Ah, el día de Acción de Gracias… Creo que no hay día que los americanos celebren más (con permiso del Día de la Independencia) que esta festividad que coincide siempre con el cuarto jueves del mes de noviembre. Como muchos de vosotros ya sabéis fue este pasado jueves, un día en el que todo el mundo fue a reunirse con sus familias a comer pavos de dimensiones estratosféricas y a contarse sus vidas. Y creo que no hay festividad estadounidense que a mí me guste más. No sólo por lo del pavo, que también porque en el fondo me gustaría comer un cacho del animal entero como allí y no las lonchas de embutido de pavo envasadas que me comí yo en mi casa a modo de imitación, sino porque la NFL tiene a bien programar una jornada con partidos espectaculares justo en esta fecha, en horarios no intempestivos y que no se solapan entre ellos. Para empezar, un muy interesante Detroit-Houston; interesante no solo por el partido en sí sino porque era un encuentro a mí particularmente me apetecía mucho ver puesto que quería confirmar una teoría que se estaba formando en mi cabeza. Y se confirmó. Porque irónicamente, en un día en el que el pavo es uno de los protagonistas más destacados, los Texans quisieron participar de la fiesta a su manera. Los Texans demostraron a todo el panorama NFL que están en la edad del pavo.
Los Texans se fundaron en 2002 (o sea que tienen 10 años) y quizá alguno podría pensar que es un poco pronto como para entrar en la edad del pavo, pero igual es que este fenómeno se manifiesta algo más pronto en franquícias NFL que en los seres humanos. Pero hay dos síntomas evidentes que no dejan ninguna duda al respecto, esto está pasando. El primero es simplemente ley de vida. Igual que los adolescentes empiezan a tener interés por emparejarse más o menos por estas edades a los Texans, después de muchos años sin interés aparente, se les ha despertado el instinto animal y han empezado a demostrar unas ganas insistentes de conquistar a la pareja perfecta en la NFL. Han empezado a jugar bien tanto en ataque como en defensa con un único objetivo, el de conquistar la Superbowl. Porque en el fondo, emparejar franquícia con el trofeo Vince Lombardi es lo que todos los fans de la NFL desearían para su equipo. Hasta ahí todo normal, de hecho sería preocupante si algunos equipos no sintieran ese deseo, lo que realmente diferencia un equipo que quiere ganar la Superbowl de un equipo que está en la edad del pavo es el otro síntoma inequívoco: los Texans hacen en todo momento lo que les apetece sin ningún criterio aparente, sin intentar ver la realidad ni escuchar la opinión de los demás pero siempre pretendiendo tener razón en todas sus decisiones.
Sin entrar a analizar movimientos esporádicos que escapan a cualquier tipo de lógica (como por ejemplo el trade de DeMeco Ryans, regalado a los Eagles por una cuarta ronda), hace ya un tiempo que los Texans han tenido dos males endémicos que han sido incapaces de solucionar, ya sea por fallar en el intento o por ni tan siquiera intentarlo. El primero es la negativa absoluta en buscar receptores que sean capaces de jugar a un nivel decente al otro lado de Andre Johnson. O en el slot, tanto me da. Hace muchos años que Andre Johnson está totalmente solo en el cuerpo de receptores y, por mucho que la opinión pública haya casi exigido ese segundo receptor, en los Texans han ignorado esas peticiones porque ya estaban (y están) contentos con Kevin Walter. De hecho, tan contentos están con Walter que se permitieron el lujo de prescindir de Jacoby Jones durante esta offseason. ¿¿Va en serio?? Kevin Walter ha sido durante los últimos años uno de los segundos receptores más malos de toda la NFL pero, no contento con eso, encima cada año empeora un poquito más su rendimiento. Quizá el año pasado tenía excusa, sus 39 recepciones para 474 yardas podían ser consecuencia directa de la lesión de Matt Schaub (aunque tampoco hay que olvidarse ni de que Schaub cayó lesionado en la semana 10 ni de que Andre Johnson se pasó buena parte de la temporada también lesionado), pero este año ya no puede haber ningún tipo de excusa. Con 11 partidos jugados, sólo ha rebasado las 50 yardas en tres ocasiones, las 5 recepciones en una ocasión y su promedio de 37,4 yardas de recepción por partido le sitúan en el puesto número 89 de la NFL. Además un último detalle, Walter recibe un pírrico 12.7% de los pases completados por Matt Schaub, o sea que aproximadamente uno de cada ocho pases completados por los Texans son para su teórico segundo receptor. Totalmente inaceptable. El otro mal endémico que hay que apuntar sería la incapacidad de construir una secundaria fiable. Quizá es un tema menos criticable porque el equipo sí que ha hecho algún esfuerzo para reconducir la situación, pero está claro que no ha sido suficiente. Si Houston está considerada esta temporada como una gran unidad defensiva es por su enorme front seven, una parte de la defensa que no solo se encarga de parar la carrera sino que además genera la suficiente presión como para que los quarterbacks rivales no pasen con comodidad (destacando a JJ Watt por encima del resto de jugadores). Pero como ha quedado demostrado en los últimos partidos, si por las razones que sea esa presión no llega la secundaria es incapaz de hacer su trabajo. Se vió en el partido contra los Packers, donde las múltiples formaciones abiertas de Green Bay impidieron un front seven convencional, se vió en el partido de Jacksonville, donde las carencias tanto en cobertura como en placaje de los defensive backs quedaron en evidencia, y también se vió en el partido del pasado jueves contra Detroit, con un Calvin Johnson que campaba a sus anchas por donde le apetecía (aunque también es verdad que aprovechándose directamente de la baja de Johnathan Joseph por lesión). Ya lo he dicho antes, no hay que ser totalmente injusto porque la franquícia sí ha mirado en esa dirección durante las últimas offseasons (fichando a Manning, fichando al propio Joseph o drafteando a Kareem Jackson en primera ronda), pero da la sensación de que cada vez que se enfrentan a un equipo echado hacia el pase la secundaria lo pasa rematadamente mal. Y un poco relacionado con eso, da la sensación de que el calendario ha sido algo benevolente hasta el momento con Houston precisamente porque de momento ha evitado bastante a este tipo de rivales, con lo que su récord actual de 10-1 podría ser algo engañoso. Veremos si al final de temporada regular, una vez hayan jugado contra Indianapolis (dos veces) y en New England, siguen manteniéndose tan fuertes como parecen ahora.
Pero es que ese es el problema. El hecho de ir tan bien en la clasificación es lo que lo convierte en un tema grave porque cuando se gana no sólo parece que los problemas no existen sino que además puede dar la sensación de que todas tus decisiones son acertadas. Los Texans tienen un playcalling bastante limitado, de hecho prácticamente podría reducirse a tres tipos de jugadas: carreras de Arian Foster, pases a Andre Johnson o pases a cualquier tight end después de playaction. Porque esa es otra, el cuerpo de tight ends le da mil patadas al cuerpo de receptores a la hora de recibir el balón, pero volvamos al tema. Igual el playbook es más extenso que todo eso, pero a juzgar por lo que canta Kubiak en la banda la impresión que da es que no hay mucho más después de lo que se nos enseña. Y el problema con eso es que mientras ese playcalling tan básico sea suficiente parece que nadie quiere hacer preguntas, parece que no hace falta modificar nada porque lo que no hay que tocar lo que ya funciona. ¿Pero qué pasará el día que este sistema de bloqueos que tan buenos resultados les ha dado hasta el momento empiece a fallar? Es un sistema relativamente sencillo, sin muchas variantes, y habrá algún día que las defensas empezarán a pillarle el truco. O más factible aún, ¿qué pasará cuanda Arian Foster baje un poquito su rendimiento debido al enorme desgaste al que está siendo sometido (líder de la NFL con 269 carreras, 38 más que Marshawn Lynch)? En ese momento no solo la eficacia del juego de carrera quedará afectada, sino que también lo quedará el juego de playaction al tener un juego de carrera menos convincente, dejando a Andre Johnson como única opción ofensiva plenamente efectiva. O ni eso, porque una vez asentada la defensa contra la carrera igual las defensas tampoco tardan demasiado en poner tres jugadores encima de él como cobertura habitual y se acabó el chollo. Y lo mismo sirve para la defensa, ¿hay algo pensado para cuando JJ Watt no pueda ejercer presión desde dentro de la línea? No digo que vaya a desaparecer por completo, pero es que 14.5 sacks son una burrada que difícilmente se va a repetir en próximas temporadas (aunque también hay que dejar constancia de que hay culos de líneas ofensivos que llevan más fumbles forzados que él, así que tampoco debe ser un jugador tan importante). ¿O qué pasará cuando los placajes fallados que cuestan touchdowns se realicen en un partido de playoffs? Pues ya se verá, lo único que importa es que de momento los partidos se sacan adelante. Da igual como, se gana que es lo que cuenta. Da igual que el partido contra Jacksonville en casa se ganara en la prórroga y prácticamente sobre la bocina. Da igual que el partido contra Detroit se ganara también en la prórroga porque Hanson chutó su field goal al palo y, sobre todo, por un Jim Schwartz que volvió a demostrar que no tiene las cualidades reflexivas necesarias para ser head coach en la NFL. Que por cierto, aunque Schwartz cometió una cagada de bulto, eso de que lanzar un pañuelo no sólo sea penalización sino que además inhabilite la revisión de la jugada tiene que ser la regla más carente de sentido de la historia del deporte, pero no de este deporte sino del deporte en general. Pero volviendo al tema y ya para resumir, igual que hay que decirle a los chavales que no está demasiado bien estudiar sólo el día antes de un examen aunque luego saquen un notable, hay que hacer comprender a los equipos sus carencias aunque vayan ganando para que las vayan corrigiendo. Ya no solo para convertirles en un mejor equipo a corto plazo sino para que en el día de mañana, cuando haya otras carencias de las que preocuparse, no tengan que solucionarlas todas de golpe.
En fin, en el fondo supongo que llegar a la edad del pavo es un proceso por el que todas las franquícias de la NFL han pasado en un momento u otro, y si viene alguna nueva probablemente también pasará por allí, pero no por ello hay que despreocuparse. Estos momentos son críticos para el devenir de esta sobre el papel extraordinaria generación de jugadores. Es el momento en el que todos, del primero al último, hagan todo lo posible para que los Texans sean un equipo que aspira a todo y no se conviertan en un equipo del montón; es el momento en el que hay que educar al chaval para que se reconduzca antes de que pierda un poquito el norte. O se dan cuenta en breve de que las cosas no pueden seguir así o la realidad les va a meter un galleto del que pueden tardar en recuperarse. Esperemos, por el bien de la franquícia y también del football en general, que la primera opción sea la que acabe triunfando. Porque de todos es sabido que el pavo está mucho mejor cocinado en la mesa que plasmado como idea en el campo de juego.