Junto a la troica de Loktev, Almetov y Alexandrov, el entrenador Tarasov dio la oportunidad a jugadores como Alexander Yakushev, Vyacheslav Starshinov, y el gran oso Alexander Ragulin, y por supuesto mencionar a uno de los jugadores más talentosos de la historia. Anatoly Firsov. Todos los Campeonatos del Mundo hasta 1971 acabaron con el oro en manos soviéticas, además de los dos Juegos Olímpicos (en año de Olimpiadas no se celebraba Mundial) de Innsbruck (1964) y Grenoble (1968).
Anatoli Tarasov, padre del hockey soviético
Como hemos visto en los anteriores capítulos, Tarasov estuvo unido al hockey soviético prácticamente desde su fundación. Primero, como jugador de la primera Selección Nacional, después como alumno de Chernyshev en los primeros éxitos del Ejército Rojo, y finalmente tomando la posición técnica central tras la destitución de su maestro.
Para entender la importancia que ha tenido Tarasov en la historia del hockey, solo hay que analizar lo que es hoy en día el hockey hielo ruso. Sus ideas y filosofías moldearon este deporte al estilo ruso, haciendo de él un juego no individualista, rápido y elegante. Para Tarasov, prevalecía por encima de todo el trabajo del equipo y la camaradería dentro la pista de hielo. Concibió nuevas técnicas de entrentamiento, la mayoría de ellas centradas en el pase porque para él era la clave del juego. Dijo una vez: «Después de todo, el último objetivo del pase es conseguir que un jugador esté libre. Así que si nosotros hacemos 270 pases y el contrario hace 150 en un partido. eso significa que tenemos 120 oportunidades más.»
Anatoli Tarasov veía el hockey como un arte, el entrenador es el coreógrafo y los jugadores los intérpretes. Eran como los principios de la danza y el piano: práctica infinita, movimientos repetitivos y técnica perfecta.
Grandes jugadores se desarrollaron bajo este sistema en los años sesenta. Esos héroes son algunos de los mencionados anteriormente, pero mención especial merece Vladislav Tretiak, un portero que descubrió en 1968 cuando tenía 15 años. Tarasov mencionó que no había visto a nadie jamás con esas habilidades, por lo que empezó a pulir y mejorar su técnica con tres duros entrenamientos al día. Según el propio Tretiak, «si dejaba entrar un solo puck en la portería, Tarasov me preguntaba al día siguiente ‘¿cúal es el problema?’. Si era mi culpa (y normalmente la culpa acababa en mi siempre) mi castigo llegaba inmediatamente. Después de que todo el mundo dejara el entrenamiento, tenía que hacer cientos de flexiones de pierna y volteretas. Podía haberle engañado y no hacerlos ya que nadie me estaba mirando, ¡los entrenadores también se habían ido! Pero ni siquiera consideré hacer una flexión o voltereta de menos. Confiaba en Tarasov, confiaba en su trabajo, incluso cuando me criticaba por dejar entrar los pucks en la portería». Tretiak, que cogió el mando de la portería en sustitución de Viktor Konovalenko, es hoy considerado uno de los mejores porteros de la historia del hockey hielo y uno de los deportistas más respetados de la historia de Rusia.
Anatoli Tarasov cambió el juego del hockey hielo para siempre, no solo en Rusia, sino en el mundo. Pero no creía que había un secreto en el hockey, él simplemente reincidía en la imaginación, el trabajo duro, la dedicación y la disciplina: «todo lo que tienes que hacer es mirar», contestó a un entrenador estadounidense cuando éste le preguntó por sus secretos.
Con esa filosofía creó la figura del jugador de hockey hielo soviético: la sabiduría de un jugador de ajedrez, la precisión de un francotirador, el ritmo de un músico y un atleta físicamente magnífico. Se puede ver perfectamente en el documental sobre Valeri Kharmalov (que os dejamos para descargar en ruso con subtítulos en español). De esta manera, la Unión Soviética ganó todos los Campeonatos del Mundo de 1963 a 1971 y los Juegos Olímpicos de 1964, 1968 y 1972. Tras las últimas Olimpiadas en Sapporo, Japón, Tarasov se retiró. Dejó no solo un legado de estilo sino a un deporte siendo el rey en todo un país, ya que a principios de los años setenta cerca de 3 millones de niños se habían unido a su programa de entrenamiento al mismo tiempo que diferentes escuelas abrían por toda la Unión Soviética para producir más y más talentos.
El mundo conoce el hockey soviético
Con el oro en Sapporo en 1972, Anatoli Tarasov se retiró, o fue despedido como también apuntan muchas versiones. Tomó entonces el mando de la Selección Nacional el tándem Vsevolod Bobrov-Boris Kulagin. Bobrov fue el jugador estrella del Ejército Rojo en los años cincuenta, mientras que Kulagin fue partícipe también de esos equipos además de ser un fiel discípulo de Tarasov. No pudo ser peor en estreno de la nueva pareja de técnicos ya que en el Mundial de abril de 1972 celebrado en Checoslovaquia, la URSS no ganaba el oro por primera vez en nueve años. El torneo, que se disputaba con el formato de todos contra todos, acabó en manos locales.
Sin embargo, lo importante de ese torneo es que «la madre» de todas las batallas, el mejor duelo que el mundo del hockey hielo podía conocer en ese momento (y que jamás haya visto), la Unión Soviética contra los jugadores profesionales de Canadá, se fraguaba en un hotel de Praga. Una idea, por cierto, que según reveló hace unos años el nieto de Tarasov, fue idea de su abuelo bastantes años atrás.
Summit Series 1972
Canadá siempre había enviado un club amateur senior a jugar los Campeonatos del Mundo y las Olimpiadas desde principios de los años veinte. Se trataba de conjuntos formados por universitarios y/o atletas que no eran pagados por practicar el hockey y tenían otros trabajos. Esto era así por las reglas establecidas por la Federación Internacional de Hockey Hielo (IIHF) y el Comité Olímpico Internacional: los profesionales no eran elegibles para participar en esos torneos. Sin embargo, los soviéticos se valían de un pequeño truco, o más bien de su propio sistema: los jugadores, aunque eran muy buenos, seguían mantiendo su estatus de amateur porque tenían profesiones. Y esas profesiones estaban bajo la nómina del gobierno ya que los clubes formaban parte del propio sistema comunista: el Dynamo de Moscú era el club de los oficiales de la KGB, por ejemplo, y el CSKA Moscú el club de los oficiales del Ejército.
Canadá, inventora del deporte, habían sido borrados del mapa internacional por los rusos en apenas dos décadas. Ello motivó a los dirigentes canadienses a empezar a buscar soluciones para recuperar su hegemonía mundial. Primero, intentaron que la IIHF levantara la restricción de jugadores profesionales. Lo consiguieron, pero la federación se acabó echándo a atrás, lo que motivó la protesta norteamericana y la retirada de Canadá como miembro de la Federación Internacional. De hecho, los canadienses no volverían a entrar hasta 1977, perdiéndose varios Mundiales y dos Juegos Olímpicos (ganados también por la URSS). Y segundo, buscaron el enfrentamiento directo con ese Ejército Rojo imbatible. Aunque, por ser justos, los soviéticos difundieron rumores constantes que estaban ansiosos de tener una empresa más difícil.
Durante la primavera de 1972, en el Campenato del Mundo de Checoslovaquia, canadienses y rusos se sentaron a hablar del choque en el hielo entre los profesionales canadienses que dominaban la NHL y el Ejército Rojo criado en los duros hielos naturales de la URSS. Se acordaron ocho partidos, cuatro en Canadá (Montreal, Toronto, Winnipeg y Vancouver) y cuatro en la Unión Soviética (todos ellos en Moscú), que se disputaron bajo las reglas internacionales, algo diferentes a las de la NHL.
Las Summit Series de 1972 entre Canadá y la Unión Soviética es probablemente el evento más importante de la historia del hockey hielo
Los canadienses, que se les conoció por primera vez en la historia como Team Canada, estaban dirigidos por el ganador de la Stanley Cup en 1970 con los Boston Bruins, Harry Sinden. El equipo lo formaron jugadores NHL de la talla de Phil Esposito, Paul Henderson, Gary Bergman y Bobby Clarke, y faltaron el gran Bobby Orr por lesión (aunque permaneció con el equipo todas las series) y Bobby Hull (no elegible por reglas internas). Los soviéticos llevaban un equipazo comandado por los técnicos Bobrov y Kulagin: Alexander Ragulin, Boris Mikhailov, Vladimir Petrov, Valeri Vasiliev, Alexander Maltsev, el anteriormente mencionado Tretiak y el probablemente mejor jugador de todos los tiempos y de origen español, Valeri Kharlamov. Solo una gran ausencia, Firsov, quien fue crítico con los nuevos entrenadores y fue apartado del equipo aunque la versión oficial fue una lesión de rodilla.
Las series comenzaron el 2 de septiembre en Canadá. Ni jugadores, ni entrenadores, ni periodistas, ni analistas en todo Norteamérica daban más de una victoria al bloque soviético. Pero todo cambió ese 2 de septiembre de 1972: en Estados Unidos y Canadá se daba crédito por primera vez a los logros del Ejército Rojo durante veinte años. Los soviéticos ganaron ese primer encuentro en Montreal liderados por un espectacular Kharmalov, al que los canadienses infravaloraron por su estatura, y Tretiak en la portería: 7-3 para la URSS. Los analistas canadienses no salían de su asombro: «Los rusos siempre están en movimiento, manejan el puck como nadie y parece que cada jugador siempre está en el lugar correcto».
Cerca de 130 millones de rusos vieron o escucharon el partido, y hasta celebraron en las calles el triunfo. El paso de las series por Canadá dejó una ventaja de 2-1-1 para la URSS, pero en Moscú, Canadá levantó las Summit Series con un gol a falta de 34 segundos del final del último periodo del octavo partido por obra de Paul Henderson: un gol conocido en la historia de Canadá como el «gol del siglo».
Los soviéticos perdieron las series, pero el mundo del hockey hielo había cambiado. Lo que solo se sabía en la URSS desde hacía dos décadas, ahora se conocía al otro lado del Telón de Acero: Canadá no era la única superpotencia en hockey. Sobre todo porque los rusos dieron un verdadero baño técnico a los canadienses, impusiendo el juego de pase y colectivo de la escuela de Tarasov, mientras que los de la hoja de arce hicieron el hockey físico característico de la NHL, con protestas continuas a los árbitros e incluso rozando el juego sucio tal como se quejaron los soviéticos. Se llegó a oír en la televisión canadiense sobre la admiración hacia los soviéticos: «Dales un balón de football y ganarán la Super Bowl en dos años».
El éxito de las Summit Series de 1972 llevaría al hockey hielo soviético a una nueva etapa caracterizada por la apertura internacional, se habían ganado ese respeto. Se empezó a jugar la Canada Cup, una competición para amateurs y profesionales de cualquier nación; se celebraron las Summit Series de 1974 bajo el mismo formato, ganó la URSS con un balance de 4-1-3 ante unos canadienses que solo pertenecían a la WHA; y se comenzaron a disputar las Super Series, partidos amistosos entre equipos de NHL y equipos soviéticos (14-2 para la URSS desde 1976 a 1991).
Con un Ejército Rojo bien ensamblado, en 1977 tomaba el mando del banquillo Viktor Tikhonov, conocido por sus métodos dictatoriales. Ello iba a suponer una diferente etapa para el el hockey hielo soviético, con un dominio internacional también aplastante pero con un punto negro conocido como «Miracle on Ice».
(Os dejamos este documental de 1 hora y 20 sobre las Summit Series de 1972).