El término cojones es uno de los más importantes en España. No no, no os riáis, eso es totalmente cierto, el término cojones domina las ideas de este país desde hace muchísimo tiempo, algo que por cierto lo convierte en uno de los conceptos más usados por todo el mundo. Obviamente no estoy hablando del significado literal de la palabra, porque eso que también se conoce como testículos no tiene más importancia de la que tiene (que tampoco es que poca, de hecho la reproducción y supervivencia de la raza humana dependen de ellos), sino por los múltiples significados que puede llegar a tener por lo que representan. Por eso, es muy habitual escuchar expresiones como «este no tiene cojones de hacer esto» para decir que no se atreve a hacerlo, «ahora este va y dice tal cosa, con dos cojones» para apuntar lo ridículo y vergonzoso de esa afirmación, «voy a hacer esto por mis cojones» para hacer hincapié en la voluntad incesante de intentar algo hasta conseguir realizarlo, y muchas otras que seguro que se os están ocurriendo. Pero a mí me gustaría quedarme precisamente con esta última metáfora, la de hacer algo por mis cojones, también hallada en su variante negativa (tal persona no hará lo que se propone por mis cojones) o en su variante interactiva (yo voy a conseguir el objetivo por encima de otros porque le voy a poner más cojones), porque tengo la sensación de que en este país existe la concepción de que el deporte se rige por la cantidad de cojones que le ponen ambos bandos. Es más, para mucha gente estoy convencido que las competiciones deportivas podrían resumirse en una especie de juego de rol en el que cada bando presentara una carta con el número de cojones predeterminado, ganando obviamente el que tuviera más puntuación: si el equipo 1 tiene cojones +6 y el equipo 2 tiene cojones +4, el ganador será el equipo 1 por una diferencia moderada. Sé que suena ridículo, pero si lo pensáis fríamente sabréis que no está demasiado alejado de la realidad. Especialmente si hablamos de deportes de contacto, y es que en este tipo de deportes el rendimiento de la gente se juzga mucho más en base a los cojones que le pongan que no en base al talento que puedan tener, por lo que este razonamiento parece aún más válido. Es por eso que no me sorprende en absoluto que, entre los aficionados al football de este país y especialmente entre los aficionados más veteranos, el estilo de juego de los Dallas Cowboys durante esta primera mitad de temporada haya gustado mucho. Porque es un estilo de juego que se basa precisamente en eso, en los cojones.
Mucha gente ha soltado ríos de babas (vamos a dejarlo en babas) viendo jugar a los Cowboys y ha gastado litros de tinta para alabar la magnificencia de su estilo transgresor con la tónica general de la liga. Un ataque terrestre se impone a esta liga de pase. Como titular queda fantásticamente bien y además es una frase bastante cercana a lo que se ha visto durante esta temporada, pero la realidad es que no ha sido nada más que una exhibición de poner más cojones. No sólo el juego de los Cowboys en particular, sino cualquier juego de carrera basado en la potencia se fundamenta en el principio «yo tengo más cojones que tú, y como yo quiero correr por ahí voy a correr por ahí», y si la línea ofensiva domina al front seven rival como ha hecho durante este inicio de temporada, el plan resulta muy efectivo. Ahora bien, no por su gran efectividad hasta el momento hay que dejar de decir que intentar ganar por cojones es el plan más simple de este deporte.
El juego de carrera interior es el unga-unga del fútbol americano, es el plan más primitivo y más simple que existe en este deporte, es algo que podríamos resumir en dos puntos clave: ¡línea, empujad! y ¡corredor, corre! Para un deporte tan complejo como el football, parece de risa que pueda haber algo tan simple que pueda llegar a funcionar tan bien pero es que es un plan de juego tan sencillo que, si se dispone del personal adecuado, sería de necios no usarlo. Quizá en la NFL no es tan evidente pero quiero poner un ejemplo que seguro que entenderéis: si estuviérais entrenando a un equipo de football de chavales y tuviérais a uno que pesa el triple que el resto, ¿no le daríais la bola el 99% de las jugadas para que corriera aunque fuera a velocidad lamentable y con 5 niños colgados a su chepa? Claro que lo haríais, todo el mundo lo haría, si se puede pasar por encima del rival (de forma casi literal) ¿qué sentido tiene intentar otras cosas que lo único que pueden hacer es darle emoción al partido? Joder, que en football formativo hasta se tuvo que crear una regla que obligaba a los equipos a pasar de vez en cuando para que no explotaran contínuamente diferencias físicas descomunales en el juego de carrera, porque los que disponían de ese jugador físicamente superior jugaban únicamente a eso. Obviamente. Si sabes que eres físicamente superior a tus rivales plantear un partido de esta manera es lo mejor que se puede hacer, porque muy pocas cosas pueden salir mal y porque la probabilidad de éxito es muy elevada. Y eso mismo, obviamente a otro nivel pero movidos por el mismo principio, es lo que han estado haciendo los Cowboys. Han estado construyendo una línea muy dominante en el juego de carrera y, cuando la han tenido entera, han empezado a correr como locos detrás de ella. Y como por arte de magia DeMarco Murray se ha convertido en el mejor corredor de la NFL. Que por cierto, tampoco habría para tanto, porque aunque obviamente tiene parte del mérito porque es él quien consigue las yardas, no menos mérito tienen los líneas de ataque de Dallas y, especialmente, un front office que a pesar de cometer un par de reaches bastante escandalosos en el draft (especialmente con Travis Frederick) priorizaron el plan final a las apariencias y han acabado viendo como dicho plan se podía ejecutar a la perfección. Lo digo por lo de las quinielas a MVP y esas cosas, que muchos se emocionan muy rápido.
Ahora bien, igual que basar tu juego en la carrera interior es un plan fácil de poner en práctica cuando se tiene a la gente adecuada para ejecutarlo, también es un plan muy sencillo de defender. Precisamente porque se conoce perfectamente lo que el ataque va a hacer, frenar ese estilo de juego simplemente consiste en echar más cojones que el ataque, decirle a esa línea y a ese corredor que por sus cojones no van a correr por ahí. Y eso se puede conseguir de dos maneras distintas: o bien la defensa tiene unos cojones del tamaño de Júpiter o bien se añade más gente al tumulto para que los cojones de la defensa superen a los del ataque (porque sí, superarles en número también sirve). Y en el partido contra los Cardinals del pasado domingo se juntaron precisamente esos dos puntos. Por un lado, Arizona es un equipazo con una defensa extraordinaria y, esta vez, los cojones de unos Dan Williams y Calais Campbell imperiales pudieron con los intentos de asentar la carrera por parte de los Cowboys. Pero por el otro, y mucho más importante, aunque se tenga el mejor juego de carrera de la historia de la NFL, cualquier ataque necesita un quarterback mínimamente decente para que la caja no se llene de jugadores. No, es que como el juego de carrera es tan dominante, el puesto de quarterback no importa tanto porque no se va a usar mucho el pase. A riesgo de sonar redundante, los cojones. Por mucho que la gente se intente creer realidades paralelas en las que el juego de carrera es lo más importante, la clave de un buen ataque siempre estará en el quarterback. Siempre. Ya puedes tener una línea ofensiva increíble y un corredor que sea una máquina de romper placajes, que si tienes un quarterback horrible no vas a ir a ningún lado.
Ojo, con eso no quiero decir que tenga que ser una superestrella, puede haber muy buenos ataques basados en la carrera que no impliquen que el quarterback lance 50 veces por partido (y de hecho muchos quarterbacks de esta liga estarían mucho más cómodos en un equipo que no les exigiera ser superestrellas), pero un quarterback siempre tiene que suponer una cierta amenaza aunque sea sólo para que la defensa rival no amontone rivales cerca de la línea de scrimmage con el único propósito de parar la carrera. Y Brandon Weeden no es que no sea una amenaza para la defensa rival, que no lo es ni por asomo, es que directamente es posible que sea el peor quarterback en una plantilla de la NFL (con el permiso de Christian Ponder). Es que en serio, no sé que les pasó por la cabeza a los dirigentes de Dallas para contratar a Weeden como quarterback suplente. No tengo ni la más remota idea. Ya no sólo por la edad, o por lo que ha sido globalmente su carrera en la NFL, es que simplemente viendo que durante la temporada pasada los Browns fueron un equipo bastante decente cuando Weeden no era el quarterback debía haber sido motivo suficiente como para borrarle de cualquier lista de posibles candidatos. Porque, en otras palabras, el año pasado Weeden fue claramente peor quarterback que Brian Hoyer y que Jason Campbell. Algo que no impidió que los Cowboys echaran sus redes sobre él y le ofrecieran el puesto de quarterback suplente. Alucinante.
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El caso es que en la NFL el quarterback suplente no es un jugador necesario hasta que se convierte en necesario. Y cuando los Cowboys necesitaron a su quarterback suplente por la lesión de Romo, tuvieron que sacar a Weeden. Y pasó lo que tenía que pasar. Como Weeden no representaba ninguna amenaza para la defensa de Arizona, DeMarco Murray se tuvo que enfrentar a cajas que presentaban hasta ocho o incluso nueve defensas. O dicho de otra manera, el ataque de carrera no sólo tuvo que lidiar con un front seven muy duro ya de por sí sino que además estuvo complementado por apariciones estelares de los safeties (como por ejemplo un 4th & 1 parado por Deone Bucannon). Y así es imposible. Murray, a pesar de que sus estadísticas no son nada malas considerando las circunstancias, no pudo correr como había venido haciendo durante toda la temporada y, como consecuencia de ello, acabó el partido sin llegar a las 100 yardas de carrera por primera vez en lo que llevamos de temporada (consiguió un total de 79 yardas en 19 intentos). Vaya, qué cosas. Y no es culpa de que Murray estuviera mal o de que la línea no tuviera su día más inspirado, lo que pasó este fin de semana en Dallas fue mérito de la defensa de los Cardinals y, especialmente, fue culpa del front office de los Cowboys. Porque sí, a pesar de su buen trabajo a la hora de construir esta fabulosa línea de ataque, algo evidente e innegable, también plantearon de forma horrorosa el tema del quarterback suplente. Y eso les puede acabar costando muy caro.
DeMarco Murray: It’s hard to run against nine in the box http://t.co/8cJihSSKMc
— ProFootballTalk (@ProFootballTalk) noviembre 3, 2014
Lo más curioso es que en Dallas ya se han dado cuenta del percal en el que están metidos y por eso todo el mundo «confía» en la rápida recuperación de Tony Romo. Porque, en tan sólo una semana, se han dado cuenta de que los cojones de su juego de carrera, sin esa dosis de talento, no valen demasiado. ¿Y sabéis a qué me recuerda esto? Pues volviendo al principio del artículo, esta situación me recuerda mucho a España. Pero en este caso no al país, sino a la selección española de fútbol. Del otro fútbol, el de los pies. Ya sabéis, la furia, la garra, el poderío, ese equipo históricamente liderado por jugadores como Fernando Hierro o Jose Mari Bakero, ese equipo con entrenadores como Camacho, ese equipo que históricamente siempre tenía más cojones que nadie. Y ese equipo que históricamente era eliminado como muy tarde en cuartos de final. Hasta que llegó el talento, se hizo un hueco en el equipo y se empezaron a ganar cosas. Sé que habrá gente que se sentía más identificada con la selección de hace 10-15 años que con la más reciente, probablemente influenciada por la importancia que tienen los cojones en este país, pero la realidad es que sólo se ganó de una manera. Caprichos que tiene el deporte. Ojo, con eso tampoco estoy diciendo que haya que elegir entre una cosa u otra, ambas cosas son necesarias para conseguir buenos resultados y un equipo con mucho talento pero sin actitud es igual o incluso más inoperante que el caso inverso, pero reducirlo todo a los cojones y pensar que con eso es suficiente para ganar es un gran error.
No sé si los aficionados son muy conscientes de ello, me da la sensación de que aún hay mucha gente que piensa que ese juego de carrera es indestructible, pero al menos queda el consuelo de que en Dallas parece que ya saben cómo está el patio y por eso hay tantas prisas para intentar que vuelva Romo cuanto antes y tantas declaraciones optimistas al respecto. Y si tiene que servir de algo, ya pueden Jerry Jones y compañía ponerle millones de velas a la Virgen de las Orejillas si hace falta tanto para que Romo se recupere rápido como para que no recaiga luego si le fuerzan demasiado. Porque si el talento de Romo no vuelve pronto al campo, a pesar de los cojones del juego de carrera, es poco probable que los Cowboys lleguen muy lejos esta temporada. Y para un equipo que hace dos semanas todos pensábamos que por cojones no sólo se iba a meter en Playoffs sino que lo iba a hacer de forma relativamente sobrada, quedarse otra vez a medio camino sería un auténtico drama.
I am now convinced that the Cowboys are trolling their fans each year by purposely showing them how many different ways they can finish 8-8.
— Not Bill Walton (@NotBillWalton) noviembre 2, 2014