El otro día, concretamente el pasado lunes 21, conocimos lo que para muchos es una triste noticia para la NFL: Charles Woodson anunció que se retirará al final de esta temporada. Sí, por supuesto que es una mala noticia para los aficionados porque, si por nosotros fuera, Woodson seguiría jugando a esto hasta los 84 años y así nosotros podríamos seguir disfrutando de sus jugadas, de sus intercepciones y de su capacidad para cambiar partidos desde una posición desde la que no es fácil ni tan siquiera influir en los partidos. Pero en el fondo, aunque a nosotros nos duela, es una buena noticia. Woodson ha sido de los mejores jugadores defensivos de la historia de la NFL, sin lugar a dudas, y el día que sea elegible no es sólo que merezca que le elijan en el Hall of Fame sino que más bien merece que le entren a hombros. Pero lo mejor de todo, lo que yo encuentro más destacable, es que Woodson ha sido el mismo jugador excepcional desde el primer día en que empezó su carrera en la NFL hasta, de buen seguro, el último partido que jugará este próximo fin de semana. Y elegir el momento adecuado para dejar el deporte, aún siendo un elemento útil para el equipo y no un lastre, es la mayor muestra de lo realmente grande que es este jugador. Así pues, aunque a nosotros nos sepa mal, pensando más en el recuerdo que va a dejar en los aficionados que no en mi disfrute personal, el hecho de que Woodson haya decidido retirarse al final de esta temporada es una buena noticia. Por lo tanto, bien hecho.
«Woodson ha sido el mismo jugador excepcional desde el primer día en que empezó su carrera en la NFL hasta, de buen seguro, el último partido que jugará este próximo fin de semana»
Pero el objetivo de este artículo no es repasar con números, estadísticas y premios, ya hay muchas páginas en las que sale todo esto. De hecho con este primer párrafo que sirve como pequeño homenaje a la figura de Charles Woodson me conformo. Pero lo que sí me gustaría hacer es comentar algo que me parece curioso relativo a esta situación general que se vive en Oakland con este tema. ¿Sabéis esa escena de Un Domingo Cualquiera en la que Cap Rooney, en la media parte, después de la conmoción cerebral contra los Knights, da la bendición para que Tony D’Amato le dé las llaves del equipo a Willie Beamen? Pues me da la sensación de que con Woodson y los Raiders ha pasado algo parecido. Los Raiders draftearon a Charles Woodson en 1998 (joder, 1998, se dice pronto) y estuvo en Oakland hasta el 2005, y a pesar de que luego fichara por los Packers en lo que ha sido uno de los grandes milagros del s. XXI en la NFL (puesto que fue el único fichaje de relevancia que Green Bay ha hecho en lo que va de siglo), Woodson siempre conservó el afecto que tenía hacia el equipo que confió en él y le desarrolló como jugador. Así pues, cuando los Packers le cortaron en 2013, Woodson quiso volver a Oakland para terminar su carrera allí. No con esos contratos de un día para hacer el paripé de retirarse como tal, no, se volvió a Oakland para jugar y ser parte activa del equipo. ¿El problema? Pues que se encontró unos Raiders en un estado deplorable, un equipo que estaba viviendo las consecuencias de los últimos años de Al Davis al frente del equipo y, por consiguiente, un equipo que como mucho conseguía ganar 4 partidos por temporada. Pero, casualidad o no, los Oakland Raiders que Charles Woodson deja tres años después no son ni remotamente parecidos a los que se encontró cuando llegó. Lo que hace no mucho era un equipo dejado de la mano de dios al que todo el mundo consideraba la risión de la liga ahora probablemente es el equipo más prometedor de toda la liga a medio plazo. O dicho de otra manera, ese equipo de hace tres años necesitaba la figura de un Charles Woodson para que almenos a nivel de mentalidad pudieran salir a flote, ahora ya no le necesitan porque ya son un equipo sólido, competitivo y con buenas perspectivas de futuro. Así pues, Woodson puede retirarse tranquilo sabiendo que, además de irse en lo más alto como jugador, también deja a sus Raiders en muy buenas manos.
Con esto no quiero decir que los Raiders ya sean un equipo hecho que vaya a petarlo seguro durante los próximos años y que Charles Woodson es el único artífice de todo esto. Tampoco vayamos a exagerar. Lo que estoy diciendo es que salir del pozo de ser y ser considerado como uno de los peores equipos de la liga es algo que requiere talento, buenas decisiones pero también una gran dosis de fuerza psicológica. Eso está claro que lo han conseguido, y estoy convencido de que Woodson ha sido más importante en ese papel psicológico que no en su rendimiento puramente deportivo. Pero de ahí a ser la hostia en patinete existe aún un largo camino por recorrer. El síntoma más claro de esto es que, aunque han dado muy buenas sensaciones a lo largo del año, lo cierto es que la temporada se le ha hecho muy larga a los Raiders. Muchísimo. Y no, una cosa no quita la otra. Una cosa es ser un equipo capaz de hacer buenos partidos en momentos puntuales y otra muy distinta es ser capaz de hacer esos buenos partidos semana tras semana, reduciendo la irregularidad al máximo y sin que ni la presión ni el desgaste te pasen factura. Los Raiders aún no han dado este paso. Pero joder, es que es normal, no se puede pretender pasar del cero más absoluto al infinito en tan sólo una temporada. L
o que tenemos que destacar de estos Raiders es que ya no son los Raiders irrisorios de hace no demasiados años y que, además, tienen el talento y el potencial suficiente como para en un futuro convertirse en un equipo muy sólido. Derek Carr es un jugador que ejemplifica perfectamente esta idea. Sí, es un quarterback muy irregular, que ha combinado momentos muy brillantes con momentos muy desconcertantes (por decirlo finamente), pero en esos momentos brillantes todos hemos visto de lo que es capaz. Y no nos engañemos, Carr está en su segundo año en la liga y, a excepción de Michael Crabtree, está trabajando con jugadores que llevan el mismo tiempo que él en la liga (Seth Roberts, Mychal Rivera) o incluso menos (Amari Cooper, Clive Walford). Claro que va a ser irregular, teniendo en cuenta la juventud del ataque de pase entero lo extraño sería que no tuviera altibajos en su juego, pero es que cuando coja confianza y solidifique la química que pueda tener con sus objetivos no hay razón para pensar que va a convertirse en ese quarterback con el talento y la regularidad necesaria para convertirse en el referente de una franquícia. Si a eso le añadimos la contratación de algún agente libre algo más veterano como Rodney Hudson o el anteriormente mencionado Michael Crabtree, pues la receta para el éxito parece bastante interesante. Ojo, como véis no son ni muchos fichajes ni tampoco muy veteranos, simplemente algunas pinceladas que complementen al equipo en las facetas en las que está más flojo, pero es entender la offseason en su totalidad y tratar de construir un buen equipo usando todas las herramientas posibles. Parece fácil, pero viendo lo que hacen muchísimos otros general managers en la NFL quizá no lo sea tanto, así que hay que felicitar a Reggie McKenzie primero por seguir esta estrategia y después por el alto porcentaje de acierto en sus decisiones.
«Los Raiders tienen el talento y el potencial suficiente como para en un futuro convertirse en un equipo muy sólido»
Y si en ataque el problema es la falta de regularidad, exactamente lo mismo pasa en el otro lado del balón. A pesar de los fichajes de Dan Williams o de Malcolm Smith, que en su papel de agentes libres no demasiado veteranos esencialmente dan solidez a la unidad, lo más destacado de la defensa en Oakland es que hemos visto muchos destellos de los jugadores jóvenes a lo largo de la temporada pero a ninguno rendir con demasiada regularidad. En ocasiones hemos visto a Mario Edwards dominar el interior de la línea defensiva, también algunas veces hemos visto a Ben Heeney tener tramos de partido absolutamente impresionantes (especialmente durante las últimas jornadas) y, por encima de todos ellos, también en partidos puntuales hemos visto a Khalil Mack hacer auténticos destrozos a los ataques rivales. Sin ir más lejos todos recordamos su pedazo de actuación en Denver, con 5 sacks tan sólo en la segunda parte del partido, pero a la vez nadie se acuerda de que en el total de las dos siguientes jornadas ha sumado un total de 1 sack. Un partido puntual (o tres partidos seguidos, que sus actuaciones anteriores contra Chiefs y Titans también fueron excelentes) no pueden servir para encumbrar a un jugador en la élite en su posición, de hecho creo que en los jugadores jóvenes sirven más bien para ver de lo que ese jugador puede llegar a ser capaz. Y en este caso a todos nos sirvió para ver de lo que es capaz de hacer el día que está inspirado (o el día en que delante tiene un línea de ataque que no está a su altura). Pero en este caso, creo que el partido de Khalil Mack sirvió para algo más que eso, y es que me da la sensación de que esos 5 sacks en media parte fueron lo último que necesitaba Charles Woodson para decidir retirarse.
Woodson ya había visto que gracias al enorme trabajo de Reggie McKenzie el equipo había salido del hoyo e iba a seguir una línea ascendente hasta posiblemente asentarse entre los mejores de la liga, pero tras ese partido también comprobó que los Raiders ya tenían otro referente defensivo en el que apoyarse. Y en ese momento, viendo que ya no era necesario a nivel psicológico y que tampoco era necesario a nivel deportivo, es cuando pudo decidir retirarse con la tranquilidad de saber de que el equipo ya iba a funcionar bien sin que él tuviera que tirar del carro. Así pues, bien hecho Reggie McKenzie, bien hecho Derek Carr, bien hecho Khalil Mack y, como no, bien hecho Charles Woodson. O sea, en definitiva, bien hecho Raiders.
https://www.youtube.com/watch?v=ELePm8-wdkU