No pudo suceder de otra manera. Como si de un déjà vu se tratara, el que tantas veces hemos visto repetido, el Robin Hood de la dio un paso más en su carrera para terminar de entrar en el elenco de los más grandes de la historia de la NBA, si no lo había hecho ya. Un par de fintas con el balón abajo y, con el clásico paso tiro hacia atrás con el cuerpo inclinado para generar un tiro arqueado, Dirk Nowitzki entró en el exclusivo club de los 30.000 puntos.
Casi dos décadas después de su debut en la NBA, el legendario jugador alemán se convirtió en el sexto jugador de la historia que superaba dicha barrera anotadora, uniéndose a emblemas como Kareem Abdul-Jabbar, Karl Malone, Kobe Bryant, Michael Jordan y Wilt Chamberlain. Actualmente, y durante décadas, Nowitzki será uno de los jugadores más recordados por su paso por la liga norteamericana de baloncesto, aunque los que piensan que todo ha sido coser y cantar para el teutón en todos estos años se equivocan. Los comienzos para él, como para muchas personas en diversos ámbitos de la vida, no fueron precisamente fáciles.
Dirk fue elegido en el Draft de 1998 por los Milwaukee Bucks en el puesto 9 de la primera ronda, aunque automáticamente fue traspasado a Dallas. Procedía del DJK Würzburg, equipo de su ciudad natal, al que había ayudado a ascender a la primera división alemana la temporada previa a cruzar el charco para dar el salto a la NBA. Cuando llegó a la ciudad texana, no se convirtió de inmediato en una estrella ni en la referencia del equipo, sino que pasó desapercibido y ser uno más del ‘montón’ durante su primer año en la liga.
“Al principio no le puse mucha atención. Iba a los partidos a divertirme, a tomar cerveza y a ligar. Antes de compra el equipo y empezar a poner atención, pensaba que era simplemente otro jugador blanco que ‘Nellie’ había traído de Europa”, comenta Mark Cuban acerca de sus primeras impresiones sobre Nowitzki.
El hecho de que procediera de Europa ya producía cierto recelo entre algunos aficionados de los Mavericks y, sobre todo, que fuera desconocido aunque ya hubiera destacado para algunos ojeadores de la NBA. Ello hizo que el primer año fuera de pura adaptación. Apenas 20 minutos de media disputados y 8,2 puntos anotados fue el balance de su primera temporada. Ganarse un puesto entre los mejores no es fácil, pero menos aún con las particularidades y condiciones que vivió el propio jugador.
La campaña de su debut hubo un ‘lockout’ donde solo se jugaron 50 partidos en la temporada regular. Eso hizo que tuviera aún menos minutos de juego, sobre todo por las dificultades que tenían al entrenar. “En lo que duraban [los entrenamientos] nosotros ensayábamos tiros en la línea de fondo, y cuando ellos hacían una pausa, podíamos usar la cancha unos cinco minutos”, recuerda el propio Dirk.
Estos entrenamientos, donde apenas tenía tiempo para poder practicar y lanzar a canasta, los vivió intensamente junto con Steve Nash y Michael Finley, quienes también se encontraban en una situación parecida a la del alemán. Aún así, después, tanto él como Nash y Finley se quedaban más tiempo en las instalaciones para poder practicar lo que no habían podido durante el tiempo del entrenamiento.
«En la primera temporada, solo podía tirar a canasta en los minutos de descanso de los entrenamientos», Dirk Nowitzki.
Nowitzki se fue acostumbrando poco a poco a esta dinámica y sabía que en algún momento llegaría su oportunidad. A partir de la siguiente temporada, ya empezó a ser más protagonista, se ganó un sitio en el quinteto titular y pronto abandonó ese rol secundario de tener que aprovechar los descansos del resto del equipo para poder entrenar.
“Cuando trajimos a Dirk pensé que traíamos a un muchacho que podría llegar a ser un All-Star y tal vez un jugador de franquicia. Después de un tiempo pensé que quizá teníamos un jugador especial, pero nadie se imaginó que tendríamos un jugador que terminaría con 30,000 puntos. Nadie”, admite Don Nelson, quien fue entrenador suyo desde su llegada hasta 2005.
Anillo, MVP de las Finales y de la Regular Season
Una vez pasada esta primera época complicada en su llegada a la NBA, su rendimiento fue para arriba y poco a poco se fue convirtiendo en una de las mayores estrellas y referentes de la liga. Con el paso de los años, el alemán fue llevando poco a poco a Dallas hasta cotas más altas, hizo de él un equipo fijo en los Playoffs e incluso registró uno de los mejores balances de la historia en temporada regular: 67-15 en la 2006-2007. Esa campaña fue incluso más especial para él, ya que se convirtió en el primer jugador europeo en ganar el MVP de la temporada, un hito nunca antes visto en la NBA.
Un año antes, iba a llegar uno de los momentos culmen de su carrera. Por primera vez, y ante los Miami Heat, disputaba unas Finales muy esperadas por él y por toda la ciudad de Dallas. Después de ponerse 2-0 arriba en las series, vio cómo los de Florida les remontaban y se llevaban el anillo a South Beach. Aún así, la venganza se sirvió en plato frío. Cinco años después, fueron los Mavericks los que se tomaron la revancha para llevarse el primer anillo de la franquicia, también para Dirk, quien acabó ganando el MVP de las Finales. De esa manera, cerraba un círculo de ensueño al conseguir los tres galardones individuales más importantes que un jugador puede lograr en la NBA.
Huge thanks to everyone, who has reached out. I’m humbled and overwhelmed. Honored to be part of the 30k club! #old
— Dirk Nowitzki (@swish41) 8 de marzo de 2017
Para conseguir todo esto, Don Nelson cree que Nowitzki ha sabido aprovechar sus virtudes para alcanzar el nivel logrado hasta ahora. “Él no tuvo la capacidad atlética de otros jugadores, pero sí un nivel de habilidad que muy pocos tienen. Además, su ética de trabajo ha sido absolutamente increíble. Nunca dejó de trabajar”.
Aún no se sabe cuándo colgará las botas Dirk, pero lo que es seguro es que él ha dejado constancia de que aún tiene cierda para rato. «Veinte años suena muy bien. Si sigo pasándomelo bien y el cuerpo responde, me reuniré con mi familia de nuevo para tomar una decisión. De momento, quiero dejar cerrado un final y volver el año que viene para competir a un alto nivel».
Aquel chaval alemán desconocido y en el que nadie se fijaba se ha convertido por méritos propios en toda una leyenda que ya nadie podrá olvidar. Llegue a la cantidad de puntos que llegue, su legado es ya imborrable. Nadie le ha regalado todo lo conseguido, pero todo el mundo coincide en que es totalmente merecido. Él ha escrito la historia, y lo ha hecho con letras de oro.