En muchas ocasiones es muy difícil realizar una retrospectiva de un gran deportista ya retirado. Cuando pegamos una vista atrás solemos llenar paginas con sus logros colectivos e individuales y copamos nuestros argumentos de números y estadísticas. No es que sea un recurso fácil sino que en la mayor parte de las ocasiones la figura de estos deportistas no ha trascendido más allá de las canchas. Por ello, a mi modo de ver, la diferencia entre una estrella y gran jugador radica en el impacto que ha tenido dicho personaje en su deporte de manera global. Si ese jugador ha sido capaz de cambiar el modo de entender el juego, ha introducido algo nuevo en él o, lo que es más importante, ha engrandecido la dimensión de su deporte entre los aficionados estamos frente a una auténtica estrella. Además, si su personalidad esta conformada por unas características muy peculiares, hablamos sin lugar a dudas de un jugador que ha dejado huella en la historia. Y Allen Iverson es uno de estos jugadores. El pasado 1 de marzo, Allen iverson recibía el agradecimiento de la ciudad de Philadelphia en el acto de la retiraba de su dorsal número 3 de los Sixers, el que equipo donde se convirtió en leyenda y en uno de los deportistas más importantes de toda la historia de la ciudad y de la NBA.
Iverson fue un jugador muy especial. Tan especial que para comprender al Iverson jugador creo que debemos primero conocer al Iverson persona. Quien no haya profundizado en su figura tiene la imagen de un jugador indisciplinado que ha dilapidado los más de $160 millones que ha ganado en su carrera baloncestística y que no ha sido bueno para sí mismo. Y está en lo cierto. Es una descripción bastante fiel a los hechos pero en su defensa debemos decir que las condiciones en las que se ha desarrollado su vida desde bien pequeño no han sido las más idóneas. Nació en los suburbios de la ciudad de Hampton, una pequeña población del estado de Virginia, y fue criado por una madre que lo tuvo a los 15 años y que fue abandonada por el padre biológico de Allen. Desde bien pequeño tuvo que adoptar el papel de padre con sus hermanas Brandy y Liesha en un entorno nada favorable para el desarrollo natural de unos niños.
Su madre ha sido una figura clave para él. Pese a su juventud, demostró una gran responsabilidad para su corta edad, siempre intentó alejar a Allen de la dureza de las calles que lo rodeaban y fue la primera persona que le dio la posibilidad de jugar al baloncesto. Las facturas se agolpaban en la correspondencia de los Iverson y el pluriempleo de la matriarca no posibilitaba tanto el pago de todas ellas como el satisfacer los deseos de sus hijos. Y el de su hijo mayor era uno muy concreto: unas zapatillas. Y entonces, después de muchos meses de anhelo, el pequeño Allen vio como su madre le traía las ansiadas zapatillas pagadas con el dinero que iba destinado para la factura de luz. Un suministro que se les vio cortado ese mismo mes. El ejemplo de su madre, de anteponer la felicidad de sus hijos a la suya propia, es el que intenta imitar Allen en la relación que mantiene con sus hijos.
El deporte era la vía de escape de Allen Iverson. Y su madre lo sabía. Como en la película «Entrenador Carter», el deporte era lo mejor que tenían los jóvenes de su barrio en Hampton. Y él era un fuera de serie. Tanto que compaginaba el puesto de base en el equipo de baloncesto con el de Quaterback del equipo de football. Y con ambos equipos se alzó con el título de campeón estatal y con el premio a mejor jugador de instituto de Virginia en los dos deportes. Pero ya en esta época, existe esa dualidad que conforma su personalidad. Genialidad dentro de la cancha pero problemas fuera de ella. Influenciado por su situación personal, Allen construye un interior en el que el dolor no existía y el aprecio hacia sus semejantes se encontraba muy lejos de sus sentimientos. Durante esta época una pelea entre negros y blancos en una bolera con Allen de por medio terminó con el joven base detenido y condenado a 5 años de prisión y 10 de suspensión deportiva. Ahí se hubiera acabado todo. En un barrio donde los destinos más comunes de los jóvenes eran la cárcel o la muerte su situación no hubiera tenido solución si no llega a interceder el mismísimo gobernador del estado indultándolo tras haber pasado cuatro meses en un correccional. La vida le daba una segunda oportunidad. Y su madre era muy consciente de ello.
Con Allen de vuelta al instituto y con la brújula de su vida destrozada, su madre comenzó el peregrinaje buscando una solución para su hijo. Pero un encuentro con un entrenador resulta clave para el destino del chico. El legendario coach de Georgetown University John Thompson convence al joven para entrar dentro del programa de becas deportivas de la institución y de esta manera dar el salto al Basket universitario. Johnson sería su gran primer referente de autoridad dentro del mundo baloncestístico y un hombre que supo manejar de una manera bastante brillante al rebelde genio. Y es que su etapa de dos años en una universidad de tanto prestigio, cuna de grandes campeones como ‘Pat’ Ewing o Dikembe Mutombo, fue todo un éxito. En su primer año universitario, se alzó con el galardón de «Rookie del Año» de su conferencia promediando 20,4 puntos y 4,5 asistencias por encuentro. En su segundo año fue elegido base titular en el All-American y anotó la friolera de 25 puntos por partido para lograr convertirse en el mayor anotador de la historia de los «Hoyas». Unos números increíbles.
Y llegaba el Draft de 1996. En el plan del entrenador Johnson entraba el salto del jugador a la NBA para el año 1997. Consideraba que un año más en el ambiente universitario completaría su formación y llegaría con las máximas garantías al baloncesto profesional. Pero sus ansias, su carácter indomable y la necesidad de pagar un costoso tratamiento a una de sus hermanas hizo que se mostrara elegible en un draft cuya hornada fue muy provechosa para la historia de la liga. Stephon Marbury (4), Ray Allen (5), Kobe Bryant (13), Stojakovic (14), Steve Nash (15) o Jermaine O´Neal (17) fueron algunos de los nombres que el comisionado de la liga nombró después de decir: «With the first pick in the 1996 Draft NBA, the Philadelphia 76ers select Allen Iverson from Georgetown University». El peso de número 1 sobre sus espaldas. La NBA le esperaba. Y como decía un chico de Philadelphia, el príncipe llegaba.