Para los Saint Louis Rams, lejos de toda posibilidad de entrar en los Playoffs, lo que resta de temporada se ha convertido en un trámite cuya mayor satisfacción, aparte de seguir dejando una buena impresión en los pocos partidos que quedan, es la de convertirse en jueces de una de las divisiones más competitivas de toda la NFL. Las opciones de los Arizona Cardinals y los Seattle Seahawks pasan por enfrentamientos directos con el conjunto de Missouri. Y es que en una división con tres potenciales equipos aspirantes a todo, los Rams acumulan un récord potable de 6-7, a un solo partido de unos San Francisco 49ers en proceso de demolición. Alguno puede pensar que lo del récord potable es exagerado viendo que no llega ni al 50% de victorias, pero que no se nos olvide que las expectativas a principio de temporada tras conocer que iban a jugar sin su quarterback franquicia no les daban, ni por asomo, la posibilidad de acabar el año con un número de derrotas no muy alejado del total de victorias.

Desde que Jeff Fisher aceptó hacerse cargo del equipo (parece que fue hace una eternidad y aún no hace tres años de aquello) su nombre va unido, irremediablemente, al de Sam Bradford, número uno del draft, convertido de forma inmediata en salvaguarda de todas las esperanzas de los Rams. Es ahí, precisamente con la llegada de la dupla Fisher-Bradford donde comienza una dinámica que se ha mantenido durante estos años hasta el momento actual: la de un equipo marcado por las altas expectativas que, año tras año, y sin importar los condicionantes, parecen empequeñecer lo conseguido por el equipo temporada tras temporada.
2014 era el año. Bradford volvía de una lesión que lo había alejado de los campos tras rendir a gran nivel en su segundo curso al frente de la ofensiva. La construcción de una defensa basada en la fuerza de la línea comenzaba a dar muestras de su dominio codeándose entre los mejores de la liga en, por ejemplo, números de sacks. Incluso los equipos especiales se colocan entre los más mejorados respecto a la temporada anterior. El mismo draft del 2014 marcaba un punto de inflexión con los últimos picks procedentes de Washington por el traspaso de RGIII, otro de los nombres que van unidos a la construcción de los actuales Rams. Buena parte de la prensa habló de los Rams como uno de los grandes vencedores del draft, y pocos dejaron pasar la ocasión para poner el ojo sobre una línea defensiva temible con las incorporaciones de los jugadores novatos a la unidad. Como vemos, de nuevo, las expectativas se desbordaban antes de empezar la temporada. Y entonces… sucede lo inesperado: Sam Bradford se vuelve a lesionar de gravedad. Los Rams se quedan sin quarterback.
Cuatro meses después las expectativas siguen vigentes, pero se han aplazado a la temporada que viene. No me canso de leer que si los Rams son el equipo con mayor potencial a pesar de su récord, principalmente impulsados por su defensa, una autentica máquina de presión para el quarterback rival. Parece que haya sido un guiño del destino que esta semana, precisamente frente al equipo del que han recibido gran parte de los picks con los que se ha construido el equipo, hayan encadenado su segundo partido dejando al rival a cero, presentando un balance de puntos a favor con un 76-0 en apenas ocho días. Por cierto, una curiosidad que a algunos se nos pasó por alto pero que al poco tiempo incendiaba las redes sociales: Fisher mandó al coin toss a todos los jugadores drafteados por los Rams gracias al traspaso de RGIII. Algo que por lo visto es habitual dentro de los esquemas de Fisher, dado que no es la primera vez que hace algo parecido, y que el mismo entrenador explicó que no debe ser entendido como una burla al rival sino como un reconocimiento a la validez del movimiento de la franquicia, que en definitiva, ha permitido a esos mismos jugadores llegar a vestir la camiseta de los Rams.
Antes comentaba que muchos medios hablan sobre el potencial oculto de los Rams que espera a que las circunstancias sean las idóneas para explotar. De igual manera no han faltado voces críticas que tras tres años de expectativas argumentan que el equipo no ha logrado un récord de victorias acorde al número de talento que posee la plantilla, más grave aún con la ventaja de picks de draft con la que partía hasta este año. Bradford también ha sido y es cuestionado por su capacidad en el campo, aunque personalmente creo que visto lo visto, ahora la pregunta se tendría que orientar a si se trata de un jugador recuperable, ya no solo para los Rams, sino para la práctica del football. El propio Fisher no ha escapado a las críticas cuyo principal argumento es, de nuevo, la falta de resultados en forma de victorias.
Está claro que las raíces del equipo están plantadas. Nombres no le faltan: Chris Long, Robert Quinn, Michael Brockers, un Aaron Donald que está empezando a brillar por cuenta propia, Jo-Lonn Dunbar o James Laurinaitis hacen que los ataques se lo piensen dos veces al pasar por ahí; sin duda, la mejor unidad de línea defensiva de la liga. Es decir, que la defensa salvo catástrofe va a seguir rindiendo, sin contar las posibles incorporaciones y los jugadores jóvenes que se van ajustando a su posición. Al mismo tiempo el ataque tampoco va corto de playmakers: Tavon Austin, Zac Stacy, Kenny Britt, el novato Tre Mason, Jared Cook, etc. No son primera clase pero tampoco un grupo de mancos. Sin embargo, para que dar rodeos, aquí la cuestión es el quarterback y solo el quarterback. ¿Hay margen y/o esperanzas de recuperar a Bradford?, ¿hay posibilidades de que en el draft suban a por un quarterback viendo que su pick va a ser por la mitad de la primera ronda?, ¿habrá que pescar en la agencia libre? Muchas preguntas sin, de momento, respuestas a corto plazo.
A estas alturas conviene preguntarse: ¿han sido los Rams esclavos de sus propias expectativas? O, por lo contrario, y echando mano de una expresión puesta de moda en el deporte patrio: ¿está lo mejor por llegar? Yo me inclino a pensar que un poco de ambas. Solo con el tiempo sabremos si las carencias de este equipo seguirán con un jugador de plenas garantías liderando el ataque. De una cosa estoy seguro: las expectativas volverán a ser altas con la franquicia de St. Louis. Quién sabe, quizás más pronto que tarde, la fórmula con un quarterback apto comience a funcionar como muchos esperan. Puede que hasta los sempiternos rumores sobre su vuelta como hijo pródigo a la ciudad de Los Ángeles pasen a un segundo plano obscurecidos por la irrupción del equipo como contendiente real al trono de la NFC Oeste, como primer paso antes de instalarse entre la clase alta de la NFL.