Los Playoffs de la NBA son una mezcla indescriptible de sensaciones, un mar de corrientes a favor o en contra de un equipo, de pasiones desairadas y de adrenalina en estado puro. Las rondas finales por el título son capaces de mostrar lo mejor y lo peor de una franquicia. También permiten saborear las mieles más dulces del éxito y las bocanadas más agrias de la derrota. Pero de lo que no hay duda es que, en ocasiones, son una montaña rusa que hace que se nos queden grabados momentos imposibles de borrar de nuestras retinas.
¿Se puede pasar del éxtasis, a la confusión y de la incredulidad a la victoria en un mismo partido? ¿Puede la locura parar un partido durante minutos, darlo por acabado y luego regalar 5 minutos extra de baloncesto? Solamente una liga en el mundo y un periodo de tiempo del calendario son capaces de generar esa pasión y esos momentos únicos que, con razón, hacen que miles de espectadores en todo el mundo se peguen al televisor para seguir las eliminatorias por el título de la mejor liga de baloncesto del mundo.
Uno de los momentos más impactantes de los Playoffs de la NBA cumple 40 años, buen motivo para recordar qué sucedió y entender la magia que nos regalan de vez en cuando las rondas eliminatorias por conseguir el anillo de campeón.
Pónganse en contexto. Corría el mes de junio de 1976. Se cumplían 200 años de la independencia de Estados Unidos, Gerald Ford era el presidente del país en aquel momento y Larry O’Brien llevaba un año como comisionado de la NBA. El hombre que actualmente da nombre al trofeo de la NBA iba a llevar a cabo ese año la fusión entre la ABA y la NBA para convertir la liga en lo que conocemos hoy en día. Kobe Bryant no tenía ni dos años, Magic Johnson aún jugaba en Michigan State, Larry Bird no había empezado a jugar en Indiana State y los actuales campeones eran los Golden State Warriors.
El 4 de junio de aquel año, los Boston Celtics recibían en casa a los Phoenix Suns en el quinto partido de las Finales de la NBA. La serie llegaba 2-2 después que los de Massachusetts hubieran ganado los dos primeros choques en el Boston Garden y de que los de Arizona hubieran nivelado la balanza en los dos siguientes. El cuarto partido se había resuelto en la prórroga, lo que daba más fuerza y motivación a Phoenix para conseguir la tercera victoria y viajar de vuelta a casa por delante en la eliminatoria. Jo Jo White, Dave Cowens, John Havlicek y Paul Silas eran los estandartes de aquellos Celtics, mientras que Ricky Sobers, Paul Westphal y Gar Heard, entre otros, luchaban por dar a los Suns el primer título de su historia. Y todos ellos iban a protagonizar uno de los mejores momentos de la historia que se pueden recordar.
The Greatest Game Ever
Para muchos, quedó como el mejor partido de la historia. No solo por el desarrollo y el desenlace que tuvo, sino por todas las emociones vividas en aquel encuentro y todo lo que cambió el panorama en apenas unos minutos. Lo vivido aquella noche del 4 de junio de 1976 es digno de volver a recordar, ya que ayudan a entender la grandeza de este deporte y la importancia de saber que hasta el último segundo todo puede pasar.
El partido llegó al final del tiempo reglamentario con empate a 95 en el marcador. Había que jugar una prórroga de nuevo, tal y como había sucedido en el cuarto partido. En los 5 siguientes minutos de partido, cada canasta valió su peso en oro. Seis puntos por cada equipo niveló de nuevo el encuentro a 101 y los aficionados tenían otros cinco minutos más de encuentro. La segunda prórroga fue muy distinta a la primera, pues cada equipo consiguió anotar 11 puntos, pero no de cualquier manera.
A falta de 19 segundos para el término del segundo periodo extra, Phoenix sacó de banda en medio campo tres puntos abajo en el marcador (109-106). En apenas un pase y dos botes, los Suns anotaron una canasta y se pusieron a presionar en la línea de fondo. Uno abajo y 15 segundos para el final. Boston sacó de banda pero Westphal robó un balón que le cayó a Perry y no anotó a la primera, pero cogió su propio rebote y sí lo hizo a la segunda. Cinco segundos para el final y los de Arizona ganaban por uno, concretamente 109-110.
Phoenix contenía la emoción en el banquillo mientras Boston tenía que trazar una jugada de pizarra perfecta para dar la vuelta al marcador. Durante el tiempo muerto, los comentaristas de la CBS no dejaron de alucinar con los 4 puntos consecutivos que habían dotado de una dimensión y emoción incalculables al encuentro. El juego se reanudó con un saque desde la línea divisoria de la cancha que llegó a las manos de John Havlicek, que se había posicionado bien delante de su defensor para recibir el balón. Eso le permitió tener ventaja en su carrera hacia el aro y, con tres botes y un lanzamiento en suspensión desde la altura de la bombilla, lanzó contra el tablero, metió la canasta y provocó un estallido de alegría en el Boston Garden. Los Celtics se adelantaban 111-110 y el balón entró cuando aún restaban dos segundos del periodo, pero el reloj no se paró y tanto el público como los jugadores pensaron que el partido había acabado.
La situación se volvió incontrolable. Los jugadores de los Celtics se fueron corriendo al vestuario y la gente invadió la cancha. Unos siguieron a los jugadores y otros se metieron en la pista. Entre toda esta vorágine, el comentarista de la CBS Rick Barry se dio cuenta de que faltaba aún tiempo por jugarse. Uno de los árbitros del encuentro, Richie Powers, también se fijo en esa circunstancia y señaló a la mesa que volvieran a poner el tiempo que faltaba en el reloj, algo que a un aficionado no le gustó y comenzó a agredir al colegiado. La policía intervino rápido y detuvo al agresor, mientras que Richie salió ileso y sin problemas para seguir arbitrando el partido pese al susto que se había llevado.
Costó varios minutos tranquilizar a toda la gente, desalojar la cancha y traer de nuevo a los Celtics para que se jugara el tiempo reglamentario que quedaba. Tras unos minutos intensos de conversación entre la mesa y los árbitros, decidieron poner un segundo en el reloj, una decisión incorrecta puesto que Havlicek había anotado cuando aún restaban dos segundos. Pese a ello, los Suns tiraron de ingenio y jugaron sus bazas para poder seguir con vida en el partido. Pidieron un tiempo muerto a pesar de no tener ninguno, lo que propició que les pitaran una falta técnica. Jo Jo White anotó el tiro libre y la norma por aquel entonces marcaba que la posesión pasaba al equipo que había recibido la técnica, con lo que el juego se reanudaba con un saque desde medio campo. Con lo cual, Phoenix había avanzado muchos metros para comenzar la jugar y, así, tener una opción real de empatar el encuentro.
«Algo va mal cuando ni siquiera puedes hablar con tus jugadores en un corrillo sin que haya aficionados peleándose con ellos. Estoy sorprendido de que nadie haya resultado herido», John MacLeod, entrenador de los Phoenix Suns en 1976.
Después de todo lo vivido, con la remontada de los Suns en los últimos 19 segundos, la canasta de Havlicek, la invasión de campo, la agresión al árbitro y con la reanudación del juego con un segundo menos para Phoenix, nadie se podía imaginar lo que iba a suceder. La jugada se tenía que realizar en la canasta que defendía Boston pero aún había gente dentro de la cancha. Entre los árbitros y la policía, tuvieron que mantener a los aficionados y a una cámara de televisión fuera de la pista para que se terminara de jugar ese segundo de juego. Cuando todo parecía más o menos en orden, los de Arizona sacaron de banda tras la técnica y silenciaron a todo el estado de Massachusetts. Gar Heard recibió en la bombilla de espaldas al aro, pero con el tiempo y rapidez suficiente para girarse, levantarse y anotar. Empate a 112 e inmejorable ‘final’ momentáneo de la historia. Cuando todo el mundo pensaba que estaba acabado, de repente había que jugar 5 minutos más y una tercera prórroga. Fue un acontecimiento sencillamente espectacular.
Pese a todo, el partido se lo acabaron llevando los Celtics por 128-126 y Boston terminó de rematar las Finales en el sexto encuentro para ganar el decimotercer título de su historia. Una de las crónicas de aquella noche comienza el relato con la palabra “sobreviviendo”, lo que da a entender las sensaciones que se vivieron en aquel encuentro, además de calificar la victoria de los Celtics como “milagrosa”. En las imágenes de la televisión se puede ver la invasión de campo y el comportamiento de algunos aficionados y esta crónica cuenta que algunos aficionados de las gradas superiores arrojaron vasos, papeles y cualquier objeto que tenían en la mano.
El impacto de ese partido fue tal que hasta hizo que se revisara y cambiara la regla 12-A, Sección I de la NBA. Desde entonces, cada vez que un equipo sin tiempos muertos pide uno se pita una técnica, se concede un tiro libre sin rebote para el equipo contrario y la posesión, en vez de ser para el equipo que pidió el tiempo muerto, pasa a ser para el conjunto que lanzó el tiro libre.
Esa noche y esas Finales han quedado en los anales y en el recuerdo de todos los aficionados de la NBA. La mezcla de tensión, emoción, confusión e incertidumbre que se vivió es incomparable a cualquier otra similar que haya ocurrido, sobre todo por el momento y coyuntura en que se dio. ¿Se repetirá de nuevo algún episodio parecido? Mientras esperamos a que el destino nos sorprenda con momentos mágicos como este, o soñamos con vivirlo, siempre podemos echar la mirada atrás y recordar la noche en que la locura superó, y con creces, a la realidad.