Supongo que os habéis dado cuenta pero yo os lo confirmo: se han terminado las vacaciones de Navidad. Algunos se alegrarán, no porque acaben fiestas (que quizá también) sino porque todos los niños han vuelto al cole. Esos niños que durante las fiestas navideñas están en todas partes con su energía incansable, en las comidas familiares, en las tiendas de juguetes, en las tiendas que no son de juguetes, en el bus, en la calle, en cualquier parte. Esos niños que mientras corretean y gritan agotan a todo el mundo que se encuentra a 3 metros de distancia. Esos niños que siguen retumbando en nuestras cabezas cuando intentamos descansar si tenemos la suerte de estar fuera de su radio de acción. No es que odie a los niños, en absoluto, pero la masificación de estos destroza el sistema nervioso de cualquiera que tenga unos niveles de paciencia por debajo de la media. Pues eso, que todos estos niños ya están en sus respectivos colegios, pero ni por un momento penséis que se han dejado la energía en casa porque en el cole seguro que están igual de revolucionados. Menos mal que hay unas personas, llamadas profesores, que aparte de educar a los niños, también intentan que se comporten y se tranquilicen. La lástima es que en la NFL no existe esta figura del profesor que amansa a las fieras, entre otras cosas porque se supone que ya nadie es un niño, pero a la hora de la verdad resulta que sí hay comportamientos más dignos de una guardería que de una competición deportiva profesional. Comportamientos que provienen esencialmente de la ciudad de Detroit.
Porque los Detroit Lions ya no son lo que eran. Ya no son ese equipo que a todo el mundo le caía relativamente bien porque un día jugó allí Barry Sanders, ya no son el equipo del que todo el mundo se compadecía porque de lo malos que eran daban como lástima. Estos últimos años y en especial desde que Matt Millen se marchó de la franquícia, los Lions han hecho algunas cosas bien y el equipo se ha vuelto competitivo, y eso no se lo puede quitar nadie. Por ejemplo han montado un muy buen ataque aéreo; han aprovechado que tenían a Calvin Johnson y le han rodeado de otros buenos receptores (especialmente destacable resulta la resurrección de Nate Burleson, del que se había perdido la pista desde su segundo año en Minnesota) y, lo que es más importante, han puesto un quarterback decente y no un Joey Harrington cualquiera. Del juego de carrera no se puede hablar de éxito porque han tenido mucha mala suerte con las lesiones, tanto de Kevin Smith primero, como luego de Jahvid Best y esta temporada de Mikel LeShoure, pero almenos lo han estado intentando. El problema es que por reforzar tanto el ataque el equipo ha olvidado la parcela defensiva y, como no han tenido tiempo para fichar talento, para ponerla al nivel del ataque han optado por la vía más corta. Se volvieron unos guarros.
Era la solución más fácil porque en el fondo sólo hacía falta un jugador para que toda la unidad defensiva entera se contagiara de su carácter. Vieron lo que pasó en el Missouri-Nebraska de 2009 y sabían exactamente que ese era su hombre. Y así fue como los Lions, con el pick #2 del draft de 2010, draftearon a Ndamukong Suh. Una bestia parda, un defensive tackle capaz de pasear por el backfield del oponente a cada jugada, de generar pass-rush desde el medio de la línea rompiendo el pocket, un jugador con mucho talento para la posición. Pero un guarro. Y no, no lo estoy confundiendo con ser un jugador duro, Suh es un jugador guarro, sucio y antideportivo. Y si no me creen, permítanme que les presente la prueba A:
«Andy Dalton era un quarterback que andaba en la NFL feliz y contento de ser quarterback titular. De repente, ¡un Suh salvaje apareció! Y ocurrió esto:»
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=zUAClQ9ZY3I[/youtube]
Como norma general los quarterbacks sueltan el balón para evitar los sacks y los golpes de la defensa rival. Hay algunos casos, y este podría ser uno de ellos, en los que la inercia hace que el defensor no pueda evitar el primer golpe. Pero las leyes de la física no permiten que la inercia provoque choques en forma de llave de algún arte marcial oriental aún por descubrir. El caso es claro, Suh ve como Dalton suelta el balón porque le viene de cara y tiene tiempo suficiente como para dejar la jugada en un simple abrazo, pero se ve que debe molar más estampar al quarterback para mostrar su superioridad física.
Alguno podría pensar que esto es un caso aislado y que a todo el mundo se le puede pirar la pinza en alguna ocasión determinada. Déjenme entonces que les presente la prueba B:
«Jake Delhomme era un quarterback viejete que se pensaba que ya lo había visto todo en la NFL. De repente, ¡un Suh salvaje apareció! Y ocurrió esto:»
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=4vtOrd1U5Z8[/youtube]
Esto es lo mismo que el caso anterior pero corregido y aumentado. Bueno, solamente aumentado porque de correcto no tiene nada. Es cierto que el balón sale más tarde que en el caso anterior, de hecho sale en forma de pase bastante cutre y ya con contacto entre defensor y quarterback. Pero es que resulta que este contacto era que Suh le estaba agarrando de la máscara, y tirando de ella a ver si por el camino le petaba tres cervicales. Y por si eso no fuera poco, luego le coge de la cabeza y vuelve a poner en práctica la llave de nivel avanzado vista anteriormente pero con el agarre superior. Lo de ir al bulto y meter accidentalmente la mano en la máscara puede pasar, pero lo de retorcerle el cuello es directamente atentar contra la salud de un compañero de profesión, algo completamente intolerable. Y lo de tirarle al suelo como a un saco de patatas cuando el balón no sólo ya ha salido del brazo de Delhomme sino que también ha botado en el suelo es simplemente incomprensible. Porque defender es parar el ataque rival, y esa jugada estaba ya más que acabada.
Pero bueno, que aún alguien podría pensar que es una coincidencia. Menos mal que no hay dos sin tres, aquí presento la prueba C:
«Jay Cutler era un quarterback que corría por su vida porque en el fondo la línea de ataque de los Bears tampoco es ninguna maravilla. De repente, ¡un Suh salvaje apareció! Y ocurrió esto:»
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=kw6vxVVXWUM[/youtube]
Mira que era fácil hacer un placaje normal en esta situación. No sé, lo de hombro o máscara en los números, abrazar con los dos brazos y caer encima del jugador placado. Vamos, lo que más básico de las lecciones de técnica de placaje. Además que el piño hubiera sido bastante guapo, es lo que tiene que un quarterback no se tire con los pies por delante cuando hace un scramble. Pues no, Suh pensó que era una oportunidad demasiado buena como para desaprovecharla y enseñó al mundo su nueva técnica de placaje: la colleja con el antebrazo. Algo así como la Gravesinha pero en placaje. Supongo que consideró que debía demostrar en ese preciso momento su superioridad física respecto a Cutler como si fuera un niño tres cursos mayor que él en un patio de colegio, porque sino no se explica como alguien puede ser tan egoísta de realizar acciones así para su presunto lucimiento personal aunque vayan en contra de su propio equipo.
Y por no hablar de la ya archifamosa situación que se vivió entre Suh y Evan Dietrich-Smith en el partido de Thanksgiving contra los Packers, en la cual le aplastó la cabeza tres veces contra el suelo para poderse levantar y luego le pisó el brazo para poder mantener el equilibrio. No sé qué es más lamentable, si la agresión en sí o sus explicaciones en la rueda de prensa posterior al partido. Bueno va, no hablo porque el tema está muy sudado pero pongo el vídeo al menos, aquí tenéis la prueba D con link incluído a las maravillosas declaraciones:
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=ZXDmCVSnn1U[/youtube]
Pero vamos, que aunque parezca mentira después de toda esta parrafada, en el fondo el problema no es Suh. Ya era así como jugador en Nebraska y los Lions ya sabían lo que había cuando le draftearon. El problema es que en el equipo ya les va bien que se comporte así y además parece que hay que defender sus acciones a capa y espada, como se demuestra en la prueba C en la que Jim Schwartz sigue gritándole al árbitro incluso después de todas las repeticiones de la jugada. Parece increíble, ¿verdad? Pues realmente no lo es tanto, porque en el fondo Schwartz es exactamente igual que Suh pero en entrenador. Y es que el ex-coordinador defensivo de los Titans, coordinador entre otros de gente con tan buena reputación como Cortland Finnegan, es la
persona perfecta para el puesto. Es un tío muy intenso que vive mucho todo lo relacionado con su equipo, hasta el punto que sus constantes protestas y gesticulaciones sobreactuadas ya forman parte del panorama habitual de la banda de los Lions. Y es extraordinariamente irresponsable que un entrenador se comporte de la forma que él lo hace, porque si papá actúa de una manera determinada luego los hijos hacen exactamente lo mismo. Y como papá no se controla a la hora de montar pollos de proporciones bíblicas a los árbitros cada vez que se presenta una mínima ocasión, los niños no se controlarán si tienen que dar un golpe tardío, si tienen que hacer interferencias en el pase o si tienen que hacer faltas personales. O incluso si tienen que empujar a un árbitro como hizo Brandon Pettigrew contra los Saints, algo que yo no había visto nunca en la NFL. Y si bien todo esto puede parece subjetivo, las estadísticas no engañan: los Lions han cometido un total de 128 penalizaciones durante la temporada regular (7,9 por partido), terceros de toda la liga, para un total de 1.075 yardas, segundos en la liga sólo por detrás de unos Raiders que esta temporada han roto los récords absolutos de la NFL en esta categoría. Han matado muchos drives suyos y han regalado muchos primeros downs a los rivales por jugar como un pollo sin cabeza, y esto sólo es culpa de Jim Schwartz y de un staff que ha dado prioridad a la intensidad y a la agresividad mostrada por sus jugadores por encima incluso de los intereses deportivos del equipo.
Pero aunque la mona se vista de seda, mona se queda, y no porque la defensa de los Lions quiera ponerse a la altua del ataque volviéndose sucia va a dejar de ser mala. Drew Brees y los Saints hicieron lo que quisieron con ellos en el partido de wildcard poniendo así fin a la temporada en Detroit. Y probablemente era lo que más les convenía, porque los Lions son un equipo al que aún le queda mucho por crecer para que se les pueda considerar como un serio aspirante a la Superbowl. Y no sólo deben crecer en sus acciones dentro del campo sino también en las de fuera. Porque hay jugadores como Aaron Berry que después de la eliminación de los playoffs demostró su saber estar dejando un mensaje en Twitter que rezaba algo así como «ahora ya podéis volver a estar arruinados y ser miserables». Comentario de un gusto extremo pero que el autor afirma que fue malinterpretado. O incluso deben crecer un poco algunos fans de Detroit, a los que parece que tanta victoria se les ha subido a la cabeza porque ya están pidiendo cabezas por esta eliminación; supongo que han olvidado por completo que este mismo proyecto ha sido el que les ha sacado del pozo deportivo en el que llevaban un huevo de años.
En el fondo no hay que olvidar que los Lions son unos niños en esto de tener un éxito relativo en la NFL, de hecho no se metían en playoffs desde la temporada 1999, con lo que si existe un poco de sentido común en las altas esferas de la franquícia todas estas cosas se irán arreglando solas. Pero mientras tanto convendría que hubiera alguien en el seno de la competición que se dedicara a amansar a este tipo de fieras, porque este tipo de comportamientos no son dignos de este deporte.