El baloncesto es un deporte que nos proporciona y ha proporcionado a España muchas alegrías desde hace bastantes décadas. La selección, el Real Madrid y el F.C. Barcelona nos han dejado para la historia grandes logros y dos generaciones que han sido los grandes tesoros del deporte de la canasta en nuestro territorio: la generación de la primera mitad de los 80´s y la de la segunda mitad del 2000. Estos últimos han sido la evolución de los primeros y han podido disfrutar de algo que en la época de los chicos de Díaz Miguel era casi imposible, la llegada a las canchas de la NBA. La fallida etapa al otro lado del charco del genial Fernando Martín ha tenido en Pau Gasol su mejor homenaje y las aventuras de los Navarro, Garbajosa, Fernández o Rodriguez han honrado a una generación única que fue un gran punto de inflexión para toda la labor formativa de los clubs de baloncesto en nuestro país.
Hemos generado grandes jugadores en todas las demarcaciones pero si existe un puesto en la cancha donde hemos producido de manera superlativa geniales jugadores ese es el de base. Han sido muchos los grandes bases que ha habido pero, si tenemos que destacar a alguno de ellos, dos de los mejores de la historia han sido Nacho Solozabal y Juan Antonio Corbalán. Los timones de la España de los Juegos Olimpicos del 84 eran dos bases que no destacaban por su potencia física sino por una increíble visión de juego y distribución de balón, una efectividad impresionante en el tiro desde cualquier distancia y, especialmente, por una gran inteligencia en la cancha que les posibilitaba el poder superar en el cuerpo a cuerpo a jugadores de mayor envergadura. Este concepto de base fue el patrón a seguir en nuestro país y en Europa durante las siguientes décadas y la evolución natural necesaria de ambos jugadores no ha podido personificarse de mejor manera. La carrera forjada por José Manuel Calderón supone una oda a todos los jugadores que le han precedido y hemos podido ver como nuestro estilo de point guard podía triunfar en EEUU. Su increíble inteligencia, su genial tiro y su fuerza mental hacen del extremeño uno de los mejores jugadores de nuestra historia y ser uno de los mejores bases europeos de la historia en la liga americana. Como ocurrió con Solozabal o Corbalán, Calderón ha vivido y vive a la sombra de una estrella. Aunque sea Pau Gasol el blanco de todas las miradas e incluso su hermano Marc contribuya a que Jose no atraiga todos los focos mediáticos, ‘Mr. Catering’ cumple este año la novena temporada de una trayectoria NBA marcada por su gran capacidad de adaptar tanto su juego como su mente a las necesidades del equipo.
Su llegada a la NBA no fue vía draft, como es habitual, sino como agente libre gracias a unas últimas campañas en la liga española donde era el referente del gran TAU Vitoria que consiguió la Copa de la 2003/2004 y el subcampeonato de liga y Euroliga en la 2004/2005, equipo al que pertenecía desde que a los trece años que abandonara su Cáceres natal. Firmó por los Toronto Raptors y comenzó una extensa etapa de casi ocho años. Es el equipo en el que ha estado más tiempo. Esta época está marcada por la evolución del jugador y por la gran cantidad de jugadores de su mismo puesto contra los que ha tenido que rivalizar para obtener la titularidad. En su primera temporada una lesión en navidades unida al mejor año en la carrera de Mike James, un jugador que permaneció diez temporadas en la liga con más pena que gloria, redujo considerablemente sus minutos en la parte final de la regular season. Al año siguiente su rol dentro del equipo no fue mucho mejor, James se iba rumbo a Minnesota y llegaba desde Milwaukee TJ Ford. Con Ford de titular, Caderón mantuvo sus minutos en cancha, entorno a 20, pero mejoró sus estadísticas de manera espectacular. De un 42% de tiro de dos y un 16% de tiro de tres puntos pasó a un 52% y un 33,3 % respectivamente. Al año siguiente la progresión fue más importante aún. La lesión de TJ Ford hizo que Jose asumiera la titularidad de manera brillante y que cuando el tejano volvió a estar disponible ambos se repartieran los minutos. El resultado fueron 30 minutos de juego en cada encuentro, 11 puntos y 8 asistencias por partido, y estar por encima del 50% en tiros de campo con un 46% en tiros de tres. Y es que TJ Ford fue un jugador fundamental en el crecimiento de Jose. Tener una competencia así provocó que Calderón necesitara ser más efectivo en el tiro. Si quería subir sus minutos necesitaba no fallar los cinco o seis tiros que tenía en cada encuentro. TJ Ford fue un acicate fundamental para ver al Calderón de hoy en día y de que el español fuera capaz de realizar una carrera prolífica en la NBA. Y no es casualidad que las dos temporadas en las que compartió vestuario con TJ Ford fueran las últimas en las que Toronto fuera capaz de alcanzar la postemporada. De su rivalidad y del gran momento de forma de Chris Bosh disfrutaron los aficionados del Air Canadá Centre.
El siguiente curso, 2008/09, fue la mejor temporada de Calderón. Ford abandonó la disciplina de los Raptors para unirse a los Pacers y Jose se asentó como base titular. Con Roko Ukic haciéndole los descansos, rubrica su nuevo y lucrativo contrato, aumenta sus estadísticas, establece un record absoluto de la liga en porcentajes de tiros libres (98´1%) y se queda gracias a sus 87 tiros libres anotados de manera consecutiva con la segunda mejor marca de toda la historia de la NBA. Un año en el que despliega su mejor baloncesto y se asienta como uno de los bases más reconocidos de la liga, pero es una campaña que se ve empañada por un record del equipo muy negativo que sacó a los canadienses de puestos de Playoffs. Esto provocó que Calderón a partir de este año viva su cuesta abajo en el equipo de Toronto por dos razones: La dinámica del equipo y su tensa relación con Bryan Colangelo. La relación Colangelo – Calderón era muy similar a la de Kupchak – Gasol. Confío plenamente en ti pero no. En las cuatro campañas siguientes todos los veranos llegaba un base con el que batirse en duelo. Jarret Jack y Jerryd Bayless, aprovechándose de alguna lesión del internacional español y de las oportunidades que les brindaban los entrenadores de turno (Sam Mitchell, Jay Triano y Dwane Casey), intentaron arrebatarle la titularidad sin éxito. Su regularidad era un valor contra el que era muy difícil luchar pero la situación del equipo invitaba a buscar un cambio de aires. Bosh había abandonado hacía un par de temporadas el barco rumbo al calor de Miami y el equipo iba a la deriva. En una dinámica totalmente negativa llegamos a la pasada temporada. Para colmo la nueva apuesta de Colangelo en el puesto de base, Kyle Lowry, se erigía como la gran esperanza canadiense para el futuro. Calderón estaba en su último año de contrato y como era previsible fue traspasado después de varios meses de rumores. Su nuevo destino era Detroit.
Los escasos 28 partidos que jugó en ‘Motor City’ fueron importantísimos. Después de pasar unos años de una situación baloncestística de bloqueo tanto por su situación personal como por el estado de la franquicia, Detroit fue un soplo de aire fresco. Llegó a una franquicia con una plantilla insultantemente joven y que buscaba en él anotación exterior, asistencias para sus imponentes Monroe y Drummond, y dar al juego y al vestuario la serenidad que da la experiencia. Liderazgo. Se sintió muy importante gracias a que Joe Dummars, GM de los Pistons, lo consideraba una pieza fundamental para el proyecto de los siguientes años. Finalizar la temporada de esta forma supuso un subidón anímico muy importante, por lo que encaró este pasado verano dentro de la agencia libre con mucha tranquilidad. Estaba buscando su, presumiblemente, último contrato NBA por lo que sus prioridades las tenía muy claras: Un equipo con aspiraciones y en el que tuviera un rol importante. Aunque Detroit y Sacramento sonaron con fuerza, un equipo que ya lo controlaba desde hacía tiempo fue quien se llevo el gato al agua. Un contrato de $29 millones por cuatro temporadas por parte de los Mavericks y un futuro ambicioso en sus últimos años de carrera eran el premio a su buen hacer durante ocho años en la liga.
Su inteligencia, de la que nos hemos hecho eco durante todo el artículo, ha hecho acto de presencia de manera espectacular durante la actual campaña. La llegada de Monta Ellis como estrella del equipo junto a Nowitzki ponía en entredicho la posibilidad de que Calderón pudiera desarrollar su juego de conducción y distribución de balón. Ellis es un jugador cuyos puntos fuertes son la conducción del juego y la penetración a canasta por lo que el juego de Jose, en principio, chocaba con el del escolta ex de los Bucks. Pero Calderón ha sorprendido a propios y extraños sabiendo ceder el balón a Ellis y adoptando el rol de tirador nato de larga distancia y de apoyo en la distribución del juego. Es el complemento perfecto para un Ellis al que en sus equipos anteriores no pudieron encontrarle un compañero en el backcourt debido a tratarse de un escolta bastante distinto al resto. Pero en Dallas sabían de la polivalencia del español y han visto como se ha convertido en uno de los mejores tiradores de tres de toda la liga y en una opción de lujo para mover el balón tanto en estático como en transición. Es pieza clave del equipo, el gran artífice de la rápida adaptación y cambio en el juego de Ellis, y con él en pista la cantidad de opciones de poseen los Mavs no las tiene casi ningún equipo de la NBA. Lo más seguro es que este año ‘Calde’ pueda volver a disputar unos playoffs después de varios años. Con 32 años ha sido capaz de dar una vuelta de tuerca. Y tiene cuatro años por delante en un equipo que posee una base solida para conquistar el anillo que merece. Dificil, si. Merecido también.