En abril de 2015, tras siete décadas, la NFL dejó de aplicar a los formularios de impuestos federales como organización sin ánimo de lucro, lo que significaba que estaba exenta de abonar impuestos a las arcas de los Estados Unidos. Por increíble que parezca, la National Football League no ha cargado con tributos durante setenta y tres años, y lo ha hecho absolutamente de forma legal.
El origen de esta extraordinaria situación se remonta a 1942. Recién iniciada la II Guerra Mundial, la NFL no pasaba por su mejor momento económico pese a llevar veintitrés temporadas en liza. Las oficinas de la liga (NFL Office) consideraron entonces que sería recomendable aplicar a los impuestos del año presente como «organización de comercio», lo cual le daría un estatus de organización sin ánimo de lucro que evitaría a la liga tener que pagar impuestos y ahorrarse una buena suma de dólares para reflotar la competición. El epígrafe en concreto de exención de tasas del Servicio de Impuestos Internos era el denominado 501(c)(6), indicado para:
«Organizaciones que no están organizadas para sacar beneficios o no son parte de ganancias netas y cuyo fin es promover una industra o profesión.»
La liga siguió aprovechando técnicamente esta situación hasta los años 60. Fue entonces cuando apareció un duro escollo en el camino: la aparición de la American Football League (AFL). La AFL competía directamente con la vieja National Football League en contratos de televisión, reclutamiento de jugadores universitarios y popularidad. Por ello, se planteó una fusión que ocurrió en junio de 1966 que se enfrentaba a posibles sanciones reflejadas en la ley de derecho de la competencia (ley antimonopolio), lo que ponía en peligro el estatus exento de impuestos de la NFL.
Pero la política se hace en la trastienda, especialmente entre las paredes del Capitolio si hay un lobby detrás como una liga deportiva profesional. Ante la posible situación de violación de la ley antimonopolio, la fusión la tenía que aprobar el Congreso de los Estados Unidos (Senado y Cámara de Represenantes). El senador por Louisiana y Presidente del Comité Financiero, Russell Long, dio un paso al frente y decidió incluir lenguaje de fusión en un proyecto de ley sobre impuestos para que la fusión entre la NFL y la AFL fuera de su competencia. Long consiguió que la fusión se aprobara en el Senado, y de la misma manera ocurrió en la Cámara de Representantes. Superado el escollo de la ley de derecho a la competencia, la liga conseguía mantener su estatus de organización sin ánimo de lucro exenta de impuestos.
El 15 de enero de 1967 se celebraba el primer campeonato entre la NFL y la AFL (posteriormente conocido como Super Bowl), y en otoño de 1967 la nueva franquicia residente en el estado de Louisiana, los New Orleans Saints, debutaba en la NFL. Tal como sostiene la propia web oficial del Senado de los Estados Unidos, la implicación del Senador Long en la fusión entre la NFL y la AFL estaba sujeta al precio de un nuevo equipo en su estado natal.
Una cuestión moral, no económica
La NFL no era la única liga deportiva con estatus sin fines de lucro. National Hockey League (NHL), Professional Golf Association (PGA), Ladies’ Professional Golf Association (LPGA), y United States Tennis Association (USTA) son otras ligas que tienen esta exención. La NBA no utiliza esta exención de impuestos y la MLB abandonó esta situación técnicamente legal en 2007 «porque no había negocio o beneficio en la exención» según sus palabras.
El propósito de la NFL como organización sin ánimo de lucro que promueve una industria es organizar y gestionar partidos de football y transacciones relacionadas entre los treinta y dos equipos. La analogía sería como una asociación de comercio que actúa en nombre de un propósito común de sus miembros. El objetivo es, por lo tanto, promover el deporte en sí, sin embargo, todas estas ligas entregan la mayoría de sus actividades a publicitar su marca en vez de a impulsar una industria que, básicamente, controlan ellos debido a la burla de la ley del derecho a la competencia.
Aunque ha sido técnicamente legal, el epígrafe 501(c)(6) de exención de tasas federales ha recorrido varias décadas sin ser modificado en una sola palabra pese a la evolución de las industrias deportivas en negocios lucrativos en lugar de asociaciones de gestión y promoción del deporte. Eso es lo que ha irritado tanto a miembros del Congreso de ambos bandos durante décadas, especialmente en el caso de la NFL, la liga deportiva del mundo con los ingresos más altos (más de $10.000 millones).
En 2015, tras muchas presiones, el comisionado Roger Goodell anunció a los propietarios de las franquicias que la NFL abandonaría el estatus de organización sin ánimo de lucro exenta de impuestos para «eliminar esta distracción»:
«Los efectos del estatus de exención de impuestos de la oficina de la liga (NFL Office) han sido mal descritos de forma continua en los últimos años. El hecho es que el negocio de la NFL nunca ha estado exento de impuestos. Cada dólar generado a través de contratos de televisión, acuerdos de licencias, patrocinios, ventas de tickets y otros medios de los 32 clubs son impositivos. Y seguirá siendo así.»
No le falta razón a Goodell. Las 32 franquicias pagan sus impuestos. La NFL paga sus impuestos de diferentes actividades a través de sus diferentes subsidiarias: NFL Enterprises, NFL Properties, NFL Productions y NFL International. Quien está exenta de impuestos es NFL Office, encargada, en teoría, de gestionar las operaciones de la liga para los equipos (que pagan por ello) y los jugadores. NFL Office reportó $327 millones de ingresos en la temporada 2012/13, lo que supone una pequeña parte de los $10.000 millones que ingresa la National Football League a través de todas sus ramas.
Por lo tanto, la cruzada política y social por el estatus de organización sin ánimo de lucro de la NFL ha tenido unas razones más éticas y morales que económicas. Resulta indecente que un negocio que promueve única y exclusivamente su marca, y que disfruta de un monopolio consentido, tenga la nomenclatura «sin ánimo de lucro» cuando su CEO (comisionado) ha registrado sueldos anuales propios de un directivo de Goldman Sachs, $35 millones y $44 millones en 2013 y 2012 respectivamente.
Para la NFL este movimiento ha sido más un «lavado de imagen pública», tal como han declarado algunos congresistas demócratas, que un paso real hacia la ética de los negocios. Más bien un paso hacia la opacidad de sus operaciones ya que, al no aplicar a los impuestos bajo el epígrafe 501(c)(6) no tendrá la obligación de ser transparente públicamente sobre los salarios de sus ejecutivos (como el de Goodell) y la cuantía de todos sus ingresos y movimientos.
La NFL exprime a los contribuyentes
Los cambios en los formularios impositivos que tiene que rellenar la NFL cada año no han afectado a la exención antimonopolio de la que disfruta la liga de fútbol americano (y otras ligas deportivas) desde 1961 con la creación de la Sports Broadcasting Act. Aquello fue el comienzo de la relación de «colegas» entre la National Football League y los legisladores, una ley que permite a los clubs negociar los derechos de televisión y radio de forma conjunta. Es decir, un negocio de miles de millones de dólares puede ejercer un monopolio que a otras corporaciones e industrias se les deniega por ley y por las reglas del libre mercado.
Pero casi nada sobre las operaciones de la NFL sigue las leyes del libre mercado. Los derechos televisivos son un coto privado, el comisionado gana $30 millones, la liga ha disfrutado del privilegio de ser una organización sin ánimo de lucro durante siete décadas y la mayoría de los estadios son costeados por los contribuyentes para que los ricos dueños de la franquicias se queden posteriormente los beneficios de esas instalaciones.
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Los ciudadanos del condado de Hamilton, Ohio, donde está la ciudad de Cincinnati y los estadios de los Bengals y los Reds, recibieron una factura en 2013 de $33 millones en mantenimiento de los servicios de los estadios; una suma más elevada que los $23,6 millones presupuestados para sanidad y servicios sociales, por ejemplo. En Minnesota querían un nuevo estadio, por lo que el estado, con $1.100 millones de déficit presupuestario, sacó $506 millones a los contribuyentes, la mitad de lo que costaba la nueva instalación; mientras tanto, los Vikings no fueron obligados a publicar sus datos financieros pese a recibir subsidios públicos. La ciudad de Santa Clara (California) dio el respaldo para albergar el nuevo estadio de los 49ers apoyando con $116 millones de las arcas públicas del total de $1.300 millones, al menos es lo que se anunció; posteriormente, una nueva entidad del gobierno local, Santa Clara Stadium Authority, prestó $950 millones provenientes en su mayoría de un consorcio liderado por Goldman Sachs para cubrir el «capital privado» del campo.
En la NFL (y en otras ligas), ciudad tras ciudad se repite este patrón: instalaciones financiadas con dinero público, que se benefician de exención de impuestos (la ciudad genera bonos públicos no sujetos a tributos cuyos intereses los pagan los contribuyentes) y los beneficios de esos estadios se quedan en los bolsillos de los multimillonarios propietarios.
Pongamos un ejemplo práctico de este cinismo. La cadena FOX retransmite un partido de los Tampa Bay Buccaneers en el Raymond James Stadium, financiado totalmente con dinero público, ya que ha pagado por ese derecho a la NFL. El club paga a la autoridad local de instalaciones deportivas una modesta renta, reteniendo el derecho en exclusiva de autorizar las imágenes en los días de partido. El equipo está entonces vendiendo el derecho a retransmitir los partidos. Finalmente, la NFL reivindica un copyright sobre esa retransmisión. No hay ley federal o estatal que prevenga que las imágenes generadas en los estadios construidos con dinero público sean privatizas de esta manera.
Esta hipocresía de la liga en colaboración con los legisladores se extienda a campos como la especulación de las mudanzas (explicado aquí), que desemboca casi siempre en la construcción de un nuevo estadio bajo el proceso explicado anteriormente y en el artículo Los Estadios: la Hipoteca de América, o en asuntos moralmente más cuestionables como el patriotismo pagado (explicado aquí).
Los políticos parecen más interesados en recibir donaciones para sus campañas e invitaciones a los palcos de lujo que en hacer su trabajo como servidores de la gente corriente. Uno de los pocos mandatarios decentes que intentó poner presión para que la NFL dejara de meter la mano en el bolsillo público fue Arlen Specter, senador por Pensilvania. Specter dejó el Capitolio en 2011 (falleció un año año después) y llegó a decir durante su mandato:
«Los propietarios de la NFL son gente arrogante que abusan de la confianza pública, y actúan como que puede coger lo que les venga en gana.»
El football profesional debería seguir siendo emocionante y popular, pero no porque sea football y sea popular significa que tiene que aprovecharse de la gente corriente. Hasta que la opinión pública no cambie su actitud, aquellos que están en lo alto de la pirámide del football profesional seguirán consiguiendo lo que quieran. Esto no es solo preocupante porque el americano medio paga impuestos para que un número reducido de propietarios ya millonarios pueda vivir como un moderno señor feudal, sino también porque se supone que los deportes deben ser un ejemplo, y el ejemplo que da la NFL es el del egoísmo.
Es el momento de que el Congreso reexamine su podrida relación con este enorme negocio de la National Football League, reconsiderar la excención antimonopolio y tapar los agujeros legales para la financiación pública de los estadios. Para nosotros, los aficionados a este deporte y esta liga, es momento de tener conocimiento de saber lo que consumimos como negocio, no hace falta dejar de consumirlo, pero sí tener conciencia y no ignorar la realidad.