Chicago, Octubre de 2013. La temporada de baloncesto prometía ser ilusionante en la ciudad de los vientos, donde unos Bulls con un gen competitivo especial en su ADN y que va mas allá de lo normal desde que nacieran como franquicia en 1966, y que sobre todo se acentuó de manera letal con la llegada allá por 1984 de un tal Michael Jordan. Volvían a contar, aunque aun de manera limitada, con la gran esperanza del baloncesto de Chicago, Derrick Martell Rose.
Un equipo que, en la temporada 2012-2013 sin Rose fue capaz de eliminar en el séptimo partido de primera ronda a domicilio a los todopoderosos (económicamente hablando) Brooklyn Nets, y ganar en las semifinales de Conferencia el primer partido en Miami a Lebron y compañía metiendo el miedo en el cuerpo a más de un aficionado Heat, dejaba claro que con el regreso de «D-Rose» serian candidatos a todo desde el principio de temporada, y que por supuesto, toda la NBA era consciente de ello.
Comenzada la temporada actual y aunque aun renqueante y a menor ritmo, Rose y los Bulls volvían a carburar, arrancando el curso con un ilusionante 7-3 de balance, ganando a equipos como Indiana o los Knicks. Pero 10 partidos después, el 22 de Noviembre de 2013 en Portland y dejando de nuevo el corazón de Chicago en un puño, Derrick Rose volvía a caer lesionado, otra vez la rodilla, pero en este caso la derecha, lo que suponía de nuevo perder a el hijo prodigo de «Windy City» y dejar a sus Bulls a la deriva, otro año más.
Y eso creíamos todos, que los Bulls, que eran un año más golpeados duramente por la fragilidad de su hombre franquicia, este año si que caerían en desgracia y que la temporada seria tirada por la borda. Pero apareció de nuevo el ADN Bulls, aquel que en la temporada 2012-2013 le hizo ser un equipo altamente competitivo, y que este año 2013-2014 tras una racha lamentable post-Rose durante el mes de Diciembre de 13 derrotas en 16 partidos, se inyectaron un poco de este gen que solo parece que almacenen y suministren en Chicago y Boston, para impulsar a la franquicia más laureada de final de siglo XX, y poner a los Bulls de nuevo en la palestra. A priori no para ser candidatos a ganar el anillo, pero si para ser de nuevo y ante la sorpresa total de todo el entorno NBA, un equipo tremendamente competitivo.
Y, ¿a qué se debe esto?.. Pues múltiples factores; el primero fue “tradear” a Loul Deng (el hombre quizás más importante de los Bulls en la 2012-2013) a Cleveland, y tomar el golpe de Rose como una motivación para el resto de la plantilla, que tras un mes trágico de resultados decidieron demostrar que son un equipo unido y que no será nunca por dejar de pelear por lo que caigan los de Chicago. Otro factor clave es Thibodeau, un entrenador quizás infravalorado por ser tremendamente defensivo, pero que lleva 3 años consecutivos teniendo a su equipo entre los tres primeros que menos puntos permiten por partido, y que a un nivel menor, recuerda enormemente a Popovich en esa habilidad de sacar rendimiento a jugadores un escalón inferior, extraerles todo su baloncesto, y además hacerlos competir a su máximo nivel cada partido. Y como no, señalar a los hombres que se han echado a las espaldas a Rose, sus rodillas, el viento y a Chicago entero para que los Bulls no tengan una temporada pasada por el desierto, Jimmy Butler, y el actual hombre franquicia, Joakim Noah.
Es cierto que Boozer, Hinrich, Gibson, Augustin y Dunleavy, los otros 5 jugadores más usados por Thibodeau, estan dando un rendimiento superlativo disputando muchísimos minutos y con acierto todo ellos, pero es obligado centrar más nuestra lupa en los dos anteriormente mencionados. Jimmy Butler sale de la nada. Cierto es que fue un primera ronda en el draft de 2011, pero en su primer año no promedio más de 8 minutos por partido donde anotaba 2 puntos de media. Fue la 2012-2013, temporada en la que sin Rose, los problemas casi crónicos de lesiones de Richard Hamilton, y la cantidad de minutos que jugaba Loul Deng, obligaron a Butler a cobrar protagonismo, y su respuesta no pudo ser mejor, marcándose auténticos partidazos y disputando en varios de ellos los 48 minutos íntegros. Este curso 2013-2014, el de su consagración, con la ausencia inesperada de nuevo de Derrick le ha obligado a tomar aun más protagonismo, y como no Jimmy vuelve a responder con un rendimiento estratosférico, jugando varias veces como el año pasado los 48 minutos de un partido completo.
Pero el jugador que ahora mismo refleja ese ADN Bulls del que llevamos hablando desde el comienzo y que da título a este articulo, es el conocido hace unos años en el mundo de la canasta como el hijo del gran tenista galo Yannick Noah y ahora pívot referencia de la NBA y que está haciendo famoso a su padre en el mundo por su baloncesto, Joakim Noah. Noah es un jugador que no es agradable en la pista, no hace amigos, pero es tremendamente eficaz, y como el gran Montes apodaba a Garbajosa, Noah también es un multiusos. Anota lo necesario para su equipo, rabotea mucho más cada año que pasa en la NBA, y se ha desmarcado junto a Marc Gasol como una nueva estirpe de grandes pívots pasadores que iniciara Duncan, acumulando una media de 5 asistencias por partido consiguiendo este año algún que otro triple-doble y convirtiéndose en el puntal de los de Chicago, levantando el ánimo de toda una ciudad, y sumando en lo personal otra elección para el All-Star celebrado este año en Nueva Orleans.
Quedando aun un mes de competición, la temporada de los Bulls se puede calificar ya de notable alto, y si los Raptors y los Nets no lo impiden, consiguiendo un tercer puesto en el Este el sobresaliente esta ya asegurado antes de jugar incluso los Playoffs, donde ni los Heat ni los Pacers estarán cómodos en unas hipotéticas semifinales de Conferencia.
Así que, de nuevo el muerto no estaba muerto sino de parranda, y estos Bulls estan más vivos que nunca en una ciudad y sobre todo en un equipo caracterizado por tener en el ADN ese gen competitivo, que aunque este año amenazo de manera seria con hundir a la franquicia con el enésimo palo de las rodillas de Rose, de nuevo apareció para llevar a los Bulls hasta los puestos más altos de la Conferencia Este y volver a ser un equipo altamente competitivo. Que con el apoyo de una ciudad volcada con los suyos en el deporte, un United Center que será de nuevo una olla a presión, y un equipo con muy poco que perder porque hace meses que tenían ya todo perdido, volverán a dejar muy alto el nombre de los Chicago Bulls en el mundo de la NBA.