El mundo del baloncesto gira entorno a la que se considera como la mejor liga del planeta, la NBA. El esplendor que la rodea hace que durante los ocho meses que dura la competición sea ella quién manda en el planeta basket, muy a pesar de los fervientes admiradores del baloncesto europeo y de su nada desdeñable Euroliga.
La presencia de muchos de los mejores jugadores del mundo, el glamour que desprende la competición, los nada despreciables sueldos que en ella se cobran… en definitiva, el show que es en sí misma, hacen de la NBA la competición de baloncesto más conocida del mundo y aquella en la que a todo jugador le gustaría probar suerte.
Hoy en día, la presencia de europeos en la NBA no es ninguna sorpresa. De hecho, no es de extrañar que la gran mayoría de los treinta equipos que conforman la liga cuenten con al menos un jugador venido desde el viejo continente. Sin embargo esta dinámica no existía en el pasado. No fue hasta bien entrados en la década de los 90 e incluso principios del siglo XXI cuando se convirtiese en habitual la presencia de foráneos a la liga, siendo la llegada de europeos la más habitual.
A esa hornada de finales del pasado siglo y principios del nuevo pertenecen algunos de los mejores jugadores europeos de la historia: Dirk Nowitzki, Pau Gasol, Predrag Stojakovic, Andrei Kirilenko, Hedo Turkoglo… Junto a ellos se encuentra también el que probablemente es, conjuntamente con el croata Drazen Petrovic y el español Juan Carlos Navarro, el mejor jugador exterior que ha dado el baloncesto europeo: William Anthony Parker, más conocido como Tony Parker.
El base francés emigró a los Estados Unidos en el 2001, tras ser elegido por los San Antonio Spurs en el puesto número 21 del draft de ese mismo año. Parker decidió dar el salto a la mejor liga de baloncesto del mundo tras dos grandes temporadas en el París Basket Racing -actual Paris Levallois Basket- uniéndose así al primer gran éxodo de talento europeo camino de la NBA.
Doce años después de aquello, el #9 de los Spurs y de la selección francesa es una de las grandes estrellas de la liga y forma conjuntamente con Tim Duncan y Manu Ginobili -casualidades de la vida ninguno de los tres es estadounidense- uno de los big three más letales del campeonato.
A lo largo de este tiempo, a quién el gran Andrés Montes bautizase como ‘Oh la la’, le ha dado tiempo a ganar tres anillos de la NBA, a ser elegido MVP de las finales del año 2007, a disputar hasta en cinco ocasiones el All-Star game de la liga, e incluso a convertirse en el máximo asistente histórico de su equipo, los San Antonio Spurs. Sin embargo y a pesar de la triunfante carrera NBA que atesora, el jugador galo seguía sin poder deshacerse de la gran losa que supone para una estrella como él no ser capaz de triunfar con su selección.
El tan ansiado triunfo llegó por fin éste pasado domingo 22 de septiembre en el pabellón Stocize Arena de Liubliana, Eslovenia, en donde la selección francesa consiguió auparse, por vez primera en su historia, a lo más alto del baloncesto continental, tras imponerse por 80 a 66 a Lituania en la final del Eurobakset. Parker no fue el mejor jugador de la final, papel que recayó en manos del alero de los Portland Trail Blazers Nicolas Batum, pero si lo fue del conjunto del campeonato y del partido que le dio a la selección francesa el billete para la tan ansiada final.
‘Oh la la’ era consciente de que el título pasaba por ganar a su auténtica bestia negra, aquella selección que les había privado -tanto a él como a su selección- de colgarse muchas más medallas de las que se han colgado y de hacerse con el Eurobasket del año 2011. Tras derrotar a la anfitriona en cuartos de final, España esperaba en la antesala de la final. Un partido a vida o muerte que Parker entendió como tal: 32 puntos y 6 rebotes con los que tumbar a la selección más fuerte del torneo y llevar a Francia a su segunda final continental consecutiva.
Fue entonces cuando el mejor jugador francés de la historia de este deporte, Tony Parker, pudo por fin respirar aliviado sabedor de que había conseguido el único triunfo que le faltaba: reinar con su país.