Suerte que ya se han terminado los exámenes de enero de la universidad, tanto estrés y tanta tensión en el ambiente han desaparecido por completo y por fin uno puede volver a hacer vida normal. Vuelve a haber libros en las bibliotecas, no hay colas kilométricas para comprar un bocadillo y ya no te cruzas con caras de palo cada vez que pasas por un pasillo. Pone de los nervios. El otro día sin ir más lejos, había un tío que iba convirtiendo sus apuntes en trocitos microscópicos mientras le decía a su colega que ya no le salía de ahí estudiar más, que ya estaba saturado con tanto estudio y que a pocas horas del examen ya no iba a aprender nada nuevo. La situación era bastante surrealista en ese momento, el problema es que el domingo le entendí perfectamente. A falta de seis horas para empezar la Superbowl estaba ya hasta las pelotas de notícias, posibles tácticas y demás informaciones que no aportaban nada nuevo, porque en el fondo se ha venido diciendo exactamente lo mismo durante toda la semana, así que me puse a ver una película. Match Point se llamaba. No tenía ni idea ni del argumento ni de nada, pero parecía que iba de tenis y pensé que me serviría para pasar el rato. Cual fue mi sorpresa en descubrir que la primera frase de la película era algo así como: «El hombre que dijo que preferiría tener suerte que ser bueno tenía mucha razón». Tócate las pelotas. Yo queriendo distraerme y resulta que no sólo no lo conseguí sino que encima me había hecho un spoiler de lo que iba a pasar en el partido unas horas después. Porque después de esta señal inequívoca del destino, era más que evidente que la Superbowl la iban a ganar los New York Giants.
¿Cómo llegué a esa conclusión? Pues porque la frase define perfectamente el estilo de ganar de ambos equipos. Los Patriots, a excepción de la final de conferencia contra los Ravens, son un equipo que gana porque son mejores que sus rivales. Por otra parte, los Giants son un equipo que en los últimos años se ha caracterizado por sacar los partidos adelante a base de pequeñas dosis de suerte, algo que por cierto se ha acrecentado de forma importante en estos playoffs. Y como no podía ser de otra manera, cuando la suerte y la calidad chocaron de frente la victoria tuvo que caer inevitablemente del lado de los afortunados. Aunque siendo un poco justos, el domingo la suerte apareció de forma mucho más ostensible que la calidad, porque los Patriots fueron un equipo indigno de una Superbowl durante muchas fases del encuentro. ¿Y quién tiene la culpa de eso? Pues la culpa se reparte entre mucha gente, de hecho prácticamente todo el mundo en el bando de New England tiene individualmente parte de culpa. Culpa por ejemplo de Wes Welker por dejar caer un pase que probablemente le habría dado la victoria a su equipo. Culpa de Deion Branch y de Aaron Hernandez, más del primero, por dejar caer pases muy importantes en el drive decisivo del partido. Culpa de Rob Gronkowski, o bien por simular estar menos lesionado de lo que parecía o bien por jugar a medio gas a propósito para no lesionarse más en lo que debería haber sido el partido más importante de su carrera. Porque no nos engañemos, ya sea porque no puede o porque no quiere pero Gronkowski no hace todo lo posible para que Blackburn no intercepte el balón en ese uno contra uno. Culpa de Brandon Spikes por protagonizar jugadas en las que su lectura del runningback rozó el ridículo. Culpa de Jerod Mayo por convertir una jugada que debería haber sido intercepción (y probablemente retornada para touchdown) en touchdown de Victor Cruz por querer hacer una especie de palomita mirando al tendido. Incluso en el mismo saco le daría un pedacito de culpa a Tom Brady por lanzar un par de pases profundos que le costaron dos drives y dos puntos a los Patriots. Pero por encima de todo, los Patriots perdieron esta Superbowl por culpa de la persona más decisiva en el equipo, la persona de la que menos se esperaba un rendimiento tan bajo; los Patriots perdieron la Superbowl por culpa de Bill Belichick.
Después del precedente de la Superbowl XLII parecía imposible que Belichick permitiera que los Giants le volvieran a pasar la mano por la cara, pero el genio de la lámpara siempre tiene alguna sorpresa con la que deleitar al personal. Y no hace falta ir más lejos de la primera jugada para ver el desastre, estando casi pegados a su propia end zone Belichick manda un playaction para intentar dar un golpe de efecto justo empezar. Hay que ser mentecato. La idea es ganar, pero no hace falta hacerlo en el primer minuto, y menos teniendo en cuenta que tu defensa le acaba de cascar dos sacks seguidos al quarterback rival. Pero no, Belichick tenía que pegar el gran golpe en ese preciso momento e, igual que el pase largo que intentaron contra los Ravens hace un par de semanas exactamente con el mismo propósito, fue altamente previsible. Brady notó la presión de Justin Tuck y, aún no se sabe muy bien si por error en la ruta de Deion Branch o porque Brady se quiso deshacer del balón, la jugada acabó en intentional grounding, que estando Brady dentro de la end zone se convirtió en safety. Y eso no sólo le dio dos puntos a los Giants sino que obligó a la defensa de New England a volver a salir al campo sin apenas haber descansado. Lógicamente, touchdown. Desde ese preciso momento Brady, consciente de la que había liado, estuvo con la moral comida y jugó únicamente a pases fáciles y a ser conservador, jugó a todo lo opuesto que ha convertido a Tom Brady en uno de los mejores quarterbacks de la liga. Y si bien no perjudicó directamente a su equipo (de hecho Brady sólo falló tres pases en la primera mitad, dos deflectados en la línea y el intentional grounding, y consiguió el récord de pases consecutivos completados en la Superbowl con 16), este miedo limitó a los Patriots a tres míseros puntos durante 25 minutos de partido, en un momento en el que se podría haber hecho mucho más daño a los Giants. Miedo que se podría haber evitado con un playcalling más sensato.
Pero es que este no fue el error más grave de Belichick, ni mucho menos. Ni tan siquiera el error más grave fue el de cortar a Tiquan Underwood un día antes de jugarse la Superbowl para subir a un tal Alex Silvestro al roster, jugador que por cierto según el game book proporcionado por la NFL no jugó ni un solo snap en la Superbowl. El error más grande fue que, después de dos semanas en las que seguro que se comió la cabeza pensando cómo podía vengarse de la derrota de hace cuatro años, planteó el partido con los pies. En el lado ofensivo nunca pudo ni quiso establecer el juego de carrera, algo que les podía permitir controlar el reloj mucho más de lo que lo hicieron y algo que los Patriots ganadores de varias Superbowls habían conseguido hacer con gente de tanto talento como Antowain Smith. Sin ir más lejos, los Patriots de hace unos años nunca hubieran permitido que los Giants tuvieran un último drive, se hubieran comido los 9 minutos que le quedaban al reloj a base de carreras y ahí se habría acabado el partido. Pero estos Patriots son distintos, son un equipo en el que el corredor principal lleva el balón 10 veces en todo el partido (que teniendo en cuenta que fueron ganando durante toda la segunda parte no está nada mal) y que se basa demasiado en el juego de pase, por lo que si por algún casual el quarterback o los receptores fallan, no sólo no corre el tiempo sino que se acaba devolviendo el balón al rival. Y sí, voy a ser ventajista y recordaré de nuevo que en este pasado draft tenían a tiro a Mark Ingram y lo dejaron escapar para poder acaparar picks. Pero en el lado defensivo las cosas no fueron nada mejor. A Belichick le daba tanto miedo el big play de los receptores de los Giants que planteó el partido casi igual que el que les planteó a los Ravens, con los safeties a tres millas náuticas de la acción y dejando toda la zona intermedia libre, con lo cual no sólo Hakeem Nicks se pudo hinchar a recibir balones sino que los safeties no podían bajar a tiempo a ayudar contra el juego de carrera. Demasiado fácil para Kevin Gilbride, incluso hasta demasiado fácil para Eli Manning.
Porque no hay que esconder la realidad, lo que muchos ponen como culminación de la consagración de Eli Manning como un jugador de élite fue un partido sencillísimo para el quarterback. Tiene mucho más mérito Kevin Gilbride, el playcaller de los Giants, que planteó el partido a la perfección aprovechando los boquetes que dejaba la defensa de los Patriots, ordenando muchos pases cortos e incluso involucrando al fullback en el juego de pase para aprovechar que los safeties estaban en Cuenca. O al equipo de punt del equipo, que nunca permitió que los Patriots empezaran su drive en una posición cómoda, e incluso les encerró dentro de su propia yarda 10 en varias ocasiones. O incluso hay que darle su parte del mérito a la línea defensiva, que desgastó poco a poco a la línea de ataque de los Patriots para acabar pudiendo romper el pocket cuando el partido más lo necesitaba. O, al nivel de cualquier otro motivo anterior, tiene mucho más mérito la suerte que tuvieron los Giants en los momentos clave. Suerte de que justo en la jugada en la que los Patriots pueden forzar un fumble y recuperarlo haya 12 jugadores sobre el campo es suerte, en ningún caso el fumble puede ser atribuido a ese hecho porque es una jugada de receptor contra cornerback sin influencia de ningún otro jugador; y también es una cagada como un templo por parte de Belichick pero eso es otro tema. Y suerte de que Bradshaw cometa un fumble en una posición muy comprometida para los Giants pero que, cuando parece que van a recuperarlo los Patriots, el balón coge una trayectoria de curva mágica para acabar en las manos del único línea ofensivo de New York que había por ahí es tener mucha suerte. Y más suerte cuando el último hail mary salió deflectado casualmente en la única dirección que no cubría ni Welker ni Gronkowski (puestos para el rechace casi a la perfección) es tener una leche de proporciones bíblicas. En resumen, pequeños detalles que caen todos de su lado, ya sean cagadas del rival que les permiten seguir vivos y acabarse llevando el partido o cagadas suyas que el rival no sabe aprovechar, ya sea en forma de fumble o en forma de touchdown anotado cuando no debían hacerlo (porque sí, el touchdown de Bradshaw fue una cagada bastante importante por su parte, en la vida deberían haber permitido que los Patriots recuperaran el balón). Pero bueno, todas estas pizcas de suerte han estado acompañando a los Giants durante todos los playoffs y la Superbowl no iba a ser una excepción.
Desde la perspectiva de los Giants una combinación de todos los factores anteriormente expuestos fue lo que les llevó a ganar la Superbowl; el nombre de su quarterback no aparece por ningún lado. Porque quien seguro que no tuvo mérito en la victoria de los Giants es Eli Manning, como mucho tuvo el mérito de no cagarla (que por cierto le fue de un pelo porque el touchdown de Cruz en condiciones normales debería haber sido intercepción), pero no se puede decir que lideró la victoria, ni que mereció el MVP del partido ni cosas similares. Las facilidades defensivas de los Patriots y el buen playcalling de Gilbride simplificaron tanto las cosas que convirtieron la Superbowl en un partido que podría haber jugado cualquier otro quarterback mínimamente competente con la misma efectividad que Eli, un quarterback como por ejemplo Kyle Orton. Sólo tuvo un pase de mérito en todo el partido, identificó una cobertura al hombre en el exterior y colgó el balón a ver si sonaba la flauta; y sí que es cierto que la pelota iba al sitio adecuado pero fue Mario Manningham quien la cogió y quien debería llevarse el mérito, así que resulta incomprensible todo esto revuelo. Que si Eli es mejor que Peyton, que si el trade con los Chargers en el draft day les ha salido bien,… ¿pero en qué está pensando esta gente? ¿En serio alguien en su sano juicio puede decir que Eli Manning es mejor que Philip Rivers? Lo único que se puede decir en favor de Eli es que ha mejorado mucho respecto a la temporada pasada, algo que no era difícil teniendo en cuenta las 31 intercepciones que lanzó en 2010, pero su juego sigue siendo demasiado irregular para que se le considere un quarterback de élite. Pero ya no es una cuestión de moverse por sensaciones, es que ni tan siquiera a nivel estadístico se puede realizar tal afirmación. De sus 4.933 yardas de pase, hay 957 que son yardas después de la recepción de sus dos receptores titulares (el 19.4%), ni tan siquiera se están contando las yardas ganadas en jugadas de screen. ¿De quién es mérito este número de yardas a priori acojonante entonces, de Manning o del receptor por buscarse la vida una vez tiene el balón? De repente esa gran marca quizá ya no parece tan grande. Pero la estadística aún puede ser más reveladora. Pregunta al azar: ¿os quedaríais con Eli Manning o con Tony Romo? Pensaros la respuesta y escribidla en un papel. Y ahora, en una pregunta que en absoluto está relacionada con la anterior ¿os quedaríais con un quarterback que completa un 61.0% de los pases con 29 TDs y 16 INTs, o con un quarterback que completa un 66.3% de los pases con 31 TDs y 10 INTs? Si eso sacad vuestras propias conclusiones. Y para los que piensan que Manning quizá no haya tenido una temporada regular muy en la élite pero que en los playoffs ha estado superlativo, simplemente recordar que en estos playoffs se ha enfrentado a las dos peores defensas contra el pase de toda la competición (Packers y Patriots) y a una defensa en la que dos jugadores chocaron entre ellos para negarse a sí mismos una intercepción, dos veces (49ers). Vamos, que tan bien tampoco ha jugado.
En fin, volviendo al partido, no me gusta ponerme una medalla en estas circunstancias porque es muy triste para el deporte, pero ya lo adelanté hace un par de semanas: esta Superbowl la iba a ganar el menos malo. Y lamentablemente no me equivoqué. Con lo cual, aunque suene fatal decirlo así porque parece que no comparta el sufrimiento que existe al tener siete meses de sequía, suerte que se ha terminado esta temporada. La temporada del holdout, de las defensas poco trabajadas, del pobre nivel de juego en general y de los playoffs más mediocres de los últimos tiempos, y una temporada que, inevitablemente, tenía que terminar con la victoria final de un equipo que perdió hasta 7 partidos en temporada regular ante equipos como Seattle o Washington (dos veces), y que en playoffs se limitó a no cagarla y aprovechar los errores del rival en vez de deslumbrar con su propio juego. Es triste que la NFL termine así este año pero probablemente es lo que se merece tal y como han ido las cosas. Por suerte el año que viene empezamos de cero otra vez, así que en septiembre más y probablemente mejor.