Mike Keenun estaba indeciso. Echa un vistazo al marcador y luego baja la cabeza al hielo para observar a Ed Belfour, su portero titular. No estaba siendo su día de ninguna manera, apenas era el primer cuarto y ya había encajado dos goles. Entonces se gira y le ordena a Dominik Hasek que se prepare, que va a entrar a jugar en el escenario más prestigioso del hockey mundial con todo un partido por delante. Para Dominik será su último partido con los Blackhawks, pero sin duda el más importante.
Dominik Hasek (19 de enero de 1965, Pardubice, antigua Checoslovaquia) se enamoró del hockey gracias a su abuelo. Él fue quien le enseñó lo bonito y lo excitante que podía ser este deporte. Era increíble ver como aquellos hombres golpeaban, lanzaban y patinaban a un ritmo frenético con el que Dominik se veía completamente identificado. Pero lo que más le llamaba la atención no eran los veloces alas, o aquellos enormes defensas que para un chiquillo como él se asemejaban a gigantes, sino aquellos hombres con careta y extrañas protecciones que en movimientos casi inhumanos mantenían la portería a raya de los disparos del contrario.
Por entonces Dominik rondaba los tres años, demasiado joven para jugar al deporte que cambiaría su vida para siempre, pero esto no le apartó de lo que realmente le gustaba. Empezó en la cocina, entre dos sillas o usando la misma mesa, para él todo lo que se asemejaba a una portería era válido. Realmente el sitio no era lo importante, sino el hecho de que le lanzaran. Pero Dominik no se sentía satisfecho con un rink hecho de baldosas y paredes, él quería jugar en hielo de verdad, como en los partidos a los que iba con el abuelo. Su oportunidad llegaría dos años mas tarde.
Inicios en Checoslovaquia
A pesar de que ni siquiera se presentó a aquellas pruebas con los patines reglamentarios los entrenadores no tardaron fijarse en su altura y su flexibilidad, inimaginables en un chico de cinco años. Gracias a este atributo físico, y como en las categorías superiores no tenían portero, empezó a jugar casi de inmediato con compañeros de nueve años. A pesar de las dificultades que podía presentar una categoría tan alta Hasek logró confirmarse como portero titular. Siguió jugando a un nivel espectacular que pocos porteros a su edad podían igualar. Daba lo mismo la experiencia o la edad del contrincante, si Dominik Hasek llevaba el uniforme reglamentario era capaz de parar todo lo que le lanzaran. Solo le hicieron falta 7 años más (en 1980 y con 16 años) para debutar al más alto nivel en la Extraliga Checoslovaca con el Tesla Pardubice, el equipo que le vio crecer.
Tras ser ojeado en un partido con la Selección Nacional Checa, los Chicago Blackhawks le draftearon en 1983 pero no lo supo hasta meses después. De hecho, el movimiento de los Hawks se consideró arriesgado debido a la situación política de los países del bloque del Este y alineados con la Unión Soviética que muchas veces no permitían salir a sus jugadores del país. Pero Hasek fue un underdog de décima ronda, si se perdía tampoco pasaba nada, ¿o sí? En los siete años que tardó en llegar a los Estados Unidos se coronó campeón de la Extraliga dos veces y ganó en tres ocasiones el premio al jugador más valioso de la competición. Del 1986 a 1990 fue galardonado de manera consecutiva con el premio al mejor portero de liga.
1989 estuvo marcado por el movimiento anticomunista conocido como la Revolución del Terciopelo que desencadenó una serie de eventos que favorecieron al desbloqueo de permisos para abandonar Checoslovaquia. Entonces, aprovechando la situación, Dominik esperó a que acabara la temporada para volar a los Estados Unidos rumbo a una liga donde los europeos tenían muchas opciones para alcanzar el estrellato, o también de volver a casa con las manos vacías.
Dura llegada a América
Dominik Hasek llegó con la idea de ser el goalie suplente, bastante comprensible si se toma en cuenta que era el titular de la Selección Nacional por aquel entonces. Pero despertó del sueño cuando descubrió que eran cinco porteros que se habían presentado al training camp, y el nivel que se exigía allí era mucho mayor que el de su país. Por primera vez en su vida, simplemente no fue lo suficientemente bueno para enrolarse al roster final del equipo, y le enviaron a la franquicia de desarrollo de los Blackhawks en Indianapolis; allí se convirtió en el mejor portero de la categoría, la IHL. A pesar de haberlo hecho genial en Indy, meses después fue despedido. Pero el entrenador, «Iron» Mike Keenan siguió creyendo en él, extraño en un entrenador que era famoso por no llevarse bien con sus jugadores, y se lo llevó al primer equipo de Chicago en la NHL.
Por fin, en 1990, debutó en la liga profesional con 25 años pero con la misma motivación que un roockie de 18. Sus primeros partidos no reflejaron ni de cerca su gran habilidad, es más, no consiguió su primera victoria hasta meses después de su primer encuentro contra los Buffalo Sabres (ironías del destino, Buffalo fue el equipo de su vida). Para Keenan seguía sin ser suficiente pero esta vez no le despidió, volvió a la IHL para hacer otra gran temporada. Aún así, las ligas menores no eran su lugar, parecía que el ciclo se repetía una y otra vez, el tiempo seguía pasando y se hacía viejo, era el momento de quedarse en la liga o volver a Checoslovaquia.
El nacimiento de la leyenda
En la temporada 1991-92 algo parecía haber cambiado en Hasek. El año deportivo había empezado con los mismos fallos que en el anterior, Hasek seguía con problemas en la portería. Al final todo fue cuestión de establecer un buen ritmo de juego, y cogerle el tranquillo a la competición, un ritmo progresivo que cambiaba a mejor mientras la temporada seguía hacia adelante. Obviamente, con Ed Belfour como primera opción, era prácticamente imposible optar a la titularidad definitiva sin un lesión del primero, pero por lo menos estaba satisfecho con el rol de suplente, su esfuerzo le había costado. Los Blackhawks hicieron una gran temporada y aquel año establecieron un récord de 11 victorias seguidas en Playoffs antes de llegar a la final. En la Stanley Cup, contra los Penguins de Jaromi Jagr y Mario Lemieux se vino la debacle. El equipo que brilló en aquella postemporada desapareció del hielo, y perdieron los tres partidos de la serie. Con los de Pittsburgh a un partido de la victoria los Blackhawks se enfrentaron el cuarto encuentro en el antiguo Chicago Stadium.
Hasek saltó al hielo en el primer cuarto tras un mal comienzo de Ed Belfour. Los Blackhawks perdían dos a uno justo antes de que Dominik se puso bajo palos. Los locales empataron el encuentro rápidamente, pero los Penguins no tardaron en responder y volveron a ponerse por delante en el marcador. Y los Blackhawks como no querían ser menos anotaron el tercero para acabar el primer cuarto empatados 3-3. El segundo cuarto acabó con empate a cuatro y en el tercero los de Lemieux se lo llevaron 5-6, los Penguins eran los ganadores de la Stanley Cup del año 1992. Pero entonces, ¿qué fue de Hasek? Pues bien, a pesar del mal resultado que pudo reflejar (cuatro goles encajados) el marcador pudieron ser muchos más. La cuestión es que Hasek volvió a Checoslovaquia, volvió a sus mejores momentos en Pardubice y aquel estilo anárquico que le había hecho leyenda en su país había vuelto a resurgir. El mito conocido como «The Dominator» había nacido.
En la offseason voló a Buffalo (no le renovaron en Chicago) y tras la lesión de Grant Fuhr tomó el rol de titular en los Buffalo Sabres; fue entonces cuando «The Dominator» empezó a brillar. Seis Trofeos Vezina al mejor portero, dos Trofeos Hart al jugador más valioso, decenas de nominaciones, reconocimientos y premios para un portero que dio la mejor versión de sí mismo a un equipo, a una ciudad que todavía hoy le guarda mucho cariño. Aunque en 1999 llegó a la Stanley Cup con el equipo del oeste de Nueva York, una serie perdida ante Dallas Stars, tras nueve temporadas con los Sabres, Hasek voló a Detroit en la temporada 2001-02 con la espina de la gran copa todavía clavada en el corazón. Ese mismo año ganó el trofeo de forma más que merecida, a la edad de 37 años.
Cuando cumplió cuatro temporadas con los Red Wings se marchó a Europa. Volvió a Pardubice, donde era una leyenda viviente del hockey checo. Tras un año en el HC Pardubice y otro en el Spartak Moscú de la KHL, Hasek anunció su retiro en octubre de 2012 a la edad de 46 años. En su recorrido profesional se llevó además otro gran momento, el oro olímpico conseguido en las Olimpiadas de Nagano 1998, hasta hoy el único conseguido por este país.
El grandísimo Dominik Hasek no solo demostró tener un gran nivel en una liga controlada por porteros norteamericanos, sino que en su país y a nivel mundial ha sido uno de los mejores en su posición. Además, lo mas increíble de su historia es como llegó a la NHL, y a pesar de hacerlo más tarde que un portero en condiciones normales cómo se mantuvo en lo más alto de la misma. Consiguió la inmortalidad, por lo menos en el hockey, entrando en el Hall of Fame del Hockey Mundial en 2014.