Donald Trump tenía 37 años.
Ya lo tenía todo. Pero quería más. Era el año 1983, y el magnate acababa de abrir su homónima torre en la Quinta Avenida de Manhattan; además, tenía varios proyectos de construcción en el Upper East Side y Atlantic City como parte de la firma inmobiliaria que había heredado de su padre Fred. Pero Donald no sentía que tenía la atención que se merecía. Así que compró un equipo de football.
Para entender la inmersión de Trump en el mundo deportivo, hay que desmiticar esa imagen de hombre de negocios de éxito que él mismo ha alimentado durante décadas a través de saciar su imagen de marca, tal como está haciendo estos días. Ha metido la pata varias veces en el área de la construccion inmobiliaria, perdiendo la oportunidad de hacer varios millones más o, como en el caso de Atlantic City, dejándole casi en la bancarrota personal. Lo contó mejor John Oliver en Last Week Tonight:
La USFL
Por unos $9 millones, $5 millones afirmó él, Donald Trump se convirtió en el propietario de los New Jersey Generals, un débil equipo de la novata liga United States Football League (USFL).
El modelo de negocio de la USFL era muy simple: jugar en primavera y verano ya que no había NFL, utilizando sus estadios y sus audiencias. Los partidos eran retransmitidos por la ABC y una nueva network llamada ESPN, recogiendo a veces mejores datos de telespectadores que juegos de la MLB. Los televidentes querían ver nombres de jugadores conocidos, celebraciones estrafalarias, conversiones de dos puntos (en vigor en la NFL desde 1994) y nuevos trucos televisivos como la instant replay. La atmósfera era emocionante, el football era divertido. Los Generals de Trump lideraban la campaña de marketing de la USFL en busca de consumidores. Reclutó a estrellas de la NFL como el MVP de 1980, Brian Sipe, el tres veces Pro Bowl Gary Barbaro o el ganador del Heisman Trophy en 1984, Doug Flutie, con un contrato récord de $7 millones en cinco años. Incluso intentó traerse al legendario head coach Don Shula (según Trump, Shula le pidió un apartamento en le Trump Tower y él se negó), pero acabó contratando al ex entrenador de los Jets Walt Michaels. Saciar sus ambiciones llegó hasta el punto de crear, lo que él llamó, «el mejor equipo de fútbol americano». Un dream team que nació de la fusión con otro equipo de la liga, los Houston Gamblers (que tenían a Jim Kelly) de su nuevo propietario Stephen M. Ross, también constructor inmobiliario y actual dueño de los Miami Dolphins.
Un equipo que nunca llegó a ver la luz, porque dos años después la liga desaparecía y Trump era el sospechoso número uno.
El magnate dio a la novata competición el aire que necesitaba, la elevó a otro nivel, pero dio tanto aire que la burbuja acabó explotando. Según afirmó él hace dos años al New York Daily News con su sobrada arrogancia, «sin mi, la USFL habría muerto inmediatamente». La historia de Trump como propietario de football es muy familiar a la de candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. Treinta años después, el billonario sigue teniendo los mismos trucos para acaparar titulares, centrándose por supuesto en lo que es bueno para la marca Trump llevándose por delante lo que haga falta. Simplemente hay que reemplazar lo que hizo a la USFL con lo que está haciendo al Partido Republicano y a Estados Unidos, y encontraremos exactamente lo mismo.
El desafío a la NFL
Una liga de primavera era migajas para Trump. «Si Dios quisiera football en primavera, no habría creado el béisbol», dijo para la ABC en 1984. Así que se erigió como general de sus compañeros propietarios para poner a la liga en posición de competición de mercado en otoño. «Vamos a tener una liga con el mismo valor con la NFL y acabaremos fusionándonos», vendió a puerta cerrada, como si se tratara de un inmueble, a los dueños de franquicias de la USFL. Aunque los propietarios no estaban de acuerdo y querían mantener la competición en primavera, llegando a crear un comité para estudiar la decisión («para mi los comités es lo que la gente insegura hace para posponer decisiones complicadas, escribió en su libro El Arte de Negociar), Trump, con la misma dialéctica de abusón de colegio que utiliza en estos días, acabo persuadiéndoles.
El principal problema para jugar la USFL en otoño de 1986 era la televisión, ya que la NFL tenía contrato en vigor con las tres grandes networks. Así que la liga de primavera presentó una demanda antimonopolio pidiendo $1.690 millones. Más bien fue Donald Trump quien lo hizo. No solo lideró la decisión de llevar a la NFL a los tribunales sino que aportó los abogados para el caso. La USFL buscaba dos posibles soluciones: o forzar a la NFL negociar nuevos contratos televisios con solo dos networks, o forzar a la NFL dividirse en dos ligas de 14 equipos cada una de ellas con un contrato con una network.
El juicio duró 42 días del verano de 1986, fue una sensación nacional con ingredientes distintivos de que Donald Trump estaba detrás: el abogado de la NFL acusó al magnate de sobornar a los camareros de un hotel para espiar a los dueños de la NFL y Trump llegó a afirmar ante los medios que el comisionado de la NFL le había prometido una franquicia si mantenía la USFL en primavera… Y acabó de la misma estrafalaria manera: el jurado concluyó que la NFL había violado la ley antimonopolio, dando a la USFL la razón, pero valoraba la compensación en un dólar, un total de tres dólares al ser tres networks, más 76 centavos de intereses: $3.76. Cuatro días después del veredicto, la USFL suspendía operaciones con una deuda de $160 millones.
Donald Trump había fracasasdo en su pequeña inversión en el fútbol americano. Reconoció sus errores, a su soberbia manera, en su libro: «si hay algo que no calculé bien con la USFL fue evaluar la (poca) fortaleza de los otros propietarios». Para él fue una pequeña inversión que económicamente no salió muy bien pero en términos de imagen de marca (161 apariciones en periódicos en los primeros seis meses como propietario, más que en los cuatro años anteriores) supuso otro ladrillo hasta lo que conocemos hoy como Donald J. Trump, candidato a Presidente de los Estados Unidos.
El documental de ESPN 30 for 30 Small Potatoes: Who Killed the USFL? explica en profundidad aquellos tres años de la USFL y el papel de Trump en su finiquito.
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