Posee los récords de hits, 4.256; más partidos jugados, 3.562; y más apariciones en el plate, 15.890, de toda la historia de la MLB. Ganador de tres Series Mundiales, 17 veces All-Star, Rookie del año, y en la alineación ideal del mejor equipo del siglo XX de la MLB. La frase que le enmarca: «Yo soy como todos los demás. Tengo dos brazos, dos piernas y cuatro mil hits.»
Jugó de primera, segunda y tercera base, también en las tres posiciones de atrás de outfielder, únicamente le faltó jugar de shortstop y de catcher. Profesional de 1963 a 1986, jugando en los Cincinnati Reds, Philadelphia Phillies y Montreal Expos. Entrenador de los Reds de 1984 a 1989. Con este currículum parece que no hay dudas, seguro que está en Salón de la Fama, probablemente en el cuadro de honor, pues no, ese no es de momento el final feliz de la carrera de Pete Rose.
¿Qué pecado cometió? Apostar en partidos de béisbol profesional, a favor y en contra de su equipo cuando era entrenador de los Cincinnati Reds. Llegó a un acuerdo con el comisionado de las Grandes Ligas, Bart Giammati, para que no continuaran las investigaciones y, a cambio, Rose sería apartado de forma indefinida del mundo del béisbol, por lo que no puede ser elegido para el Hall of Fame. Además, durante el año 1990 fue acusado de evasión de impuestos y condenado a cinco meses de prisión. Rose admitió haber apostado, siempre a favor de su equipo y únicamente cuando era entrenador.
Pete Rose nació en Ohio, Cincinnati, un 14 de abril de 1941. Se le apodó «Charlie Hustle», un apodo con que le bautizó Whitey Ford, pitcher de los Yankees, cuando Rose consiguió evitar un home run de Mickey Mantle que todo el mundo daba por hecho menos el bueno de Pete, que en esa época era uno de los rookies de los Reds. Cuando Mantle se sentó en el banquillo el pitcher le dijo: «¿Has visto a ese Charlie Hustle ahí fuera?». Un ídolo para la gente de Cincinnati, un hombre de los suyos defendiendo el equipo de su tierra, algo que cada vez se ve menos en el deporte profesional donde las cifras han quemado el camino de los sentimientos.
La forma tan intensa que tenía de vivir los partidos le costó más de un disgusto. En 1964 lanzó un bate a los espectadores después de haber sido eliminado por strikeouts, con la mala suerte que golpeó a un niño. Ocho partidos de suspensión. En 1970, en un partido de los All-Star, consiguió la carrera vencedora en la decimosegunda entrada; corrió con tanto ímpetu que le dislocó el hombro al catcher de Oakland Ray Foster. Lo que eran antes los partidos de las estrellas… En 1973, en las series de campeonato ante los Mets, inició una reyerta con Bud Harrelson que terminó en una multitudinaria pelea.
El colofón final de sus “incidentes” en el campo llegó en 1988, empujando a un árbitro, y siendo castigado con 30 días de suspensión. Una vez dijo: «Me paseo por el infierno con un traje de gasolina para jugar al béisbol.»
Jugó en el equipo de los Reds durante los años 70, un equipo conocido como «The Big Red Machine». Él era el líder, junto a Johnny Bench, Tony Pérez y David Concepción. Su mejor temporada fue la del 73, un porcentaje de 0.338 y 230 hits. Para saber más de este equipo está el excelente libro de Joe Posnanski, “The Machine.” Con estos consiguió dos campeonatos, 1975 y 1976. Su tercer título lo ganó con los Phillies en 1980.
Han pasado más de 25 años desde que Bart Giamatti anunciara el destierro del mundo del béisbol para Pete Rose. Los comisionados que le siguieron (Vincent y Selig) decidieron no darle el perdón; se habla de motivos personales, laborales, o de justicia, lo cierto es que no perdonaron. Pero, con el partido de las estrellas jugándose este año en Cincinnati, el nuevo comisionado Rob Manfred podría cambiar el viento para «Charlie Hustle». Como él dice: «No importa cuántas veces pidas perdón, alguien no va a escucharte.»