Hay ocasiones en la vida en la que es necesario tirar del carro. Unas veces porque tomamos nosotros mismos esa iniciativa, otras porque nos lo piden y algunas porque nos vienen así dadas y no nos queda otra opción. Esto a veces no es una tarea sencilla, ya que no sólo se trata de arrastrar lo que pones sobre tu espalda, sino porque tienes que llevarlo en una dirección determinada.
Este caso es aplicable a la actual situación de los Boston Celtics y, en concreto, de Rajon Rondo. La salida de tres buques insignia de la franquicia como Paul Pierce, Kevin Garnett y Jason Terry (pido disculpas por escribir otro artículo haciendo referencia a estos jugadores, ya no pasará en los siguientes) ha supuesto la llegada de nuevos jugadores, con lo que ahora toca redefinir el proyecto de la franquicia. Esto supone un gran cambio en tan sólo unos pocos meses y esta nueva situación requiere de una buena mano (con criterio y responsabilidad) que dirija la nave Celtic. Mejor dicho dos manos, y esas parecen ser las de Rondo.
No hace falta explicar a estas alturas la versatilidad, calidad, rapidez y explosividad del dorsal ‘9’ del TD Garden ni dudar de sus dotes para, ahora que empieza su octava temporada en la NBA, liderar a un franquicia histórica como los Celtics. Lo que quizás sí requiera de una explicación es ver si va a funcionar lo que tenga alrededor y, si es así, cómo.
Keith Bogans, MarShon Brooks, Vítor Faverani, Donte Greene, Kris Humphries, KellyOlynyk, Phil Pressey, Gerald Wallace son los que han llegado a Boston a la fecha de redactar este texto, y se unen a los Brandon Bass, Jeff Green, Courtney Lee y compañía. Son muchos nombres (algunos destacados de la pasada temporada), no dejan ninguna posición coja ni falta de refuerzos pero a priori no asustan a los ‘cocos’ del Este, entendiendo que nos referimos a Heat, Knicks y Pacers.
A todo esto, no debemos olvidar que Rondo sigue recuperándose del ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha. No juega desde el mes de enero y, según las noticias que llegan desde el otro lado del charco, no hay todavía fecha prevista para su vuelta y probablemente se pierde el inicio de la temporada. Mal asunto para los Celtics.
Con estas cartas sobre la mesa, Boston comenzará el curso con una plantilla casi distinta a la que acabó la anterior y, lo más preocupante de todo, sin una clara referencia sobre la que apoyarse. Los jugadores con los que ahora cuenta la franquicia de los 17 anillos no son para hacer un equipo grande ni para luchar por cotas altas, sino que es de reconstrucción y esto lo debería saber bien el propio Rondo.
Cuando le den la hoja de ruta de la temporada, la primera tarea tiene que ser la de encontrar sus sensaciones y la de llegar a su nivel óptimo de rendimiento lo antes posible. En este proceso, debe ir haciéndose con sus compañeros, porque cuando vuelva éstos ya llevarán jugando algún tiempo juntos y solamente habrá que añadir una pieza más para completar el puzle. Eso sí, la más importante. Una vez Rondo esté metido en la dinámica de equipo y haya cogido la forma, tendría que ser el momento de meter una marcha más al proyecto e intentar llegar a los meses finales de competición en el mejor rendimiento posible para llegar siendo lo más competitivos posible a los Playoffs (damos por hecho que se meterán entre los ocho primeros, porque sino el desastre habrá sido enormes dimensiones).
Estas deben ser más o menos las directrices e indicaciones que Rondo debería recibir sober en qué dirección debe tirar del carro cuando se recupere de su lesión, las cuales vendrán dadas desde el banquillo, lugar que ha sufrido otro cambio también este verano. Doc Rivers puso rumbo a Los Ángeles para ocupar el banquillo de los Clippers en lo que un joven entrenador de Indianápolis, con tan sólo dos años de experiencia (uno como asistente) en la Universidad de Butler, llamado Brad Stevens, fue el elegido para dirigir a los Celtics desde la banda.
Stevens tendrá como mejor aliado a Rondo en la cancha para que su estreno en la NBA sea lo mejor posible y que demuestre que vale para dirigir una franquicia de primer nivel, pero no podrá conseguir nada por arte de magia. El ejercicio de reflexión que el nuevo coach tendrá que hacer para hacer funcionar la nueva maquinaria Celtic será bien profundo. Boston va a pasar de jugar de una temporada a otra con tres jugadores veteranos dando el máximo para intentar conseguir un anillo más en su carrera a hacerlo con un bloque de jugadores de nivel medio o medio alto, probablemente con un nivel inferior al nivel ofrecido en los tres últimos años. Parece un cambio demasiado brusco y veremos con el tiempo si Stevens consigue sacar un buen producto de sus nuevos jugadores y si Rondo consigue canalizar el peso que supone ser el líder de un equipo prácticamente obligado a ganar año sí y año también.
Seguramente Rondo ya le lleve dando vueltas al tema desde que conoció a quiénes iba a tener alrededor esta temporada. Considerando que está más o menos en la mitad de su carrera en la NBA, probablemente le haya llegado el momento de dar un paso al frente (si es que no ha dado muchos ya) aunque esta vez sea como la cabeza más visible del proyecto. Tirar del carro en situaciones difíciles nunca es fácil, pero siendo el jugador en el que toda la nación ‘Celtic’ tendrá puestas las esperanzas en esta nueva era de la plantilla seguro que no lo será, aunque no le quede más opción que hacerlo.