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Jon Molinero
el May 14, 2013
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TEMPORADA 2013

Lecciones de ineptitud

Vamos a viajar hasta el 4 de abril de 2012 o, lo que es lo mismo, el Opening Day de la temporada pasada. Los Saint Louis Cardinals, vigentes campeones, tenían el honor de inaugurar la campaña jugando el primer partido. En este caso la MLB decidió que jugarían fuera de casa para que otro equipo pudiese inaugurar su nuevo estadio. Los Miami Marlins emprendían así el año de su reinvención.

Jeffrey Loria, el owner de la franquicia, había decidido que iba a aprovechar el nuevo parque para renovar e impulsar la imagen de su franquicia. El equipo pasaría de llamarse Florida Marlins a llamarse Miami Marlins. Además, diseñaron nuevas equipaciones que harían juego con la estridente decoración del estadio.

marlinsUnos años antes Loria había decidido que ya era hora de que su club dejase de compartir instalaciones con los Dolphins y se lanzó a la creación de una nueva casa. Aprovecho el terreno dejado por el antiguo Orange Bowl para ello. Este pedazo de tierra quedaba cerca de la Calle Ocho, el centro de la comunidad latina en Miami. Esto serviría para atraer a los latinoamericano y, sobre todo, a los cubanos hacia el equipo. Así que el dueño no se lo pensó dos veces y todo el proyecto se puso en marcha.

Un estadio nuevo podía atraer público durante un tiempo sin ninguna ayuda, pero si querían llenar el estadio de manera habitual necesitaban un equipo que pudiese ser competitivo para que así la gente tuviese un motivo para ir al estadio una vez que la novedad se hubiese terminado. Y el front office se puso manos a la obra. En una sola offseason adquirió vía traspaso o Agencia Libre a José Reyes, Heath Bell, Mark Buehrle, Chad Gaudin, Greg Dobbs, Carlos Zambrano y Austin Kearns. Durante la temporada también añadió a Carlos Lee para terminar de apuntalar el equipo.

Por supuesto, todos estos fichajes supusieron una gran inversión para el equipo. En 2011 tenían un payroll de casi $57 millones y eran el 24º equipo con el gasto en salarios más alto. En 2012 se gastaron $118 millones en salarios y ocupaban la 7ª posición esta categoría. Esto significa que en unos meses subieron su inversión en jugadores en un 107%. A esto hay que añadir que durante el invierno también trataron de fichar a otras grandes estrellas como a Albert Pujols. No le convencieron para que se fuese a Florida, pero el mero hecho de que estuviesen dispuestos a gastarse tanto dinero desató la euforía, entre la afición.

Y no hay que olvidar que no se adquirieron sólo nuevos jugadores; también se trajo un cuerpo técnico nuevo. De hecho, puede que la incorporación estrella fuese la del nuevo manager del equipo, Ozzie Guillen. El venezolano llegaba con las credenciales que daban un porcentaje de victorias en su carrera de 52.4% y haber ganado las World Series de 2005 con los Chicago White Sox. Con todo esto los Fish se convirtieron en candidato a ganar la división y proclamarse campeones del mundo a final de año.

Las temporada empezó lenta en Miami mientras los nuevos miembros de la plantilla se acoplaban y a finales de abril tenían un recod de tan sólo 8 victorias y 14 derrotas. Sin embargo un magnífico mes de mayo (21-8 de record) les puso con un balance de 31-23 el 3 de junio. A partir de ahí, la debacle. Sólo lograron ganar 8 partidos en junio y, de hecho, no volverían a tener un record positivo en ninguno de los meses que quedaban de competición.

Desde la gerencia intentaron dar un impulso a la plantilla, traspasando a dos jugadores a los Astros para traer a Carlos Lee. Sin embargo, estos esfuerzos por dar la vuelta a la situación y tratar de cumplir las expectativas de principios de temporada no durarían mucho. Apenas 20 días después del traspaso de Lee se daba inicio a la espiral autodestructiva de la que el equipo no ha sido capaz de salir al traspasar a Omar Infante y Anibal Sanchez a los Tigers a cambio de jugadores menores. Apenas dos días después se deshacían de Randy Choate y Hanley Ramírez al enviarles a los Dodgers.

La temporada acabó de modo tremendamente decepcionante. Un record de 69-93 sólo era la consecuencia del caos que reinaba en el clubhouse y en el front office. Pese al estadio nuevo y el buen inicio, los Marlins sólo eran 12º en asistencia al estadio. Sólo acudieron 2219444 espectadores, por debajo de la media de la NL de 2592218. Con el equipo perdiendo y sin ser capaces de atraer al público, Loria tomó una decisión. Deshacerse de todos los jugadores con contratos caros (básicamente cualquiera que no fuese una ganga).

Heath Bell salió con destino a Arizona y Josh Johnson, Reyes, Buehrle, John Buck y Emilio Bonifacio se fueron a Toronto. A cambio sólo obtuvieron a jugadores menores y prospectos. Además cortaron a otros como Zambrano y Lee. La premisa estaba clara: da igual si el equipo no sabe que a béisbol se juega con bate, mientras nos cueste poco. Esto lo dejó claro David Samson, presidente de los Marlins (le podéis ver en al segunda temporada de The Franchise), al decir que «ellos estaban en este negocio para hacer dinero». Había dos fórmulas. O bien gastar dinero e intentar atraer público y sponsors; o bien atraer a menos gente, pero gastar mucho menos. Como la primera no había funcionado, se lanzaron de cabeza a la segunda. Y ese proceso de recorte de gastos ha sido tan drástico que ahora mismo son el segundo equipo que menos gasta en pagar a los jugadores, con un payroll de sólo $36 millones.

Todo esto convirtió a los Miami Marlins en uno de los equipos a los que más tirria tengo. Bueno, en realidad, no tengo ningún problema con la franquicia. Quien de verdad me parece uno de los peores personajes relacionados con el deporte americano es Jeffrey Loria. Y lo es por varios motivos.

Primero, por esa filosofía de que ganar dinero es lo único que nos importa. Obviamente, él hizo una inversión y es completamente lógico que quiera obtener dinero, pero tiene que tener en cuenta que para muchísima gente su equipo es mucho más. La afición, que es la fuente de ingresos de los equipos (y, por tanto, de los dueños) a base de comprar entradas y merchandising, tiene unos sentimientos hacia el equipo. Anima a ese equipo porque se alegra de que ganen, porque es su fórmula de pasar tiempo con amigos y familiares o porque les trae recuerdos de su infancia, por ejemplo, y los owners tienen que tener el tacto suficiente para ganar dinero respetando esos sentimientos. Para mí si no eres capaz de trabajar por ambos objetivos, no eres digno de poseer una franquicia deportiva.

Al construir el estadio y fichar Agentes Libres, la gerencia vendió entre la gente de Miami que era hora de ilusionarse y que iban a luchar por todo. Todos los equipos dicen a principio de año «venid al estadio que vamos a ganar, vamos a luchar»; pero en este caso el mensaje fue mayor. Se habían acabado los años de gastar poco, había llegado la hora de traer grandes jugadores y convertirse en una de las franquicias dominantes de los próximos años. Sin embargo, esto se destapó como una mera estrategia. En cuanto dejó de funcionar se volvió a lo de antes y el futuro brillante se convirtió en años inciertos, sin ninguna esperanza para la afición.

Segundo, por su nefasta gestión deportiva. Cuando el equipo invirtió en estrellas como Reyes a principios de año, esperaba obtener resultados inmediatos. No tuvo en cuenta que los jugadores podían necesitar un tiempo para acoplarse a sus nuevos compañeros y a una nueva ciudad antes de empezar a rendir. En cuanto el equipo empezó a flaquear y el público dejó de responder, no dudó ni un instante en cargarse todo el proyecto.

En un deporte como el béisbol donde las buenas y malas rachas son el pan nuestro de cada día, hay que dar tiempo a los proyectos para que den sus frutos. No se puede dar tres meses y empezar a tomar medidas drásticas. A medidados de temporada ya echó a tres jugadores importantes dentro de la plantilla. Yo confiaba en que la cosa quedaría ahí. A final de año, más tranquilamente, se replantearía lo hecho y daría a los jugadores restantes y a Ozzie Guillén otro año junto con algunos refuerzos. Un año extra les hubiese dado confianza en si mismos y en el proyecto. Los jugadores se conocerían mejor entre ellos y el manager hubiese podido sacar mayor provecho de las habilidades de los miembros de la plantilla. Sin embargo, Loria y Samson no querían esperar.

Enviaron a todos los jugadores con contratos altos a otros equipos y se resignaron a no luchar. Y digo esto porque a cambio de estas estrellas trajeron a jugadores de menor nivel, pero con contratos bajos y prospectos. Lo de traer prospectos no es malo per se. Soy de los que cree que para crear un equipo que pueda ganar de manera continuada hay que tener un buen farm system. Sin embargo, en el caso de los Marlins parecía que su interés no era traer buenos prospects a la organización y que estaban dispuestos a aceptar a cualquier minor leaguer que les ofreciesen, siempre y cuando pudiesen reducir gastos. Los Astros, por ejemplo, están en un proceso similar; pero por lo menos da la sensación de que Jeff Luhnow, el GM, sabe lo que está haciendo y que tiene un plan para que los de Houston sean competitivos en unos años. En Florida parece que no hay planes, más que poner a gente a jugar sin preocuparse mucho por el resultado.

Además, uno de los mejores jugadores jovenes de la MLB, Giancarlo Stanton, se ha visto atrapado en esta historia. El outfielder sólo sigue en la plantilla porque al estar aún en su contrato de novato, sale barato. Stanton está encerrado en un equipo en el que la dirección no quiere ganar. Tras el traspaso con Toronto, expresó su disgusto con la política que estaba llevando a cabo la gerencia a través de Twitter. La mayoría de jugadores se pasan todas sus carreras luchando por llegar a Playoffs la mayoría de años y quizás se vean con opciones de luchar por ganar las World Series tres o cuatro temporadas. Si el GM trata de crear un buen equipo, siempre tienes la opción de esforzarte y competir, ¿pero qué pasa si ni siquiera te dejan luchar? Sinceramente no entiendo como un equipo que cuenta con Stanton en su plantilla, ni siquiera le da la oportunidad de que lo dé todo y luche por ganar.

Por último, todo esto se ha hecho aprovechandose de los contribuyentes de Miami. Loria dijo que los Marlins querían un estadio, pero que no podían pagarlo (después se descubrió que la franquicia llevaba varios años siendo rentable y que lo podían haber pagado por sus medios) y que necesitaban que $500 millones se pagasen a través de impuestos. Según dijo Samson a la revista Time despues de que se descubriesen las cuentas  «podrían haber pagado el edificio con su propio dinero, pero nadie quiere hacer eso». Es decir, ven el equipo sólo como un negocio, pero no quieren invertir dinero como en un negocio.

Si por lo menos tras lograr el dinero público hubiesen luchado por dar alegrías a los que habían pagado el estadio, se podría aceptar. No obstante, utilizar el dinero de los habitantes de la ciudad y luego no preocuparse por intentar dar un servicio decente, me parece indignante. En una ciudad como Miami, que tiene a los Heat luchando por ganar la NBA y a unos Dolphins que son el símbolo deportivo de la zona, la MLB no puede tener un owner así allí. Si ya está resultando difícil generar interés, estos años pueden ser la estocada definitiva para el béisbol profesional en el sur de Florida.

En definitiva, en mi humilde opinión, Jeffrey Loria debería vender la franquicia y alejarse del béisbol. Si esta forma de actuar se extiende entre los dueños del resto de equipos, pueden destrozar el deporte. Esperemos que esto no sea así porque, por lo menos a mí, me dolería mucho.

Ya sabéis que podéis seguir toda la actualidad de los Mets en nymetsnewsesp.wordpress.com.

Etiquetas: Articulos de opinión MLB, jeffrey loria, miami marlins

Sobre el autor

Jon Molinero

Fanático del béisbol y los New York Mets. Autor de la columna "The Old Bold Game" en Sports Made in USA y creador de la cuenta de Twitter @NymetsEsp con toda la actualidad sobre los Amazin'.

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