Hace unas semanas pude ver el no-hitter que lanzó Tim Lincecum (imagino que todos lo habréis visto ya a estas alturas y que no destripo el final del partido a nadie). Pues bien, una de las cosas de las que más se habló al día siguiente fue de que The Freak necesitó 148 pitches para completar el partido. Casi parecía que Bruce Bochy, manager de los Giants hubiese cometido una temeridad al permitir que el lanzador siguiese en el encuentro.
En las últimas dos décadas el control del número de pitches se ha convertido en una obsesión. Empezarón a contarlos los pitching coaches en los banquillos y hoy en día en todas las retransmisiones podemos seguir la cuenta. En cuanto el pitcher se acerca a la barrera psicológica de los 100 lanzamientos, todos empiezan ya a pensar que tiene que ser sustituido y parece que para algunos el único motivo para seguir es que esté lanzando un no-hitter o un partido perfecto.
Me picó la curiosidad y me puse a indagar acerca de cuántos partidos completos se lanzaron el año pasado y qué porcentaje de todos los partidos disputados suponía esa cantidad. Lo que encontré fue esta interesantísima tabla que muestra evolución que han tenido los partidos partidos completos a lo largo de la historia de la MLB.
Año | Partidos iniciados (partidos en la temp.x 2 pitchers por partido) | Partidos completos | Porcentaje |
1904 | 2496 | 2186 | 87,6 |
1914 | 3758 | 2067 | 55,0 |
1924 | 2462 | 1198 | 48,7 |
1934 | 2446 | 1061 | 43,4 |
1944 | 2484 | 1123 | 45,2 |
1954 | 2472 | 840 | 34,0 |
1964 | 3252 | 797 | 24,5 |
1974 | 3890 | 1089 | 28,0 |
1984 | 4210 | 632 | 15,0 |
1994 | 3200 | 255 | 8,0 |
2004 | 4854 | 150 | 3.1 |
2012 | 4860 | 128 | 2,6 |
Como véis la reducción de partidos completos, tanto en términos absolutos como en términos porcentuales es clarísimo. Pese a jugarse el doble de encuentros, en 2012 se lanzaron casi 20 veces menos partidos completos que en 1904. A principios del siglo XX, los complete games eran prácticamente la norma y, de cada diez pitchers titulares, nueve lanzaban el partido entero. Sin embargo, hoy en día la situación es completemente opuesta. El partido completo es una rara avis.
Exceptuando un pequeño incremento entre 1964 y 1974 (década que curiosamente coincide con el Year of the Pitcher y las medidas que tuvo que tomar la oficina del comisionado para reducir el dominio que ejercian los lanzadores) el procentaje de partidos completados se ha ido reduciendo de manera constante, por lo que parece que el cambio en la estrategia utilizada por los managers de los equipos se dio de manera progresiva y no fue un cambio radical y repentino. Vamos a intentar descubrir cuales han sido los motivos de este cambio.
El primer motivo es el ya mencionado control de número de pitches. Los cuerpos tecnicos de la franquicias decidieron que la mejor forma de evitar lesiones en sus lanzadores titulares era limitar el número de veces que podían repetir el esfuerzo del lanzamiento en cada partido. Como ya comentaba antes, los pitching coaches asumieron la labor de contar los pitches desde el dugout, para evitar que los lanzadores sobrecargasen sus hombros y brazos. La tendencia llegó a las televisiones y hoy en día podemos ver en todas las retransmisiones un recuadro en el que se lleva la cuenta de lanzamientos.
La cifra mágica se ha puesto en los 100 lanzamientos. En cuanto un lanzador titular llega a los 90-95 lanzamientos, todo el mundo (aficionados y comentaristas) comienza a pensar que esa va a ser la última entrada del pitcher y en cuanto se superan todo el mundo empieza ya a conjeturar con cuáles van a ser los próximos movimientos de lanzadores: ¿Quién va aser el primer suplente en salir? ¿Qué estrategia usará el manager? El único motivo lógico que ve la gente para que siga es que esté lanzando un no-hitter o un perfecto. Pero incluso en estos casos se critica al manager. El año pasado, tras lanzar su no-hitter, Johan Santana tuvo un mes nefasto antes de acabar en la DL para el resto del año. Las críticas hacia el manager de los Mets no tardaron en llegar por haber permitido que su ace lanzase 134 lanzamientos, ya que veían en ese alto número de lanzamientos el motivo de su bajón de rendimiento y su lesión.
El control del número de lanzamientos no se reduce sólo a los que los pitchers realizan en un partido, si no que también incluye a los que se realizan a lo largo de toda una temporada. Las rotaciones se ampliaron de cuatro a cinco miembros, para que los jugadores tuviesen más días de descanso e incluso hay equipos que en su farm system han impuesto dos rotaciones dentro del mismo equipo para que los pitchers tengan mucho descanso. Como ejemplo tenemos el caso de Stephen Strasburg el año pasado, al que los Nationals no dejaron jugar en Playoffs para que no se sobrecargase su brazo y se reproducese su lesión de 2011.
La situación no puede ser más opuesta a la que había hace unos años. Hasta mediados del siglo XX y bien entrada la década de los 70, los pitcher tenían que lanzar tantos pitches como necesitase el equipo, sin tener en cuenta si eso podía acarrear lesiones. No sólo era más habitual ver partidos completos, si no que se podían ver encuentros en los que los pitchers lanzaban 10 u 11 entradas. De hecho el record de más entradas lanzadas por un mismo pitcher en un partido, lo establecieron en 1920 Leon Cadore y Joe Oeschger que lanzaron 26 entradas cada uno en el partido que enfrentaba a sus respectivos equipos, Brooklyn Robins y Boston Braves. Si queréis un referente más próximo, en 1962 AL Jackson, pitcher de los recien creados Mets, lanzó 15 entradas y Rob Gardner, también de los Mets, volvió a hacer lo mismo tres años después.
También se daban otro tipo de situaciones extrañas que demuestran que, o bien los pitchers eran más duraderos antes o bien los managers se preocupaban menos de las consecuencias. El 8 de mayo de 1984 los Whites Sox recibían a los Brewers en el antiguo Comiskey Park. El partido ostenta el record de más entradas disputadas en la Liga Americana, ya que llegó a los 25 innings (De hecho, el partido se tuvo que parar tras concluir la parte alta de la 18ª porque no estaba permitido que se empezasen a jugar entradas después de las 00:59). Al día siguiente se retomó el partido y Tom Seaver, uno de los miembros de la rotación de los de Chicago, se tuvo que encargar de la última entrada, llavándose la W. El problema era que, por la noche tenían que jugar el encuentro que estaba programado para esa jornada y ¿de quién era el turno en la rotación? Exacto, de Tom Seaver. ¿Solución? Por supuesto, que jugase Seaver. Así que Tom Terrific tuvo que subir al montículo y lanzar otras 8.1 entradas. En resumén, jugó una entrada a la tarde, pasó el parón entre un partido y otro y lanzó 8.1 más llevandose 2W. Situaciones como esta también se daban con los relievers que, sobre todo si había extra innings, a veces tenían que lanzar cinco entradas un día y otra u otras dos al día siguiente.
El segundo motivo es que los managers han ido adquiriendo confianza en lo que pueden hacer los middle relievers; es decir los suplentes que suelen lanzar las entradas 5, 6 y 7. Anteriormente, los clubes tenian bullpens muy pequeños. Solían estar compuestos de un closer diestro, otro zurdo y uno o dos relevistas más para los casos más extremos, en los que el titular estaba teniendo un partido horrible y faltaban bastantes innings por jugarse. Sin embargo, a medida que los cuerpos técnicos empezaron a preocuparse por dar más descanso a sus titulares y a no obligarles a hacer tantos esfuerzos, también empezaron a confiar más en esos lanzadores que podían ocuparse de las entradas medias. Esto fue clave para que se terminase de establecer el control de innings y se redujese el número de partidos completos. Sin esa confianza, los managers seguirían exprimiendo a sus pitchers y veríamos muchos más partidos completos.
Por supuesto, estos dos hechos han tenido otras consecuencias secundarias además de restar a los titulares la posibilidad de completar encuentros.
La primera consecuencia es la reestructuración de la composición de los rosters. Como ya he dicho antes, antiguamente los bullpens de los equipos eran muy pequeños y tenían unos cuatro miembros. Sin embargo, hoy en día los clubes suelen tener 12 pitchers, casi la mitad del 25-man roster. La ampliación de la rotación a cinco miembros y, sobre todo, la mayor necesidad de brazos de reemplazo han hecho que los equipos tengan sólo 13 position players. Esto tiene muchas consecuencias para los cuerpos técnicos, ya que cuentan con un jugador menos para dar descanso a los jugadores habituales o para salir a batear en un momento dado durante el partido. Este último problema es especialmente notorio en la Liga Nacional en la que el uso del pinch-hitter es bastante más habitual debido a la participación de los lanzadores en las labores de bateo. En cuanto el manager hace uso del bullpen, también acude a los pinch-hitter cuando les tocaría batear a los relevistas y, si el partido se va a las entradas extras, es posible que se quede sin jugadores en el banquillo. Por eso, ya ha habido algunas voces que han pedido que, o bien se expanda la norma del DH a la NL o se amplie el roster a 26 jugadores en este liga. De momento, no parece que vaya a haber modificaciones a corto plazo, pero quizás se cambie la norma en el futuro.
Otra consecuencia bastante notoria es la mayor especialización de los pitchers suplentes. Antes, con bullpens más reducidos, sí que había un par de jugadores que se repartían el rol de closer; pero en general las labores de los relevistas eran más amplias. Hoy en día, en cambio, los roles son muy específicos. Tenemos al closer, al set-up man (que se encarga de la octava entrada), un par de middle relievers (que se encargan de las entradas de la cinco a la siete), algún long reliever (que suele salir cuando hay que quitar pronto al titular por lesión o mal rendimiento y se puede encargar de tres o cuatro entradas); y, algunos clubes tienen incluso un LOOGY y un ROOGY (Left-handed One Out GuY y Right.handed One Out GuY) que son un pitcher zurdo y otro diestro que son especialistas en salir eliminar a un bateador zurdo o diestro (por lo general, el mejor hitter rival) y salir del partido.
La última consecuencia se ha dado en el plano de las estadísticas. Hasta los años 80 el dato clave para un pitcher eran las victorias y la marca mítica que separaba a los buenos lanzadores de los grandes eran las 20W. El jugador podía tener un ERA de 1.50 y sumar 11K/9 que, si sólo obtenía 15 victorias, no podía aspirar al premio Cy Young. Hoy en día, con las rotaciones de cinco miembros y el menor número de partidos completos, para los pitchers es mucho más difícil llegar a los 20 triunfos. Por lo tanto, hay otras estadísticas que tienen más importancia a la hora de valorar a un hurler. ERA, WHIP, K/9, BB/9, WAR, etc. son las estadísticas que hoy en día distinguen a los buenos de los grandes
EL béisbol ha cambiado mucho en las últimas décadas y es más difícil ver que el hombre en el montículo empieza y termina el partido. Sin embargo, eso no quiere decir que los pitchers actuales son peores. ¿Os suenan Justin Verlander o Clayton Kershaw?