Cuando Dave Odom, entrenador de la universidad de Wake Forest en 1992, pasó unos días en las Islas Vírgenes para reclutar nuevos talentos, no entendía porque ese espigado chaval de 16 años llamado Tim Duncan le miraba sin apenas gesticular una mueca o pestañear. Como si no prestara atención o no le importara lo que le estaban contando. Poco duró esa sorpresa durante una charla que tuvo con él, pues pronto se dio cuenta que era parte de su carácter y que, no solo era su manera de prestar atención, sino que jugando era un jugador talentoso y con una velocidad de aprendizaje muy alta.
Odom se le acercó porque, a la hora de hacer equipos para probar a los jugadores, Duncan se retiró a la línea de banda para ver cómo jugaban los demás. “¿No vas a jugar? Vine aquí por todo esto”, le preguntó Dave extrañado. La respuesta de Tim, pese a su temprana edad y aparente inmadurez, no extrañará a cualquiera que le conozca actualmente después de haber jugado 19 años en la NBA, por concienzudo plan digno de la mentalidad calmada y pausada de Duncan. “Jugaré después de ellos. Si juego ahora, me apartarán del grupo y me llevará todo día el día intentar volver a jugar. Si me meto después a jugar, quizás pueda elegir a mis compañeros y así me podrás ver en acción”. Fue una opción inteligente y meditada que, posteriormente, acabó dando sus frutos.

Cuando le llegó el turno a Duncan, se puso manos a la obra y demostró todas las habilidades que tenía jugando al baloncesto. Y precisamente enseñó a Odom lo que necesitaba para su equipo en Wake Forest y por lo que había ido a las Islas Vírgenes, concretamente a la isla de Saint Croix. Quería un jugador diferente y que le reforzara el juego interior. No solo consiguió eso, sino que lo hizo a través de un chico con una personalidad tímida pero sencilla, a la vez que trabajadora y con determinación hacia lo que quería lograr.
«Tenía una mente impropia de alguien de su edad. Otros jóvenes no hacen lo que él hacía. Era muy tímido, pero siempre estaba pensando en progresar y avanzar» –Dave Odom.
“Juegas bien y eres bueno, pero me informaste de que tenías un buen gancho y no lo he visto”, dijo Dave a Duncan. No hicieron falta más palabras para que el bueno de Timmy volviera a la pista e metiera dos o tres lanzamientos de ese tipo.
Ese viaje y todo lo visto por Odom fue fundamental para que, posteriormente, Duncan tuviera la carrera profesional que ha tenido. Tim por aquel entonces era desconocido, adolescente, muy alto y delgado, pero su personalidad y mentalidad ganadora era la misma ahora que por aquel entonces. Pero lo que de verdad convenció a este entrenador para reclutarle para su equipo de Wake Forest fue su impropia y avanzada madurez para una persona de su edad. Así fue el comienzo de la carrera baloncestística de Tim Duncan la cual iba a cambiar los cimientos de este deporte durante las casi dos décadas que jugó como profesional.
El mate sobre Alonzo Mourning
Ese mismo año 1992, aunque unos meses antes, sucedió un hecho que fue el germen que hizo viajar a Odom a Saint Croix a ver jugar a ese chico tan talentoso de una isla caribeña. En el Draft de aquel año, Alonzo Mourning acababa de haber sido elegido en el número 2 y estaba a punto de empezar su primera campaña en los Charlotte Hornets, equipo que le había seleccionado.
Debido a unos episodios de violencia que se habían sucedido en las Islas Vírgenes, Bob Kingsley, agente por aquel entonces del ex jugador de los Seattle Supersonics Chris King, organizó un tour con algunos jugadores de la NBA para recaudar fondos e intentar que esa situación negativa en la isla se calmara de algún modo. Entre estos jugadores se encontraba el pívot Alonzo Mourning que aceptó ir a ese viaje y jugar con jugadores locales, entre los que se encontraba Tim Duncan.
«Aquel día dominó y se divirtió ante Alonzo Mourning con tan solo 16 años» –Chris King, ex jugador de la NBA.
Dada la posición de Mourning y de Duncan en la cancha, aunque el segundo aún era un chaval anónimo, se emparejaron defensivamente durante el partido. Chris King recuerda que, pese a que se trataba de un evento benéfico, se quedó con cómo jugaba Tim. “Duncan dominó a Mourning”. King se imaginó que Alonzo estaba en ‘modo partido benéfico’, pero para nada le pasó desapercibido la efectividad de Duncan en aquel encuentro.
“Tenía 16 años y se estaba divirtiendo contra Alonzo Mourning, lo estaba dominando. Trabajaba mucho y se veía que tenía unos buenos brazos. ¡Ese chico sabía jugar!”, comenta King sobre aquel día, además de recordar una canasta de Duncan sobre el ex pívot de los Hornets y algún que otro tapón de Tim en el partido.
«Al final del partido todos se fueron a rodear a Duncan y no a Mourning» –Chris King.
El lugar donde se jugó el partido estaba lleno, repleto de curiosos que se habían acercado a ver la exhibición y una acción que para nada imaginaron que iban a presenciar. “Era el tercer cuarto y Mourning tenía la bola. Penetró a canasta por el centro e hizo un gancho, pero se lo taponó Tim”, relata Chris King. “Duncan corrió al otro lado de la cancha mientras Alonzo le persiguió para intentar taponarle de vuelta por detrás, pero de repente Tim se levantó y machacó por encima de él. La gente se levantó saltando y gritando. Fue como si el partido se parase de repente y, al final del encuentro, todo el mundo se fue a rodear a Duncan y no a Mourning”.
A la vuelta de ese viaje, King fue a Wake Forest, universidad en la que jugó en la NCAA, para realizar unos entrenamientos y allí se vio con Dave Odom, entrenador de los ‘Demon Deacons’. “He oído que has estado en las Islas Vírgenes. ¿Has visto a alguien por ahí que pueda jugar con nosotros?”, preguntó Odom. “Había un chico por ahí que no me acuerdo de su apellido pero recuerdo que se llamaba Tim. Tienes que ir allí y verle. Tiene unas manos enormes y corre el campo como una gacela. Me impresionó mucho aunque aún está un poco verde”, dijo King, a lo que Dave le respondió con un “vale, lo miraré” y añadió: “¿En qué isla vive? ¿En qué facultad estudia? ¿Cómo me puedo poner en contacto con él?”. Para todas estas preguntas, Chris tuvo la misma respuesta. “No lo sé”.
Unos meses después, y después de averiguar todas las respuestas que no tuvo en un primer lugar, Odom viajó a las Islas Vírgenes y se produjo el encuentro con Timmy. Tras verle jugar en su país natal, le comentó que le quería para su universidad. Duncan, por su parte, le dijo que Wake Forest era una de sus prioridades pero que, aún así, no tomaría una decisión hasta la primavera de su año senior, lo que dejaba a Dave Odom con una enorme incertidumbre durante los siguientes meses hasta oír una respuesta.
Al final aceptó y viajó a Carolina del Norte para destacar por todo lo alto en el equipo de Winston-Salem. Allí jugó cuatro temporadas y no dejó indiferente a nadie: 16,5 puntos, 12,3 rebotes por encuentro y un acierto del 57,7% en tiros de campo fueron la guinda del pastel de un pasaporte inmaculado de entrada a la NBA. En esas cuatro campañas fue nombrado mejor jugador universitario del año (1997), dos veces mejor jugador defensivo por la Asociación Nacional de Entrenadores y otras dos mejor jugador de la Atlantic Coast Conference, además de ser incluido dos veces también en primer equipo All-American.
En el Draft de 1997 a nadie le sorprendió que fuera elegido como número 1 del Draft, aunque nadie esperaba que fuera a cambiar la historia del baloncesto de tal manera. Tras 19 años en la élite, ha logrado lo siguiente:
- 5 veces campeón de la NBA
- 2 veces MVP de la temporada regular
- 3 veces MVP de las Finales
- 15 veces All-Star
- 1 vez MVP del All-Star Game
- NBA All-Star Game MVP (2000)
- 10 veces en el primer equipo de la NBA
- 8 veces en el mejor equipo defensivo de la NBA
- Rookie del Año en 1998
- Líder histórico de los Spurs en puntos anotados (26.496), partidos (1.392) y minutos jugados (47.368), rebotes capturados (15.091) y en tapones realizados (3.020)
Nunca una personalidad tan característica, tan seria pero tan trabajadora y ganadora al mismo tiempo aportó tanto para una ciudad, un equipo, una competición y un deporte. Y lo más triste de todo es que nunca más la habrá. No al menos como conocimos de la mano de Tim Duncan, la misma que ya tenía en aquel partido de exhibición ante estrellas de la NBA en la tierra que le vio nacer. No hay adjetivos suficientes para describir lo que ha creado el probablemente mejor ‘4’ de la historia de este deporte, pero si una palabra. Gracias, Tim Duncan.