Estoy hasta los huevos de las veletas. De hecho tan hasta los huevos estoy que este debería haber sido el título de este artículo y no el que finalmente he puesto, pero supongo que es mejor tener títulos cortos y no extremadamente malsonantes aunque sea sólo para mantener un poquito las formas. Ahora bien, lo que sé que muchos os estaréis preguntando es: ¿qué tiene este tío contra las veletas? Según el diccionario de la RAE, una veleta es un pieza de metal, ordinariamente en forma de saeta, que se coloca en lo alto de un edificio, de modo que pueda girar alrededor de un eje vertical impulsada por el viento, y que sirve para señalar la dirección del mismo. Obviamente, ni yo personalmente ni creo que nadie puede tener algo en contra de este objeto físico (a no ser que a alguien se le haya caído una encima de la cabeza o similar) así que no van por ahí los tiros. Sin embargo, si bajamos un poco más en el diccionario, vemos que hay otra definición de la palabra que dice lo siguiente: persona inconstante y mudable. Eso es. ¿Qué quiero decir con eso? Pues quiero decir que es una definición que, entre otras cosas, engloba a ese tipo de gente que dice tener una opinión y, al cabo de un período de tiempo que puede oscilar entre 3 meses y 3 segundos, tiene la opinión exactamente opuesta. Gente cuya opinión está moldeada por la dirección en la que sopla el viento y que, además, no muestra ningún tipo de memoria ni reconocimiento de error por sus opiniones opuestas anteriores. Y no hace falta que os diga que el mundo del deporte es líder muy destacado en este tipo de gente. Un ejemplo muy claro lo tenemos en el aficionado de fútbol más clásico.
En concreto, el ejemplo más claro del aficionado veleta lo tenemos alrededor de Patrick Kluivert, el jugador más criticado e incluso más malo de la historia del fútbol según gran parte de la tribuna del Camp Nou hasta que marcaba un gol, momento en el que esos mismos aficionados no sólo lo celebraban sino que se te intentaban abrazar al osado grito de «yo ya lo decía que este tío iba a marcar». Pues no, señor, se va usted a abrazar con la señora de los lavabos. Pero todos sabemos que esto es sólo un ejemplo, quizá el más lamentable de todos ellos pero un solo ejemplo al fin y al cabo, y es que el mundo del deporte está lleno de veletas. Y teniendo en cuenta que la NFL pertenece al mundo del deporte… exacto. Como no podría ser de otra manera la NFL está muy bien representada en este sentido. Tom Brady, Peyton Manning, Chip Kelly o Ben Roethlisberger, entre otros, han sido probablemente los protagonistas de las mayores veletas de estos últimos años: que si ahora están bien, que si ahora están acabados, que si no sirven, que si son los mejores de la liga, etc. Nada alteraba la realidad, pero había gente capaz de irse de un extremo al otro sin ningún tipo de vergüenza. Fascinante, la verdad. Pero en fin, todo esto se trata sólo de personas que cambian de opinión y sinceramente, aunque pueda ser una actitud un tanto curiosa, tampoco me puedo meterme mucho con ello porque cada uno está en su derecho de hacer lo que le venga en gana. El problema es cuando hay equipos enteros que cambian de opinión según sopla el viento, porque temporadas basadas en una opinión concreta que prometían ser muy buenas se pueden ir al traste si en un momento determinado la veleta se orienta en dirección opuesta. Y los Browns están en grave peligro de que les pase exactamente esto.
Los Browns han sido el equipo revelación de esta temporada, a años luz de cualquier otro equipo. Mike Pettine y compañía han transformado un equipo que deportivamente hablando en los últimos años había sido la risa en un equipo altamente competitivo, y lo han hecho volviendo a las bases de este deporte: han tenido un juego de carrera dominante con hasta tres corredores con números aceptables (Ben Tate, Isaiah Crowell y Terrance West) y su defensa ha estado muy bien en la gran mayoría de los partidos. Como los Dallas Cowboys, dictaban el ritmo del partido mediante un planteamiento basado en poner más cojones que el rival, y cierto que no tienen a Tony Romo como quarterback pero tampoco tienen a Brandon Weeden precisamente (de hecho, bien que hicieron en largarlo). Brian Hoyer es un quarterback muy superior a Weeden, algo que ya demostró durante la temporada pasada, cuando se vió que los Browns sólo fueron un equipo explícitamente malo con Weeden a los mandos, y que se ha confirmado esta temporada otra vez: con Hoyer como quarterback un equipo basado en ataque de carrera y defensa ha funcionado de forma regular; con Weeden, en tan sólo un partido, hemos visto que no y que nide chiste. A pesar de no tener a jugadores demasiado famosos ni aparentemente demasiado buenos, todo cuadraba. Y si cuadraba era en gran parte gracias a la figura de Kyle Shanahan, el coordinador ofensivo del equipo. Existe la idea generalizada de que Kyle Shanahan es simplemente un niño al que su padre Mike (sí, ese entrenador actualmente en paro que tiene la cara de un color rojizo algo inquietante) va colocando allí donde puede para que el chaval tenga un trabajo. Pero esa frase es una memez como un templo. No sólo es algo que no podría estar más alejado de la realidad sino que de hecho ya vendría siendo hora de que le reconozcamos todos el gran trabajo que Kyle Shanahan está haciendo allí por donde va. Sí que es cierto que Mike y Kyle fueron juntos a Washington, pero el éxito de Kyle ha sido rotundo en todos los trabajos de coordinador ofensivo que ha tenido hasta ahora independientemente de si estaba acompañado de su padre o no. En Houston, fue uno de los grandes responsables de que Matt Schaub consiguiera 4.770 yardas de pase en una misma temporada (sí sí, el mismo Matt Schaub que ahora no puede parar de lanzar intercepciones retornadas para touchdown). En Washington, consiguió que Robert Griffin lograra una campaña de rookie extraordinaria, algo que viendo el lamentable rendimiento actual de RG3 hace pensar que los gameplans de Shanahan tenían muchísimo mérito en esa gran temporada. Y en los Browns, como ya hemos dicho, ha conseguido que un ataque sin ninguna estrella rindiera de forma más o menos buena, aprovechando al máximo el juego de carrera y reduciendo la importancia de un juego de pase en el que no sólo Brian Hoyer presentaba bastantes dudas como pasador sino que además no tenía ningún objetivo fiable (especialmente tras la lesión de Jordan Cameron).
Pero cuando parecía que todo estaba muy claro, llegó la veleta. No llegó a la primera, con la lesión de Alex Mack el juego de carrera sufrió un revés importante pero el equipo siguió confiando en que los partidos se podían ganar mediante ataque terrestre y carrera. Bien por ellos. Pero a la segunda ya se empezó a vislumbrar el peligro. Hoyer, que se creyó más de lo que era, hizo unas declaraciones en las que dijo que quería renovar acorde con el dinero que cobran otros quarterbacks como Andy Dalton (buen ejemplo fue a coger), lo que da la sensación de que motivó que la franquícia le diera responsabilidades de quarterback estrella en el siguiente partido ante Houston. Sobra decir que Hoyer fracasó estrepitosamente en el intento y que no se ha vuelto a hablar jamás de dicha renovación. Pero lo que se pensaba que era sólo un toque de atención (y por lo tanto un cambio temporal) parece que se convirtió en algo más definitivo a la tercera, y es que en la semana siguiente pasaron dos cosas que hicieron que ese ataque basado en la carrera cambiara totalmente de rumbo. La primera fue el despido de Ben Tate después de que éste se quejara de su poca participación en el equipo; independientemente de si tenía razón o no (que personalmente pienso que no) lo importante es que el equipo perdió una de las patas de ese potente trípode que formaba el juego de carrera, algo que claramente representó una dificultad añadida a la hora de mantener ese estilo de juego. Pero mucho más importante para este cambio de estilo fue el otro suceso de esa semana: Josh Gordon, después de cumplir una sanción de 10 partidos por su incidente de offseason con la marihuana, volvía al equipo. Ahora, por fin, después de más de media temporada el ataque tenía una estrella sobre el campo. Eso no debería ser nada malo ¿no? Pues en principio no, pero a la práctica probablemente sí.
Y es que a los Browns, viendo que por fin tenían a Gordon en el campo, les entró la necesidad de basar su juego de ataque alrededor de su jugador estrella, una decisión aparentemente lógica si se analiza desde este punto de vista. ¿Pero qué pasa cuando el jugador estrella de un ataque es un receptor y el equipo quiere hacer girar el juego de ataque a su alrededor? Pues que un receptor siempre necesita un quarterback que le lance y, por lo tanto, intentar que un receptor tenga mucho protagonismo en un ataque pasa inevitablemente por hacer que el quarterback tenga más protagonismo. Y lamentablemente así ha sido. No son sólo sensaciones, los números también dicen que la proporción entre intentos de pase e intentos de carrera se ha invertido en estos tres últimos partidos que ha jugado Cleveland. Hasta hace tres jornadas esa proporción había sido de un 52% favorable al juego de carrera (con picos del 69,1% ante Pittsburgh o del 69,3% ante Cincinnati) pero en estas tres últimas jornadas la proporción ha sido de un 62,4% favorable al pase. O dicho de otra manera, desde hace tres semanas que Hoyer se ha convertido en el protagonista absoluto del ataque. Y tanto el ataque de los Browns como Hoyer en particular ha dado pena. Vaya, qué sorpresa. Hoyer es un jugador que puede rendir de forma aceptable en un ataque en el que pase más o menos desapercibido, pero a la que tiene que desempeñar un papel protagonista saca a relucir toda su mediocridad. Por no usar calificativos más contundentes. O sino juzgad vosotros mismos si esto es un rendimiento aceptable para un quarterback de la NFL: 3 partidos, 61/120 (50.8%), 1 TD, 6 INTs. Números que por cierto van acompañados de dos derrotas (ante Houston y Buffalo) y una victoria sobre la bocina ante Atlanta que pocos pueden explicar como se consiguió teniendo en cuenta el nivel lamentable de Hoyer durante todo el partido y el gran último drive que hizo. Vamos, que resumiendo, en los tres últimos partidos con Hoyer como motor ofensivo, el ataque de los Browns no sólo ha estado jugando mal sino que además ha estado haciendo justo lo opuesto de lo que le había llevado a jugar inesperadamente bien en el global de la temporada y, por consiguiente, de lo había llevado al equipo a estar metido de lleno en la lucha para entrar en Playoffs. Fantástico.
Pero es que aún hay más. Porque Hoyer lo hizo tan mal en el último partido ante Buffalo que los Browns decidieron poner a Johnny Manziel un rato en el último cuarto a ver qué pasaba. ¡¡Hostias, Manziel!! Ya casi ni me acordaba de él. El caso es que no pasó nada, los Browns no remontaron el partido ni por asomo, pero en los minutos en los que estuvo jugando Manziel dejó algun error de bulto pero también varios destellos de calidad. Y la veleta ahora ya no sabe ni hacia donde apuntar. ¿Qué es lo que deben hacer los Browns? ¿Deben seguir con Hoyer o deben poner a Manziel? Muy fácil. Si los Browns tuvieran la temporada perdida podrían hacer lo que les diera la real gana, podrían poner a Hoyer para no quemar a Manziel, podrían poner a Manziel para probar qué tal lo hace y sentar a Hoyer por patán, podrían jugar hasta sin quarterback si quisieran y nadie les diría nada. Pero resulta que no. Los Browns están muy vivos en esta temporada, tienen posibilidades muy reales de entrar en Playoffs e incluso de ganar la división y, por lo tanto, tienen que hacer lo que ahora mismo les dé más opciones de ganar. Y lo único que está demostrado que les puede hacer ganar partidos es la combinación de solidez defensiva y juego de carrera. ¿Eso significa que deben seguir con Hoyer porque es el que les llevado hasta aquí? Sí y no. Sí, porque sinceramente es la opción más segura que tienen los Browns de competir por esa plaza en postemporada pero no porque, seamos sinceros, Hoyer no ha llevado a nadie a ningún lado, ha sido simplemente un quarterback de perfil discreto que hasta hace poco sencillamente estaba en el sitio adecuado y en el momento adecuado. Y es el deber de Kyle Shanahan y del resto del staff que se mantenga como ese quarterback de perfil discreto, como actor secundario que acompaña a un juego de carrera arrollador, porque en el momento en el que tenga que ser (o quiera ser) el motor ofensivo del equipo Cleveland estará en graves problemas.
«Coming up on a special 4-hour SportsCenter, was Johnny Manziel’s touchdown run the best ever?»
— Faux John Madden (@FauxJohnMadden) noviembre 30, 2014
Ahora bien, ¿sería poner a Manziel entonces una mala decisión? Tampoco se puede decir eso. Muy poca gente en este país defiende más a Johnny Manziel que yo, pero ciñiéndonos a los datos objetivos Manziel es un jugador que no ha demostrado nada en la NFL. Y esto puede ser para bien pero también puede ser para mal, con lo que ponerle ahora de titular no es necesariamente una mala opción sino que simplemente es una opción mucho más arriesgada. Y teniendo en cuenta que Cleveland hace mucho tiempo que está en un pozo deportivo de proporciones mastodónticas y que, por lo tanto, las urgencias de meterse en Playoffs son bastante grandes (de hecho no se han metido en postemporada desde 2002), no creo que arriesgar con Manziel justo ahora sea la mejor opción para ellos. Ya habrá un tiempo para Manziel, es el quarterback franquícia del equipo y no cabe duda de que algún día tendrá las riendas de este ataque porque tiene muchísimo más talento que Hoyer y porque, qué cojones, a los Browns les interesa muchísimo a nivel económico y de merchandising. Pero creo honestamente que ese día no debería ser hoy. Para Cleveland ahora es momento de defensa y carrera, y eso sólo lo conseguirán con Hoyer como quarterback porque con Manziel a los mandos es bastante probable que eso de la carrera quede un poquito en segundo plano. Y quien dice un poquito dice que igual los runningbacks ni huelen el balón.
Así pues, sé que los vientos son muy tentadores, tanto la presión popular como el simple pensamiento de lo que puede aportar el propio jugador van a tirar mucho para que Manziel sea el titular a partir de ahora. De hecho, mientras estoy escribiendo estas líneas, aunque no está confirmado de forma oficial todo apunta a que será Manziel quien empiece el próximo partido de los Browns ante los Colts. De ser así, no hay duda de que la decisión puede salirles bien, y de hecho espero que sea así porque Manziel es un jugador extraordinario que además, para qué negarlo, me cae bastante bien. Pero no nos engañemos, el riesgo de que la apuesta les salga mal es más que evidente. Y es que hacer la veleta e improvisar sobre la marcha tiene estas cosas: puedes quedar bien y llevarte los aplausos del personal pero también corres el riesgo de quedar en ridículo cuando más cerca tenías la gloria. Veremos hacia qué lado sopla el viento.