La muerte del receptor de los Broncos, Kenny McKinley, me hace revisar una serie de factores por los que tiene que pasar un deportista profesional, en este caso me centro en la vorágine que supone Estados Unidos y los deportes americanos por una serie de características únicas que tiene este mundillo. McKinley parece ser que se suicidó por depresión, por mucho que digan que no desde la organización de los Broncos, en especial McDaniels (lógica respuesta de negación), porque todas las evidencias e informes preliminares de la investigación apuntan a ello. Además, se han encontrado gramos de marihuana y tabletas de anti-inflamatorios. Parece ser que el ex de South Carolina pasaba por una depresión por su lesión de rodilla, había afirmado varias veces que no podía vivir sin el football y también comentó querer suicidarse en varias ocasiones.
Separemos por partes. Factor 1: El mundo del deporte en Estados Unidos está envuelto en responsabilidad deportiva, presión de los contratos, lo que lleva al dinero y los anunciantes, la imagen que das ante los aficionados y, consecuentemente, la fama de la que puedes disfrutar. Todo es un circo mediático, es ‘Yanquilandia’, ellos son así. Unos lo manejan mejor que otros, todo depende del entramado mental que tenga cada uno, pero la dura realidad encubierta es que hay muchos atletas atormentados por el interior, por mucho que parezca que no sufren dolor. Podríamos acumular todas esas palabras en estrés, y cualquier psicólogo deportivo afirmará que es un detonante de depresión. En este interesante artículo de Jon Wertheim tenemos el vivo ejemplo: Ricky Williams en su época con los Saints se pasaba el día entero recluido en su casa, iba del campo de entrenamiento al drive thru del Burger King para hablar con alguien, después a su casa donde se pasaba el día entero sin coger el teléfono, y vuelta al entreno. Williams nunca ha negado la enfermedad mental que le consumía en aquellos tiempos y afirma que «cuando tienes un hueso roto todos tus compañeros se preocupan por ti, pero cuando tienes el alma rota es una señal de debilidad».
El mismo calvario sufrió Zack Greinke, actual pitcher de los Royals, una promesa (sexta elección del draft 2002) que empezó su carrera en 2004 de forma notable y que cayó en depresión en 2005. Greinke sufría un desorden de ansiedad social y tuvo que ponerse en manos de psicólogos para superar una enfermedad; algo que consiguió y que le llevó a ganar el año pasado el Cy Young. La historia del lanzador de Kansas City es una de esas de guión de cine, al igual que la de la estrella de los Rangers Josh Hamilton, consumido por el abuso de alcohol y drogas hace unos años y ahora el mejor bateador de la MLB, pero una prueba de que se puede combatir esta enfermedad mental del deportista de élite.
Factor 2, el polémico y aplicable a los jugadores de hockey y football: los golpes en la cabeza. No hay nada probado, los científicos están en tareas de averiguar los efectos que tienen tantos golpes en la cabeza sobre los deportistas, muchas veces con demasiada publicidad de cara a desprestigiar estos deportes donde el golpeo es inherente.
Hechos plausibles, pero no definitivos hay: que si Chris Henry tenía daños cerebrales antes de su muerte y eso pudo ser causa de sus desórdenes mentales, que si los numerosos golpes que se ha dado Roethlisberger (no se cómo no se ha roto la cabeza este hombre todavía) pueden ser la causa de su comportamiento extremo, que si muchos jugadores de football retirados sufren de demencia y alzheimer con más facilidad. Y aquí también entra la depresión, muchos golpes en la cabeza generan actitudes depresivas. El ejemplo es el retirado jugador de los Eagles, Andre Waters, que se suicidó a los 43 años en 2006; la autopsia reveló que su cerebro había degenerado hasta el de una persona de 80 años.
Pero claro, ser jugador de football o de hockey no significa un billete seguro a enfermedades mentales degenerativas. No son solo los golpes. Participan otros factores, o una combinación de todos ellos, como pueden ser los externos ya mencionados (drogas, alcohol, fama, dinero), traumas infantiles, abuso de medicinas o utilización de sustancias que potencian el rendimiento, tanto el club como el jugador personalmente (y eso sí que no se estudia ni se sabe como afecta al organismo tanto potingue), incluso la propia actitud social del atleta, pues muchos se relacionan con ambientes delictivos. No es concluyente atribuir la depresión a las características físicas del propio deporte; la depresión entre los atletas existe, su causa puede ser los golpes en la cabeza, pero es parte del trabajo. Un productor de televisión puede acabar loco de inventarse programas-basura, pero es parte de su trabajo.