ese estado ha dicho con mala uva que «a ver si se buscan ya un estado con el que identificarse», cosas del trash-talking previa Super Bowl y de rivalidad.
La rivalidad deportiva, que explicaremos más adelante, se ha trasladado quizá socialmente, y viceversa, los bostonianos y los neoyorquinos tienen esa sana rivalidad de ciudades, típica rivalidad de pueblos como pasa toda la vida en cualquier rincón del mundo. Nueva York se cree el centro del mundo, que lo es, con su esencia particular, es Nueva York, complicado explicar con palabras, he vivido mucho tiempo allí y no hay día que no piense en ella: Nueva York es esa novia que te dejó marcado por como era, pero tú sabías que no podía funcionar a largo plazo. Si esa es la esencia de New York, Boston es la mujer con la que te debes casar, con la que tienes que formar una familia porque te dará estabilidad. He vivido lo suficiente en ambas ciudades como para decir que «en Nueva York vivir la veintena y en Boston a partir de la treintena». No es que Boston sea una morgue (aunque cierran los bares a las 2) pero ya sabéis lo que dicen: «la ciudad que nunca duerme» (lo certifico).
Esto lo saben los bostonianos y los neoyorquinos. «Ellos son la capital de Nueva Inglaterra y nosotros la capital del mundo. Somos superiores en lo que podemos ofrecer», comenta Lou DiBella, famoso promotor de boxeo. «Se creen mejor que nosotros, pero vienen en verano al cabo y en otoño a ver la caída de la hoja, algunos envían aquí a sus hijos a colegios privados porque no saben leer ni escribir hasta que llegan aquí y además son muy malos conductores», afirma Ron Borges, columnista del Boston Herald. Como representación gráfica, este fragmento de un capítulo de Padre de Familia, que recordamos que se desarrolla en Rhode Island:
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=nSa6gGO49DA[/youtube]
Puedo certificar que el comportamiento neoyorquino es muy parecido al que se dramatiza en Padre de Familia, pero hablamos de los newyorkers puros y duros, esos de Queens, Brooklyn y Bronx (y los chaqueteros de Nueva Jersey) porque en Manhattan el 80% de la población no es originaria de Nueva York. Eso suele pasar en los bares y en casos aislados en los estadios. Los deportes en Estados Unidos no se viven dentro y fuera de los estadios como en Europa, hay hooligans pero no están organizados social y logísticamente tan bien. No hay grandes batallas campales dentro y fuera de los estadios, pero sí hay peleas (porque muchos se ponen pedo antes y durante el partido) y los medios cada vez se hacen eco más de ellas (quizá para dar carnaza amarillista). Por eso, puedes ir con una camiseta de los Red Sox al Yankee Stadium tranquilamente, aunque tranquilamente es relativo. La sensación de respeto (más bien la sensación neoyorquina de «me importa un pepino») la percibes. Es relativo porque como comentaba antes, imbéciles los hay en todos lados y yo me topé con uno hace unos años en el Yankee Stadium que me volcó la cerveza en la camiseta de David Ortiz. Es cierto que me apetecía tocar las narices y me cogí unos asientos en bleachers, la zona más barata de un estadio de béisbol y donde, por tanto, el «macarreo» abunda. La gran suerte que un policía por la zona vio la situación y se llevó al amigo, porque con el pronto que tengo me iba a por él, y mi situación legal no era la idónea para ser detenido por algún altercado.
Puedes vivir también alguna situación curiosa por la calle si vistes una camiseta de Brady, gritos o insultos de fondo, pero nada peligroso, por eso os recomiendo si sois seguidores de los Patriots y vais a vivir la Super Bowl en Nueva York que os busquéis vuestro feudo patriota, al menos un bar con fans 50-50 y no caigáis en alguna zona masiva azul. Aunque también hay reductos bostonianos como el pub Professor Thom’s en el East Village.
Mañana, miércoles, continuación de este artículo con «Boston vs Nueva York: Enésimo capítulo de odio deportivo».