Ya han pasado diez días desde la vuelta a la rutina después de las vacaciones de Navidad y creo que todos ya nos hemos vuelto a acostumbrar a lo que es el día a día normal y corriente. Vemos a la misma gente, nos encontramos las mismas situaciones una y otra vez, supongo que es algo totalmente inevitable cuando llevamos una vida rutinaria, pero no nos engañemos, hay cosas a las que uno no se acostumbra nunca. El otro día, por ejemplo, estaba tan tranquilo haciendo cola para pagar la compra en el supermercado cuando de repente una señora salió de no sé muy bien donde y lanzó sobre la cinta transportadora un paquete de arroz y una lata de berberechos. Efectivamente, se me había colado. Sé que no debería extrañarme, no es precisamente la primera vez que pasa en la historia de la humanidad y probablemente mientras escribo estas líneas ya ha pasado un par de veces más, pero no por ello dejó de dejarme atónito. Intenté decirle que yo estaba delante pero en esos momentos ya había dejado un rollo de papel de cocina y un par de envases de zumo; era demasiado tarde. Luego se giró hacia mí, se hizo la sorprendida y me puso ni recuerdo qué excusa para decirme que tenía mucha prisa, pero eso ya era lo de menos, ella ya había conseguido su objetivo. Con eso quedó demostrado que intentar pasar por delante del resto de gente puede ser muy útil en ocasiones como esta, pero sinceramente creo que creerse superior a otro aparentemente igual no sólo no es un camino correcto sino que además casi nunca es el camino más acertado para cumplir objetivos. Y es que pese a que en la NFL hemos estado bastante cerca de tener una señora que se quería colar en la cola del supermercado por su cara bonita, al final la cordura se ha impuesto y esa señora ha vuelto a su lugar. Porque, aunque sólo sea por las formas en las que han actuado, los Seattle Seahawks no merecían un puesto en la próxima Superbowl.
Los Seahawks han hecho muchas cosas bien esta temporada y no voy a ser yo quien niegue sus méritos deportivos, pero todas sus decisiones parecen haber sido tomadas desde un mismo patrón de conducta: parece que tengan una confianza (por no decir chulería) desmedida que provoca que se consideren mejores que el resto de equipos sin una razón aparente. Con esto no estoy diciendo que sea algo exculsivamente malo, de hecho durante esta temporada ha habido buenas decisiones fundamentadas en este sentimiento. Por ejemplo, draftearon a Bruce Irvin muy arriba pasando de los rankings que tenía todo el mundo, ellos tenían su propio ranking que era mejor que el del resto y no podemos decir que el tiempo les haya negado la razón precisamente. Lo mismo se puede decir del pick de Bobby Wagner cuando estaba Lavonte David libre, todo el mundo puede pensar que David habría sido una mejor elección pero con la espectacular temporada de Wagner hay que darles el beneficio de la duda. O incluso hay un ejemplo aún más claro. No puedo concebir otro equipo aparte de los Seattle Seahawks que, después de fichar un quarterback como Matt Flynn en la agencia libre y especialmente después del contrato con el que le habían firmado, tenga los cojones tan grandes como para sentarlo en favor de un quarterback bajito drafteado en tercera ronda. Otra vez, no sabemos lo que habría hecho este equipo con Flynn a los mandos, pero da la sensación de que su nivel ni se acercaría al que han cosechado con Russell Wilson. Pero una cosa es actuar con descaro y hacer lo que se cree más conveniente en cada momento para el beneficio propio, y otra muy distinta es que miembros de los Seahawks muestren sus aires de grandeza a cada oportunidad que tienen. Especialmente dos de ellos.
El primero de ellos es uno de los jugadores más representativos de este nuevo equipo de los Seahawks, este equipo que ha creado una defensa muy sólida contra el pase prácticamente de la nada. Un excelente cornerback sin lugar a dudas, pero un bocachancla como hacía tiempo que no se veía en la NFL. Estoy hablando, claro está, de Richard Sherman. Un jugador con unos méritos deportivos extraordinarios e innegables, de hecho ha terminado segundo en la liga en intercepciones con 8, pero al que todo el mundo recuerda por sus conflictos extradeportivos, llámese confrontación con Tom Brady en todo un derroche de clase y saber ganar, llámese flirteo con la suspensión por el uso de sustancias ilegales o llámese simplemente provocación constante al rival y juego subterráneo. O incluso más recientemente, llámese cometer offsides en dos extra points seguidos al más puro estilo «pataleta en el Madden porque el resultado es injusto». Muchos pensaréis que es muy raro que un jugador defensivo se comporte de la manera que él lo hace pero la explicación es muy sencilla: no es un jugador defensivo. Sherman empezó su carrera en Stanford como receptor y, aunque suene mucho a tópico, los receptores suelen tener un carácter bastante especial que precisamente cuadra bastante con la manera de hacer de Sherman sobre el campo, y no fue hasta una lesión de rodilla en 2009 que le convirtieron en cornerback a tiempo completo. Pero eso de la posición original no debe servir como excusa. Con tantas actuaciones polémicas Sherman ya se ha ganado el cartel de jugador antipático al que todos quieren ganar. De hecho es probablemente una de las razones por las que Atlanta fue a buscarle durante buena parte del partido de playoffs del pasado fin de semana, para poder anotar en su cara y restregarle el éxito en forma de touchdown. Y eso fue exactamente lo que pasó. Después de varios intentos, Matt Ryan conectó con Roddy White mientras Sherman se caía en la cobertura y, como no podía ser de otra manera, White fue a pavonearse del touchdown en su cara. No sería tampoco la conducta más profesional del mundo pero no nos engañemos, en ese preciso instante el 99% de nosotros fuimos Roddy White.
Pero pese a todo lo dicho anteriormente, Sherman no deja de ser un jugador joven. Quizá el tiempo le dé experiencia como para cambiar su forma de actuar o quizá no, eso ya lo veremos, pero no deja de ser un jugador en un roster de 53. El problema grave viene cuando esa confianza desmedida la tiene alguien que representa al equipo, alguien que tiene un cargo como podría ser por ejemplo el de entrenador. Alguien como Pete Carroll. Y es que no puede ser que un head coach de la NFL tenga las actitudes de superioridad que ha tenido Carroll durante la temporada. Bueno, no es que no pueda ser, cada uno es como es y actúa de la manera que le parece, simplemente creo que estas actitudes no son algo que vaya a ser beneficioso para el equipo. Porque en el momento que se cuentan historias raras sobre lesiones dudosas de Matt Flynn para intentar justificar mantener a Russell Wilson en el puesto, lo único que se hace es perder credibilidad. Porque en el momento que se dice que este equipo que va 4-4 está muy cerca de ir 8-0 lo único que se está haciendo es provocar que los equipos rivales marquen en rojo en el calendario la fecha en la que se enfrentan a dicho equipo. Y relacionado con este último tema, cuando uno presume de lo bueno y bonito que es su equipo y de lo bien que está jugando lo que está haciendo, aunque sea de forma inconsciente, es sobrevalorarlo y no ser consciente de sus limitaciones.
Porque aunque no lo parezca Seattle tiene varias limitaciones, siendo la más grave de ellas depender en exceso de jugar en su propio campo. Seattle ha terminado la temporada regular con un récord de 11-5, pero el dato que queda escondido dentro de ese buen récord es que fuera de su campo el récord es de 3-5, con derrotas ante equipos como Miami o Detroit o, lo que es más grave, sin ninguna victoria contra un rival divisional. Es precisamente por eso que no cabe duda que buena parte del éxito de estos Seahawks reside en la fuerza de un público que provoca cortocircuitos enormes en los ataques rivales gracias al ruido que generan, también en el ataque y sobre todo en la defensa, pero no debemos olvidarnos de este factor que es totalmente diferencial. Pero lamentablemente es un factor con el que sólo pueden contar durante el 50% de la temporada regular y es un factor con el que no contaban durante el pasado partido de playoffs, convirtiéndose en uno de los dos motivos básicos que explican la derrota de Seattle en dicho partido. Mientras Atlanta quiso, que fue durante la primera parte, los Seahawks fueron un juguete en manos de Matt Ryan y compañía (igual que fueron un juguete en manos de Robert Griffin en el partido de wildcard mientras éste estuvo en condiciones de jugar, dicho sea de paso), y no fue hasta que a Atlanta le pilló la pájara que Seattle fue capaz de meterse en el partido. Porque, siendo objetivos, dos drives que hacen 80 y 62 yardas en 8 y 4 jugadas respectivamente con un tiempo gastado combinado de 6 minutos son mérito del ataque y demérito de la defensa a partes iguales. Y eso fue lo que permitió llegar a un final apretado en un partido aparentemente decidido. Entonces jugar fuera de casa fue un motivo pero, ¿y el otro motivo básico de la derrota de los Seahawks? Pues una acción muy concreta pero que queda enmarcada en el comportamiento generalizado explicado en el párrafo anterior. En la acción en la que Bryant tiene que chutar el field goal de la victoria, Pete Carroll hace lo que comúnmente se denomina como «ice the kicker», o sea pedir un tiempo muerto justo antes de que chute para ponerle nervioso. Pero lo hizo muy mal, permitió que Bryant chutara ese field goal que a efectos de juego no valía. Queda muy ventajista decirlo ahora pero Bryant falló ese field goal, y si no fuera por el tiempo muerto de Carroll los Seahawks habrían pasado de ronda, pero lo importante no es eso. Lo importante es que Carroll permitió que Bryant hiciera ese chut de prueba y que, gracias a eso, el kicker de los Falcons supo que sólo tenía que dirigir el balón ligeramente más a la izquierda cuando chutara el que valiera. Si lo hubiera reflexionado un poco mejor, en vez de salir al campo protestando ostensiblemente y haciendo aspavientos, habría apurado un poco menos y la posibilidad del chut de prueba ni se hubiera dado. Pero no lo hizo, y ahora Seattle está fuera de la lucha por el Trofeo Vince Lombardi. Y lo grave no es eso, lo grave es que seguramente Carroll para sus adentros pensará que todo fue culpa del árbitro y no aprenderá de su error. Y en un cargo de tanta responsabilidad como el de head coach de la NFL, la capacidad de autocrítica debería estar muy por encima de luchas contra los elementos, almenos si se tiene la intención de hacer que el equipo mejore.
En definitiva, los Seahawks lo tienen prácticamente todo para construir un equipo ganador. Son un equipo joven, con talento en la mayoría de posiciones clave y con hambre de victoria, pero creo que no han manejado nada bien su imagen. Gracias a actitudes como las anteriormente descritas, los Seahawks son un equipo considerado por los otros equipos como un equipo al que apetece ganar más que a cualquier otro, y considerado por los fans como un equipo que juega al límite del reglamento (incluso un equipo al que se le permite más que a otros equipos), que utiliza el juego sucio y que encima es irrespetuoso con el resto de la competición. Todo esto en sí no está reñido con el éxito deportivo pero todo ayuda, ser un equipo querido por el fan neutral siempre pone las cosas más fáciles que ser un equipo que causa antipatía, y si los Seahawks quieren llegar al éxito absoluto probablemente harían bien en cuidar ese aspecto. Porque es muy distinto ser un grande que creérselo y, aunque no son opciones incompatibles, todos sabemos cuál de las dos es la mejor.