La vida de Kristaps Porzingis podía haber tomado muchos caminos desde su infancia, pero uno de los más probables era el del baloncesto. Sí, pues tanto sus padres como uno de sus hermanos jugaron con anterioridad, con lo que el gigantón letón tenía este deporte inmerso en su casa y en lo respiraba por los cuatro costados.
“Comenzó a jugar a esto básicamente por nosotros. Le gustaba y tampoco tenía mucha más elección”, comenta Janis, el hermano de Kristaps que se dedicaba al baloncesto. Con seis años Porzingis comenzó a practicar el jugo de la pelota y la canasta en un gimnasio de Liepaja, en su Letonia natal. Nunca imaginó que el baloncesto iba a llegar más allá de una forma de vida ni mucho menos que se iba a convertir en su vida. Pero su calidad y habilidades eran tan claras como innegables y la proyección de este rubio de más de dos metros tenía muchas opciones de salir y deslumbrar fuera de su país natal.
Aún así, dejar atrás su familia, amigos, lugar en el que había crecido y cambiar a una cultura totalmente no es para nada fácil. La vida profesional de Kristaps se puede resumir, de un modo muy general, entre dos caminos que ha tenido que tomar para poder llegar a donde lo está en estos momentos. Concretamente, dos adaptaciones a lugares muy distintos al de su tierra de origen que no sólo le han valido para aprender, sino para curtirse como persona y como jugador de baloncesto. Pero la virtud de ser un camaleón de la vida y sobreponerse a todos los inconvenientes que se le han puesto por delante ha hecho que sea una de las estrellas y sorpresas más gratas del arranque de temporada en la NBA.
El primer gran problema que iba a tener Kristaps en su vida fue el traslado de Letonia a Sevilla. Ni el calor, la gente, la cultura, la comida o el idioma era igual que en Letonia. No se parecían ni de cerca y no iba a ser fácil acostumbrarse a ello. “Vine sólo dos o tres días y no pude mostrar mi mejor juego por el calor”, asegura Porzingis en una entrevista. El Baloncesto Sevilla se había fijado en el juego de Kristaps y le había seleccionado en un proceso de reclutamiento en el que querían retener su talento en las categorías inferiores del club para hacerle crecer hasta el primer equipo. Todo ello siempre acompañado de un buen sistema de educación y un proyecto deportivo sólido que le ayudaría a aumentar sus posibilidades de éxito.
Tardó ocho meses en aprender bien español, tanto como para poder dominarlo hasta el punto de poder aprobar la Secundaria e incluso un módulo de Formación Profesional. Pero el gran problema al que se iba a enfrentar el bueno de ‘KP’ no iba a ser ni cultural ni deportivo, sino de salud. Con 2,20m de altura y sólo 70kg de peso, intentaron indagar si había algo más allá de calor para explicar por qué no conseguía dar el 100% de su juego. Y dieron con la tecla: tenía anemia severa, un problema que no le permitía esforzarse al máximo e incluso le impedía acabar algunos entrenamientos.
Para solventarlo, el Baloncesto Sevilla contrató a una nutricionista que gestionó este problema en la sangre de Porzingis y que, tras un tiempo, consiguió solucionar. Y eso no pudo venirle mejor a Kristaps porque después de varios meses ya en España, todo comenzó a funcionar. “Volví a casa en unas Navidades y quería dejar lo de Sevilla, pero al regresar puse el baloncesto y el aprendizaje primero. Cuando aprendí español y supere mis problemas de anemia, todo fue ya mucho más fácil”.
En el verano de 2010 firmó el contrato que le unía profesionalmente al Baloncesto Sevilla. Trabajó desde abajo, compitiendo en las categorías inferiores del baloncesto español hasta que en la temporada 2012/13 disputó siete partidos de Liga Endesa y tres de Eurocup, los cuales alternó con su actividad principal en Junior y EBA. Las dos temporadas siguientes ya iba a estar integrado plenamente en la rutina del primer equipo del conjunto andaluz, dejando atrás las competiciones menores y comenzando un camino que ni él mismo se imaginaba que iba a acabar tan pronto en la NBA.
New York ‘Porzingknicks’
“Llega a la liga con 20 años y es capaz de lanzar, tirar y anotar en la mejor ciudad del mundo. Se merece toda la atención que está teniendo”. Estas declaraciones cobran mucha más importancia si el que lo dice no es nada más y nada menos que la estrella del equipo, y piedra angular de un proyecto con ansias de despegar, Carmelo Anthony, quien está encantado con el rendimiento del letón.
La vida de Kristaps en Nueva York, y sobre todo su adaptación, está siendo bien distinta a la que tuvo en Sevilla. Parece incluso totalmente opuesta. En España era el club el que le quería para potenciar y mejorar su plantilla, mientras que el jugador era el que al principio no vio claro irse a jugar tan lejos y en un lugar tan diferente. En Estados Unidos ha sido al revés. Los New York Knicks le seleccionaron en el número 4 del Draft de 2015, él estaba encantado de poder llegar a la NBA, pero eran los fans los que no vieron clara esta elección en primera instancia, pero ahora no se arrepienten de tener al letón entre sus filas.
El resumen más claro de la aceptación de Porzingis por los aficionados de Nueva York se puede ver en la historia de este niño. Cuando los Knicks le draftearon lloró sin consuelo tras su elección, pero hace poco se le vio acudiendo a un partido al Madison Square Garden precisamente con la camiseta del ‘6’ Knickerbocker. La de vueltas que da la vida en tan poco tiempo.
Hasta desde los despachos de la franquicia de la Gran Manzana están alucinando de cómo se ha adaptado el gigantón europeo y de la manera que está respondiendo a las expectativas. “Para triunfar en NY se necesita una confianza en uno mismo enorme. No fue aceptado cuando llegó al equipo, pero este chico tiene lo que se necesita para superar los obstáculos que se presentan en una ciudad como Nueva York y los bajones que vienen acompañados de los fracasos”, señala el general manager de los Knicks Steve Mills.
Y no es para menos. Hasta el momento ha sido titular en todos los partidos que ha jugado, es el tercer jugador con un mejor promedio anotador (13,0) y líder en rebotes en su equipo (8,1 por noche). La ‘Kristapsmanía’ en Nueva York es tal que es normal que los aficionados de los Knicks se ilusionen con la actual temporada.
El eterno proyecto de Nueva York para ser un equipo competitivo y tener opciones en los Playoffs parece que empieza a cobrar forma, al menos en que los fans no desistan en animar a la plantilla tan pronto en la temporada. Por probabilidades de jugar más allá del 13 de abril de 2016 que no sea, pues la igualdad que hay este año en el Este hace que cualquier equipo sea tan candidato a estar en los Playoffs como a no jugarlos. Y esa lucha tienen que estar los Knicks.
«Me encanta Nueva York, es el lugar donde hay que estar» —Kristaps Porzingis.
Desde su amada Letonia, donde comenzó este apasionante viaje con aún muchos capítulos que escribir, siguen la progresión de Kristaps y se adhieren a ella como si fuera algo personal. Totalmente lógico de un país pequeño que ve cómo uno de los suyos está acaparando la atención de la NBA y de toda una ciudad, centro del mundo para muchas cosas, como Nueva York.
“Es lo más grande que hemos visto en Letonia, todo el mundo está siguiendo su éxito”, comenta un miembro del parlamento letón. “Mi hijo de 5 años tiene una canasta en su habitación y me dice orgullosamente que lanza la pelota como Kristaps”.
Con toda una carrera aún por delante, la de Porzingis se presenta sencillamente apasionante. Ha demostrado una adaptación rapidísima a una liga tan complicada como competitiva a partes iguales. Se ha metido no sólo a una afición en el bolsillo, sino a toda una ciudad. Ha hecho alucinar a jugadores, entrenadores y analistas y ahora todos quieren ser como él. Aún le queda por aprender, pero si hay una cosa que ya sabe es hacerse con las situaciones nuevas. Encajar en cualquier circunstancia. Adaptarse como una virtud vital para convertirse en una estrella precoz, pero totalmente real en la NBA.