La NBA se construye cada día, cada noche. Cada semana, y cada temporada. Son muchos los jugadores que destacan en cada partido. Que marcan tendencia o incluso una época en uno o varios equipos. Pero sólo unos pocos son capaces de desarrollar su juego y de plasmar su firma para dibujar de manera eterna un recuerdo en la mente de los aficionados.
Y para conseguirlo hay una única manera de llegar a ello. Sólo una, y esa no puede ser otra que poniéndole un ingrediente imprescindible. Un elemento de lo más indispensable que sólo él sabe que ha sido lo que le permitido llegar tan alto en la NBA.
“Lo que hice fue estar obsesionado. Me marqué objetivos y soñé. El mayor regalo ha sido estar completamente inmerso en mi pasión y esforzarme por algo a lo que he amado”
Estar obsesionado con su pasión. Así se tomó sus años de baloncesto Steve Nash, y bien que le salieron. Su carrera ha sido destacada y su forma de jugar tan característica, que todo ha hecho que el timón con el que ha manejado los equipos donde ha estado haya alcanzado el nivel máximo que podía alcanzar: el de la excelencia.
Porque no sólo lo pueden decir sus compañeros de equipo, sus entrenadores, rivales, periodistas y aficionados. Tampoco los que convivieron con él, trabajaron o le acompañaron durante una etapa más o menos larga en su carrera. Los números, como a toda gran estrella de la NBA que se precie, le avalan.
- Ha promediado 14,3 puntos, 8,5 asistencias y un 49% de acierto de tiro en su carrera.
- Tiene el mayor porcentaje de tiros libres convertidos en la historia de la NBA (90,4%).
- Es el tercero que más asistencias totales ha dado en toda la historia (10.335).
1.712 kilómetros
Es la distancia que hay entre Phoenix y Dallas. Aproximadamente 1.067 millas y unas dos horas y media de avión. Y son las dos ciudades donde el sello de Nash quedará grabado a fuego durante el resto de la historia.
El canadiense recaló en sus años de rookie y de sophomore en la franquicia de Arizona. Aunque no dispuso de demasiados minutos en esas dos primeras temporadas, pronto le echaron el ojo desde Texas. Y en su tercer año en la élite del baloncesto mundial, le echaron el lazo y le ataron en corto.
En Dallas tuvo una gran e importante evolución como profesional. Poco a poco fue asumiendo más galones, más minutos y más intentos de tiro al aro. Hasta que en la 2000/01 se produjo su explosión final. Ese año, entre otros logros, Nash ayudó a su equipo a llegar a la semifinal del Oeste.
Pero en lo personal se produjo su evolución más importante. Las habilidades que poseía con el balón y con la dirección del juego las empezó a complementar con la producción de puntos: un factor que acerca a la excelencia a los grandes talentos innatos de la liga.
Tras un periplo de seis años en Dallas, donde hizo una pareja de juego irrepetible con Dirk Nowitzki, hizo las maletas de vuelta a Phoenix. En esta nueva etapa, mucho más maduro y obviamente con un nivel muy superior al que mostró en sus primeros años en la competición, los Suns firmaron una de las mejores épocas de su historia. Llegaron a tener temporadas incluso por encima de las 60 victorias en la regular season.
En el plano personal, cabe destacar también la regularidad que ha mostrado Nash en sus mejores años en la NBA. Y es que desde el curso 2004/05 hasta el 2011/12 (a excepción del 08/09), Nash ha promediado un doble-doble en todas esas temporadas, con valores máximos de 18,8 puntos de media y 11,6 asistencias en algunas de esas campañas.
Sus dos últimos años en activo los ha pasado en California. Los Ángeles parecía ser un buen destino para culminar una carrera en lo más alto. Pero unas inoportunas lesiones, que le han hecho jugar menos partidos y a un nivel inferior del visto hasta entonces, han emborronado una trayectoria que quizás no se merecía el final que ha tenido. Y mucho menos teniéndose que despedir a través de un artículo en una web.
Se va sin un anillo
La marcha de Steve Nash es enorme para la NBA. Probablemente más grande de lo que uno se pueda imaginar en estos momentos. El base canadiense se llevará muchos recuerdos de su paso por esta competición. Pero lo que ya es irremediable es que se ha retirado sin el tesoro más preciado que todo jugador sueña con lograr: el anillo de campeón.
Nunca llegó a jugar una Final de la NBA. Pero sí varias de la conferencia Oeste, aunque ambas con el mismo resultado. En 2003 y 2005 perdió ante los posteriores campeones en ambas ocasiones, San Antonio Spurs, y 2006 sucumbió ante sus ex de Dallas y en 2010 no pudieron superar a los también futuros portadores del anillo en aquel año, Los Angeles Lakers.
De este modo, el nombre de Steve Nash se une a una serie de ilustres que también se fueron con las manos vacías pese a haber sido alguna de las mayores estrellas de la NBA: John Stockton, Karl Malone, Patrick Ewing, Tracy McGrady, Charles Barkley, Dominque Wilkins, Reggie Miller, Allen Iverson o Chris Webber, entre muchos otros, pasaron por la misma situación que acaba de pasar ahora Nash.
Para que vuelva a aparecer otro Steve en la liga tendrá que pasar mucho tiempo. Es probable incluso que ni salga otro igual como él. Porque su astucia, su inteligencia y su modo de leer el juego es y ha sido única. Tal y como ha querido él hacerlo. Tal y como su timón le ha hecho alcanzar la excelencia en sus años en la NBA.