Todos los aficionados al football saben que este deporte no se basa única y exclusivamente en el físico ni en la fuerza bruta. Al contrario. Es uno de los deportes de equipo con más exigencia y disciplina tanto técnica como táctica. Los roles de todos los jugadores están perfectamente definidos. Según la posición que ocupen cada uno de ellos, han de ser especialistas en una serie de atribuciones físicas, técnicas y tácticas. No todo es músculo. La cabeza también cuenta.
Una de las posiciones en donde esto queda más patente es la de free safety. Estamos hablando del jugador cierre de la defensa. El que se posiciona detrás de todos sus compañeros. Sólo ante el peligro y normalmente con una extensión de terreno a cubrir considerable. Responsabilidad máxima ya que es el último bastión defensivo y muchas veces se ve obligado a subsanar errores de sus compañeros. Detrás de él sólo existe el peligro, el touchdown. Lógicamente este tipo de jugador ha de tener un físico que combine velocidad, agilidad y fuerza. Pero últimamente, con los esquemas ofensivos tan dinámicos y variables del football moderno, queda cada vez más patente que un free safety ha de tener algo más. Algo con lo que se nace. Un instinto especial para poder leer y diagnosticar el juego y saber tomar la decisión correcta en el momento adecuado.
Durante la última década ha habido un jugador que representa como nadie estas cualidades: Edward Earl “Ed” Reed, Jr. Durante su carrera de doce años (once de ellos en Baltimore Ravens), Reed ha sentado cátedra en su posición. Ha establecido las bases de lo que en la actualidad representa un free safety. Este año decidió poner fin a su carrera, ésa en la que ha demostrado ser un jugador con un instinto y un halo especial.
Reed ya apuntaba maneras desde un principio. Tanto en su época de high school como universitaria. Su polivalencia física le permitió no sólo jugar como defensive back y punt returner sino destacar también en otros deportes tales como atletismo, baloncesto y football. Su época universitaria duró 5 años. Formó parte del equipo de Miami Hurricanes que consiguió el campeonato nacional en 2001.
Precisamente fue en este año en el que protagonizó una de las jugadas en las que demuestra su capacidad de tomar las decisiones justas en el momento oportuno. Partido contra Boston College. Postrimerías del encuentro. Miami 5 puntos arriba. Boston College en la yarda 9 de los Hurricanes con posibilidad de anotar touchdown y finiquitar el partido que significaría la única derrota hasta el momento de los de Florida que los dejaría prácticamente fuera del camino hacia el Campeonato Nacional. El lanzamiento del quarterback es desviado por la defensa y finalmente interceptado por Matt Walter, defensive end de casi dos metros de altura y más de 120 kilos. Estaba claro que no iba a ir muy lejos con el balón. Es más, había posible peligro que lo pudiera perder. Sin pensárselo ni un momento, Reed se abalanzó sobre su compañero, le robó el balón como si fuera un rival y salió disparado hacia la end zone donde, tras una accidentada carrera en la que casi pierde el equilibrio en un par de ocasiones, logró entrar victorioso anotando el touchdown que confirmaba la victoria. Ese mismo año los Hurricanes realizaron la temporada perfecta (12-0) y se llevaron el Campeonato Nacional. Las credenciales de Reed le permitieron ser seleccionado por los Ravens en la primera ronda del draft del 2002.
Sus 1.590 yardas de retorno tras intercepción (líder de todos los tiempos en la NFL) y sus 64 intercepciones (sexta mejor marca de todos los tiempos) dejan muy a las claras la capacidad de Reed en esta faceta del juego. Su increíble capacidad de lectura, anticipación y su gran rango de cobertura han sido un verdadero dolor de cabeza para los coordinadores ofensivos rivales. Sus fundamentos tácticos son de libro y sus ball skills son dignos del mejor de los receptores. Es un talento innato pero que también tiene sus horas de trabajo. Reed preparaba a conciencia los partidos. En su casa de Baltimore (a escasos metros de los cuarteles generales de los Ravens) se pasaba muchas noches visionando videos de sus rivales, libreta en mano. Rebobinando una y otra vez, atento a todos los detalles de la ofensiva de sus rivales. Incluso invitaba a compañeros suyos a estas sesiones de vídeo. Horas y horas de visionado. Domonique Foxworth, cornerback con el que coincidió durante los últimos años, declaró en una ocasión que “Reed tiene un ordenador por cerebro. Memoriza y sintetiza cientos de formaciones y combinaciones de una forma que nadie más puede hacer. Piensa y reacciona como nadie. Actúa como un quarterback, pero al otro lado del balón. Es uno de los mejores free safeties de todos los tiempos”. El propio Bill Belichick se declara admirador de él y lo ha definido como “un jugador muy especial. Hace cosas en su posición que nadie más puede hacer”.
Su forma de interpretar su papel en la parte de atrás de la defensa era totalmente contrario al de su compañero Ray Lewis, middle linebacker que coincidió con Reed durante la totalidad de la estancia de éste en Baltimore. Eran el yin y el yan de la defensa. Lewis representaba al jugador de sangre caliente, siempre encendido, pura pasión dentro y fuera del campo. Famosos eran sus apasionados discursos, muchos de ellos incomprensibles y que rozaban en ocasiones el misticismo. Reed prefería pasar desapercibido. Dejaba la teatrabilidad y el foco de las cámaras para su compañero. No solía hacer ruedas de prensa. No era muy amigo de ellas. Simplemente atendía a los medios de comunicación brevemente en el vestuario tras finalizar el partido. Sin embargo, era un verdadero líder en el vestuario. Puede que incluso más que el propio Lewis. Eso sí, con su estilo. Dannell Ellerbe, linebacker que coincidió con Reed durante cuatro temporadas le definía como “un líder del vestuario que está detrás de las cámaras. Es un tipo muy respetado. Cara a la galería es muy callado, no le interesa estar en el candelero pero siempre se preocupa por sus compañeros y porque todo funcione bien dentro del equipo”. Visto a perspectiva, a Reed le vino muy bien coincidir con un tipo como Lewis.
Su trayectoria con los Ravens finalizó con el mejor premio posible: anillo de campeón en la Superbowl XLVII. Reed se convirtió en agente libre tras este éxito y en lugar de retirarse como su compañero Lewis, decidió alargar su trayectoria en Houston Texans. El tema no cuajó y fue traspasado a media temporada a New York Jets donde pasó también sin pena ni gloria. Tras un año en blanco, el eterno número 20 ha decidido colgar las botas. Y lo ha hecho a su manera: discretamente y sin hacer mucho ruido. En mayo de este año firmó un contrato de un día con la franquicia de Maryland para retirarse como Raven. Atrás deja un legado que, safeties como Earl Thomas o Eric Weddle intentan perdurar en el tiempo. El listón, sin embargo, está alto, muy alto.