Cuando Randal Kleiser y su equipo de productores lanzaron Grease jamas pensaron que se convertiría en una de las películas mas taquilleras de la historia. Y no solo eso, incluso a día de hoy se sigue versionando en los teatros de medio mundo en forma de musical, porque esa era realmente la idea, que fuera un musical. La gomina, los coches y las «chupas» de cuero lanzaron las carreras de estrellas como John Travolta o Olivia Newton-John entre muchos otros, convirtiendose en la inspiración de muchos jóvenes como Jim McMahon, un punter con pintas de chulo que jugaba en la universidad mormona de BYU.
James Robert McMahon Jr. nació el 21 de agosto de 1959 en la ciudad de Jersey, pero con solo tres años, él y su familia se mudaron a la californiana ciudad de San José. Aquí jugaría de quarterback para el Andrew Hill High School, pero tan solo por dos años. Una repentina mudanza al estado de Utah le haría jugar para el Roy High School el tiempo restante que le quedaba de instituto, antes de graduarse en el año 1977.
Meses después aterrizó en la Birgham Young University, conocida por si gran influencia religiosa y por su estricto código de conducta, «perfecto» para alguien con la personalidad de Jim. Pero no todo fue un camino de rosas para McMahon. A pesar de haber conseguido un touchdown en su año de freshman con los Cougars, jugó de punter la mayoría del tiempo que pasaba en el campo, y no sería hasta el año 1978 cuando, tras la lesión de Marc Wilson, conseguió jugar mas de un partido seguido en su posición natural. La experiencia mereció la pena, y a pesar de haber compartido el rol de titular con Wilson durante gran parte de la temporada, jugó lo suficientemente bien como para ganar varios All-WAC Honors y la Mención Honorífica del All-America de ese año. Una lesión de rodilla le hizo quedarse en dique seco la temporada del ’79 mientras veía como Wilson rompía o igualaba récords de la NCAA.
Con la llegada de los ’80 las cosas cambiaron para Jim. Con Wilson en el Draft y con Royce Bybee como perdedor de la carrera por la titularidad, McMahon lideró a la ofensiva de los Cougars (un ataque bastante dado a jugar por el aire) a dos temporadas con un balance positivo de 12-1 y 10-2 respectivamente. Desde récords NCAA hasta partidos ganados por bochornosas diferencias, Jim asentó las bases para ser la quinta selección de draft 1982, donde fue elegido por los Chicago Bears.
Cuando llegó a su primera aparición ante la prensa con una cerveza en la mano, George Halas, el entonces presidente de los Bears, se quedó sorprendido no por la bebida en sí, sino por la no reacción de el por entonces head coach Mike Ditka. En aquel momento dejó claro que sabía perfectamente al tipo de jugador que había elegido. A pesar de ser reconocido por sus aptitudes como líder dentro y fuera del campo, sus pintas rockabilly con sus gafas negras (que acostumbra todavía a llevar por motivos medicos) y con su comportamiento descuidado no ayudaron a que se acostumbrara al ambiente de un equipo profesional, así que no era raro verle discutir con sus compañeros, prensa e incluso con Ditka en cualquier momento de la temporada.
Genio y figura
Inmediatamente después de aterrizar en Chicago fue elegido como titular para disputar la temporada que se venía encima. Tras haber cosechado un discreto récord de 3-4 en una temporada a siete partidos (se declaró una huelga de jugadores que no permitió acabarla) fue nombrado a varios equipos All-Rookie aunque no llegó a ser el mejor del año. A partir de aquí McMahon empezaría a desarrollar su habilidad tanto mental para leer defensas como física a la hora de correr y lanzar pases durante dicha acción. Sin duda alguna el año 1985 fue la explosión de McMahon como jugador y personaje mediático.
Por entonces un tal Randy Weigand, aprovechando que su novia era cheerleader de los Osos, decidió escribir un rap para el equipo de su vida. En esta canción los jugadores mas icónicos del equipo rapearían sobre su rol en el equipo, y el resto de los titulares tocarían los instrumentos y corearían la canción. La rima por la que se reconoció a McMahon sonaba, en castellano, más o menos así: «Soy el quarterback punky conocido como McMahon, y cuandro entro al turf no tengo un plan».
Tras acabar el año con quince victorias y una derrota, McMahon y los Bears se enfrentaron a los New York Giants en un partido de Playoffs donde el marcador no fue importante, sino el mismísimo Jim. No por su buen partido en sí, fue más bien la cinta que llevaba en la cabeza la que llamó la atención del comisionado de la NFL. Un motivo tan importante como ser de una marca entonces no permitida por motivos de marketing le hizo pagar $5.000 para seguir jugando. Como era de esperar, y haciendo gala a su fama de punky, no se quedó de brazos cruzados. En el partido de campeonato de la NFC contra los Rams saltó al campo con una cinta nueva, y esta vez la marca era diferente a la anterior. La verdad es que no enseñaba un logo en concreto, sino el apellido Rozelle pintado en rotulador en honor al comisionado que le había obligado a pagar la multa. Más tarde, el mismo Pete Rozelle aseguraría que le pareció «gracioso de cojones», pero era Jim McMahon al que le había hecho pagar, ¿qué esperaba?.
La historia de las cintas nos lleva directamente al Superbowl XX. Esta vez, Jim no defraudó a los presentes ya que llegó hasta a usar tres diferentes a lo largo del evento. Rebelde pero con causa, como era él, en el calentamiento enseñó una con las siglas «JDF Cure» (en inglés Juvenile Diabetes Foundation) para promocionar la asociación que lucha contra esta enfermedad. Tras el kickoff que daba inicio al encuentro mostró otra con las siglas POW-MIA en honor a los soldados americanos que estaban presos o desaparecidos en combate en la Guerra de Vietnam. La tercera y última es la que dedicó a su mejor amigo Dan «Pluto» Plater. Más tarde afirmaría a la prensa que había recibido cientos de bandas para jugar, pero que aquel partido lo jugaba en honor de su amigo. En aquel partido McMahon lanzó 256 yardas pero no anotó ningún touchdown.
Se puede decir que éste fue su último año bueno, porque se pasó casi todo el año 1986 con una lesión que acabó por rematar el hombro que ya estaba «tocado» con anterioridad. Las lesiones se convertirían en el mayor lastre de su carrera deportiva. La temporada 1987 volvió para colocar a los Bears 11-4 y llevarlos a Playoffs, pero esta vez sin tanta suerte como en el ’85 (fueron derrotados por los Washington Redskins en la primera ronda). En el ’88 correría la misma suerte en postemporada contra Joe Montana y los San Francisco 49ers. Tras retirarse Walter Payton, consideró que era hora de hacer las maletas, ya que no consideraba que fuera posible alzarse como campeón de Super Bowl con la plantilla de entonces. Además si esto se une a las numerosas discusiones y desacuerdos que tenía con Ditka, ello creaba una situación difícil para volver a ponerse la camiseta de los Bears. Su próximo hogar lo encontraría al sur de California.
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Su paso por San Diego, al igual que por el resto de equipos después de la era Bears, fue casi efímero, aguantando como mucho tres años en los Eagles, eso sí, jugando de titular solo una temporada. Más tarde vendrían Vikings, Cardinals y Green Bay. Como traca final de su carrera, cumplió su sueño ganando otra Super Bowl con estos últimos como recambio para Brett Favre. Lo bueno es que se presentó en la visita de rigor a la Casa Blanca con la camiseta de los Bears, y como era de esperar en la Bahía Verde la broma no sentó muy bien. La razón, ni más ni menos, era que él no había podido posar con la camiseta de Chicago cuando ganó el trofeo por primera vez, ya que la agenda del entonces presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan no lo permitía.