558,68 Kilómetros, 347,16 millas. Es la distancia geográfica que separa las ciudades que, actualmente y desde hace ya años, acogen y dan nombre a dos clubs históricos, a dos marcas que se han enfrentado en un millar de ocasiones, en un espacio de más de un siglo, configurando una de las mayores y más históricas rivalidades del deporte favorito de los estadounidenses. Giants y Dodgers. Dodgers y Giants. San Francisco-Los Angeles. Los Angeles-San Francisco.
Acabado octubre, basta con decir que los Giants son campeones, otra vez, mientras los jugadores de Los Angeles llevaban en torno a veinte días en Hawaii, Bali, Pekín o Tembleque siguiendo los partidos por la televisión cuando la temporada llegó a su fin.
La temporada regular
Durante toda la pretemporada y temporada 2014 uno de los temas recurrentes cuando se discutía de béisbol eran los Dodgers y sus posibilidades. Los partidos y los meses se sucedían y las dudas sobre el equipo no se terminaban de disipar. El rendimiento de todas las estrellas de la gran constelación configurada gracias al noble arte de invertir dinero a mansalva, no llegaba a convencer a aficionados, expertos e inversores pero el número de victorias del equipo no paraba de crecer. En éste y todos los deportes los números positivos y las victorias tienden a esconder las carencias y a minimizar los debates, porque al final del día, el resultadismo es la religión y doctrina que marca el camino en el deporte y que prevalece pasado el tiempo.
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Los debates se minimizan pero no desaparecen y menos en una ciudad como Los Ángeles y en un equipo con un mercado como los Dodgers y con una cabeza visible tan mediática como Magic Johnson.
Clayton Kershaw es uno de los mejores, si no el mejor pitcher de la liga, y él lo sabe. Al igual que no elude su responsabilidad en el montículo no lo hace cuando se enfrenta a los medios de comunicación. En agosto cuando era preguntado por la temporada de su equipo, respondía con un rotundo World Series or bust, es decir, campeones o somos un fiasco. La respuesta del lanzador no podía ser más clara y ajustada a la realidad de su club. De hecho, la respuesta debería ser el lema de todos los equipos que comienzan la temporada, si no es para ganar, ¿qué sentido tiene salir a competir?
Incomprensiblemente, las palabras de Kershaw provocaron cierto revuelo durante el caluroso octavo mes del año haciendo que el manager de los angelinos, Don Mattingly, se animara a participar en el debate afirmando que el lema era aplicable a todas y cada una de las temporadas. Pero, como acostumbra, el manager matizaba sus palabras para asegurarse que en caso de que el equipo fracase, no sea su responsabilidad. De este modo, apostillaba que siempre durante las temporadas las lesiones y demás circunstancias coyunturales pueden provocar que no se alcance el objetivo, sin que la temporada sea sinónimo de fracaso.
Mattingly agreed with Kershaw, but also added a bit of a caveat. http://t.co/0YzkeVTDSc
— Dodgers Nation (@DodgersNation) agosto 13, 2014
Mientras en Los Ángeles, las expectativas, la incertidumbre y la presión llenaban páginas de periódicos, a 558,68 kilómetros al norte, los Giants se enfrentaban a un reto nada baladí, conquistar su tercer título en cinco años. La presión ante un desafío de tal magnitud no es pequeña pero, sin lugar a dudas, las urgencias no eran ni serían la brújula que marcase el camino a seguir durante la temporada. Ninguna temporada de un club de la magnitud de los Giants en un país como Estados Unidos es una balsa de aceite. Tras el brillante inicio de temporada, alcanzaron un record de más de 40 victorias mientras las derrotas no llegaban a la veintena; en San Francisco se congratulaban de los movimientos que habían realizado en el invierno, especialmente, con la firma de Tim Hudson. Pero una crisis de lesiones y resultados se desataba en la bahía alejándolos de la primera posición de la división, y de sus históricos rivales.
Octubre
Las matemáticas, la asignatura de moda en septiembre en el béisbol, son amadas por unos y odiadas por otros mientas el calendario avanza. El 24 de septiembre las matemáticas hacían oficial que los Dodgers, tras vencer 9-1 a San Francisco, eran campeones de la División Oeste de la Liga Nacional, lo cual reducía las opciones de los Giants, para jugar en octubre, a conseguir uno de los puestos de wild card de la Nacional. Un día más tarde, las mismas matemáticas que horas antes rompían sus escasas esperanzas, aseguraban que jugarían, al menos, un partido en octubre.
En esta situación llegamos al mes decisivo, en el que no importa lo que hayas hecho durante ciento sesenta y dos partidos. Todos se encuentran en la misma línea de salida y con la misma meta en mente. Si echamos un vistazo a las probabilidades de ser campeón que se le otorgaban a los Giants, trece contra uno, y a los Dodgers, cinco contra uno, el desenlace final no puede hacer otra cosa que provocarnos una sonrisa irónica y condescendiente. San Francisco, que llegaba a Playoffs con un registro de victorias que no alcanzaba las 90, entraba en escena en Pittsburgh haciendo valer el poder de Madison Bumgarner y de sus experiencias otoñales en las últimas temporadas para dejar en su camino a los Pirates, gracias a una victoria cómoda. La rivalidad centenaria tenía la oportunidad de vivir un nuevo capítulo si ambos equipos ganaban sus respectivas series, que les enfrentaban a Nationals (SF) y Cardinalds (LAD). Los Giants cumplían y vencieron en cuatro partidos a Washington el 7 de octubre, exactamente el mismo día en el que Kershaw sumaba su segunda derrota en cuatro partidos cediendo un acumulado de once carreras, ante un equipo que había conseguido 99 carreras menos que su víctima durante la temporada regular. Una vez más, el gran Clayton firmaba una actuación impropia de él en el Busch Stadium. Una vez más no se escondía tras la derrota, «la temporada se ha acabado y he sido clave para que esto suceda. Es un déjà vu», dijo.
Si hay algo que me tiene atónito, es la opinión extendida en ciertos medios al otro lado del océano de que el resultado de la serie era predecible debido a las carencias y debilidad del bullpen angelino. Mi perplejidad no se sustenta en el hecho en sí, cierto a todas luces, sino que un equipo que acumula más de $200 millones en salarios no haya pensado en reforzar su bullpen para los momentos decisivos de la temporada, los que te mandan a seguir el resto de la competición desde el sofá de tu casa, pensando en que los equipos que siguen en competición no son mejores que el tuyo, en palabras de Matt Kemp. Como no, Mattingly se excusa, en esta ocasión, en la calidad de Kershaw para mantenerlo en la séptima entrada tras más de 90 lanzamientos acumulados en el brazo.
Mattingly has led the #Dodgers to consecutive NL West titles, but seems to hit the wrong buttons in the playoffs. http://t.co/6U9lvI1yag — Dodgers Nation (@DodgersNation) octubre 28, 2014
A la hora de buscar responsabilidades, honestamente no sé cómo y la verdad que me encantaría saber la razón, el manager de Los Angeles se libra una vez más de la quema y Ned Colletti, antiguo general manager, ha perdido su trabajo, siendo reubicado por el CEO Stan Kasten, como consejero. El sustituto de Colletti, que ha llevado al equipo en cinco ocasiones a Playoffs en nueve temporadas, con cuatro títulos de división, es Andrew Friedman, joven gerente curtido y criado en Wall Street que desempeñará el rol de presidente de operaciones.
El equipo que provocaba el hundimiento del gran transatlántico, caía en la siguiente ronda otoñal con los Giants, que, como por todos es sabido, finalmente se proclamaban campeones gracias a un sólido bloque sustentado en la idea de equipo y en un poder descomunal desde el montículo en una espectacular serie final por el cetro mundial del béisbol.
558,68 Kilómetros, 347,16 millas…y un campeonato.